martes, 31 de mayo de 2016

Tavira, fuerte de San Antonio

Próxima etapa Tavira, pero primero una parada, o mejor un desvío. Antes de que se me olvide me acercaré, que casi me coge de camino, a un lugar abandonado, desechado. Un ejemplo más de destrucción por efecto del tiempo, por la falta de atención y el arrinconamiento de un trocito de historia. Y lo que más extraña es que estoy en Portugal.
Vengo de otro dignamente recuperado, reconvertido para que perviva, y me encuentro uno que hace esfuerzos por mantenerse en pié. Casi enterrado en la arena que le rodea, ignorado por los bañistas que caminan hacia la playa cercana y en un estado de total abandono, víctima de la maleza y del viento, encuentro el fuerte de San Antonio, o fuerte del Ratón o de la Isla de las Liebres, que con estos tres nombres es conocido.
El fuerte visto desde el sur
Pero dejémonos de lamentos y vayamos al grano. Primero, como siempre, situémonos:


Estoy en el Parque Natural de Ria Formosa, en el Algarve, adonde se llega por la A-22 desde Ayamonte, España. Desvío en Montegordo y coger la N-125, o seguir por la A-22 hasta Tavira. A las afueras de esta ciudad y hacia el este, en la rotonda que está junto a un muy visible centro comercial, se toma la salida que nos llevará hasta la desembocadura del río Gilao, a un lugar que llaman Cuatro Aguas, donde se levantan los restos del fuerte de San Antonio.

Fue este fuerte otro elemento más, construido no sólo para defender la barra de arena de la ría Formosa, como otras fortificaciones ya paseadas, sino también para proteger Tavira en un punto débil de la barrera natural, que es el estuario del río.
Mandado construir por Sebastián I, nieto del Emperador Carlos, el que murió en la batalla de Alcazarquivir, con 24 años de edad; fue durante una visita a Tavira, en 1573, en la que apreció la necesidad de reforzar la defensa del puerto de la ciudad, dado que las existentes se habían quedado desfasadas ante las nuevas formas de guerra.
Ya durante su construcción parece ser que se advirtió que no sería de mucha utilidad, pues los progresivos movimientos y cambios de la línea de costa hicieron cuestionar su eficacia defensiva. En 1577 el banco de arena ya estaba enfrente del fuerte.
Debido a esos cambios orográficos frente a la costa, y a que estaban los portugueses liados en la guerra de Restauración (1640-1668), se construyó en 1656 el ya visto fuerte de San Juan en Cabanas, y este de San Antonio se reforzó con una batería en la otra orilla del río.
Terminada esta guerra se reconstruye el fuerte, a la vez que se constata su limitada capacidad para defender Tavira de las correrías berberiscas e incluso españolas; por lo que siguiendo el criterio de Pierre de Saint Colombe, que debió ser un influyente ingeniero de la época, se reforzaron también el propio castillo de Tavira y las murallas de la ciudad, por si acaso.
Y mientras tanto el banco de arena crecía y crecía, y he de suponer que sigue creciendo, por lo que la distancia que hoy hay desde el fuerte hasta el mar debe ser considerablemente mayor de la que hubo en épocas pasadas.
Y también algo le tuvo que afectar, como a todo edificio de la época y del entorno, el terremoto de Lisboa, pero no encuentro nada al respecto.
A finales del siglo XVIII se halla algo abandonado, con una guarnición de nueve o diez hombres y dos piezas de artillería sin apenas pertrechos ni pólvora.
En 1820 ya está prácticamente abandonado, habiendo quedado su guarnición reducida a tres hombres. Sus edificaciones interiores están hundidas y la artillería inutilizada.
En 1830 queda inhabilitado al considerarse demasiado costoso su mantenimiento y se abandona definitivamente. Todo ello por orden del entonces gobernador del Algarve don Francisco de Paula Vieira da Silva Tovar y Nápoles, primer Vizconde de Molelos (muy portugués el nombre).
Y 150 años después se promovieron intervenciones para recuperarlo o al menos consolidar sus restos: limpieza general, señalización y poco más. Incluso hubo intención de acondicionarlo par algún tipo de centro museístico.
Pero todo se quedó por el camino.
 Y ahora hablemos de su configuración:

Lo que hoy vemos es un edificio de planta irregular que presenta dos fachadas predominantes, las más largas, orientadas al sur y su opuesta al norte. En la del sur, la que mira a la ría, se dispone tres baluartes, dos a sus lados y otro más grande en el centro. La longitud entre los vértices de los baluartes exteriores (este y oeste) es de 76 metros.
Lienzo de muralla de la fachada norte


El lado norte es actualmente una simple cortina, pero que, según Alexandre Massai, ingeniero militar, unía en el siglo XVII dos baluartes que no llegaron a concluirse. Por lo tanto, el fuerte debía haber tenido cinco baluartes, pero se optó por ejecutar totalmente los tres que miran al mar. Todos los baluartes carecen de cañoneras, lo que se denomina parapeto a barbeta. Este tipo de parapeto facilitaba la ubicación de las piezas de artillería pudiéndolas mover a conveniencia.
En esa cortina norte está la puerta, que estuvo precedida por un pequeño foso y puente levadizo, así que la rampa de acceso que existe es una obra muy posterior.

Puerta de entrada al fuerte
Desde el vértice del baluarte central (sur) hasta la cortina norte hay una distancia de 32 metros.
Apenas se aprecian restos de las edificaciones interiores: casa del gobernador, capilla, polvorín y otras dependencias cuarteleras. También dispuso de un pozo.
Edificaciones interiores totalmente arruinadas



Sus muros tienen poca altura, apenas tres metros, por lo que sería difícil ser alcanzado desde el mar.
Todo el edificio está ejecutado con mampostería, excepto las jambas, dinteles, cordón perimetral y los encuentros de los muros que son sillares labrados. 

Pero si todo lo dicho no es suficiente para que parezcan interesantes estas ruinas, debo decir que si por algo merece ser visitado es porque fue una de las primeras fortificaciones de la Edad Moderna, inaugurándose así una nueva forma de arquitectura militar más acorde con el devenir de las guerras.

Mallorca, Deiá, torre de Son Marroig-La Foradada







Reconozco que hasta aquel día desconocía la existencia del lugar —y de muchos otros lugares de la isla, claro está—, por lo que fue una sorpresa ver la torre junto a la carretera que va de Valdemosa a Deiá, y más sorpresa aun cuando recorrimos el edificio, torre y jardines incluidos. Mereció la pena.
Estoy hablando de Sa Foradada, o La Horadada en castellano, que es un lugar en el que destacan dos cosas: la península de ese nombre, espectacular e imponente; y la possessió —posesión en castellano, o lo que es lo mismo propiedad— de Son Marroig, desde cuyo mirador se contemplan unos atardeceres emocionantes. O eso dicen, porque yo no lo pude comprobar, que cuando abandoné el lugar, el sol aún estaba alto.

La primera visión que se tiene de Son Marroig.

Un inciso, el concepto possessió está muy arraigado en las islas, siendo pieza clave de la economía rural tradicional, se trata de una auténtica unidad de producción. En principio tuvieron también un carácter defensivo, desarrollando modelos constructivos de naturaleza fortificada que convivían con las viviendas, dependencias agrícolas y ganaderas y las tierras explotadas.
Algo parecido se encuentra en el resto de España: pazos en Galicia, masías en Cataluña, cortijos en Andalucía, etc.

La penísula de La Foradada —el agujerillo del fondo da nombre a la roca—

El lugar está en la sierra de la Tramontana, en el término de Deiá, y lo de la Horadada viene por un enorme agujero en la roca que, cuenta una leyenda, lo produjo un cañonazo desde un barco pirata allá por 1582. Y ese debió ser el motivo por el que se construyó la torre, la existencia de piratas y la necesidad de vigilar y proteger la costa.
Y pocos datos más tengo al respecto, pues de aquella visita no traje nada con lo que pueda documentarme —el folleto que en el palacete facilitaban, hablaba exclusivamente de la villa y nada de la torre, como si la vida allí hubiera comenzado con la llegada del Archiduque.
De la misma manera nada encuentro en la red. Todo lo que leo son páginas y blogs de viajeros con exclusivo contenido turístico. Y cero datos históricos y técnicos. Una lástima.


Fachada principal, hacia el este.

