martes, 28 de febrero de 2017

Alarcón, castillo de Alarcón o de las Altas Torres


Finalizo mi paseo por Alarcón, uno de los pueblos más bellos que he pisado, y no por pintoresquismo ni por sus balcones floridos, sino por la enorme densidad y sucesión continua de elementos defensivos, de amplios horizontes recortados de torres y almenas, de numerosos puntos de vista que siempre confluyen en un mismo punto: el castillo. Que tiene, por cierto, un hermoso y rimbombante nombre: de las Altas Torres.

Castillo de Alarcón, en primer plano la puerta y torre de Enmedio.

Recorridas ya sus torres de aproches, sus murallas y puertas, resta sólo pisar el castillo, dejado a propósito para el final —es evidente que no he empezado el pastel por la guinda—, y así saborear con más gusto un postre que pone fin a una de las mejores comidas de piedras viejas que pueda tomar en mi vida.
Alarcón es un pueblo pequeño que se alza sobre un promontorio rodeado por un meandro del río Júcar, que es su foso natural, y unido al resto de la tierra por un istmo fuertemente amurallado; son tres murallas con sus tres puertas las que lo defienden. Una vez atravesada la segunda puerta, la que llaman del Calabozo, aparece el castillo con toda su fuerza, sobre la tercera puerta, la de la Bodega, que no tiene torre junto a ella porque, ¿para qué?, si tiene el castillo para protegerla.
Aunque el castillo nunca se ha dejado de ver, está siempre presente se mire hacia donde se mire, es el vigía de todo el paisaje.

El castillo sobre la puerta de la Bodega. A la izquierda mi compañia.

Decía que es un pueblo pequeño, sí, en el sentido físico de la palabra, pero ¿para qué necesita más?, si hace más de ochocientos años ya tuvo fuero propio bajo el dominio de la Orden de Santiago; y hasta fue sede de una corte real, la de Alfonso VIII durante el año 1211, mientras preparaba sus cosas para la batalla de las Navas de Tolosa un año después, en la que le acompañó el mismísimo Concejo de Alarcón con su propio ejército.
Y más tarde fue residencia del Infante Juan Manuel, que dejó su castillo hecho un pincel; para que luego fuera testigo de la última disputa entre los Reyes Católicos y su por entonces propietario, Juan Fernández Pacheco, Marqués de Villena, por tomar partido junto a la Beltraneja y de paso por un quítame allá esos derechos feudales. Tanta resistencia opuso entre los inexpugnables muros el marqués, que a los sitiadores no les quedó otra que buscar un acuerdo y rematar el asunto con la firma de un tratado.
Pasada la Edad Media cae en el desuso y es abandonado. Doscientos años después, a principios del siglo XVIII, y siendo propietario el marqués de Aguilar, su estado ya es lamentable, por lo que se llevaron a cabo obras de consolidación.
En 1863 fue vendido por 20.000 reales —cinco mil pesetas de aquel tiempo, al cambio treinta euros— y pasó a ser propiedad de la familia Álvarez Torrijos.
Justamente cien años después, el Estado expropió el inmueble y lo restauró para convertirlo en un establecimiento hotelero. Desde marzo de 1966 es el Parador Nacional de Turismo Marqués de Villena.

El castillo desde la torre del Campo. La fachada norte, la derecha, ha sido la más maltratada.

Describir actualmente el castillo es someterse por fuerza a la remodelación realizada hace cincuenta años, e ir solapando lo antiguo bajo lo moderno, la sobriedad del pasado por los objetos del bienestar. Va en ello, claro está, la adaptación del edificio al nuevo uso, que tampoco hay que despreciarlo si lo acompaña el respeto y la sensibilidad. Y es que a veces la necesidad obliga.
Desde aquí me limito a lo que vi, no accedí a habitaciones ni dependencias interiores, así que escribo lo que desde el exterior puede contemplarse.

