lunes, 27 de septiembre de 2021

Peracense, castillo de Peracense

Doy hoy un paseo en mi blog, físicamente lo hice el pasado mes de julio, por uno de los castillos más fascinantes de España: lo es por su situación, su entorno, su disposición, sus elementos, sus curiosidades y, sobre todo, por su color. Un color que ya conocía y que me sedujo desde la primera vez que vi una foto de él; un color único: el de la roca con la que está construido y reconstruido, el del paisaje en el que se mimetiza y casi se esconde, que tiñe la tierra y casi el aire. El color rojo del rodeno, una arenisca de grano medio compactada de cuarzo y feldespato, dura pero fácil de trabajar, que perdura en el tiempo, cientos de años. Y la prueba está ahí, en los riscos que se levantan al oeste de este pequeño pueblo y en especial el que sostiene a su castillo.
Llegué a él desde Albarracín por unas carreteras que a intervalos me hacían pensar que estaba perdido, a pesar de que el sistema de posicionamiento del teléfono móvil me decía que no, que todo iba bien. El paso por Ródenas y el color del paisaje me tranquilizó, aquello iba pareciéndose a lo que imaginaba, estaba en la Sierra Menera. Poco más adelante, en la parte meridional de la sierra, aparece el castillo, y más a levante, la Depresión del Jiloca. Muy cerca y a la vista, el pueblo de Peracense.
Desde el castillo, el valle del Jiloca y el pueblo de Peracense.



EL LUGAR:

Aunque hay constancia de antiguos pobladores allá por época íbera, mejor partamos en esta historia de 1220, que es de cuando tenemos la primera referencia documental —el Cartulario de Aliaga— de la realidad histórica de Peracense, aunque denominándose Peracels —otros nombres a lo largo de la historia: Petra Solez, Piedrasolez, Piedraselz, Perasenz y Perasens; como definición del paisaje circundante: abrupto, montuoso, rocoso—.
Ahí, el Cartulario, aparece este lugar, reseñado como límite geográfico de Aliaga, cuando se explican asuntos relacionados con la fundación de la Orden del Temple en la citada localidad.
Pertenecía administrativamente, por entonces, a la ciudad de Daroca, hasta que en 1248 y por un privilegio de Jaime I, pasó a depender de la Sesma del Río Jiloca, que formaba parte de la Comunidad de Aldeas de Daroca —dependientes directamente del rey—.
Pero en 1336 el castillo y sus tierras fueron cedidos a la familia de Juan Jiménez de Urrea, que también poseían Almohaja; poco después, ambos territorios les fueron vendidos a la Comunidad de Aldeas de Daroca. Y aquí ya me pierdo, pues no estoy muy puesto en temas histórico-administrativos, por lo que transcribo lo que leo en la magnífica web del Ayuntamiento de Peracense:
«A partir de la disolución de la Comunidad de Aldeas pertenece sucesivamente a la sobrecullida —órgano administrativo del reino de Aragón— de Daroca (1488-1495), a la vereda —sección administrativa de un municipio o parroquia, según el DRAE— de Daroca (1646) y al corregimiento —otra demarcación territorial de aquella época—de Daroca (1711-1833)».
Estos regímenes administrativos perduraron hasta 1833, fecha de la muerte de Fernando VII, aunque se disolvieron unos años más tarde.
Desde 1785 se consideró al lugar como aldea, hasta 1834 en que se constituye como Ayuntamiento dependiente del partido judicial de Albarracín. Desde 1965, su dependencia es del de Teruel.
El castillo desde el mirador del oeste.


EL CASTILLO:

Protegido desde el sur por el pico de San Ginés, el castillo de Peracense s e levanta, a 1400 metros de altitud, sobre una formación rocosa de rodeno, escarpada y muy abrupta, como toda la Sierra Menera. Hacia el noreste se extiende el valle del Jiloca, y en primer término, la población de Peracense, ya en el valle.
El lugar que ocupa ya fue habitado en la más remota antigüedad —quedan restos que se remontan a la Edad del Bronce, elementos gravados en la roca como canalillos y cazoletas, y algunas cerámicas— por gentes que buscaban abrigo entre las oquedades de estos roquedales.
Posiblemente los romanos, que anduvieron por aquí explotando minerales como el hierro, también ocuparan estos cerros dadas sus excepcionales características defensivas. Y el del castillo no debió ser menos, aunque sólo fuera un asentamiento menor.
De siglos posteriores se han encontrado restos, sobre todo procedentes de la época del Califato y de la taifa de Albarracín, cuando ya se controlaban desde aquí fronteras y recursos, por lo que es posible que ya existiese aquí una pequeña fortificación, sobre el espolón rocoso, desde el siglo X de la que no nos ha llegado ningún resto constructivo.
A mediados del siglo XII es conquistado el territorio por la corona aragonesa, con lo que la pequeña fortaleza adquirirá importancia, dado su estratégico emplazamiento. Con el dominio de los Jiménez de Urrea, ya en la Baja Edad Media, hace unos 750 años, la fortaleza se convertiría en sede del señorío y quedaría incorporada a la red de castillos que protegían la frontera de la corona de Aragón con la de Castilla.
Como ya dijimos, pasó entonces a la jurisdicción de la Comunidad de Aldeas de Daroca, que sería la encargada de su mantenimiento. El castillo fue ampliado a lo largo de los siglos XIV y XV hasta alcanzar el aspecto que hoy tiene, para ser abandonado en la segunda mitad de este último siglo al perder toda su importancia militar y estratégica —como tantos otros castillos fronterizos—, pues el matrimonio de Isabel I de Castilla con Fernando II de Aragón hizo que su carácter defensivo se desvaneciera por completo, pasando a cumplir deberes menores. Curiosamente, y a pesar del potentísimo aspecto defensivo de la fortaleza y de su estratégica ubicación, apenas si hay constancia de asedios ni ataques puntuales.
Peracense, entonces, pasó a ser cárcel de la Comunidad de Aldeas de Daroca, hasta 1834 en que, durante la I Guerra Carlista, fue transformado en cuartel del ejército liberal y adaptado a las necesidades de la artillería, alterándose algunos lienzos de muralla y demoliéndose edificios interiores. Sufrió varios ataques de los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón, cuando éstos tomaron el pueblo de Peracense. Por fin hubo hechos bélicos, constatados, en el castillo de Peracense.
Terminadas las guerras carlistas, el castillo fue definitivamente abandonado. Su propiedad quedó en manos del Ayuntamiento de Peracense, no sin antes haber sido disputada por el de Ródenas, aunque sin éxito.
Perdido todo uso, quedó abandonado y en manos de saqueadores que lo convirtieron en cantera de materiales de construcción. A finales de la década de los ochenta del pasado siglo, se inició un proceso de restauración que terminó felizmente.




LOS DETALLES:

No sé si a esta altura de mi redacción he dicho que este castillo es de los más originales de mi país. Si no lo he dicho, lo digo ahora: Peracense es uno de los castillos más originales, interesantes y, sobre todo, curiosos; no sólo de Teruel y Aragón, sino de toda España. Y no solamente por la piedra roja, sino también, y en un alarde de ingenio constructivo, por la perfecta adaptación al terreno, a cada una de las rocas, a las ondulaciones del cerro; tal es el grado de mimetismo que hay que prestar atención para distinguir en algún punto lo que es muro y lo que es roca natural. En resumen, casi un prodigio de edifico, o eso me parece a mí, y que sin embargo parece estar entre los grandes desconocidos del conjunto de fortificaciones medievales.
Camino de acceso, a la derecha la roca-torreón; al fondo el tercer recinto.

En fin, paso a su descripción, a pasearlo de nuevo; esta vez frente a un teclado y una pantalla, pero a disfrutarlo también. Me ayudo del plano informativo proporcionado al visitante al adquirir la entrada, dejando indicada la numeración de cada elemento, al describirlo, para su mejor interpretación.

La fortaleza tiene una planta irregular, como lo es la cima del cerro, ocupando unos 4000 metros cuadrados. Está dividido en tres recintos sucesivos, no concéntricos, siendo el primero el de mayor extensión.
Entrada al castillo (primer recinto).

Se accede al primer recinto por una puerta (1) situada en la fachada norte, después de andar una vereda que recorre en paralelo la muralla (2) de ese frente, lo que daba la posibilidad de batir con facilidad el acercamiento por ese camino.
En él destacan dos murallas (5) de hasta tres metros de espesor, una al norte y otra al oeste, que se unen a una fuerte torre en esquina. El lienzo del norte termina en una llamativa roca (3) que, dadas sus características, hace las funciones de torreón, conectando con el resto de muralla, de menor entidad, debido a las mejores posibilidades defensivas de esta ladera dada su fuerte pendiente. Este último tramo de la muralla llega hasta los pies del espolón que soporta el tercer recinto. En este último tramo se encuentra la puerta del castillo.
La roca-torreón, muy cerca de la puerta del castillo.

