En la vecina Santiponce, donde se
levantan las ruinas de la ciudad romana de Itálica, se localiza el Monasterio
de San Isidoro del Campo. Llevo media vida viendo su silueta dibujarse sobre la
población cada vez que transito por la carretera que me lleva a Extremadura,
que transcurre, más o menos, sobre la antigua Vía de la Plata.
Sin embargo, estaba la visita
permanentemente pendiente, sin encontrar el momento de realizarla o, tal vez,
sin buscar ese momento.
Hasta que me he dicho basta y, en
soleada mañana de domingo —como debe ser, oiga— en solitario, cámara de fotos
en ristre, me he plantado ante él para pasearlo armado, además, de una gran dosis
de tranquilidad.
Traigo aquí este edificio no por su
antigüedad y naturaleza eminentemente religiosa, que ya sería motivo
suficiente; ni por su belleza y la de las obras que contiene, que también. Si
está aquí es, principalmente por la dualidad que su arquitectura presenta, la
mezcla de elementos constructivos externos en los que, visiblemente, predominan
los de un marcado carácter defensivo sobre los religiosos. Y al ser así, pues
eso, que estamos hablando de un monasterio
fortificado, lo que justifica su presencia aquí.
Fue mandado construir, allá por el año 1301, por Alonso Pérez de Guzmán —el
que la historia recuerda como Guzmán el Bueno—, casado con María Alonso
Coronel. Ambos fundarían la casa de Medina Sidonia.
Y eligieron ese lugar porque la tradición
decía que en aquel lugar había sido enterrado San Isidoro de Sevilla, aunque
sus restos ya no se encontraban allí, pues en 1063, cuando fueron descubiertos en el interior de una antigua
ermita mozárabe, se trasladaron a León. Aunque seguramente el auténtico motivo
era prever la futura ubicación de sus restos y los de su familia.
Reinaba por entonces Fernando IV de
Castilla, que fue quien otorgó el privilegio para su fundación.
En un principio, el edificio fue ocupado
por monjes cistercienses hasta 1431 o
1432, en que los ermitaños jerónimos
(Congragación de la Observancia de San Jerónimo) les sustituyeron. Estos
jerónimos reformaron profundamente el edificio, sobre todo en la incorporación
de elementos decorativos.
A mediados del siglo XVI surgió en la
ciudad de Sevilla un movimiento religioso de marcado sentido reformista, en el
que intervinieron monjes de este monasterio. Las autoridades estuvieron prestas
en su represión, terminando la historia con el encarcelamiento de algunos
religiosos y la huida fuera de España del resto. Como última medida, el rey
Felipe II ordenó la integración de los ermitaños
jerónimos en la Orden de San Jerónimo. A partir de entonces, año de 1568, fueron estos últimos quienes
ocuparon sus dependencias, que decoraron con pinturas murales, en
contraposición a la, hasta entonces, austeridad cisterciense.
Estos monjes llegaron a tener numerosas
propiedades en los alrededores, destacando la propia población de Santiponce
que hasta el año 1603 estaba situada a orillas del río Guadalquivir. Fue
destruida por una riada en ese año, dando lugar a un nuevo asentamiento, el actual,
junto a las ruinas de Itálica.
Con la Desamortización de Mendizábal en 1835, el edificio pierde su condición
de monasterio, y entra en un proceso de abandono y ruina. Fue utilizado como
fábrica de diversos productos manufacturados, como tabaco y malta; incluso fue
cárcel de mujeres.
Durante la revolución de 1868, la Gloriosa,
fue diana de numerosos destrozos. Y en 1936, tuvo que ser entonces claro,
estuvo a punto de ser demolido, librándose de ello gracias a los propios
habitantes de Santiponce.
En el siglo XX, durante el periodo de
tiempo que va desde 1956 a 1978, fue ocupado nuevamente por los monjes
Jerónimos.
Después hubo algún intento de convertirlo
en Parador de Turismo, que no prosperó, para terminar temporalmente en manos de
la Junta de Andalucía.
Fachada principal, orientada al norte |
La puerta de lo que fue la Hospedería |
Actualmente el monasterio ocupa una superficie de algo más de 12.000
metros cuadrados (un rectángulo de unos 200 metros de largo por 60 de ancho).
Todo ello es fruto de las sucesivas ampliaciones que se fueron haciendo a lo
largo de la historia, sobre todo durante el Barroco, que es cuando todo el
conjunto medieval se transforma con la incorporación de los retablos,
sillerías, pinturas murales, etc.
Llegó a contar, además de las dependencias del primer núcleo
medieval —dos iglesias, el claustro de los Muertos, sacristía, refectorio y
sala capitular—, con una torre, espadaña, cinco claustros, numerosas
dependencias monacales, una procaduría, la hospedería y todas las instalaciones
agropecuarias necesarias para hacer autosuficiente la vida en el monasterio.
Su fachada principal, uno
de los lados menores, mira al norte, y en ella se abre la puerta por la que se
accede a la denominada iglesia de Don Juan. La portada es gótico-mudéjar, de
ladrillo, arco apuntado y arquivoltas que se apoyan en un zócalo de mármol;
queda enmarcada en un alfiz cuyas enjutas están decoradas con elementos
vidriados. Sobre la puerta una arco escarzano, y más arriba un tejaroz
sostenido por una hilera de canecillos.
A la izquierda de la puerta existió otra actualmente cegada, decorada
con motivos heráldicos de los Guzmán.
Retablo de Martínez Montañes en la iglesia de Guzmán el Bueno |
Retablo del Cristo de las Ánimas en la iglesia de Juan Pérez de Guzmán. |
Desde la puerta anterior se accede directamente a las iglesias, porque el monasterio
tiene dos, yuxtapuestas, aunque aparentemente parezca que es una con dos naves.