Dado el lugar donde se asienta, prácticamente la roca viva y en un desnivelado relieve, hubo que edificarlo con una planta irregular, un deformado trapecio que de manera concéntrica se reproduce en su actual y reducido patio de armas. En algunas zonas aún se conserva el foso excavado en la roca.
El lado más pequeño del trapecio se orienta hacia el exterior de la población, el este, como si se tratara del ángulo agudo de una torre tajamar, y en el vértice más a levante, un torreón cilíndrico refuerza la defensa del vacío entre las puertas del Calabozo y la de la Bodega, y la del camino que desde el castillo llevaba hasta el río. En el lado opuesto, a poniente, y más protegida, se levanta la torre del Homenaje, enorme y sobresaliente sobre el resto de la construcción.

Torre del Homenaje, a la derecha puerta de acceso al Parador.

La torre del Homenaje es lo primero que desde la plaza se ve y admira; y es que sus 24 metros de altura obligan a ello.
Se sitúa, la torre, junto a la puerta actual de acceso al castillo, en la fachada oeste, que ha pasado a ser la entrada principal, pues falta parte de la muralla previa que cerraba el original patio de Armas e independizaba el castillo de la población. Lamentablemente, esta zona no se recuperó en su totalidad con la rehabilitación de los años sesenta del pasado siglo. Sólo se conserva algún tramo almenado frente a la torre y el acceso a lo que fue el foso, al adarve sobre la Puerta de la Bodega y a la liza del antemuro paralelo a la fachada sur que comunica con la Puerta del Río.

Restos del foso ante la torre del Homenaje.

Esa puerta, que aun conserva sus hojas originales, del siglo XV, revestidas con planchas de hierro, da paso a un reducido patio desde el que se ordena la distribución del edificio; a la izquierda está la torre, a la que se accede por una puerta situada en la fachada este, construida en la última reforma, a la altura del suelo del patio; la original está a algunos metros sobre ese suelo, y para llegar a ella había que utilizar una plataforma levadiza de la que perduran sus apoyos laterales empotrados en el muro; actualmente es la ventana de una habitación. En esa fachada se abren también cuatro pequeños huecos y otra ventana bajo un arco de medio punto; en su opuesta, la que da a la población, se abre un hueco, a considerable altura, con una espesa reja. Las otras dos fachadas apenas si presentan algunos ventanucos.

Fachada de la torre desde el patio.

Tiene planta rectangular y toda ella está ejecutada con mampuestos muy variados, pero que conforman un conjunto homogéneo, además de los clásicos sillares en esquinas y formación de huecos, como no podía ser de otra manera.
La corona una doble hilada de almenas piramidales, quedando la primera y más baja, volada
 sobre un matacán corrido que se apoya en ménsulas de tres molduras, unidas por arquillos de medio punto. A esta terraza sólo se puede llegar desde una de las habitaciones del parador.

Patio del castillo, puerta de acceso.


Comedor del Parador.

Vuelta al patio del Parador, del que decíamos era la zona de distribución de las dependencias del castillo, observamos que la puerta por la que habíamos accedido a él, bajo un arco escarzano, conserva la traza del que fue el arco ojival original del siglo XV; entre ambos arcos se dispone una placa recordatoria del Infante Juan Manuel.
Desde aquí se accede a las habitaciones, salones y zonas de servicio, como al actual comedor, cubierto con un techo de vigas de madera y sostenido por arcos fajones, apuntados, de piedra.


Lienzo sur del castillo.

De la torre del Homenaje parte hacia la derecha el lienzo norte que fue el más castigado durante la restauración de los años sesenta, pues si primitivamente sólo había cuatro vanos, hoy contamos diecisiete. El lienzo este, el más pequeño, conserva solamente los dos que siempre tuvo: uno grande con arco de medio punto, y otro estrecho a modo de aspillera.
Y por último, en el lienzo sur se abren tres ventanas de distinto tamaño enmarcadas en arcos de medio punto. Igualmente, se aprecian un poco más arriba, los huecos que fueron cegados en la reforma del pasado siglo. Entre los lienzos sur y este, se levanta el torreón cilíndrico, el tajamar, al que más arriba hice referencia.


