martes, 26 de octubre de 2021

Monterde, Llumes, atalaya de Llumes (*)

Muy cerca de Monterde —ver la entrada anterior— y cuando aún el navegador del automóvil seguía indicándonos un camino que creíamos correcto, pero que no lo era, vi muy cerca de la carretera lo que enseguida identifiqué como los restos de una torre que, de inmediato, me hicieron pensar chaval, para el coche, anota dónde estás y da media vuelta. Fue como como si la torre me lo hubiera dictado, como si de una señal que me indicara no seguir adelante.

Evidentemente hice caso. Unos kilómetros después, previo paso nuevamente por la cercanía de Monterde —municipio del que, como pedanía depende—, estábamos de nuevo en el cruce de carreteras donde había tomado el camino equivocado dispuesto a corregir el error.

Pero la realidad era que había pasado muy cerca de los restos de un edificio militar del que no tenía idea ni dato alguno, y como había seguido de largo, mi acción acababa de convertirse en un paseo fingido que, para quien no lo sepa es, para un servidor, el aparente recorrido que no se realiza andando por lugar alguno, sino tranquilamente sentado ante el ordenador, para terminar presentando como real algo que apenas si lo fue. Es una simulación sin ánimo de engaño; es un no pudo ser pero hago lo que puedo.

Así que vamos con él, o con la torre; o mejor, con lo poco que queda de ella.

La torre es conocida como la Atalaya de Llumes, o al menos así la he visto denominada en más de una página de la red, aunque está mucho más cerca de Monterde que de Llumes, a algo más de dos kilómetros. Hasta esta aldea no llegamos pero es de justicia, al menos mencionar antes algunos datos de ella:

Que es pequeña, apenas cien habitantes, y que está partida en dos por el río Piedra, el que riega y embellece hasta el abuso el entorno del Monasterio de Piedra, en Nuévalos.

Que en la Edad Media, junto con Monterde, perteneció a la Comunidad de Aldeas de Calatayud, despoblándose totalmente en el siglo XIV.

Que su segundo origen está en la propiedad agrícola que, a finales del siglo XVIII, poseyó un tal Juan Jaime Civera, hombre de  negocios —hoy se diría emprendedor o empresario, según la orientación política del opinador de turno— de éxito en toda la comarca de Calatayud. Por estos motivos y por su lealtad a la Corona, recibió el título de Barón de Llumes en 1790.

Que en esa finca levantó “una gran casa de campo con su oratorio” y otras viviendas para los obreros y sus familias, todo ello alrededor de un gran patio central. Y canalizó el río Piedra, construyó acequias, caminos propios y puentes. En fin, de todo.

Que a partir de ahí surgió el actual Llunes, que siguió siendo el solar de la baronía hasta el inicio del siglo XX, en que una rama de la familia —desavenencias de por medio— se instaló en unos terrenos río arriba. Y en el lugar conocido como de Las Ermitas, se asentaron unas familias de Monaterde, por lo que prácticamente la población se dividió en tres.

Y que actualmente el núcleo más habitado de los tres es el de Las Ermitas, donde se encuentra la iglesia de San Miguel, de un tosco estilo románico, una sola nave, ábside semicircular y tímpano en la portada con las imágenes del Salvador y de los cuatro evangelistas. Adosada al muro de poniente se levanta una torre. Probablemente fuera el oratorio de una granja cisterciense dependiente del cercano monasterio de Piedra.

Y ahora sí, ahora vamos a la torre, aunque brevemente porque la pobre no da para mucho.

de Diego Delso, delso.photo

Una torre de la que no se conocen documentación alguna, a pesar de su proximidad con el cercano castillo de Monterde —con el que tenía correspondencia visual—, por lo que se podría decir que es medieval y de origen cristiano.

Se la relaciona, dada su ubicación como lugar de acceso a Aragón desde el sur, con el cobro de impuestos sobre los productos que entraban y salían del reino a finales de la Edad Media.

Está situada sobre un montículo rocoso y aislado, lo que le da un carácter totalmente defensivo. Su planta es rectangular, de 6’80 por 4’80 metros, y presenta en su fachada sur los restos de lo que seguramente fue la puerta.