Y ahora la pregunta es por qué son dos iglesias. La respuesta es fácil, y es
que Guzmán el Bueno y Sra. no querían a nadie más enterrado junto a ellos
(según deseo expresado en su testamento), así que el hijo se vio obligado a
construir otra iglesia para colocar allí su tumba, la de su esposa Dª Urraca y
demás familiares.
Ambas iglesias son de planta rectangular, una sola nave y divididas
en tres tramos; bóvedas de crucería con arcos fajones apoyados, y ábsides
pentagonales.
El patio de los Evangelistas. |
A los pies de la iglesia de Guzmán el Bueno se encuentra el Patio de los Evangelistas o de la
Hospedería, pequeño de planta rectangular y dos alturas; la baja con arcos semicirculares peraltados enmarcados por alfiz sobre pilares de ladrillo
ochavados. Los de la planta superior son arcos de medio punto apoyados en
pilares iguales a los de la inferior. Las paredes están decoradas con pinturas
murales del siglo XV.
La Sala Capitular. |
La Sacristía. |
El Claustro de los Muertos. |
Galería del Claustro de los Muertos. |
A continuación de las dos dependencias
anteriores, se adosa el Patio o Claustro
de los Muertos —sus galerías fueron utilizadas para enterrar a monjes y
particulares—, también rectangular y de dos cuerpos. Todos sus arcos se apoyan
en pilares de ladrillo ochavados y quedan enmarcados en alfiz. Las paredes
están cubiertas en parte por pinturas murales, quedando oculto el resto por las
reformas que se realizaron a mediados del siglo XVI.
El Refectorio. |
En la cara oeste del Patio de los Muertos, y frente a la Sacristía y
la Sala Capitular, se ubica el
Refectorio, de planta rectangular y con pinturas murales en sus paredes y
bóvedas. Éstas son de marcado estilo gótico.
En el extremo sur del conjunto se encuentran los restos del Claustro Grande, que fue el de mayor tamaño
de los que se construyeron. Es de planta cuadrada y de ladrillo la galería; los
pilares que la sostienen son hexagonales.
En la esquina sureste del conjunto, y del claustro de la Hospedería,
está la Torre. Fue construida a
finales del siglo XVIII, así que barroca, aunque reconstruida en parte tras el
terremoto de Lisboa de 1755. Es de planta cuadrada y está dispuesta en tres
cuerpos: el primero es de la misma altura y disposición de huecos que el cuerpo
del edificio en el que se integra; en el segundo cuerpo, realizado con ladrillo
y decorado con azulejos, se sitúan las campanas, una por fachada; y el tercero
que consta de un antepecho tras el que sobresale un chapitel octogonal
abuhardillado.
La espadaña desde el Claustro de los Muertos. |
Y sobre el muro que separa el claustro de los Muertos de la Iglesia
de Guzmán el Bueno, se levanta la
Espadaña de esta iglesia. Se debió levantar hacia 1609, al mismo tiempo que
el retablo mayor, aunque en la según da mitad del siglo XVIII se reconstruiría,
al igual que la Torre y por el mismo motivo. Tiene dos cuerpos: el inferior con
cuatro vanos y pilastras toscanas sobre un friso decorado; y el superior, de un
solo vano, que se levanta sobre los vanos centrales inferiores. Todo el
conjunto se adorna con perinolas de cerámica vidriada.
El principal material usado es el ladrillo, aunque en elementos
arquitectónicos concretos se emplea la piedra (puertas, arcos nervios,
ventanas, impostas, capiteles, etc.), dando como resultado una perfecta mezcla
de estilos: gótico y mudéjar.
Fachada norte del monasterio |
Fachada este del monasterio, a la izquierda la torre |
Decía más arriba que traigo a mi
blog este monasterio por la existencia de elementos arquitectónicos de carácter
defensivo, que hacen que estos templos y sus edificaciones aledañas, respondan
al prototipo de iglesia fortificada, tan frecuente después de la Reconquista:
ábsides, muros, torres y espadañas generalmente almenados; y también matacanes
y otros componentes que aportaban a estos edificios, un aspecto fortificado.
Así sucede en este monasterio, uno
de los mejores ejemplos de la arquitectura mudéjar del siglo XV en el sur de
España, en el que los parapetos de sus cubiertas aterrazadas se protegen, en
todo su perímetro, con almenas rematadas en forma de pirámide.
Nombre: Monasterio de San Jerónimo del Campo
Localidad: Santiponce
Municipio: Santiponce
Provincia: Sevilla
Municipio: Santiponce.
Tipología: Monasterio fortificado
Época de construcción: se inició su
construcción hacia 1301. Con reformas y ampliaciones a lo largo de los tiempos.
Estado: a principios del siglo XX fue objeto de una amplia
restauración que devolvió en gran parte del edificio, el brillo que tuvo.
Propiedad: Privada, de la Fundación Casa Álvarez de Toledo y
Mencos. Cedido temporalmente su uso —compartido— a la Junta de Andalucía.
Uso: Museístico y turístico.
Visitas: Acceso libre.
Protección: Fue declarado Monumento Histórico Artístico en
1872. Es Bien de Interés Cultural desde mayo de 1988.
Clasificación
subjetiva: 3*, No
perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de
morir.
Otras cuestiones de interés: Casi al lado, las ruinas de la ciudad de Itálica, teatro y anfiteatro
incluidos.
El
monasterio ha sido Panteón de personajes ilustres, como el propio Guzmán el
Bueno, su señora y sus descendientes. Y también fue el primer enterramiento que
tuvo Hernán Cortés en 1547.
Cómo llegar: sin
problemas llegar hasta él, desde Sevilla por la SE-30 y salida a la N-630
Santiponce.