Ya termino con dos cosillas más:
Una, después de la restauración, todo el adarve quedó almenado, con merlones piramidales.
Y dos, al igual que la torre del Homenaje, todo el castillo está ejecutado con mampuestos en los lienzos y muros, y sillares en los esquinazos y en las jambas, dinteles y alfeizares de los huecos.



RESUMIENDO:

Nombre:          Castillo de las Altas Torres.
Municipio:     Alarcón
Localidad:      Alarcón
Provincia:       Cuenca

Tipología:       Castillo.
Época de construcción:     siglo VIII (árabe); remodelaciones y ampliaciones, siglo XII y posteriores.
Estado:     En muy buen estado conservación, con los reparos oportunos que merece una restauración de este tipo.
Propiedad:     Pública, forma parte de la red de Paradores del Estado.
Uso: Hotelero.
Protección:    Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
En 1981, 3 de junio, fue declarada la villa conjunto Histórico Artístico.
Visitas:    Totalmente libre el acceso a las zonas comunes del castillo, actual Parador de Turismo. Para otras zonas, mejor ser cliente.

Fachada oeste, hacia la población.

Clasificación subjetiva: 3,    o sea, que se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.
Pero como se trata de la parte de un todo que es un cuatro estrellas, pues le subimos la nota y decimos que no hay que perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.

Otras cuestiones de interés:
    Lo dicho en otras entradas sobre este lugar es válido aquí, pero repito, un paseo por el pueblo, admirar las iglesias de Santo Domingo de Silos, de la Santa Trinidad, de Santa María y la de San Juan Bautista, donde se encuentran las Pinturas Murales de Alarcón, pintadas en 1994 por Jesús Mateo. Y descansar la mirada desde cualquiera de sus miradores.
Cómo llegar:    Desde la N-III, entre Honrubia y Motilla del Palancar, tomar la CUV-8003.
Y desde la A-3, en Atalaya del Cañavate, tomar la CUV-8241 y en Tébar la CUV-8307, hasta Alarcón.

martes, 21 de febrero de 2017

Alarcón, las torres de Aproches (*)

Decía hace unos días, cuando escribía sobre la historia de Alarcón, que poco tiempo por delante me parece para tanto paseo”; y no me equivoqué cuando lo pensé antes de iniciarlo. Aquel día, el de la visita a tan bello pueblo, no me alcanzó el tiempo para bajar hasta el río en ninguno de sus dos barrancos. Así que me tuve que conformar con ver en la lejanía, desde los magníficos miradores de la villa, allá en la península que llama de Los Alarconcillos —al igual que la torre—, las dos que flanquean el horizonte por el norte: la de Los Alarconcillos y la de Cañavate, las cuales, cómo no, también fueron mandadas construir por el infante don Juan Manuel.

Echo mano de documentación de la red y, con la mejor intención del mundo, la traslado a mi casadelatercia. El paseo, mitad virtual y mitad distante, quedó como sigue:


La primera, la de Los Alarconcillos, —o de Alarconcillo, que también lo he leído en singular—, es en sí un pequeño castillo, pues al igual que la del Campo, tuvo un recinto amurallado que la protegía, quedando algunos restos del mismo, incluido los de un cubo.

Es de planta cuadrada y torrecillas semicirculares adosadas en cada uno de sus vértices; en el centro de la terraza emerge una torre cilíndrica más alta y de mayor diámetro que las de las esquinas, a modo de gran torre caballera. Leo que a este tipo de construcciones se les denominaba en quincunce, pues su disposición geométrica, de cinco piezas, situaba a cuatro en las esquinas de un cuadrado, y la quinta en la intersección de las diagonales.

La torre de los Alarconcillos desde la del Campo.






El acceso se realiza a través de una escalera de sillares de piedra adosada a su fachada sur por la que se llega a la puerta, elevada unos tres metros con respecto al terreno, formada por un arco, también de sillería, de medio punto. Bajo la escalera queda un hueco (¿?) también conformado por un arco de medio punto.