Tendría una altura total de unos 7 metros, pero sólo conserva parte de los muros del ángulo sureste, en los que se aprecian los apoyos de las plantas superiores. Del resto de los muros apenas si se levantan 1 metro o 1’50 sobre los cimientos.

En lo que fue el muro norte se conservan los vestigios de lo que fue una chimenea.

 



RESUMIENDO:

Nombre:
     Atalaya de Llumes
Localidad: Llumes.
Municipio: Monterde.
Provincia:  Zaragoza

Tipología: Torre atalaya.
Época de construcción: sin datos sobre sobre la fecha.
Estado: En ruina progresiva, muy progresiva; casi total he de añadir.
Propiedad: Supongo que pública, pero desconozco el propietario concreto. También pudiera ser que esté en una propiedad privada.
Uso: Ninguno. Bueno, tiene dos: uno, desafiar a las inclemencias del tiempo en un ejercicio de inestabilísimo equilibrio; y otro, señalar el camino correcto a algún viajero perdido.
Visitas: acceso libre, pero yo accedí, ni siquiera bajé del coche. Imperdonable por mi parte.
Protección:

Clasificación subjetiva: 1, Si se puede evitar se evita, o lo que es lo mismo, sólo si el camino que recorro me lleva o me hace pasar por allí, porque me he perdido o algo así. Pido perdón a los llumesinos que lean, que ojalá los halla.
Dónde está:



martes, 19 de octubre de 2021

Monterde, castillo de Monterde (*)

A pesar de la existencia y uso cotidiano del sistema de navegación en los vehículos y teléfonos, uno no está libre de perderse por esas carreteras de Dios. Como así nos ocurrió hace poco, de vuelta de ver uno de los TOP 10 de mi país y de disfrutar de uno de los lugares más frescos y pintorescos que se puedan imaginar.

Lo que decía, que nos perdimos, que mientras la flechita del mapa de la pantalla me hacía creer que el camino era correcto, la verdad era que el destino estaba en el sentido opuesto. En estas que leo una indicación en la carretera que nombra a una pequeña población que quedaba a mi izquierda y a mi vista, no muy lejos; lo suficiente para distinguir un reducido caserío en el que, con dificultad, se adivinaba un edifico algo arruinado que bien pudiera ser un castillo; la silueta de lo que parecían ser almenas así me lo hicieron suponer.

Mentalmente apunté el nombre, Monterde, y continuamos el viaje, aún con alguna sorpresa más que ya contaré. Porque fueron varias las poblaciones con castillo que desde el asiento del coche vi y no pude pasear; por aquello de las prioridades, el tiempo o la excusa que fuera. Y me dije que nada, otro paseo fingido para lacasadelatercia. Otro paseo que toca ahora, voy a ello.

Se trata, ya he dicho, de Monterde —a la que no debemos confundir con otro Monterde, pero de toponímia compuesta y que está en la provincia de Teruel, Monterde de Albarracín—, una pequeña población de apenas doscientos habitantes que antes de la división provincial de 1833 perteneció a la Comunidad de Aldeas de Calatayud, uno de los distritos administrativos del Reino de Aragón que siguieron vigentes tras la desaparición de éste y que perduraron hasta la fecha referida de 1833. Las Comunidades de Aldeas se subdividían a su vez otras entidades de carácter menor, llamadas sesmas, que agrupaban a esas aldeas. Monterde es de origen musulmán, y una vez reconquistadas esas tierras, pasó a pertenecer a una de las seis sesmas en las que estaba dividida la Comunidad de Aldeas de Calatayud, la llamada  Sesma del río Ibdes.

En 1219 pasó a los dominios del monasterio de Piedra, junto con la villa de Abanto, tras ser permutada al rey Jaime I por la de Villafeliche. Por entonces la aldea no debía tener castillo, pues los primeros datos que de él se saben, datan de 1357, cuando fue asediado por los castellanos que, tras varias semanas desistieron de ello, levantaron el cerco y se marcharon; no sin antes incendiar la población. La misma acción, y los mismos resultados se repitieron en 1363.

