Pues parece ser que no hay
acuerdo en cuanto a la fecha de la fundación de Zaragoza, bueno, de Caesar
Augusta, que es el nombre que sus fundadores, los romanos, le dieron. La
enciclopedia por excelencia en la red llega a aventurar el año 14 a.C.,
y concreta incluso la posibilidad del 23 de diciembre. También se aventuran
otras fechas que van del 25 al 12 a.C., pero a estas alturas de la historia
—estoy escribiendo esto en octubre de 2021— me parece que no es muy importante
afinar en un dato así.
Todo fue de la siguiente
manera:
Gran parte de los soldados
que habían luchado a las órdenes de César Augusto en Hispania entre los años 29
y 26 a.C., decidieron, tras la victoria de aquel en las campañas bélicas contra
los astures y cántabros, asentarse en la ciudad íbera de Salduie, para
formar una nueva colonia romana. Y así lo hicieron constituyendo una colonia
inmune, es decir, libre de impuestos y derecho a acuñar su propia moneda, a
la que llamaron Caesar Augusta, en honor, evidentemente, al
Emperador del momento. El encargado de tal cometido, por orden del emperador,
fue un amigo suyo, Marco Vipasiano Agripa, y sus primeros pobladores, soldados
veteranos y licenciados, que tenían como misión no sólo asentarse sino también
defenderlo.
Caesar Augusta se
convirtió en una de las ciudades más importantes de la provincia Tarraconse (Hispania Citerior
Tarraconensis),
dispuso de teatro, foro, termas y puerto fluvial. Administrativamente fue
capital de una de las siete conventus iuridicus en que estuvo dividida
la provincia, y que comprendía un amplio territorio que iba, de norte a sur,
desde Irún hasta Alcalá de Henares, y de este a oeste, desde Lérida hasta
Calahorra.
Durante el primer siglo de
vida bajo Roma se ejecutaron grandes obras públicas, alguna de ellas para
evitar inundaciones del Ebro en momentos de crecidas, así como
acondicionamiento de tierras para el cultivo que haría aumentar el número de
villas agrarias. Todo ello redundó en una economía creciente a la que ayudó la
finalización de la vía que la unía con Emérita Augusta, capital de la
Lusitania.
Es el siglo III cuando en
un tiempo en el que todo el imperio se siente amenazado, la ciudad reedifica
las murallas. A la vez que se realizan otras grandes obras, como la reforma del
teatro o la construcción de significativas viviendas para ciudadanos prestigiosos,
decoradas con grandes mosaicos policromados; aumentan las villas agrarias y los
artesanos se asientan en barrios extramuros. Por entonces ya había tres
necrópolis, una en cada una de las salidas este, oeste y norte; a las que había
que añadir un cementerio cristiano, pues esta religión ya estaba presente desde
mediados de este siglo III.
En el siglo IV comienza,
al igual que en el resto del imperio, la decadencia de la ciudad, abandonándose
edificios como el teatro o las termas, que sufrirán expolios, aunque aún
permanecen grandes y lujosas viviendas, y el comercio de la ciudad sigue importando
y exportando productos.
Es a lo largo del siglo V,
cuando los pueblos del Norte invaden el imperio, y la ciudad inicia un estado
de dejadez de sus edificios públicos: las piedras de los grandes edificios, el
foro, el teatro, son utilizadas en reformas de viviendas o de nuevas
construcciones, todas ellas dentro de las murallas, con la finalidad de acomodar
a gran parte de la población rural ante el temor de ataques. Como ocurrió entre
los años 441 y 454, los cuales pudieron repelerse gracias al buen estado de sus
murallas.
Finalmente la ciudad fue
conquistada en el año 472 por los visigodos al mando de Gauterico. Cuatro años
después fue depuesto por Odacro, el último emperador de occidente, Rómulo
Augústulo. Comenzaba en ese momento la Edad Media.
LA
MURALLA:
La
muralla romana de Zaragoza fue construida en el siglo I, y era emperador por
entonces en Roma, Tiberio. Dos siglos después fue reformada, ampliándose su
espesor con obra de sillería ligeramente almohadillada. Se cree que el tramo
que se conserva en la plaza de César Augusto, de unos 80 metros de largo, al
lado de la torre de la Zuda, pertenece a la segunda mitad del siglo III. Al
igual que el aparecido en un edificio de la calle del Coso —convento del Santo
Sepulcro—.
