martes, 30 de enero de 2018

Santiponce, Monasterio de San Isidoro del Campo


En la vecina Santiponce, donde se levantan las ruinas de la ciudad romana de Itálica, se localiza el Monasterio de San Isidoro del Campo. Llevo media vida viendo su silueta dibujarse sobre la población cada vez que transito por la carretera que me lleva a Extremadura, que transcurre, más o menos, sobre la antigua Vía de la Plata.
Sin embargo, estaba la visita permanentemente pendiente, sin encontrar el momento de realizarla o, tal vez, sin buscar ese momento.
Hasta que me he dicho basta y, en soleada mañana de domingo —como debe ser, oiga— en solitario, cámara de fotos en ristre, me he plantado ante él para pasearlo armado, además, de una gran dosis de tranquilidad.
Traigo aquí este edificio no por su antigüedad y naturaleza eminentemente religiosa, que ya sería motivo suficiente; ni por su belleza y la de las obras que contiene, que también. Si está aquí es, principalmente por la dualidad que su arquitectura presenta, la mezcla de elementos constructivos externos en los que, visiblemente, predominan los de un marcado carácter defensivo sobre los religiosos. Y al ser así, pues eso, que estamos hablando de un monasterio fortificado, lo que justifica su presencia aquí. 


Fue mandado construir, allá por el año 1301, por Alonso Pérez de Guzmán —el que la historia recuerda como Guzmán el Bueno—, casado con María Alonso Coronel. Ambos fundarían la casa de Medina Sidonia.
Y eligieron ese lugar porque la tradición decía que en aquel lugar había sido enterrado San Isidoro de Sevilla, aunque sus restos ya no se encontraban allí, pues en 1063, cuando fueron descubiertos en el interior de una antigua ermita mozárabe, se trasladaron a León. Aunque seguramente el auténtico motivo era prever la futura ubicación de sus restos y los de su familia.
Reinaba por entonces Fernando IV de Castilla, que fue quien otorgó el privilegio para su fundación.
En un principio, el edificio fue ocupado por monjes cistercienses hasta 1431 o 1432, en que los ermitaños jerónimos (Congragación de la Observancia de San Jerónimo) les sustituyeron. Estos jerónimos reformaron profundamente el edificio, sobre todo en la incorporación de elementos decorativos.
A mediados del siglo XVI surgió en la ciudad de Sevilla un movimiento religioso de marcado sentido reformista, en el que intervinieron monjes de este monasterio. Las autoridades estuvieron prestas en su represión, terminando la historia con el encarcelamiento de algunos religiosos y la huida fuera de España del resto. Como última medida, el rey Felipe II ordenó la integración de los ermitaños jerónimos en la Orden de San Jerónimo. A partir de entonces, año de 1568, fueron estos últimos quienes ocuparon sus dependencias, que decoraron con pinturas murales, en contraposición a la, hasta entonces, austeridad cisterciense.
Estos monjes llegaron a tener numerosas propiedades en los alrededores, destacando la propia población de Santiponce que hasta el año 1603 estaba situada a orillas del río Guadalquivir. Fue destruida por una riada en ese año, dando lugar a un nuevo asentamiento, el actual, junto a las ruinas de Itálica.
Con la Desamortización de Mendizábal en 1835, el edificio pierde su condición de monasterio, y entra en un proceso de abandono y ruina. Fue utilizado como fábrica de diversos productos manufacturados, como tabaco y malta; incluso fue cárcel de mujeres.
Durante la revolución de 1868, la Gloriosa, fue diana de numerosos destrozos. Y en 1936, tuvo que ser entonces claro, estuvo a punto de ser demolido, librándose de ello gracias a los propios habitantes de Santiponce.
En el siglo XX, durante el periodo de tiempo que va desde 1956 a 1978, fue ocupado nuevamente por los monjes Jerónimos.
Después hubo algún intento de convertirlo en Parador de Turismo, que no prosperó, para terminar temporalmente en manos de la Junta de Andalucía.

Fachada principal, orientada al norte


La puerta de lo que fue la Hospedería

Actualmente el monasterio ocupa una superficie de algo más de 12.000 metros cuadrados (un rectángulo de unos 200 metros de largo por 60 de ancho). Todo ello es fruto de las sucesivas ampliaciones que se fueron haciendo a lo largo de la historia, sobre todo durante el Barroco, que es cuando todo el conjunto medieval se transforma con la incorporación de los retablos, sillerías, pinturas murales, etc.
Llegó a contar, además de las dependencias del primer núcleo medieval —dos iglesias, el claustro de los Muertos, sacristía, refectorio y sala capitular—, con una torre, espadaña, cinco claustros, numerosas dependencias monacales, una procaduría, la hospedería y todas las instalaciones agropecuarias necesarias para hacer autosuficiente la vida en el monasterio.
Su fachada principal, uno de los lados menores, mira al norte, y en ella se abre la puerta por la que se accede a la denominada iglesia de Don Juan. La portada es gótico-mudéjar, de ladrillo, arco apuntado y arquivoltas que se apoyan en un zócalo de mármol; queda enmarcada en un alfiz cuyas enjutas están decoradas con elementos vidriados. Sobre la puerta una arco escarzano, y más arriba un tejaroz sostenido por una hilera de canecillos.
A la izquierda de la puerta existió otra actualmente cegada, decorada con motivos heráldicos de los Guzmán.

Retablo de Martínez Montañes en la iglesia de Guzmán el Bueno


Retablo del Cristo de las Ánimas en la iglesia de Juan Pérez de Guzmán.