Todo ello en el contexto de la que se ha venido a llamar la Guerra de los Dos Pedros (1356-1369), que se desarrolló entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón, y que terminó con la muerte del primero en Montiel  el 23 de marzo de 1369.

Vista general de la población (de castillosdeespaña.es)

 


EL CASTILLO, DETALLES:

El castillo, o lo que de él queda, se encuentra dentro de la población, situado sobre un ligero cerro que, dominando el caserío, se adapta a la orografía rocosa del terreno. Por su lado norte pudiera resultar inexpugnable, pues además de la roca donde se asienta,  discurre el río Ortiz que serviría de foso natural.

Fue un recinto de reducidas dimensionas, de planta pentagonal bastante irregular, y cuyos ejes miden 30 metros el mayor, y 20 el menor.

Apenas si se conserva una torre —en la fachada que se orienta a la población— de planta cuadrada y mejor factura que el resto de la edificación; tiene unos siete metros de lado y está construida con mampuestos y sillería en sus esquinas. Se encuentra muy deteriorada, ha perdido la pared de intramuros y gran parte de su altura, pero conserva en la planta alta un prominente muñón en la pared que mira al exterior. En el lado opuesto a la torre estuvo la entrada al castillo.

Del resto de su perímetro se han conservado algún lienzo con almenas, hoy reconstruido.

Los restos de la torre (de spica.es)

 

Al lado del castillo se levanta la ermita de Nuestra Señora del Castillo, que es de la misma época que la fortaleza, por lo que debió tratarse de la capilla del castillo  —recintos fortificados que combinaban la pareja de edificios, castillo e iglesia, en un solo conjunto—. Su nombre, parece ser, le viene por ser el lugar a donde se trasladaba la imagen del Virgen cuando la población era atacada.

Es un pequeño edificio de una sola nave, con cubierta de estructura de madera a dos aguas. Su interior, de una sola nave de planta rectangular, se divide en tres mediante dos arcos apuntados trasversales. Su acceso es una sencilla puerta adintelada que se abre en el muro del sur. En el centro de los pies de la nave presenta un coro.

Todos sus muros están ejecutados en mampostería, arrancando desde distintas alturas dados los fuertes desniveles en la orografía del terreno sobre el que se asienta. Esta diferencia de alturas es notable en el ábside, el cual parece colgado en mitad del muro de la cabecera; su muro norte está reforzado con un contrafuerte.

La ermita del castillo ( de torrealbarrana.com)

Destacar sobremanera el púlpito, de estilo mudéjar, adosado a uno de los arcos diafragma, profusamente decorado con yeserías caladas. Su cuidada y excesiva elaboración contrasta con la modestia del edificio, pues elementos como éste sólo se encuentran en templos de mayor tamaño y categoría.



RESUMIENDO:


Nombre:      Castillo de Monterde
Municipio:   Monterde.
Localidad:   Monterde.
Provincia:    Zaragoza

Tipología: Castillo.
Época de construcción: siglo XIV, los primeros datos se fechan en 1357.
Estado: En ruinas, consolidada por una reciente restauración, pero en ruinas al fin y al cabo.
Propiedad: Pública, pero desconozco el propietario concreto.
Uso: Fue utilizado hasta hace poco tiempo como cementerio. Actualmente conforma una pequeña zona de recreo.
Visitas: acceso libre.
Protección: bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Está declarado como zona arqueológica, o sea, que es un lugar donde existen bienes susceptibles de ser considerados y estudiados con métodos arqueológicos.

Clasificación subjetiva: 1, Si se puede evitar se evita, o lo que es lo mismo, sólo si el camino que recorro me lleva o me hace pasar por allí
Dónde está:









martes, 5 de octubre de 2021

Zaragoza, muralla romana

Pues parece ser que no hay acuerdo en cuanto a la fecha de la fundación de Zaragoza, bueno, de Caesar Augusta, que es el nombre que sus fundadores, los romanos, le dieron. La enciclopedia por excelencia en la red llega a aventurar el año 14 a.C., y concreta incluso la posibilidad del 23 de diciembre. También se aventuran otras fechas que van del 25 al 12 a.C., pero a estas alturas de la historia —estoy escribiendo esto en octubre de 2021— me parece que no es muy importante afinar en un dato así.