Esta
edificación permaneció en pie durante mucho tiempo, pues siguió marcando los
límites de la ciudad con los visigodos y los musulmanes, siendo defensa de la
ciudad, y condicionando el urbanismo durante siglos, lo que actualmente aún se
aprecia.
Sin
embargo, no sólo fue durante la época imperial cuando las murallas de la ciudad
cumplieron su función. También durante la Edad Media fueron un elemento
disuasorio y una eficaz defensa ante ataques enemigos, dando seguridad a
moradores y gobernantes cuando se enfrentaron al poder cristiano de Toledo o
musulmán de Córdoba. La última ocasión
en que estas murallas ejercieron su cometido, fue durante la Guerra de los
Pedros (1356-1369); terminada ésta, dejó de ser necesaria, comenzando parte de
su desmantelamiento y así cierta expansión de la ciudad.
Con
el paso del tiempo, y durante el siglo XVI, la muralla, que ya había perdido
sus funciones defensivas, fue quedando oculta entre las nuevas edificaciones, y
sus piedras utilizadas en alguna obra pública, como en el Puente de Piedra, en
el que se utilizaron las piedras de varias torres, una de ellas era llamada “la
Caracoleña”. En 1504 se promulgó un Estatuto que prohibía arrancar piedras de
las murallas salvo para obras de interés para la ciudad. La norma duró poco
tiempo pues en pocos años se volvió a autorizar la extracción de la piedra.
En
la segunda mitad del siglo XIX, y al igual que muchas ciudades y pueblos,
Zaragoza vio la necesidad de demoler sus murallas para por fin poder
expansionarse.
LOS
DETALLES:
La
muralla encerró una superficie de más de 45 hectáreas; su planta tenía forma
casi de un trapecio de unos 900 por 500 metros: la longitud mayor correspondía
al Decumanus maximus, que atravesaba la ciudad, aproximadamente, de este
a oeste —actualmente viene a coincidir con las calles Manifestación, Espoz y
Mina y Mayor—, cruzándose con el Cardus maximus, calle que se orientaba
de norte a sur —coincidente con la actual Jaime I—.
Tuvo
120 torres semicirculares situadas a intervalos de entre catorce y dieciséis
metros, a lo largo de sus, aproximadamente, 3000 metros de longitud. No todas
las torres eran iguales, sus diámetros variaban desde los 8 a los 13 metros.
Toda
la muralla que se ejecutó con una altura media de 10 metros, está construida
con tres cuerpos: el interior de hormigón —opus caementicium— y
revestido por ambas caras con sillares, alcanzando un espesor de 7 metros. También
se ejecutaron tramos exclusivamente con sillares, que tenían seis metros.
De
aquella muralla apenas si se ha recuperado el 5% del recinto original,
repartidos por toda la ciudad, aprovechados en edificaciones o sepultados bajo
actuales pavimentos, pero que dan una idea fiel de cuales fueron los límites de
la ciudad.
Se
han encontrado restos que se consideran ciertos de esta muralla en varios
puntos de Zaragoza, unos 36, de los cuales pueden ser vistos 12. De ellos sólo
dos se encuentran en un estado bastante aceptable, que son los ya comentados de
la avenida de César Augusto, y el del Convento del Santo Sepulcro.
El
primero se sitúa al lado de la Plaza del Pilar y del Torreón de la Zuda —está
se asienta sobre lo que fue una de las torres de la muralla—, de unos 80 metros
de largo, incluyendo la cimentación de las torres que flanqueaban la puerta
Oeste de la ciudad.
El
segundo, que es uno de los tramos mejor conservados de la ciudad, se encuentra
en una de las fachadas del monasterio de la Resurrección del Santo Sepulcro
—nombre completo: Real Monasterio de
Comendadoras Canonesas de la Orden Militar y Pontificia del Santo Sepulcro— que es conocido
simplemente como monasterio del Santo Sepulcro. Concretamente la fachada de la
calle del Coso, donde se observan dos torreones, el arranque de otras dos
torres y sus correspondientes lienzos.