Bueno, algunos sí, aquí los dejo:

— La torre está datada en el siglo XVI, y ya era propiedad de los Masroig de Sóller desde el siglo XV.
— El lugar era conocido, en el siglo XVII, como Foradada dels Masroig. Por entonces, la propiedad seguía siendo de los Masroig, y estaba valorada en 11.000 libras, que al cambio actual me es desconocido, y en euros igualmente.
— Más tarde pasó a llamarse Son Masroig de Sa Foradada.
— En 1863, la finca es adquirida por la familia Cortei, que fueron quienes se la vendieron al Archiduque en 1877, por un precio muy superior al que realmente correspondía. Prevenido por algunos sobre el alto precio a pagar, el comprador se justificó diciendo “que con todo el dinero que había dado no había pagado ni el agujero de la Foradada”. Ese fue el resultado del enamoramiento sufrido po el buen señor.

La Compañía en la sala principal del palacio.

— Apunte biográfico, del Archiduque:

El Archiduque “Luis Salvador de Habsburgo-Lorena y Borbón Dos Sicilias nace el 4 de Agosto de 1847 en el Palazzo Pitti de Florencia, antigua capital del Gran Ducado de Toscana” (de sonmarroig.com).
Y sigue: “era el noveno hijo de Leopoldo II, Gran Duque de Toscana y de María Antonieta Borbón Dos Sicilias”…
“… y era primo de Francisco I, Emperador de Austria y Rey Apostólico de Hungría, y sobrino de la Reina Regente de España, Isabel II y primo del rey de España, Alfonso XII”.
— Había comprado la propiedad con la intención de llevar a cabo estudios sobre la naturaleza de la comarca, y escribir un libro sobre la vida de los escarabajos. Pero el tema se le debió quedar corto y amplió horizontes, adquiriendo otras muchas propiedades en los alrededores, prácticamente todas las posesiones entre Valdemosa y Deiá, incluyendo la llamada Miramar con su monasterio, aquel que Ramón Llull, en el siglo XIII, quiso convertir en colegio de lenguas orientales.
— Dedicó todo su tiempo a la naturaleza y al trabajo en el campo, al cultivo de la tierra y al cuidado de los jardines. Y como resumen de su estancia, dejó la obra titulada Las Baleares descritas por la palabra y el dibujo, un estudio en nueve tomos, sobre las costumbres, la fauna, la flora, la lengua, etc. de las islas en la segunda mitad del siglo XIX.
— fue su residencia principal durante cuarenta años, y al iniciarse la I Guerra Mundial, abandonó la isla.
— A la muerte del Archiduque —1915—, todas sus posesiones en la isla fueron heredadas por su secretario, Antonio Vives Colom, natural de Deiá. Actualmente, sus descendientes son los propietarios de Son Marroig.

Y hasta aquí mi aportación histórica.

Torre y una de las ventanas renacentistas.

Desde el exterior, y al llegar, la edificación que más llama la atención es la torre. Se sitúa al este del conjunto, cerrando por ese lado el patio abierto que conforma la fachada principal del palacio.
Datada en el siglo XVI, es de planta cuadrada, alta y con un fuerte aspecto defensivo —matacanes en dos de sus caras— que queda suavizado con el añadido de las ventanas renacentistas procedentes de otro edificio demolido.
Su interior se divide en tres plantas más la terraza que está cubierta. En ella se dispone una capilla y la sacristía en planta baja; el resto de plantas, unidas por una escalera de caracol, son dependencias y habitaciones. Desde la primera planta, y a través de un pequeño pasillo, se accede a la sala principal del palacio.



La torre es, sin duda, el elemento arquitectónico más significativo de todo el conjunto, al que acompaña, a sus pies, y algo escondida entre la vegetación, una bonita fuente con cabeza de león.
De esta torre, una de las muchas construidas a lo largo de todas las costas de las islas, se dice que estuvo ocupada por piratas y que fue usada como lugar de cautiverio de una bella mujer.

Arcada de la terraza de la fachada principal.

El palacio tiene planta en U orientándose la fachada abierta hacia el noroeste, con la torre en su extremo izquierdo.
La fachada principal de la casa presenta una altura de dos plantas más baja, a excepción de la zona izquierda que sólo tiene baja y se cubre con una amplia terraza con balaustrada, y parte de ésta con una arcada.
Varias puertas permiten el acceso al exterior, siendo la más próxima a la torre —la única de arco apuntado, las demás son de medio punto— la que nos lleva al vestíbulo, y de ahí, en un tranquilo paseo, al resto de salas y dependencias del edificio.