Desde la puerta anterior se accede directamente a las iglesias, porque el monasterio tiene dos, yuxtapuestas, aunque aparentemente parezca que es una con dos naves. Y ahora la pregunta es por qué son dos iglesias. La respuesta es fácil, y es que Guzmán el Bueno y Sra. no querían a nadie más enterrado junto a ellos (según deseo expresado en su testamento), así que el hijo se vio obligado a construir otra iglesia para colocar allí su tumba, la de su esposa Dª Urraca y demás familiares.
Ambas iglesias son de planta rectangular, una sola nave y divididas en tres tramos; bóvedas de crucería con arcos fajones apoyados, y ábsides pentagonales.


El patio de los Evangelistas.

A los pies de la iglesia de Guzmán el Bueno se encuentra el Patio de los Evangelistas o de la Hospedería, pequeño de planta rectangular y dos alturas; la baja con arcos semicirculares peraltados enmarcados por alfiz sobre pilares de ladrillo ochavados. Los de la planta superior son arcos de medio punto apoyados en pilares iguales a los de la inferior. Las paredes están decoradas con pinturas murales del siglo XV.
La Sala Capitular.

La Sacristía.

 Adosado al muro de la Epístola de la misma iglesia está la sacristía y tras ella la Sala Capitular, cubierta por una bóveda de cañón rebajada que oculta otra bóveda de crucería.

El Claustro de los Muertos.

Galería del Claustro de los Muertos.

A continuación de las dos dependencias anteriores, se adosa el Patio o Claustro de los Muertos —sus galerías fueron utilizadas para enterrar a monjes y particulares—, también rectangular y de dos cuerpos. Todos sus arcos se apoyan en pilares de ladrillo ochavados y quedan enmarcados en alfiz. Las paredes están cubiertas en parte por pinturas murales, quedando oculto el resto por las reformas que se realizaron a mediados del siglo XVI.

El Refectorio.

En la cara oeste del Patio de los Muertos, y frente a la Sacristía y la Sala Capitular, se ubica el Refectorio, de planta rectangular y con pinturas murales en sus paredes y bóvedas. Éstas son de marcado estilo gótico.
En el extremo sur del conjunto se encuentran los restos del Claustro Grande, que fue el de mayor tamaño de los que se construyeron. Es de planta cuadrada y de ladrillo la galería; los pilares que la sostienen son hexagonales.
En la esquina sureste del conjunto, y del claustro de la Hospedería, está la Torre. Fue construida a finales del siglo XVIII, así que barroca, aunque reconstruida en parte tras el terremoto de Lisboa de 1755. Es de planta cuadrada y está dispuesta en tres cuerpos: el primero es de la misma altura y disposición de huecos que el cuerpo del edificio en el que se integra; en el segundo cuerpo, realizado con ladrillo y decorado con azulejos, se sitúan las campanas, una por fachada; y el tercero que consta de un antepecho tras el que sobresale un chapitel octogonal abuhardillado.

La espadaña desde el Claustro de los Muertos.

Y sobre el muro que separa el claustro de los Muertos de la Iglesia de Guzmán el Bueno, se levanta la Espadaña de esta iglesia. Se debió levantar hacia 1609, al mismo tiempo que el retablo mayor, aunque en la según da mitad del siglo XVIII se reconstruiría, al igual que la Torre y por el mismo motivo. Tiene dos cuerpos: el inferior con cuatro vanos y pilastras toscanas sobre un friso decorado; y el superior, de un solo vano, que se levanta sobre los vanos centrales inferiores. Todo el conjunto se adorna con perinolas de cerámica vidriada.
El principal material usado es el ladrillo, aunque en elementos arquitectónicos concretos se emplea la piedra (puertas, arcos nervios, ventanas, impostas, capiteles, etc.), dando como resultado una perfecta mezcla de estilos: gótico y mudéjar.

Fachada norte del monasterio


Ábsides de las dos iglesias.

Fachada este del monasterio, a la izquierda la torre


Decía más arriba que traigo a mi blog este monasterio por la existencia de elementos arquitectónicos de carácter defensivo, que hacen que estos templos y sus edificaciones aledañas, respondan al prototipo de iglesia fortificada, tan frecuente después de la Reconquista: ábsides, muros, torres y espadañas generalmente almenados; y también matacanes y otros componentes que aportaban a estos edificios,  un aspecto fortificado.
Así sucede en este monasterio, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura mudéjar del siglo XV en el sur de España, en el que los parapetos de sus cubiertas aterrazadas se protegen, en todo su perímetro, con almenas rematadas en forma de pirámide.

Nombre: Monasterio de San Jerónimo del Campo
Localidad: Santiponce
Municipio: Santiponce
Provincia: Sevilla
Municipio: Santiponce.
Tipología: Monasterio fortificado
Época de construcción: se inició su construcción hacia 1301. Con reformas y ampliaciones a lo largo de los tiempos.
Estado: a principios del siglo XX fue objeto de una amplia restauración que devolvió en gran parte del edificio, el brillo que tuvo.

Propiedad: Privada, de la Fundación Casa Álvarez de Toledo y Mencos. Cedido temporalmente su uso —compartido— a la Junta de Andalucía.
Uso: Museístico y turístico.
Visitas: Acceso libre.
Protección: Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1872. Es Bien de Interés Cultural desde mayo de 1988.

Clasificación subjetiva: 3*, No perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.
Otras cuestiones de interés: Casi al lado, las ruinas de la ciudad de Itálica, teatro y anfiteatro incluidos.
El monasterio ha sido Panteón de personajes ilustres, como el propio Guzmán el Bueno, su señora y sus descendientes. Y también fue el primer enterramiento que tuvo Hernán Cortés en 1547.

Cómo llegar: sin problemas llegar hasta él, desde Sevilla por la SE-30 y salida a la N-630 Santiponce.



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