Todo fue de la siguiente manera:

Gran parte de los soldados que habían luchado a las órdenes de César Augusto en Hispania entre los años 29 y 26 a.C., decidieron, tras la victoria de aquel en las campañas bélicas contra los astures y cántabros, asentarse en la ciudad íbera de Salduie, para formar una nueva colonia romana. Y así lo hicieron constituyendo una colonia inmune, es decir, libre de impuestos y derecho a acuñar su propia moneda, a la que llamaron Caesar Augusta, en honor, evidentemente, al Emperador del momento. El encargado de tal cometido, por orden del emperador, fue un amigo suyo, Marco Vipasiano Agripa, y sus primeros pobladores, soldados veteranos y licenciados, que tenían como misión no sólo asentarse sino también defenderlo.

Caesar Augusta se convirtió en una de las ciudades más importantes de la provincia Tarraconse (Hispania Citerior Tarraconensis), dispuso de teatro, foro, termas y puerto fluvial. Administrativamente fue capital de una de las siete conventus iuridicus en que estuvo dividida la provincia, y que comprendía un amplio territorio que iba, de norte a sur, desde Irún hasta Alcalá de Henares, y de este a oeste, desde Lérida hasta Calahorra.

Durante el primer siglo de vida bajo Roma se ejecutaron grandes obras públicas, alguna de ellas para evitar inundaciones del Ebro en momentos de crecidas, así como acondicionamiento de tierras para el cultivo que haría aumentar el número de villas agrarias. Todo ello redundó en una economía creciente a la que ayudó la finalización de la vía que la unía con Emérita Augusta, capital de la Lusitania.

Es el siglo III cuando en un tiempo en el que todo el imperio se siente amenazado, la ciudad reedifica las murallas. A la vez que se realizan otras grandes obras, como la reforma del teatro o la construcción de significativas viviendas para ciudadanos prestigiosos, decoradas con grandes mosaicos policromados; aumentan las villas agrarias y los artesanos se asientan en barrios extramuros. Por entonces ya había tres necrópolis, una en cada una de las salidas este, oeste y norte; a las que había que añadir un cementerio cristiano, pues esta religión ya estaba presente desde mediados de este siglo III.

En el siglo IV comienza, al igual que en el resto del imperio, la decadencia de la ciudad, abandonándose edificios como el teatro o las termas, que sufrirán expolios, aunque aún permanecen grandes y lujosas viviendas, y el comercio de la ciudad sigue importando y exportando productos.

Es a lo largo del siglo V, cuando los pueblos del Norte invaden el imperio, y la ciudad inicia un estado de dejadez de sus edificios públicos: las piedras de los grandes edificios, el foro, el teatro, son utilizadas en reformas de viviendas o de nuevas construcciones, todas ellas dentro de las murallas, con la finalidad de acomodar a gran parte de la población rural ante el temor de ataques. Como ocurrió entre los años 441 y 454, los cuales pudieron repelerse gracias al buen estado de sus murallas.

Finalmente la ciudad fue conquistada en el año 472 por los visigodos al mando de Gauterico. Cuatro años después fue depuesto por Odacro, el último emperador de occidente, Rómulo Augústulo. Comenzaba en ese momento la Edad Media.

 

 

LA MURALLA:

La muralla romana de Zaragoza fue construida en el siglo I, y era emperador por entonces en Roma, Tiberio. Dos siglos después fue reformada, ampliándose su espesor con obra de sillería ligeramente almohadillada. Se cree que el tramo que se conserva en la plaza de César Augusto, de unos 80 metros de largo, al lado de la torre de la Zuda, pertenece a la segunda mitad del siglo III. Al igual que el aparecido en un edificio de la calle del Coso —convento del Santo Sepulcro—.

Esta edificación permaneció en pie durante mucho tiempo, pues siguió marcando los límites de la ciudad con los visigodos y los musulmanes, siendo defensa de la ciudad, y condicionando el urbanismo durante siglos, lo que actualmente aún se aprecia.