En la casa, el Archiduque acometió obras que le dieron una apariencia palaciega —una de las puertas de acceso es un portal gótico proveniente de la cartuja de Valdemosa—, reformando las zonas más antiguas que databan de los siglos XV y XVI, y habían sido construidas en estilo renacentista.
Las zonas más nobles se sitúan en la planta alta; a través de un portal de estilo gótico, proveniente de la Cartuja, se accede a una gran sala, rectangular y muy bien iluminada, en la que, al igual que en otras habitaciones, pero aquí con mayor profusión, se reparten dibujos, libros y efectos personales del Archiduque; y multitud de objetos antiguos, fenicios, griegos, etc.; y mobiliarios de época, cerámicas y numerosos lienzos de reconocidos pintores locales.
De ahí se pasa a la sala de Ultramar, iluminada a través de los cinco arcos toscanos de la galería de la fachada suroeste —sólo abierta en los meses de verano—. Desde esta galería se tienen las mejores panorámicas: a la izquierda el templete y a la derecha la Foradada.
Fachada suroeste, frente a los jardines.

Desde la planta baja, y por una puerta situada en la fachada sur, se llega a los jardines, a los que, según dicen, dedicaba el Archiduque su mayor atención. Los románticos dirán que son lo más bonito de toda la posesión, con el pabellón de mármol blanco de Carrara al borde de los acantilados, sobre el mar, el estanque, el mirador del Galliner —el gallinero— , el obligado silencio, los atardeceres y tal y tal. Vale.


Hasta aquí.

Habitantes del lugar.


RESUMIENDO:

Nombre: Son Marroig, La Foradada.
Localidad: Deiá
Municipio: Deiá, Mallorca
Provincia: Islas Baleares.

Época de construcción:  siglo XV la torre. Ampliaciones y reformas a lo largo del tiempo, hasta el siglo XIX.
Estado: todo en muy buen estado.
Propiedad: Privada.

Uso: Turístico y como el mejor mirador de Mallorca.
Visitas: Es visitable, previo pago.
Protección: Está declarado Bien de Interés Cultural desde 1993.
Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.

Otras cuestiones de interés: Cerca de Son Marroig está la localidad de Deiá, y Sóller, y Valdemosa. Y toda la Sierra de Tramontana.
Cómo llegar: Se encuentra en el km 69’5 de la carretera Ma-10 que une Valdemosa y Deiá, junto al mirador de La Foradada. Bien señalizada y se ve desde la carretera.


martes, 24 de mayo de 2016

Olivares, torre de San Antonio

Hoy paseo por otra más de las denominadas, en el Aljarafe sevillano, como torres Mochas (las otras están en Albaida del Aljarafe, Benacazón y Espartinas). Fueron construidas para vigilar y proteger esas tierras, como una cadena que rodeara y salvaguardara Sevilla por el oeste, convirtiéndose así en el primer recinto defensivo de la ciudad. Pero una vez terminada la Reconquista, y desaparecida la amenaza de ataques musulmanes, fueron demolidas sus almenas como una medida más de control de los poderes locales por parte de los reyes, que en este caso eran los Católicos.

Esta torre se levanta junto al camino que unía Albaida con Gerena (actualmente es la carretera SE-527) y por su ubicación hace suponer que controlaría ese camino, pues desde aquí se enlaza visualmente con la torre de D. Fadrique en Albaida, población cuyo origen es anterior al de Olivares; también controlaría el curso del arroyo de la Torre que, muy cerca, desemboca en el río Guadiamar. Su posición, ya vemos, era muy acertada ante las posible incursiones cristianas, dominando hacia el norte toda la vega, y quedando protegida al sur por la ligera elevación del Aljarafe.