Una vez en el interior, una escalera de caracol, sin peldaños actualmente, conduce a la terracilla de la torre.



La torre del Cañavate al fondo. En primer plano la puerta del Río.

Más al oeste, en el ceñido istmo de la península que forma el meandro norte del Júcar, se levanta la Torre del Cañavate. Ésta, junto a su muralla coracha que llegaba hasta el río, protegía la puerta que en aquel extremo cerraba y controlaba el paso hacia la zona trasera de la villa. Y es que aquel era el único lugar por el que se podía acceder al padrastro existente entre ella y la de los Alarconcillos desde ese punto cardinal. De ahí su estratégica ubicación.


De aquella construcción sólo nos queda la torre y apenas algo de la muralla; la puerta que se habría a un lado, ha desaparecido.

Es de planta exterior pentagonal —hermana gemela de la del Campo—, o sea, torre tajamar con la proa hacia el exterior, y su planta interior también es cuadrada; su estructura se divide en tres plantas, baja más dos alturas y terraza. La puerta de acceso se sitúa a unos cinco metros de altura, con arco de medio punto, al igual que las ventanas que se abren en las fachadas este y sur.

También tuvo recinto amurallado, por lo que nuevamente podemos hablar de un pequeño castillo.

Fue construida con mampostería en los muros y sillares en las esquinas y en la formación de los vanos.

 

Cuánto lamento no haber podido llegar hasta estas torres, pero la distancia y el tiempo disponible aquel día, además del tiempo vital, no me ayudaron a ello.

Ilustraré este texto con alguna foto robada de la red, a lo que añadiré las que desde la villa pude hacer, aunque huela a simulación, a engaño propio.

Lo cual me da una idea, y haré extensivo en el futuro para esos lugares con castillo o similar que durante el camino quedan a un lado, y tienen que conformarse con una mirada apresurada desde el coche, o desde la lejanía; porque el tiempo o Dios sabrá el qué, no te permiten más: si acaso alguna fotografía, pero sin detalle. Esos sitios de los que, desde ese instante, te queda la certeza que no volverás a ver, pero que su imagen permanecerá en tu retina para siempre.

Serán algo así como paseos fingidos.


nota:
error, he rotulado las fotos con fecha del año 2015, cuando la visita la realicé en 2016.

martes, 14 de febrero de 2017

Alarcón , murallas

La Puerta del Campo, intramuros.

Pasada la Puerta del Campo, se accede a lo que fue el primer recinto amurallado de Alarcón, de los tres que tuvo y que aún pueden contemplarse.
Este primer recinto apenas si ocupa un gran espacio. Fue concebido, supongo, como un mero inconveniente para el potencial asaltante, pues apenas unas decenas de metros, carretera abajo, está la puerta del siguiente, la del Calabozo. No hay espacio para más, a la derecha la roca sube escarpada, y a la izquierda discurría la muralla sobre el barranco que baja al río; no queda sitio para ningún tipo de edificación, sólo es un lugar de paso.
El castillo desde la Puerta del Campo.

La Puerta del Calabozo.

Esta puerta del Calabozo, y la torre del mismo nombre que se levanta a su lado protegiéndola, también fueron mandadas construir por el Infante Juan Manuel, allá por el siglo XIV.
La puerta es de sillería, con arco escarzano, o sea, ligeramente rebajado. Su muralla es de sillarejo y perdió su almenado, aunque conserva cinco aspilleras en el parapeto. Al igual que la puerta del Campo tuvo un foso ante ella.
La puerta y torre del Calabozo.


Interior de la Torre del Calabozo.