Antes de la construcción de esta muralla, existió otra, de menor entidad, que cerraba un recinto de superficie más reducida, y que discurría por el centro del albacar —en el plano informativo queda señalada su posición con el nº 7—.
El otro lienzo, el que mira al oeste, dispone de un torreón intermedio y termina en el ángulo más al sur en otro torreón. Una corta muralla une este último con los pies de la llamada Torre del Hospital (13), que delimita por el sur el primer recinto.
En primer término, la torre que une el lienzo sur, izquierda, con el oeste, derecha. al fondo la torre del Hospital.

Las dos murallas descritas, que son la primera defensa del castillo, son las más potentes de toda la fortaleza, porque están expuestas a un terreno que presenta una ladera que desciende suavemente, por lo que sus constructores consideraron que eran los flancos más débiles. Según veo en el plano informativo, la muralla que se orienta al oeste dispuso en el exterior de un foso (6), al tratarse de la zona, topográficamente hablando, más expuesta.
Muralla que separa el primer recinto del intermedio; a la derecha la torre del Hospital.

Desde la torre del Hospital parte una muralla que serpentea por la cima del cerro hasta la base del espolón, cerrando así el albacar—espacio para albergar a la población del entorno, su ganado y pertenencias, durante los conflictos y asedios—, un espacio de considerables dimensiones: su medida interior mayor, de oeste a este es 60 metros, y de norte a sur, 40 metros.
En ese espacio se conservan unos nichos que posiblemente fueron almacenes o refugio de la tropa. Las antiguas caballerizas (4), hoy reconstruidas, son hoy los aseos y una tienda de recuerdos.
Primer recinto; a la derecha la torre del Homenaje, a la izquierda la del Hospital.

A la derecha, las antiguas caballerizas, hoy reconstruidas.

Entrada al segundo recinto.

Muy cerca de la puerta del castillo (1), y casi enfrentada a ella, encontramos la entrada (9) al recinto intermedio. Justo a su derecha se levanta una torre (10) en la que se ubicaba un cuerpo de guardia.
Este recinto queda delimitado, por el oeste, con la muralla ya descrita, que dispone de adarve desde el que dominar el albacar del primer recinto, fue construida durante la segunda mitad del siglo XIV, y que se prolonga desde la Torre del Hospital (13) hasta la base del espolón. Uno de sus quiebros estuvo reforzado con un torreón (12) hoy desaparecido, del que sólo queda el arranque. A continuación se encuentra la torre del cuerpo de guardia y casi al final de la muralla es donde se abre la entrada (9) al segundo recinto. En su extremo norte se une a la base del espolón, al igual que la muralla del primer recinto.

Entrada al recinto intermedio desde la torre del Homenaje, a la izquierda la torre del cuerpo de guardia.

A este recinto se le puede considerar la plaza de armas del castillo. En él hubo numerosos edificios, organizados en los distintos niveles que presenta el terreno, y destinados al servicio del castillo, tales como una capilla y un cementerio (17), calabozos (16), cocinas, letrinas, talleres, estancias para la tropa y almacenes. Hacia el sur del recinto se conserva un aljibe (15), el de mayor tamaño de la fortificación —su capacidad fue de unos 60.000 litros—, de planta rectangular y gruesos muros de mampostería, protegido por una cubierta a dos aguas sostenida por arcos apuntados.
Algunas de estas antiguas estancias han sido reconvertidas en museo y sala de exposiciones (11).
Al fondo la torre del Hospital; a la izquierda el aljibe.

La torre del Homenaje, tercer recinto, desde la torre del Hospital.

Todo el flanco sur apenas si tiene muralla, pues es tan pronunciado el escarpe del terreno que la propia topografía es la mejor defensa, presentando tan sólo elementos de protección muy puntuales: concretamente, de la torre del Hospital, y hacia el sur, parte una muralla que rodea en parte el recinto y termina cuando las condiciones del terreno ya la hacen innecesaria. En torno al centro de esta muralla nace un corto lienzo (14) que avanza aún más al sur, como si de una pequeña coracha se tratara, para impedir el acceso desde el oeste.