En más de una ocasión he dicho que todo lugar que se precie debe tener un pasado romano, y Olivares no va a ser menos; así que digo ahora que en éste lugar hubo, al menos, una villa romana y cerca, en el Cerro de la Cabeza, una pequeña población de tiempos de César Augusto.
Con la reconquista de la comarca (siempre Fernando III, mediados del siglo XIII), estas tierras las reciben los infantes Manuel y Fadrique; en 1356 y  con el nombre de Estercolinas, ya son propiedad de Álvaro Pérez de Guzmán, así como el vecino pueblo de Heliche, ya desparecido.
Sigamos con los guzmanes: en 1484 el Guzmán de turno ya era Duque de Medina-Sidonia; pues bien, su cuarto hijo, Pedro de Guzmán, es reconocido por el Emperador con el título de Conde de Olivares, fundando su mayorazgo en este lugar y cambiando el nombre de Estercolinas a Olivares. El primer conde de Olivares construyó en el pueblo un palacio, de estilo renacentista.
Un último apunte: el tercer Conde de Olivares fue también primer Duque de Sanlúcar, aunque ha pasado por la historia como Conde-Duque de Olivares, sólo. Se llamaba Gaspar de Guzmán y Pimentel, fue valido de Felipe IV y en su momento el hombre, tal vez, más poderoso de la Tierra; de Olivares, de ahí al lado.

Ahora salgamos del pueblo y vayamos a la torre siguiendo el mapa de más arriba:

La torre es almohade, probablemente del siglo XII. Se emplazaba junto a un pequeño poblado, una alquería islámica, que dejó de tener entidad una vez la pierden ante los cristianos.
En 1248 pasa a la propiedad de D. Alfonso de Molina, hermano del rey Fernando III, cuando éste conquista la ciudad de Sevilla y sus alrededores. A la torre la llamaban por entonces Torre del Alpechín.
De D. Alfonso pasa a la Orden de Alcántara en 1261, y de ésta, en 1277, al cabildo de Sevilla mediante privilegio que otorgó Alfonso X.

Decía que la torre es mocha, que no tiene almenas, que se las mutilaron como signo de poder de los reyes sobre los nobles, y de sumisión de éstos hacia aquellos. Así que actualmente no la podemos contemplar en toda su integridad; en su reciente reconstrucción no se han ocupado de las almenas, lo cual, desde aquí, agradezco.

Como tampoco podemos ver las bóvedas de arista de cada una de sus plantas, aunque sí los arranques de ellas. También ha desparecido la escalera que las unía, aunque probablemente y al no apreciarse ningún resto de apoyo, hace suponer que dicha escalera fuera de madera.
La torre es de planta cuadrada y, actualmente, sus muros son de tapial y ladrillos.  Fue construida completamente en tapial, pero la reconstrucción que antes mencionaba nos la dejó como la vemos. Originalmente sólo tuvo ladrillos enmarcando las ventanas de la última planta, las únicas de que dispone, y la puerta de acceso, adintelada bajo un arco de descarga.
En la segunda planta se abren saeteras en todas sus caras, al igual que numerosos mechinales que hoy son nidos de la colonia de pájaros que allí reside, fuera y dentro de la torre.
Las ventanas de la última planta y los ladrillos de la reconstrucción
A pesar de ello, su reconstrucción y los pájaros, la torre sigue siendo un excelente ejemplar de la arquitectura militar almohade
La torre de San Antonio en el paisaje

Nombre: torre de San Antonio.
Municipio: Olivares.
Provincia: Sevilla

Tipología: Torre atalaya.
Época de construcción: siglo XII
Estado: bueno, reconstruida y consolidada a principios del siglo XX
Propiedad: pública.
Uso: colonia de pájaros, y queda bonita en el paisaje.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la ley 16/1985 sobre Patrimonio Histórico Español.
En el año 1993, la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Visitas: Libre acceso, sólo el exterior.

Otras cuestiones de interés:
A finales de Septiembre se celebra en el entorno de la torre la Romería del Verdeo.
Y en Olivares, el palacio del Conde-Duque de Olivares.