La torre del Calabozo o de Enmedio, llamada así por la posición que ocupa en el sistema de accesos a la villa es, al igual que la del Campo, aunque de menor altura —pentagonal o tajamar, como las pilas de algunos puentes—, o sea, que tiene cinco lados y el vértice más agudo, la proa, se orienta hacia el exterior de la muralla. Pero sus dependencias interiores son de planta cuadrada, perdiéndose los cinco lados del exterior.
Curiosamente, su puerta original, en arco de medio punto, se eleva unos cinco metros sobre el terreno. Actualmente dispone de otra puerta a nivel del suelo.
Como la puerta de la muralla, también perdió el almenado pero conservó las aspilleras.
Toda ella está ejecutada en sillarejo reforzada con sillares en sus esquinas.

A partir de aquí, la muralla se desdobla en otras dos, ambas con adarve que irán rodeando el promontorio en donde se asienta el castillo: una abrazará la fortaleza por su fachada norte —Muralla Norte—, y la otra continuará por la izquierda de la carretera —Muralla Sur— separando el acceso a la villa del barranco del Júcar. La misión de ambas murallas fue impedir el acceso del enemigo por las laderas del cerro.
Esta última muralla llegará hasta la siguiente puerta, la tercera del sistema defensivo de Alarcón, llamada de la Bodega o del Bodegón, ubicada bajo el castillo, por lo que para su protección no necesitó una torre como las otras puertas; con el castillo a su lado era más que suficiente para sentirla segura.
La Puerta de la bodega, a la izquierda el castillo.

La Puerta de la Bodega desde la del Calabozo.

La Puerta de la Bodega, en arco de sillería de medio punto rebajado, se abre en un muro alto y grueso que tiene traza y tapial musulmanes, además del sillarejo y la mampostería cristiana. Restaurada recientemente, se podría decir que contiene materiales que van desde su origen hasta el pasado siglo. Sobre ella, un escudo muy desgastado y un antepecho con aspilleras. El adarve, además, conserva un parapeto hacia el interior.
Desde ese adarve, se accede a un pequeño recinto sobre la roca, amurallado, a los pies del lienzo sur del castillo. A este espacio se accede también por una puerta situada a varios metros de altura desde el segundo recinto de murallas. Y desde aquí, a través de una escalera, se asciende hasta la entrada actual del castillo.
Entre las dos puertas, la del Calabozo y la del Bodegón, el espacio quedará protegido por esas dos murallas laterales y por el propio castillo.
La Muralla Sur desde la Puerta de Chinchilla.

La Muralla Sur, que tiene adarve, continúa desde la izquierda de la Puerta del Bodegón, sobre la ladera del barranco y paralela a él. De esta manera protege desde la altura, el Puente del Picazo que se encuentra más abajo.
La Puerta de Chinchilla, intramuros.

La Puerta de Chinchilla, extramuros.

Y termina en la llamada Puerta de Chinchilla, de las Chinchillas o de las Moreras, que nos lleva al ya citado puente de Picazo. De este puente parte un camino hacia el sur que, en origen, fue una vía romana.
Esta puerta, con arco escarzano rebajado hacia el interior, y de medio punto hacia extramuros, está ejecutada en mampostería, y su parapeto ya perdió el almenado.
La muralla sigue unos metros más abajo para girar noventa grados hasta el borde de la quebrada y hacer así lo más difícil posible el acercamiento a la puerta.
La Muralla Norte, desde el castillo hasta el Puente de Cañavate.

Liza existente entre el castillo y la muralla. La Puerta de la Traición, al fondo.


Vano o puerta junto a la Puerta de la Traición.

Vista interior de la Puerta de la Traición.

Volvemos a la Puerta del Calabozo, desde donde decíamos que parte una muralla, la Norte, que rodea la fortaleza recorriéndolo de este a oeste, hasta una puerta del castillo, que llaman de la Traición, junto a un torreón defensivo, cilíndrico y macizo; poco antes, en la muralla, se abre otro vano desde el que se puede observar todo el exterior de la zona fortificada.
Tanto la puerta como el vano descrito, son arcos de medio punto, uno a cada lado de sus murallas, construidos de sillares, conservándose en muy buen estado las gorroneras o quicialeras y los huecos de las trancas.
Entre el castillo y esa porción de la Muralla Norte, se abre una estrecha liza.
De la Puerta de la Traición continua, la ladera abajo del cerro y hacia el río, la Muralla Norte, con el fin de proteger el otro puente de la villa, el de Cañavate o del Hechicero. Se cierra así por ese lado el que en principio es el tercer recinto amurallado de Alarcón.
Al llegar a su cota más baja, encontramos la Puerta del Río, la única entrada a la población desde el norte.
La Puerta del Río, extramuros.