Muy cerca ya del espolón, en el extremo este del recinto, y a una cota muy inferior, quedan los restos de lo que fue una poterna (18) desde la que se llegaba, por un pasillo natural entre las rocas, hasta la antigua aldea de Los Casares, situada a los pies del castillo. Posiblemente fue la existencia de ese pasillo natural el que forzó a la ejecución de la poterna y su protección mediante un tramo de muralla.
La torre del Hospital.

Y llegamos al recinto superior del castillo, que se sitúa sobre esa prominencia del terreno, en el costado norte de la fortaleza, que parece aún más rocosa que el resto de la montaña y que le hace más inexpugnable y vertical, más original e inconfundible. Este espacio, núcleo principal del castillo, cumplía los tres requisitos básicos que todo castillo, para su buena defensa, debía tener: difícil acceso, fácil defensa y, muy importante, magnífico domino visual del entorno, a fin de controlar el territorio más próximo. En el caso del castillo de Peracense se dan los tres, y con holgura —desde allí arriba, la visión del Valle del Jiloca es, sencillamente, espectacular—.
El recinto superior, la torre del Homenaje, desde el intermedio.

Su acceso se encuentra en la cara sur de este recinto, y se realiza a través de una puerta, bajo un arco ligeramente apuntado, situada a unos ocho metros del nivel del recinto intermedio. Para llegar hasta esa puerta se requería el uso de una escalera móvil, probablemente de madera, que se retiraba en caso de ataque y ocupación del resto del castillo por parte del enemigo. Próxima a la puerta está demolida parte de la roca sobresaliente, formando un hueco en donde se debía ajustar aquella escalera de madera; hoy, el espacio lo ocupa la actual escalera metálica (19).
Escalera desde la entrada a la primera terraza del recinto superior.

Se divide en tres espacios, tres terrazas sucesiva. En la primera se levanta la que llaman la torre del Homenaje, una falsa torre que en realidad es un grueso muro (20) de más de dos metros y medio de espesor y catorce de altura, bajo el cual y a través de una escalera tallada en la roca, se llega a un primer patio. A la izquierda de este patio quedan algunas estancias reconstruidas (21), que posiblemente fueran la armería y un polvorín. Desde la terraza de la torre se accede a un matacán emplazado en la vertical de la puerta.
La falsa torre del Homenaje desde el interior del recinto superior.

Escalera que une la primera terraza con el segundo espacio.

Segunda terraza, a la derecha la poceta para recogida de agua.

El segundo espacio, una vez traspasada otra puerta también de arco apuntado, nos lleva a donde se ubicaron el horno (22) y una mazmorra, o una bodega, subterránea (23). A la izquierda se ve una poceta para recogida de agua (28).
La tercera terraza está ocupada por lo que sería las estancias del alcaide del castillo, la sala principal (24), construida con sillares y cubierta con bóveda de cañón apuntado, y la cocina (25).

Exterior e interior de la estancia del alcaide.

Más allá de estas estancias, en la zona más al norte del castillo, se abre un último patio en el que se localiza otro aljibe (26). Y sobre la sala principal y la cocina, encontramos la que sería una cuarta terraza en la que se encuentra el tercer aljibe (27), el cuarto si contamos la poceta de la primera terraza; éste, con una profundidad de cinco metros, tiene una capacidad de unos 4000 litros. Todos los aljibes están perforados en la roca, y garantizaban el suministro de agua para el alcaide y sus más allegados. El agua de lluvia llegaba a ellos mediante una red de canales también excavados en la roca,
Último patio del castillo, con el cuarto aljibe.

Cubierta de las estancias del alcaide, a la izquierda el tercer aljibe.

Todo el conjunto de este tercer recinto fue muy modificado durante la ocupación del castillo en el período de las Guerras Carlistas en el siglo XIX.




RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Peracense
Municipio: Peracense
Provincia: Teruel

Tipología: Castillo.
Época de construcción: siglo XIII, ampliado durante los siglos XIV y XV.
Estado: En muy buen estado de conservación, la restauración llevada a cabo el pasado siglo lo ha hecho posible.
Propiedad: Pública, Ayuntamiento de Peracense.
Uso: Turístico y expositivo. En el albacar del primer recinto presenta una exposición de reproducciones de armas de asedio medievales.
Visitas: Visitable, previo pago de módica cantidad —aunque se pagara más, siempre sería una cantidad módica, por lo de la relación calidad precio—.
Estado: En un excelente estado de salud, lo que no quita que pudiera ser mejorable.
En la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo pasado, se realizó una restauración, dividida en varias fases, de gran envergadura. Una de las exposiciones del castillo está dedicada a esos trabajos.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 de 25 de junio sobre el Patrimonio Histórico Español.
Está declarado Bien de Interés Cultural, e inscrito en el Registro Aragonés de Bienes de Interés Cultural, en el apartado Monumento, según lo dispuesto en la Ley 3/1999 de 10 de marzo.