No olvidar que desde el año 2002 se celebra en Olivares una feria dedicada al barroco y ambientada en el siglo XVII.

martes, 17 de mayo de 2016

Los Molares, torre del Barro

En el término municipal de Los Molares, comarca de La Campiña, en la provincia de Sevilla, muy cerca de Morón de la Frontera, agazapada en el paisaje y como vigilando desde el oeste la base aérea hispano americana, se encuentra, rota y abandonada, la torre del Barro, o del Bao, como ustedes gusten.
Para llegar hasta ella tomen la A-92, y pasada Alcalá de Guadaira, desvio a la derecha por la A-360; a escasos metros dejamos al lado el castillo de la Marchenilla a pesar de las irrefrenables ganas de parar (ya lo haremos en otra ocasión). A continuación una larga recta, algún cruce, una curva, un puentecito sobre el arroyo de la Guadairilla y, atento que hacia el kilometro 25, a la diestra y sobre un campo de cultivo,coronando una inapreciable loma que desciende suavemente hacia el este, está la Torre del Barro. O lo que queda de ella, poco, apenas la planta baja.

Estamos en lo que fue la vía que unía Hispalis (Sevilla) con Morón de la Frontera, pasando por Lugurgentum (Alcalá). Aquí debió levantarse un núcleo rural de considerable dimensiones entre los siglos I aC y IV dC. Después llegaron los árabes y a continuación los cristianos. De estos últimos moradores sólo perdura esta torre que, a la vista está, se encuentra en estado de ruina avanzado y posiblemente imparable.
Decía que se encuentra en el término municipal de Los Molares, población que desde antiguo posee una fortaleza y, desde más antiguo aún, otros elementos que la hacen merecedora de un artículo de más enjundia y extensión. Dejaré para otro momento detalles de su historia y demás. 

Hoy toca sólo la torre del Barro, de la cual escasos datos encuentro, casi ninguno, perolos poco que tengo quedan relatados a continuación:

Aquí hubo un poblamiento desde el siglo XIV, pues hacia 1336 el rey Alfonso IX concedió al por entonces alcalde mayor de Algeciras, Alvar García de Yllas, unas tierras cerca de Los Molares con la finalidad de repoblarlas a la vez que protegerlas; donación que se vio incrementada en años posteriores, seguramente como premio a la buena labor que estaría haciendo el bueno de Don Alvar. Y como uno de los fines de la donación era la defensa del territorio, el donatario levantó una atorre de grandes dimensiones y fuerte apariencia, que sirviera de atalaya y refugio a los pobladores en caso de algarada enemiga.
Sin embargo, y aún sin finalizar el siglo XIV, estas tierras fueron abandonadas por los colonos y también la torre que, a pesar de sus buenas características y mejor ubicación con respecto a otras fortificaciones próximas, nunca volvió a ser utilizada. Es natural que, abandonada desde hace tanto, la contemplemos hoy en ese estado tan lamentable.
Decíamos que es de grandes dimensiones; planta cuadrada de aproximadamente 12 metros de lado. Decíamos también que sólo se conserva la planta baja, y de ella los muros que la delimitan; ha desaparecido la bóveda que cubría esta planta, aunque quedan las cuatro pechinas que la sustentaban, y la escalera de acceso a plantas superiores. Como mínimo debió tener otra planta más y azotea con pretiles almenados.
La fábrica de sus muros es de sillares en el zócalo y en las esquinas, y sillarejo en el resto, presentando relleno interior con mortero de cal y mampuestos, todo ellos sobre unos cimientos de cantería, a falta de rocas en el terreno. Los mampuestos de los muros se regularizan con verdugadas de ladrillo, cubriéndose todo el paramento con varias capas de mortero de cal.
Como curiosidad decir que en los restos de enfoscados de sus muros se pueden apreciar esgrafiados que simulan las juntas de supuestos sillares, a modo de engaño o ilusión óptica.


A pesar de los magníficos materiales utilizados en su construcción, la torre no ha podido sobrevivir al tiempo, ni al cronológico ni al meteorológico; ni tampoco a la expoliación a laque ha estado sometida, que aunque ha sido severa, por suerte no ha sido total. A ver si alguna autoridad con influencia, la que sea, pasa a su lado, se le enciende alguna lucecita y decide que algo habrá que hacer para no perderla del todo. Venga, anímense.