La Puerta del Río es un arco rebajado, de sillares, sobre el que luce el escudo de los Pacheco; y sobre él el parapeto conserva sus almenas y las ya consabidas aspilleras.
De la Puerta del Río vamos al Puente del Henchidero, de Tébar o de Cañavate, y de allí a las torres exteriores, la de los Alarconcillos y la de Cañavate. Pero eso lo dejo para después.


nota:
error, he rotulado las fotos con fecha del año 2015, cuando la visita la realicé en 2016.
































martes, 7 de febrero de 2017

Alarcón, torre de El Campo o de Armas

Iniciamos pues el paseo, previsto mientras dejábamos que la vista se perdiera en uno de los paisajes más espectaculares que un servidor, amante sin restricciones de castillos, torres, murallas y piedras viejas en general, haya podido ver.

 Y el paseo lo inicio por lo primero que encuentro, que es la solitaria y esbeltísima torre de El Campo, desde la que se domina visualmente toda la población de Alarcón, su castillo y murallas, y las dos torres de la península del norte, la de los Alarconcillos y la de Cañavate.

 Es llamada así porque se orienta hacia las afueras de la villa, hacia el campo, pero que también llaman de Armas y que va a llenar, por ahora, toda mi atención y la de esta nueva página de lacasadelatercia.


El escudo del Infante Juan Manuel en la fachada sur.

 Fue levantada en el siglo XIV por orden del Infante don Juan Manuel, el del Conde Lucanor, en el siglo XIV; de ahí que en su fachada sur esté el escudo del Infante.

No es sólo la torre la que lleva ése nombre, pues a su lado, protegida y segura, está la puerta que también llaman de El Campo. Se construyó la primera para defender a la segunda que fue, según su situación, el acceso al primero de los tres recintos amurallados que tuvo Alarcón. Defendía el estrecho paso que es el istmo natural que constituye el único acceso a Alarcón por el sur.

Esta torre, por su ubicación y tipología forma parte de ese grupo de fortificaciones denominadas, de aproches, que son las que se construyen en esas zonas desde la que el enemigo puede ejecutar todos esos trabajos también llamados así —aproches: conjunto de trabajos que se hacían para atacar una plaza y acercarse a batirla, como las trincheras, paralelas, baterías, minas, etc. (drae) —; su construcción viene definida, por tanto, de la necesidad de evitar esos trabajos por parte del enemigo atacante. 

Pero también es esta torre tiene otro nombre: fortificación de padrastro, ya que está construida en una elevación del terreno, un padrastro, próxima a un castillo y a una distancia óptima para hostigar a éste; pero en nuestro caso, su construcción trata de impedir que el enemigo acose desde ese punto. Por sus características y su buen estado, se la podría considerar una de las mejores torres de este tipo que existen en la Península.

Hagamos extensivo, todo lo anterior, a la otra torre situada al oeste, opuesta en el mapa y hermana casi gemela a esta, que es la de Cañavate. Pero ya llegaremos a ella.


Tan necesaria fue su construcción y estratégica ésa mota del terreno frente a Alarcón, que incluso se la dotó de plaza de armas de cerca de mil metros cuadrados, por lo que se podría decir que es algo más que una torre, es todo un castillo.

Y es que ésa era la única zona accesible a la ciudad, el istmo natural que la unía con tierra firme. Por el resto de sus lados, estaba rodeada y protegida por el río Júcar. Era por tanto el único acceso al castillo.

Además, desde ella se divisaba una gran extensión de terreno, incluyendo al norte el meandro, las demás torres atalaya e incluso el interior de Alarcón, su castillo y las murallas y puertas anteriores a él.