Otros
vestigios, como bases de torreones y pequeños tramos de lienzos, aparecieron y
en algunos casos pueden ser contemplados en:
el interior de edificios, sótanos de viviendas
particulares, sobre todo en la calle del Coso, establecimientos de un centro
comercial y en el Teatro Principal; también aparecieron estos durante las obras
del antiguo Seminario de San Carlos, en el Palacio de los Condes de Morata
(Audiencia provincial), y en casas vecinas. Otros, de menor entidad, han
quedado, tras su descubrimiento, conservados bajo la calzada de algunas calles.
Cuatro
fueron las puertas que tuvo, que permanecieron hasta el siglo XV, cuya
situación y denominación desde la Edad Media fueron: en los extremos del
Decumanus maximus, la puerta de Toledo y la de Valencia (al oeste y al este
respectivamente); y en los del Cardus maximus, la del Ángel al norte y la del
Arco Cinegio al sur.
La
Puerta de Toledo romana estuvo flanqueada por dos torres almenadas; de
ella aún perduran sus cimientos, sacados a la luz a finales del siglo XX. Fue
derribada en 1848.
En
el otro extremo del Decumanus Maximus, en la actual Plaza de la Magdalena,
estuvo la Puerta de Valencia, cuya situación, con exactitud, se conoce
por el descubrimiento de un sillar con la inscripción «Porta Romana» que se
supone señala su situación. Se llamó así por ser la puerta que marcaba el
inicio del camino a Roma, la capital del Imperio; era por tanto la puerta más
importante de la ciudad. En 1867 se aprobó su demolición para poder ampliar la
actual plaza.
El
Cardus maximus iba desde el norte al sur, exactamente desde el Puente de Piedra,
a una zona entre el Teatro Principal y la Plaza de España, al sur de la ciudad.
En el norte estuvo la Puerta Norte, que permaneció en uso hasta principios del
siglo XIX, en que fue destruida durante los Sitios de Zaragoza. Fue sustituida
por la Puerta del Ángel
De
esta puerta recojo la descripción que, en 1616, hacía un tal Diego Murillo: «… en la puerta de la puente por donde se entra a
la ciudad la cual es noteblemente grande, y está sobre ella una figura de
mármol del Ángel Custodio, muy bien labrada, que con esto, y dos hermosas
torres que tiene a los lados, de donde se continúan las dichas casas, hacen una
vistosa y gallarda perspectiva».
La cuarta puerta, la situada
en el extremo sur del Cardus maximus, se la llamó Puerta Cinegia o Arco
Cinegio. En esa zona estuvo desde “siempre” el primer mercado de la ciudad,
que en1210 se trasladaría cerca de la Torre de la Zuda. La puerta fue reformada
en varias ocasiones y demolida en 1809 tras los Sitios.
RESUMIENDO:
Nombre: Muralla
romana
Localidad: Zaragoza.
Municipio:
Zaragoza.
Provincia:
Zaragoza.
Tipología: Muralla
urbana.
Época de
construcción: del siglo I al siglo III.
Estado: Ruina
consolidada.
Propiedad: Publica,
ayuntamiento de Zaragoza
Uso: ninguno,
simplemente está ahí para verla y admirarla.
Visitas: totalmente
libre, se encuentra en zona públicaal aire libre.
Protección: está
catalogada como Bien de Interés Cultural desde el 18 de enero de 2002 (Orden
del 20 de diciembre de 2001).
Bajo la protección
de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley
16/1985 de 25 de sobre el Patrimonio Histórico Español.
Clasificación
subjetiva: 2, o sea, si se pasa cerca y se va con tiempo pues
se acerca uno a verlo. Es decir, que se incluirá en una ruta de viaje, pero no
pasa nada si luego no se visita.
A excepción de los
tramos de la Avda. de César Augusto y el del monasterio de la Resurrección del Santo
Sepulcro, que son muy visibles y por tanto merecedores de ser
visitados, el resto pueden tener un limitado interés dada su recóndita e
incluso desconocida ubicación.
Otras cuestiones de
interés: Junto al tramo de la Avenida de César Augusto se
encuentra una estatua de este emperador, copia en bronce de la original de
Prima Porta —como otras repartidas por distintas ciudades españolas—, regalada
por el gobierno italiano en los años 40 —gobernaba Mussolini— del siglo pasado.
Está situada ante unos altos dinteles y un arco de medio punto que evocan la
primitiva puerta de Toledo.
No olvidar, cuatro
nombres ha tenido esta ciudad que, cronológicamente, son: Salduie, Caesar
Augusta, Saragusta y Zaragoza.