Sin embargo, no sólo fue durante la época imperial cuando las murallas de la ciudad cumplieron su función. También durante la Edad Media fueron un elemento disuasorio y una eficaz defensa ante ataques enemigos, dando seguridad a moradores y gobernantes cuando se enfrentaron al poder cristiano de Toledo o musulmán de Córdoba.  La última ocasión en que estas murallas ejercieron su cometido, fue durante la Guerra de los Pedros (1356-1369); terminada ésta, dejó de ser necesaria, comenzando parte de su desmantelamiento y así cierta expansión de la ciudad.

Con el paso del tiempo, y durante el siglo XVI, la muralla, que ya había perdido sus funciones defensivas, fue quedando oculta entre las nuevas edificaciones, y sus piedras utilizadas en alguna obra pública, como en el Puente de Piedra, en el que se utilizaron las piedras de varias torres, una de ellas era llamada “la Caracoleña”. En 1504 se promulgó un Estatuto que prohibía arrancar piedras de las murallas salvo para obras de interés para la ciudad. La norma duró poco tiempo pues en pocos años se volvió a autorizar la extracción de la piedra.

En la segunda mitad del siglo XIX, y al igual que muchas ciudades y pueblos, Zaragoza vio la necesidad de demoler sus murallas para por fin poder expansionarse.

 

 

LOS DETALLES:

La muralla encerró una superficie de más de 45 hectáreas; su planta tenía forma casi de un trapecio de unos 900 por 500 metros: la longitud mayor correspondía al Decumanus maximus, que atravesaba la ciudad, aproximadamente, de este a oeste —actualmente viene a coincidir con las calles Manifestación, Espoz y Mina y Mayor—, cruzándose con el Cardus maximus, calle que se orientaba de norte a sur —coincidente con la actual Jaime I—.

Tuvo 120 torres semicirculares situadas a intervalos de entre catorce y dieciséis metros, a lo largo de sus, aproximadamente, 3000 metros de longitud. No todas las torres eran iguales, sus diámetros variaban desde los 8 a los 13 metros.

Toda la muralla que se ejecutó con una altura media de 10 metros, está construida con tres cuerpos: el interior de hormigón —opus caementicium— y revestido por ambas caras con sillares, alcanzando un espesor de 7 metros. También se ejecutaron tramos exclusivamente con sillares, que tenían seis metros.

De aquella muralla apenas si se ha recuperado el 5% del recinto original, repartidos por toda la ciudad, aprovechados en edificaciones o sepultados bajo actuales pavimentos, pero que dan una idea fiel de cuales fueron los límites de la ciudad.

Se han encontrado restos que se consideran ciertos de esta muralla en varios puntos de Zaragoza, unos 36, de los cuales pueden ser vistos 12. De ellos sólo dos se encuentran en un estado bastante aceptable, que son los ya comentados de la avenida de César Augusto, y el del Convento del Santo Sepulcro.

El primero se sitúa al lado de la Plaza del Pilar y del Torreón de la Zuda —está se asienta sobre lo que fue una de las torres de la muralla—, de unos 80 metros de largo, incluyendo la cimentación de las torres que flanqueaban la puerta Oeste de la ciudad.

El segundo, que es uno de los tramos mejor conservados de la ciudad, se encuentra en una de las fachadas del monasterio de la Resurrección del Santo Sepulcro —nombre completo: Real Monasterio de Comendadoras Canonesas de la Orden Militar y Pontificia del Santo Sepulcro— que es conocido simplemente como monasterio del Santo Sepulcro. Concretamente la fachada de la calle del Coso, donde se observan dos torreones, el arranque de otras dos torres y sus correspondientes lienzos.

Otros vestigios, como bases de torreones y pequeños tramos de lienzos, aparecieron y en algunos casos pueden ser contemplados en:

 el interior de edificios, sótanos de viviendas particulares, sobre todo en la calle del Coso, establecimientos de un centro comercial y en el Teatro Principal; también aparecieron estos durante las obras del antiguo Seminario de San Carlos, en el Palacio de los Condes de Morata (Audiencia provincial), y en casas vecinas. Otros, de menor entidad, han quedado, tras su descubrimiento, conservados bajo la calzada de algunas calles.

 

Cuatro fueron las puertas que tuvo, que permanecieron hasta el siglo XV, cuya situación y denominación desde la Edad Media fueron: en los extremos del Decumanus maximus, la puerta de Toledo y la de Valencia (al oeste y al este respectivamente); y en los del Cardus maximus, la del Ángel al norte y la del Arco Cinegio al sur.

La Puerta de Toledo romana estuvo flanqueada por dos torres almenadas; de ella aún perduran sus cimientos, sacados a la luz a finales del siglo XX. Fue derribada en 1848.

En el otro extremo del Decumanus Maximus, en la actual Plaza de la Magdalena, estuvo la Puerta de Valencia, cuya situación, con exactitud, se conoce por el descubrimiento de un sillar con la inscripción «Porta Romana» que se supone señala su situación. Se llamó así por ser la puerta que marcaba el inicio del camino a Roma, la capital del Imperio; era por tanto la puerta más importante de la ciudad. En 1867 se aprobó su demolición para poder ampliar la actual plaza.

El Cardus maximus iba desde el norte al sur, exactamente desde el Puente de Piedra, a una zona entre el Teatro Principal y la Plaza de España, al sur de la ciudad. En el norte estuvo la Puerta Norte, que permaneció en uso hasta principios del siglo XIX, en que fue destruida durante los Sitios de Zaragoza. Fue sustituida por la Puerta del Ángel

De esta puerta recojo la descripción que, en 1616, hacía un tal Diego Murillo: «… en la puerta de la puente por donde se entra a la ciudad la cual es noteblemente grande, y está sobre ella una figura de mármol del Ángel Custodio, muy bien labrada, que con esto, y dos hermosas torres que tiene a los lados, de donde se continúan las dichas casas, hacen una vistosa y gallarda perspectiva».

La cuarta puerta, la situada en el extremo sur del Cardus maximus, se la llamó Puerta Cinegia o Arco Cinegio. En esa zona estuvo desde “siempre” el primer mercado de la ciudad, que en1210 se trasladaría cerca de la Torre de la Zuda. La puerta fue reformada en varias ocasiones y demolida en 1809 tras los Sitios.

 

 

 

RESUMIENDO:

 

Nombre: Muralla romana

Localidad: Zaragoza.

Municipio: Zaragoza.

Provincia: Zaragoza.

 

Tipología: Muralla urbana.

Época de construcción: del siglo I al siglo III.

Estado: Ruina consolidada.

Propiedad: Publica, ayuntamiento de Zaragoza

Uso: ninguno, simplemente está ahí para verla y admirarla.

Visitas: totalmente libre, se encuentra en zona públicaal aire libre.

Protección: está catalogada como Bien de Interés Cultural desde el 18 de enero de 2002 (Orden del 20 de diciembre de 2001).

Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 de 25 de sobre el Patrimonio Histórico Español. 

 

Clasificación subjetiva: 2, o sea, si se pasa cerca y se va con tiempo pues se acerca uno a verlo. Es decir, que se incluirá en una ruta de viaje, pero no pasa nada si luego no se visita.

A excepción de los tramos de la Avda. de César Augusto y el del monasterio de la Resurrección del Santo Sepulcro, que son muy visibles y por tanto merecedores de ser visitados, el resto pueden tener un limitado interés dada su recóndita e incluso desconocida ubicación.

Otras cuestiones de interés: Junto al tramo de la Avenida de César Augusto se encuentra una estatua de este emperador, copia en bronce de la original de Prima Porta —como otras repartidas por distintas ciudades españolas—, regalada por el gobierno italiano en los años 40 —gobernaba Mussolini— del siglo pasado. Está situada ante unos altos dinteles y un arco de medio punto que evocan la primitiva puerta de Toledo.

No olvidar, cuatro nombres ha tenido esta ciudad que, cronológicamente, son: Salduie, Caesar Augusta, Saragusta y Zaragoza.