Clasificación subjetiva: 5, o sea, que no sólo no hay que perdérselo bajo ningún concepto, y hay obligación de verlo antes de morir, sino que, además, si no se hace, se morirá en pecado mortal.
Cómo llegar: Peracense se encuentra muy cera de la A-23, N-234; a la altura del kilómetro 160 (al norte de la ciudad de Teruel) tomar la TE-V9024 a Villafranca del Campo y siguiendo en dirección a Villar del Salz, tomar desvío a la izquierda que nos llevará a Peracense. Desde el pueblo hasta el castillo, 2’4 kilómetros, un corto paseo.


Nota final:
no son mías estas fotos, pero me han gustado tanto que no me resisto a ponerlas aquí

de castillodeperacense.es

de turismodearagon.com

martes, 7 de septiembre de 2021

Albarracín, castillo de Albarracín.

Parece ser que antes de la existencia de Albarracín, incluso cuando aún ni era una incipiente aldea, hubo aquí una iglesia prerrománica, en el lugar que hoy ocupa la actual de Santa María. En su entorno crecería un pequeño núcleo de origen visigodo.
Pero mucho antes ya hubo por aquí algún asentamiento, se han encontrado pinturas prehistóricas, restos de la Edad del Hierro, del Bronce. De los romanos nos queda el acueducto de Albarracín-Gea-Cella, una sus mayores y más impresionantes obras hidráulicas.
Damos un salto en el tiempo, estamos en el 711 y los musulmanes invaden la Península Ibérica, no tardando en someterla, incluyendo estas tierras. Enseguida se dieron cuenta de que el peñón sobre el meandro del río Guadalaviar tenía un gran valor estratégico, y era un buen lugar para asentarse. Había nacido Albarracín.
Hacia el año 965, los musulmanes ya tenían desarrollado el primer recinto defensivo de la futura ciudad, que era conocida como Santa María de Oriente, en el entorno de la iglesia preislámica del mismo nombre. Comprendía el castillo o alcázar, una torre albarrana —la del andador—, la que hoy es la iglesia de Santa María y un portal de entrada. Durante el Califato estuvo encuadrada en la llamada Marca Media.
Descompuesto el Califato de Córdoba, pasa a convertirse a principios del siglo XI en un reino de Taifa bajo el gobierno de la familia Banu Razin, pasando a llamarse Santa María de Ibn Razin.
En 1088, el Cid recibió en Calamocha a una embajada de la taifa de Albarracín negociándose que la misma se haría tributaria del Campeador. Esta situación duró hasta 1093, cuando éste advirtió que el rey de Albarracín pretendía la conquista de Valencia, ciudad que ya estaba bajo la protección del Cid, por lo que los cristianos lanzaron un ataque contra los musulmanes, resultando en una refriega herido el de Vivar de una lanzada en el cuello.

En 1104 los almorávides la anexionan al Reino de Valencia, y a mediados de ese siglo XII se integraría en la taifa de Murcia.
Hacia 1170, el rey Lobo, personaje de larguísimo nombre que resumo como Muhámmad ibn Mardanix o Ibn Mardanís, rey de la taifa de Murcia desde 1147 hasta su muerte en 1172, donó al caballero navarro Pedro Ruiz de Azagra, señor de Estella, la población de Albarracín, en pago a servicios prestados. Imagino que fueron militares aquellos servicios. Con lo cual resultó un señorío totalmente independiente de los reinos cristianos.

Y es que Albarracín siempre fue ambicionada por los cristianos, tanto por parte de los reyes de Aragón y del obispo de Zaragoza, como de los de Castilla y su correspondiente eclesiástico, en este caso el arzobispo de Toledo. El Señorío de Albarracín haría siempre frente a esas ambiciones procurando mantener su independencia, aunque en algún aspecto sí se subordinase, como cuando se creó el obispado de Albarracín —sólo dos años después de la implantación del señorío independiente, 1172— que dependería del arzobispado de Toledo.
En 1284 Pedro III de Aragón conquista la población y se la entrega, junto al señorío, a su hijo ilegítimo Fernando, a la vez que la dota de un fuero semejante al de Teruel. Terminó así el dominio de los Azagra sobre Albarracín.
Es en 1300 cuando Jaime II concede a Albarracín el título de ciudad, y en 1379, Pedro IV pacta con los representantes del señorío el reconocimiento de nuevos fueros y la anexión al Reino de Aragón.