Nombre: torre del Barro o del Bao.
Municipio: Los Molares.
Provincia: Sevilla

Tipología: Torre atalaya.
Época de construcción: siglo XIV
Estado: restos en estado de ruina progresiva, integrados en un campo de cultivo.
Propiedad: privada.
Uso: ninguno, pero queda bonita en el paisaje.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la ley 16/1985 sobre Patrimonio Histórico Español.
BIC, inscrito en el BOE de 29-06-1985
Visitas: Libre acceso

Otras cuestiones de interés (pero en Los Molares):
El castillo, de origen medieval, de principios del siglo XIV y del que ya hablaremos otro día.
Iglesia de Santa Marta, de estilo mudéjar, reformada en los siglos XVIII y XX; destaca una escultura de Santa Clara de mediados del siglo XVII.
El mercado medieval, conocido como la Feria de la Seda, recordando la antigua feria de paños; se celebra, desde el año 2005 en los primeros días de octubre.






martes, 10 de mayo de 2016

Alcalá de Guadaira, torre de Gandul

Muy cerca de Sevilla, en el término municipal de Alcalá de Guadaira, se encuentra Gandul, o El Gandul, un despoblado hoy que fue municipio hasta que Alcalá lo absorbió en 1840. Desde entonces es una finca agrícola que además de sus cultivos y sus animales, tiene una zona arqueológica con dólmenes y restos de un asentamiento ibero romano. Y también está la torre medieval, que es el motivo por el que hoy paseamos hasta allí.
La Torre desde el poblado

Pero hagamos primero un poquito de historia:
No hay lugar, pueblo o aldea, da lo mismo su ubicación o tamaño, que no presuma aunque sólo sean en un par de renglones, de un pasado antiquísimo. Y Gandul no podía ser menos. Pero en este caso sí que lleva razón porque aquí hay pruebas para decir que Gandul ha estado poblado desde la Prehistoria, siendo ya una  “explotaciones agrícola” a  finales del siglo III a.C. hasta el siglo IV d.C.
Hay autores que establecen su origen a principios del siglo IX y en torno a la fuente de la Aulaga (Ayn al-Qandul), nacimiento del arroyo Madre de Gandul, cobrando al poco importancia por su localización en el camino de Sevilla a Antequera. Así que, dado ese interés, los árabes debieron construir una torre almenara como parte del anillo defensivo de Alcalá de Guadaira.
 Conquistada Sevilla por el rey Fernando III, Gandul y Marchenilla quedan vinculados al castillo de Alcalá y bajo la autoridad de su alcaide, y éste a su vez será nombrado por el cabildo de Sevilla. Es entonces, en el Repartimiento de Sevilla, cuando aparece la más antigua referencia escrita sobre Gandul; pero repetimos que  es posible que ya existiera antes ese repartimiento, pues el basamento de la torre se ha datado como almohade. En aquel repartimiento, estas tierras –Gandul y Marchenilla- , fueron concedidas a Don Rodrigo Álvarez, y su función militar continuó hasta la segunda mitad del siglo XV.
 A continuación: repoblación de la zona y refuerzo de la torre como elementos estratégicos de la cercana frontera granadina. Todo ello bajo los Velasco, señores de Gandul.
En 1593, el 5 de abril para ser exactos, Juan Fernández de Velasco vende el señorío a Miguel Martínez de Jáuregui, que construye el palacio, habilita la iglesia y se construyen una cripta para su eterno descanso.
Gandul vive entonces su época de mayor esplendor: más de cien viviendas, edificios comunitarios, amplias tierras de labor, huertas y tres molinos. Y vigilándolo todo, una torre medieval sin uso.
En 1699, el rey Carlos II concede a Miguel de Jáuregui y Guzmán, por entonces señor de Gandul y Marchenilla,el título de Marqués de Gandul; evidentemente para él y sus herederos.
Con el declive económico de Sevilla durante el siglo XVIII, llega también para Gandul la decadencia, contando a finales de ese siglo con apenas 18 vecinos.
Y como en tantos lugares de España, también aquí los franceses dejaron su mojoncito de mierda y sus saqueos. Desde esa época Gandul ya no levanta cabeza, hasta que en 1840 el señor de Gandul pierde su jurisdicción, aunque conservará la propiedad, incorporándose al municipio de Alcalá de Guadaira como pedanía; a partir de entonces se convierte en una explotación agraria ejemplar.
Hoy sigue siendo una propiedad privada si bien no con el esplendor de pasadas épocas.
Miren los mapas y verán que fácil está llegar hasta allí, en un cómodo paseo desde la autovía o bien en vehículo en caso de pereza. Desde la A-92 se ve todo el conjunto sobre una pequeña meseta, y una vez allí arriba se controla visualmente gran parte de la Campiña sevillana y la Sierra Sur. Con toda seguridad, merece la pena darse una vuelta.