Construida en planta pentagonal —curiosamente el interior es de planta cuadrada, estando macizada toda la vertical del ángulo más agudo—, se la denomina según esa tipología como torre tajamar, igual que las pilas de los puentes en la cara que se opone a la corriente del río. El espolón de su planta queda orientado, como es natural, hacia el exterior del recinto, en este caso al este.

Igual tipología, planta pentagonal exterior y cuadrada interior, tienen sus torres hermanas de El Calabozo y de El Cañavate.

El acceso a la torre se hacía, se hace, por su fachada oeste, mediante una puerta con arco de medio punto situada a unos seis metros del suelo y una escalera de fábrica a la que en la actualidad le falta su segundo tramo. Su interior se divide en cuatro plantas, baja más tres, alcanzando una altura de unos 24 metros.

Todos sus muros están ejecutados en sillarejos pero con sillares en las esquinas, y presentan numerosos huecos repartidos en todas sus fachadas a intramuros: los más grandes, de estilo gótico, trilobulados y con sillares; el resto, cuadrados y aspilleras.

Sobre la ventana el escudo del Infante don Juan Manuel.

En la fachada sur, bajo el escudo del infante Juan Manuel, se abre una ventana con arco apuntado a cuyo alrededor se observan cuatro mechinales que bien pudieron servir para soportar la estructura de madera de un cadalso.

De las fachadas de la proa sólo una tiene huecos: una aspillera y un ventanuco cuadrado.

Ha perdido todo su almenado pero aún conserva las mensulillas que soportaban los matacanes, uno por cada una de las fachadas interiores. Las dos fachadas exteriores no tuvieron matacán.

A pesar de estar desmochada, sus más de veinte metros de altura le dan una esbeltez casi arrogante.

La Puerta del Campo, al fondo el castillo.

Decíamos que la torre de El Campo protegía la puerta del mismo nombre, la Puerta del Campo, formada por un arco de medio punto de sillares situado en la muralla coracha, que parte desde la torre y, siguiendo la dirección norte-sur, se dirige hacia el río. 


La puerta del Campo, intramuros.


La Puerta de El Campo, extramuros. Arriba, el escudo de don Juan Manuel.

El foso excavado en la roca.

Sobre ella, volvemos a ver el escudo de don Juan Manuel, algunas aspilleras para fusilería de cuando las Guerras Carlistas en el siglo XIX, y un almenado hoy ausente.

Tuvo foso, excavado en la roca, y puente levadizo.


Desde aquí te recreas con el panorama, demasiado tiempo quizás, y al final del día te arrepentirás de ello, porque no habrás llegado a abarcar tanto y tanto en tu paseo. Como otras veces piensas que en otra ocasión lo completarás, que tampoco hay que abusar de la tolerancia de la Compañía.

Lo más probable es que esa otra ocasión no llegue jamás. No importa, existe internet.


Torre y puerta desde el interior del primer recinto amurallado.







Nombre: Torre del Campo.
Provincia: Cuenca.
Municipio: Alarcón.
Localidad: Alarcón.
Tipología: Torre atalaya (casi un castillo, aunque suene poco técnico).
Época de construcción: primera mitad del siglo XIV.
Estado: En buen estado de conservación, aunque el hecho de que su acceso sea libre, puede perjudicarla.
No le vendrían mal alguna obra puntual de consolidación.

Propiedad: pública, del Ayuntamiento de Alarcón.
Uso: ningún uso concreto.
Visitas: El acceso es libre al interior del recinto. No lo es a la torre.
Protección: toda la población está declarada Conjunto Histórico
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Clasificación subjetiva: 2, si bien todo el conjunto de fortificación de Alarcón merecen un 3*es decir, que no hay que perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.

El castillo de Alcorcón desde la torre.

Otras cuestiones de interés: Todo el pueblo de Alarcón, las murallas, las torres y su castillo.

nota:
error, he rotulado las fotos con fecha del año 2017, cuando la visita la realicé en 2016.