Dichos fueros fueron parcialmente abolidos en 1598, reinaba Felipe II, y desaparecieron totalmente en 1707 con la publicación de los Decretos de Nueva Planta firmados por Felipe V. Es con este último cuando se desmantelaron las edificaciones interiores del castillo, pero no sus murallas y torres. Es de aplaudir que tampoco lo hiciera con el conjunto de murallas de la ciudad ni con sus torres albarranas.
Durante la Guerra de la Independencia fue un importante centro de la resistencia contra el invasor francés, que llegó a bombardear con intensidad la plaza, destruyendo el barrio de Tejedores, los molinos y batanes. El resultado fue clave en la decadencia económica de la ciudad.
En 1833, con la división territorial de Javier de Burgos, la Sierra de Albarracín quedará integrada en la actual provincia de Teruel.
Durante la Primera Guerra Carlista fue un seguro reducto de los carlistas, situación que provocó que perdiera a su último obispo y su catedral sería regida por vicarios capitulares. Actualmente depende del obispado de Teruel.

Hoy Albarracín es la capital de la Comunidad de Albarracín, 22 municipios más él mismo, y divide su núcleo urbano en tres partes: la Ciudad, que es la más antigua y elevada en el cerro; el Barrio, situado al lado del río; y el Arrabal, que se levanta más allá del río.


EL CASTILLO:

¿Qué castillo?, ¿cuál es el castillo de Albarracín?
Leo que hubo un tiempo en que las dos grandes torres de la muralla urbana de Albarracín, la del Andador y la de doña Blanca, más la de la Muela —ésta última, hoy desaparecida, se hallaba al otro lado del río—, fueron considerados castillos de la villa junto con el que hoy me ocupa. Cuando en realidad son albarranas que forman parte de la muralla de la villa.
Dejemos por ahora esas torres de lado y centrémonos en el castillo, la alcazaba propiamente dicha. Tiempo habrá más tarde para pasearlas.
Lo encontramos en una alta roca en el extremo sur de la población, casi mimetizado en el paisaje, apenas destacado sobre el peñasco que domina el meandro del río Guadalviar. Su silueta queda disminuida frente a la espectacularidad de las murallas de la ciudad, en las que sobresale poderosa la torre del Andador.
Su historia está inicialmente ligada a la familia de los Banu Razin, que controlaron el territorio durante el período califal, y posteriormente durante los primeros reinos de taifa. Lo atestiguan los restos cerámicos, de origen andalusí, hallados en su interior y correspondientes a los siglos X y XI. Además de otros utensilios que vienen a demostrar la importancia económica que los moradores del castillo tuvieron.
Este castillo formó parte del primer recinto defensivo que tuvo Albarracín, que se desarrolló alrededor de la iglesia preislámica de Santa María y que comprendió esta iglesia, el alcázar, una torre albarrana —la del Andador— y una puerta, el Portal de Hierro —hoy desaparecido—. Con la ampliación en el siglo XI del recinto amurallado de la villa, el castillo queda intramuros
Castillo que al ser por entonces musulmán debemos llamar alcazaba, pues también fue centro administrativo y de gobierno, cuartel de la guarnición, almacenes, caballerizas, etc.; además de protección y refugio para la población de la ciudadela y de las viviendas palaciegas que se construyeron en su entorno.
Tras la cesión del castillo a Pedro Ruiz de Azagra, señor de Estella, en 1170, la incipiente villa y su territorio, la fortaleza pasaría a llamarse de Santa María. La situación de total independencia del señorío supondría una gran mejora de las instalaciones del castillo a fin de convertirlo en la residencia de los señores de Albarracín, disponiendo de un gran patio central y viviendas para el alcaide la guarnición.
Cuando Pedro III —el Grande, a saber por qué— asalta la población, en 1284, debió sufrir grandes daños, como todas las murallas y puertas de la villa, pero fueron restauradas.
Pedro IV de Aragón —el Ceremonioso, 1319-1387— reforzó sus muros, construyendo las torres de la fachada orientada al interior de la población. Crónicas del siglo XVI hablan de un castillo “...bien edificado, pero que se está cayendo... fundado sobre un peñón... muy torreado... con barbacana y tres puertas... una plaza dentro muy copiosa y dos aljibes.” Posteriores reformas no fueron de tanta importancia, como las realizadas en tiempos de los Reyes Católicos.
Fue ocupado por las tropas de Felipe II cuando éste abolió sus antiguos fueros, ya que fue necesario el uso de la fuerza para apaciguar las revueltas de la población en toda la comarca. Es por ello que también se ejecutaron algunas obras de acondicionamiento, pues su función defensiva había decaído y se encontraba algo abandonado.
Durante el reinado de Felipe V — la publicación de los Decretos de Nueva Planta, 1707—, todas las instalaciones del interior del castillo fueron desmanteladas, no en cambio la muralla ni las torres. Lo que llevó a su abandono y saqueo. O sea, a su ruina.
Pero ello no evitó que fuera ocupado por las tropas francesas en la Guerra de la Independencia.