Vamos con la torre:
Que está en  lo más alto de la meseta, dominando el poblado (ya despoblado) y en la vertical del palacio, se encuentra la torre que fue construida en el siglo XIV, sobre restos almohades.
Esta torre está muy relacionada con todo el conjunto de El Gandul, perteneciendo actualmente al marquesado de Gandul.

Tiene dos plantas, la baja es una gran cámara con dos puertas enfrentadas en sus fachadas norte y sur. La estancia queda cubierta por una bóveda de ladrillo. Sus muros son de piedra, sillares y mampuestos,  y los huecos únicos que tiene son las puertas ya mencionadas. Se aprecia una ventana cegada, de la época en que se utilizó como establo y vivienda.


La planta superior es totalmente distinta a la inferior, lo que indica distintas fases de construcción del conjunto; sus paredes son de ladrillo, formando arcadas ciegas como las del palacio de los marqueses. Debió por tanto ser reformada a finales del siglo XVI o principios del siglo XVII, cuando se planteó la posibilidad de habilitarla como residencia. Desde el exterior se aprecian pequeños huecos rectangulares en tres de sus caras. La torre queda cubierta con un tejado a dos aguas. Cuando la visité solo pude acceder a la planta baja, porque una cancela impedía subir la escalera que une ambas plantas.
Interior de la torre

Ambas puertas están enfrentadas
Adosado a su fachada este quedan los restos de lo que posiblemente fue aquel proyecto de ampliar la torre para convertirla en vivienda permanente.  Es una construcción de una sola planta y que quedaba cubierta con un tejado a un agua. Se accedía por una puerta, hoy cegada, en la fachada sur, formada por un arco escarzano y enmarcada entre pilastras de ladrillo; la remata un frontón triangular partido. El proyecto quedó frustrado con la construcción del palacio, con más estancias y más amplias, y más próximo a la población.
Restos de la construcción anexa a la torre

Puerta cegada de acceso a la ampliación de la torre
Desde entonces la torre ha servido como “construcción” agrícola, establo para ganado o vivienda para pastores. Durante la guerra civil del 36 albergó una unidad alemana de trasmisiones, incluida una antena, a la vez que el cercano palacio hizo las funciones de cuartel.
El palacio con su posterior almenado. A la izquierda, los restos de uno de los molinos.




Vista del palacio desde la torre.
Y en lo que fue el poblado de Gandul aún permanecen los restos de numerosas edificaciones, como la estación de ferrocarril, que se construyó, hacia 1880, en la línea que iba desde Sevilla a Carmona; la posada, unida al primitivo molino de aceite, y construidos entre los siglos XVI y XVII, formaron un solo conjunto, y  estuvieron activos como lugar de alojamiento hasta mediados del siglo XX (Washinton Irving se alojó en la posada, al menos así lo relató en sus Cuentos de la Alhambra); la cárcel, edificio construido en el siglo XVIII, que realmente fue ayuntamiento, pósito de grano y también calabozo; la Iglesia de San Juan Evangelista, que desde la Edad Media se la consideró una capilla más de la Catedral de Sevilla, y que fue reedificada en 1627 y vuelta a restaurar en 1804 (hasta mediados del siglo XX se estuvieron celebrando oficios religiosos); el cementerio, que recibió los últimos muertos allá por 1920; el cortijo, que data de 1940 y está formado por la unión de varias casas del despoblado y la construcción de distintas instalaciones agrícolas; los tres molinos hidráulicos, que estuvieron funcionando hasta 1960 y fueron los últimos que estuvieron activos en toda la comarca; y por último el palacio de los Marqueses de Gandul, de principios del siglo XVII, y que hoy no tiene nada que ver con el construido hace cuatro siglos (los almenados, cubiertas y alguna cosilla más son fruto de una desafortunada remodelación de mediados del siglo XX). Todo ello articulado a los lados de la llamada calle Real, que era parte del camino que históricamente iba desde Sevilla a Antequera.
O sea, que motivos para darse una vuelta por este lugar no faltan.
En primer plano el palacio; a la derecha y sobre el cerro, la torre de Gandul.