LOS DETALLES:

Su ubicación sobre una gran roca hace que su planta, un polígono irregular, se adapte al terreno ocupando todo el peñasco, ocupando una superficie de unos 3.400 m2.
Doce son las torres que salpican la muralla, de las cuales sólo una, en el lienzo orientado al sur, tiene planta cuadrada, siendo circulares las demás. Cuatro de las torres de la muralla de levante están abiertas al interior del castillo, siendo el resto macizas hasta el adarve.
Camino de acceso al castillo.
Fachada sur, con la única torre cuadrada.



Dispuso de tres puertas, conservándose actualmente un único acceso.
Su interior se encuentra prácticamente vaciado, habiendo desparecido sus edificaciones pero conservándose gran parte de las cimentaciones. A pesar de ello es posible identificar muchos de sus elementos y así hacerse una idea de lo que fue su configuración interior.
En la parte más alta del cerro, al norte, estuvo la residencia principal, un gran edificio de planta trapezoidal con patio central —bajo el cual existe un aljibe— rodeado de habitaciones. Esta edificación dispuso de un hamman o baño caliente, situado junto a la muralla, lo que indica el status social de los habitantes del palacio.
En la zona sur, a lo largo de la muralla, se levantan los restos de lo que fueron viviendas palatinas, edificadas en el siglo XI, concretamente tres viviendas y una alhóndiga; las tres viviendas tuvieron un patio central. Con la llegada de los cristianos, estas viviendas fueron reformadas como adaptación de los espacios a los nuevos usuarios.
No se conservan los dos edificios que se construyeron, en la zona sur y oeste, durante la época de Pedro III de Aragón para albergar a la guarnición.
Fachada este del castillo.


RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Albarracín.
Municipio: Albarracín.
Provincia: Teruel.

Tipología: Castillo-alcazaba.
Época de construcción: siglo X-XI, más reformas sucesuvas.
Estado: En buen estado su muralla y torres, que es lo único que queda. Desde 1993 se vienen desarrollando intervenciones arqueológicas y de restauración del castillo, las últimas para acondicionar el recinto al uso turístico.
Propiedad: Pública, Ayuntamiento de Albarracín.
Uso: Turístico.
Visitas: Totalmente libre el exterior, y guiado el interior, previo pago. He de confensar que no pude acceder al interior del castillo durante mi visita a Albarracín, y cuánto lo lamento; la rigidez de los horarios me impidió hacerlo, y aunque las distancias son cortas cuando salí de la catedral y fui al castillo, a éste ya le habían cerrado sus puertas: perdí la visita y el importe de la misma.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
El 3 de junio de 1931 fue incluido en el Tesoro Artístico Nacional.
Está declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento desde 1961, y considerado como uno de los pueblos más bonitos de España. Lo cual ya es un título.
Deberían declararlo Patrimonio de la Humanidad.
Castillo y catedral desde la Plaza Mayor.

Clasificación subjetiva: 3, es decir, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible en esta vida por visitarlo.
Pero es evidente que al estar situado en la impresionante ciudad de Albarracín su consideración debe de ser otra, por lo que veo obligado a elevar esa puntuación a 5, que viene a significar que no sólo se hará todo lo posible en esta vida por visitarlo sino que además hay obligación de verlo antes de morir, y si no se hace se morirá en pecado.
Cómo llegar: