martes, 26 de julio de 2016

Mallorca, Palma, Castillo de Bellver

Llego hoy —bueno, hoy no, que este castillo fue paseado en abril de 2009, pero hasta ahora no me he decido a escribir sobre él— a un castillo de los de cinco estrellas, la máxima puntuación que, personalmente, doy a un castillo. Y creo que me va a resultar complicado hablar algo porque, si ya de por sí es un castillo que de tan bello abruma, más y mejor quisiera que fuera esta entrada y no sé si estaré a la altura. Que para altura, la de donde se sitúa: a 112 metros sobre el nivel del mar, es el mejor mirador que se pueda tener de la ciudad.
Su situación y el dominio visual que desde él se tiene, le hizo ser la mejor atalaya de la ciudad, hacia el mar y hacia la sierra de Tramontana. Tan hermosa es la vista que desde él se tiene, que hasta le dio el nombre: bell veer, bella vista.
En principio me parece que lo mejor será no darle muchas vueltas e ir directo a la cuestión. Cuestión que me lleva, sin más preámbulos, al castillo, porque sobre el lugar ya dejé aquí algo dicho cuando hablé sobre el Palacio de la Almudaina, que ambos están en el término de Palma, de Mallorca o sin Mallorca, que aún no estoy seguro cuál es lo correcto.

La vista desde el castillo.


EL CASTILLO:

Jaime II de Mallorca (1243/1311) —no confundir con Jaime II de Aragón (1267/1327) — lo mandó construir allá por siglo XIII —firmó la orden en un documento el 22 de mayo de 1263— pero las obras no comenzaron hasta principios del siglo XIV. Está documentado que en su construcción trabajaron 60 canteros, 150 mujeres y seis esclavos.
Pocos años después de su construcción, en 1349, el reino de Mallorca desaparece reincorporándose sus territorios al de Aragón.

Lo diseñó y construyó el mallorquín Pedro Salvá —que también trabajó en la Almudaina—, terminando las obras hacia 1310. Las pinturas interiores las realizó Francisco Cabalati.
Aquí fue donde Jaime II estableció su corte, pero sólo él, que los que vinieron después —Sancho I y Jaime III— lo prefirieron sólo como residencia de verano, e incluso como refugio durante una epidemia de peste en tiempos de Juan I.

Pero a pesar de su carácter netamente residencial, también sufrió algún que otro asedio: en 1343, por parte de Pedro IV de Aragón —vuelta del reino de Mallorca al de Aragón—; en 1391 durante la revuelta del Call —judería de Palma—; y en 1521fue asaltado por primera y única vez en su historia durante la rebelión de las Germanías.
Resulta paradójico que apenas fuera usado para lo que realmente se edificó: sólo libró una batalla, y como residencia real lo fue durante cortas temporadas.


En el siglo XV fue propiedad de la Cartuja de Valdemosa, que ostentó el señorío de Bellver.
Durante varias etapas de la historia fue utilizado como prisión: de los partidarios de Jaime III tras su derrota en Lluchmayor ante Pedro IV de Aragón; y de manera alternativa por los adeptos a uno u otro bando en la guerra de Sucesión.
También, en la guerra de la Independencia, acogió a oficiales franceses presos en la batalla de Bailén —los soldados presos fueron llevados a la isla de Cabrera, donde vivieron en peores condiciones—; y a otros militares españoles, como los generales Lacy y Gautiery y Martínez Campos.
Igualmente hubo presos políticos, como el que fuera ministro de Gracia y Justicia con Manuel Godoy, Gaspar Melchor de Jovellanos que estuvo en el castillo entre los años 1802 y 1808, tiempo que aprovechó para dibujar los planos de castillo y escribir sobre la botánica y geología de las tierras de alrededor; y todo ello gracias a que, dada su fortuna, pudo residir allí de forma más acomodada que el resto de prisioneros.
En 1821, año que coincidió con una epidemia de fiebre amarilla, el castillo fue utilizado como fábrica de moneda.

En 1931 el gobierno de España cedió el castillo y su entorno, a la ciudad de Palma, que lo convirtió en un museo. Unos años después, durante la Guerra Civil volvió a ser dedicado a cárcel; en este caso de presos republicanos.
Desde 1976 acoge el Museo de Historia de Palma de Mallorca.




LOS DETALLES:

De entrada, dos cosas llaman su atención: desde la lejanía, su espigada torre albarrana; y en su interior, el exclusivo patio circular que, me atrevo a decir, compite con el del palacio de Carlos V en Granada.
Pero no sólo es el patio, todo el castillo es circular y tres de sus torres semicilíndricas. La cuarta, la del Homenaje, ya se ha dicho que es albarrana, unida al muro por un puente sobre un esbelto arco apuntado. Cilíndricos son también los cuatro garitones adosados entre torre y torre, la ondulante y desproporcionada barbacana y, por último, curvo es igualmente el revellín que mira al norte. Tantos círculos obligan a decir que es el único castillo español circular.

El primer foso.


El segundo foso.

Y como todo esto les pareció poco a sus constructores, delante de la barbacana excavaron un foso, y a continuación otro foso más, a modo de liza pero sin serlo, para separarla de los elevados muros del castillo. Las bases de ambas, muralla y contraescarpa de la barbacana, son alamboradas. 
Estos fosos también sirvieron para recoger agua que luego se almacenaría en el aljibe central.
En fin, algo único, una maravilla.

Rodeando el primer foso se observan restos de más defensas, ejecutadas en el siglo XVI, cuando el castillo se adaptó a las nuevas técnicas de guerra con la aparición de la artillería. Obras que aún continuaron durante el siglo XIX.

Su aspecto interior, más palaciego que militar, queda lejos de la imagen que dan la mayoría de los castillos españoles. Sin embargo, su traza exterior, aparentemente cerrada y muy robusta, en la que se abren algunas ventanas de medio punto y otras ajimezadas, ofrece el carácter defensivo para el que también fue concebido. A ello ayudan las numerosas troneras que se reparten por sus muros.

Para acceder a su interior hay que atravesar dos puentes: uno fijo que salva el foso y nos conduce a la barbacana, y otro levadizo que va desde ésta hasta el interior de la fortaleza superando la liza.





Su patio de armas es circular — ¿lo había dicho ya? —, y a su alrededor dos plantas en las que se distribuyen todas las dependencias del castillo. Dichas dependencias se abren a sendas galerías, la de abajo —que corresponde a los servicios del castillo— la conforma 21 arcos de medio punto sobre columnas de sección cuadrada; y la de arriba, con el mismo número de arcos, pero estos son ojivales y ajimezados, por lo que sus columnas, de sección octogonal, son el doble que abajo. En esta planta, además de las estancias palaciegas y residenciales, se encuentra la capilla de San Marcos, el salón del trono y la sala de Jovellanos.


En el centro del patio, un brocal y su pozo, que corresponde con un aljibe subterráneo.
Sobre la galería una cubierta de teja árabe a un agua hacia el patio, y sobre toda la edificación una terraza que, sin duda alguna, es el mayor adarve que he visto, y desde el que se tiene una panorámica excepcional.

Terraza del castillo.

La torre albarrana del Homenaje.


La torre del Homenaje es muy alta, treinta y cuatro metros, superando en quince metros a las murallas del castillo. Sus cuatro plantas están unidas por una escalera de caracol; la más baja, a la que se accede por una trampilla, tiene forma cónica y la leyenda cuenta que fue una de las mazmorras del castillo. Aunque también pueda tratarse de una cisterna o un granero.
En su coronación numerosos modillones y ausencia de almenado; todo él fue eliminado, en el siglo XVI, con la llegada de las armas pirobalísticas, al igual que en el resto de las murallas, las demás torres y la barbacana.




La piedra utilizada, una arenisca fácil de trabajar y conocida en la isla como marés, se extrajo de una cantera/cueva situada muy próxima a la fortificación, tan cercana que incluso la oquedad ha provocado la aparición de grietas en el edificio.
Todo él está ejecutado con sillares bien labrados, observándose en muchos de ellos las marcas de cantero.





RESUMIENDO:

Nombre:         Castillo de Bellver
Municipio:     Palma (de Mallorca)
Provincia / Comunidad:   Islas Baleares
Tipología:     Castillo-palacio.

Época de construcción:   siglo XIV
Estado:   Totalmente restaurado y en magnífico estado.
Propiedad:   Pública, Ayuntamiento de Palma (le fue cedido por el Estado a la ciudad en 1931).
Uso:   turístico, museo (Historia de la ciudad de Palma), exposiciones, conciertos y eventos.
Visitas:   entrada en horario de apertura; previo pago. Al menos así lo era cuando lo visité en abril de 2009.
Desconozco si los asistentes a algún evento están exentos de pago.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Calificación subjetiva: 5*****, o sea, que no sólo no hay que perdérselo bajo ningún concepto y hay obligación de verlo antes de morir, sino que, además, si no se hace, se morirá en pecado mortal.



Otras cuestiones de interés:
Leo en varias páginas que cuatro son los castillos que existen en Europa en los que el círculo es su signo de identidad: el de Michelstetten en Austria; el castillo de Montaner en Bearne, Francia; el de Restormel en Cornualles, Inglaterra; y éste de Bellver en Mallorca.
Dejo aquí una foto del francés y del inglés. Del castillo austriaco no he encontrado absolutamente nada en la red.
Cambiando de tema: como tantos y tantos castillos, éste también goza de la leyenda del túnel que, en su caso, lo une con el palacio de la Almudaina, apoyándose en los hechos de que Jaime II, en 1285, ya había escapado por uno en su palacio de Perpiñán, y que ambos edificios, Bellver y la Almudaina, tuvieron el mismo arquitecto. Dos circunstancias como muy poco peso si a ello se le une la distancia entre ambos edificios, unos tres kilómetros.

Curiosidad: me llama la atención la perfecta orientación del edificio, su torre del Homenaje se orienta al norte, y las otras tres al resto de los puntos cardinales, sin un grado de desvío. Al norte también, el revellín protegiendo la mayor de las torres.
Otra curiosidad, o más bien una duda que me surge: ¿por qué todo es circular?, ¿por razones defensivas o para combatir los vientos?, ¿o simplemente por puro gusto estético?

Cómo llegar:
Desde la ciudad de Palma es muy muy fácil, así que no dejo aquí mapa.

martes, 19 de julio de 2016

Montemolín, castillo de Montemolín

Casi a seis kilómetros de la autovía E-803 o A-66, o sea, la actualmente llamada Vía de la Plata, y entre las poblaciones de Monesterio y Fuente de Cantos, está Montemolín, pequeño pueblo de algo más de 1.300 habitantes que ha visto pasar su larga historia, siempre, a la sombra del que debió ser una fuerte y arrogante alcazaba primero y después decrépito castillo. 
Lástima que hoy parezca estar relegado a la desidia de ignorantes gobernantes y a la expresión negligente de inconscientes restauradores.

Fachada oeste del castillo; a la izquierda la torre del Homenaje.


EL LUGAR Y EL CASTILLO:

Montemolín es uno de esos lugares a los que les viene de largo la historia. Una necrópolis —Val de Cuerna— y un capitel bajo la pila bautismal de la iglesia parroquial, nos recuerdan que los romanos anduvieron por aquí. Por entonces, este lugar era conocido como Apiaum, muchas abejas o algo así.
Pero antes llegaron los lusitanos, túrdulos, tartessos y turdetanos, desde cada uno de los cuatro puntos cardinales; y después los griegos y fenicios para explotar y comerciar algún recurso minero.

Con los árabes, que repoblaron la zona y construyeron la alcazaba y una mezquita, ya fue conocida como Montemolín, seguramente por Aben Juset Mahomat Miramamolín, el derrotado de Las Navas de Tolosa.
Estos levantaron la fortaleza sobre, seguramente, otra romana, aprovechando la estratégica situación del cerro —muy cerca de la vía de la Plata—, en la cara norte de Sierra Morena.

En 1246, Pelayo Pérez Correa, Maestre de la Orden de Santiago, conquista la villa y su castillo en nombre del Rey Fernando III el Santo. Dos años después, el rey se los dona a la Orden, estableciéndose aquí una Encomienda.
Los cristianos amplían y reforman la fortaleza, añadiendo dependencias para adaptarla a sus nuevos propietarios, como la iglesia de Santo domingo, la torre del Homenaje y la torre semicircular llamada Plato de la Reina.


En el año 1608, la población fue vendida, bajo el título de Marquesado de Montemolín, a unos banqueros genoveses —al igual que Almendralejo, Fuente de Cantos, Calzadilla de los Barros, Medina de las Torres y Monesterio— en pago a unas deudas que tenía el rey Felipe III. No sería esta la última vez que fuera vendida pues en 1819, el rey Fernando VII vuelve a enajenarla (a población había recuperado su carácter público mediante compra de su jurisdicción en 1776) en favor de su hermano Carlos María Isidro de Borbón a fin de, como no, saldar deudas “reales”. El hijo de éste, Carlos de Borbón y Braganza, adoptó el título de Conde de Montemolín entre los años 1845 y 1861, tiempo en que pretendió la corona española.
Cuando el Pretendiente y sus partidarios perdieron sus reivindicaciones, la población revirtió definitivamente a la administración nacional.

Fachada sureste, donde se encuentra la puerta de acceso.


LOS DETALLES: 
Leo en alguna página web las medidas exactas del castillo, y como el día que lo paseé no se me ocurrió contrastar esas medidas, doy por buenas las leídas, que son: 114 metros de largo por 54 metros de ancho; y desde su cota más baja a la más alta hay una diferencia de 33 metros. Todo ello sobre una planta ligeramente rectangular, adaptada a la topografía del cerro, y encerrada en un perímetro salteado de numerosas torres.
Sus constructores fueron los almohades, allá por el siglo XII, venidos del norte de África que utilizaron, como en ellos era normal, tapial, o sea, barro secado al sol; y también mortero de cal y ladrillo.
El acceso, después de rodear la montaña por un cómodo sendero, se sitúa en la fachada sureste. La puerta, en recodo, la compone un grueso arco de ladrillo, y la protege una barbacana flanqueada por dos torres ochavadas. Desde este baluarte, dos lienzos de muralla, uno a cada lado, terminan en dos torres cuadradas en esquina.

Llegando a la entrada del castillo; en primer término la barbacana.

La puerta desde el interior.

Las fachadas noreste y suroeste están compuestas por lienzos, quebrados en plantas y torres cuadradas que refuerzan esos quiebros, Ambos lienzos confluyen en la zona oeste de la colina que es donde se construyó el alcázar.
De aquella época destaca el aljibe, rectangular y cubierto con una bóveda de medio cañón a base de lajas de pizarra.

Ya en el siglo XIII, los cristianos remodelaron por completo el castillo: levantaron nuevas edificaciones y dependencias —despensas, bodegas, caballerizas, horno, mazmorras—, modificaron otras, construyeron el llamado aljibe de los Arcos y hasta edificaron una iglesia que consagraron a Santo Domingo y a Santiago (su cultura, evidentemente, les obligaba a estas cosas).

Interior del castillo; al fondo, en lo que ha quedado lo que fue el alcázar.

Los cristianos no dejaron de reedificar y ampliar la fortificación, adaptándola a las necesidades que les iban surgiendo. Reforzaron murallas y torres con ladrillos y sillares en las esquinas y añadieron una nueva torre del homenaje —rectangular, de 14 metros por 10, y de mampostería con sillares en las esquinas. A esta torre se accedía mediante una escalera que terminada en un pequeño puente levadizo.
Otro elemento significativo que los cristianos levantaron fue la torre conocida como “Plato de la Reina”, situada en la fachada sur y ejecutada con mampostería y mortero de cal.

Interior del castillo; a la derecha la torre Plato de la Reina. al fondo la población.


Hasta el siglo XVII en que dejó de estar ocupada la fortaleza, los trabajos de remodelación y mantenimiento fueron casi continuos. De ello dejaron puntuales anotaciones los Visitadores de la Orden de Santiago, los cuales inspeccionaban periódicamente todas sus posesiones. Por ellos sabemos que a finales del siglo XV se consolidaron gran parte de la fábrica de las murallas; o que en los primeros años del siglo XVI construyeron un nuevo salón, se abrieron ventanas en algunos muros se recorrió el tejado de la torre del Homenaje y otros tejados más, y se arregló y encaló el aljibe de los Arcos.
Lamentablemente nada de aquello nos ha llegado, habiendo permanecido en pié sólo restos árabes.
A pesar de todos esos trabajos, a finales del siglo XVI, el proceso de deterioro ya se había iniciado, y nada se pudo hacer para detenerlo. Abandonado en el siglo XVII, el desgaste fue paulatino y constante.
A principios del siglo XX aún quedaban elementos arquitectónicos dignos de conservarse. Sin embargo no fue así, su abandono y el desinterés por el edificio llevó, a finales del siglo pasado, a que perdiera gran parte de la torre del Homenaje a causa de un temporal.

Lienzos de muralla de moderno hormigón.






 

RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Montemolín.
Municipio: Montemolín.
Provincia: Badajoz.

Tipología: Castillo.
Época de construcción: Hacia el siglo XII, por los árabes y remodelaciones a partir del siglo XIII por los cristianos.
Estado: Se encuentra en estado de ruina, aunque los desacertados trabajos de reconstrucción y consolidación han reducido el proceso de deterioro al que está sometido.

La torre del Homenaje reconstruida.


Propiedad: pública, Ayuntamiento de Montemolín.
Uso: sin uso definido.
Visitas: El acceso es libre, al menos cuando yo lo visité, allá por diciembre de 2005.
Protección: Bajo la protección genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre Patrimonio Histórico.

Clasificación subjetiva: 2, si se pasa cerca y se va con tiempo pues se acerca uno a verlo. Es decir, que se incluirá en una ruta de viaje pero no pasa nada si luego no se visita. Realmente debe bastar con su contemplación desde la lejanía y su perfecta integración en el paisaje, como casi todos los castillos; visitarlo y pasearlo supone una decepción.
Cómo llegar: Hacia el kilómetro 715 de la autovía A-66 o E-803, veremos el castillo a lo lejos, a la izquierda si vamos hacia el sur, y a la derecha si nuestro destino está al norte. En se punto, tomamos la BA-094 para legar en pocos minutos a nuestro destino. A las afueras del pueblo, junto a la ermita de Ntra. Sra. de la Granada parte una camino que rodeando el cerro no llevará hasta la puerta del castillo
Otras cuestiones de interés: A unos cuatro kilómetros del pueblo, en un lugar denominado Gallicanta, se encuentra un puente medieval, practicable y en muy buen estado —un gran arco central flanqueado por otros de menor arco— que salva el arroyo Viar. Fue construido en plena Edad Media (¿?), y remodelado siglos después.


martes, 12 de julio de 2016

Villalba de los Barros, castillo de La Vaguada

Desde Almendralejo, al que atraviesa la vieja carretera N-630 y casi roza la A-66 o E-803, hasta Villalba de los Barros, hay apenas una distancia de 15 kilómetros. Pocos como para no considerar a este pueblo dentro del camino que une, por el este peninsular, el sur con el norte. Aunque levemente alejado, es pues, otro castillo más de la Vía de la Plata.
Villalba está en plena comarca de Los Barros, y de ahí el apellido. Con respecto al nombre hay versiones sobre su origen: que si hacia el siglo XIII ya había en el lugar una alquería conocida como Villa Alba —casa blanca—; o que al haber ocupado durante parte de la Reconquista la zona más oriental de las tierras recuperadas, y ser por ahí por donde salía el sol, ya era motivo suficiente para denominarla así.

EL LUGAR:
Si optamos por la primera versión sobre la etimología del topónimo, hemos de continuar situándonos en el momento en que Sancho IV de Castilla —1258-1295—, el que fuera hijo de Alfonso X el Sabio y conocido como el Bravo, otorgara al Almirante Juan Mathé de Luna, a la sazon su Camarero Mayor, un privilegio para que repoblara este lugar y lo convirtiera en villa. Aquel lugar, la antigua Villa Alba, era ya conocido como Puebla de Don Falcón, y a partir de entonces ya fue Villalba.
A finales del siglo XIV la villa, junto con otras, fue incorporada mediante compra al recién creado Señorío de Feria — que sólo contaba con las localidades de Zafra, Feria y La Parra—, por la módica cantidad de 100.000 maravedíes.
En el siglo XIX se constituyó en municipio independiente. Y así hasta hoy.



EL CASTILLO:
El castillo, conocido como de La Vaguada, fue construido por los cristianos sobre una rocosa loma que, como debe ser, domina la población. Lo levantaron sobre los restos de otro anterior almohade, como bien se aprecia en el tapial de las zonas más bajas de algunos lienzos.
Poco después de la fundación de la actual Villalba —estamos ya a principios del siglo XV—, el viejo castillo es reconstruido por don Gómez Suárez de Figueroa. De esta época son los altos muros y sus torres —se duplicó la altura de los muros—.
Cuando la villa pasa a la propiedad del Señorío de Feria, el castillo ya es una realidad. Los de Feria lo refuerzan, añadiendo probablemente el gran cuerpo junto a la torre del Homenaje y la barrera exterior, convirtiéndolo en su residencia. Poco después, en 1443, los de Feria se trasladaron al Alcázar de Zafra, dejando Villalba de ser el centro territorial de la familia.
Más tarde, en el siglo XVIII, se abandona su uso y mantenimiento, quedando totalmente dejado de la mano de Dios para ser lugar de cobijo de vagabundos y corral de ganado, que lo degradaron considerablemente. Únase a ello el expolio de todos los materiales del interior; vamos, lo de siempre —de los franceses no tengo datos al respecto—.

El entorno actual del castillo en consonancia con su estado.

LOS DETALLES:
La fortaleza que nos ha llegado, de imponente y señorial aspecto, es de planta rectangular, y se organiza alrededor de un apretado patio de armas; la gran altura de sus muros hace aumentar aún más la sensación de estrechez del espacio. Se especula con la posibilidad de que en época musulmana, el patio estuviera cubierto, disponiéndose en él una mezquita.
Las esquinas de la fortificación están reforzadas con desproporcionados pero sólidos cubos cilíndricos; en el centro de tres de sus fachadas se repiten estos mismos elementos —borje, botarel o contrafuerte—, aunque semicilíndricos y de un diámetro bastante inferior. Las torres de las esquinas, macizas hasta la altura de la planta primera, se cubrían con bóvedas de ladrillo.

Fachada este del castillo con la barrera en primer término.

La cuarta de las fachadas, la que se orienta al norte, está dominada por la torre del Homenaje —rectangular, tres plantas y fuertes bóvedas de cañón—, de un aspecto más potente aún que las demás, pero parcialmente disminuida por el fuerte elemento semicilíndrico que adosaron, que con toda probabilidad es posterior al conjunto del edificio. Ésta última torre es macizo casi en su totalidad, sólo la última planta es accesible y dispone de una bóveda como cubierta.

La torre del Homenaje y los cubos adosados desde el oeste.
Aún se aprecian elementos en sus fachadas y en su interior, como ventanas recercadas de ladrillo y fragmentos de pintura al fresco en la primera planta, que denotan evidente sensibilidad por parte de sus constructores.
El interior se estructuraba en cuatro crujías apoyadas en los muros, dejando en el centro un pequeño patio cuadrado rodeado de galerías cubiertas de bóvedas de arista —aún quedan sus arranques—. En el centro, un aljibe recogía el agua de lluvia de todos los tejados, la cual se canalizaba mediante tuberías de cerámica.
Puerta de acceso al edificio principal.

Concéntrico al edificio central y también de planta rectangular, se aprecian los restos de una barrera.
Los materiales utilizados fueron principalmente y de forma intensiva, la mampostería en todos sus lienzos y torres; sillares en las esquinas de la torre del Homenaje y el ladrillo en bóvedas, huecos y pavimentos; todo ello cogido con morteros de cal.

Detalle del interior de un lienzo de la barrera.

La Liza del castillo, entre éste y la barrera.


 
RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Villalba de los Barros o de la Vaguada.
Municipio: Villalba de de los Barros.
Provincia: Badajoz.

Tipología: Castillo.
Época de construcción: siglos XIV-XV, con ampliaciones posteriores.
Estado: Aunque aparentemente presentan sus muros y torres un buen aspecto, realmente se encuentran en un estado de ruina consolidada, sobre todo la barrera del primer recinto. Durante los años finales del siglo pasado y primeros del presente, se han venido realizando algunas intervenciones de restauración.

Propiedad: Pública (¿municipal?).
Visitas: totalmente libre el entorno y el primer recinto; el castillo está actualmente —abril 2007— cerrado, dado que es objeto de obras, o al menos así lo parece.
Protección: Incluido en la Declaración Genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre Patrimonio Histórico Español.
Está catalogado como bien de Interés Cultural desde el 3 de septiembre de 1991.
Clasificación subjetiva: 2, o sea, que si se pasa cerca —recorriendo la Vía de la Plata-Camino de Santiago— y se va con tiempo pues se acerca uno a verlo, que merece la pena ver su silueta alzarse sobre los tejados del pueblo.

Cómo llegar: Desde la N-630, o la A-66 (E-803), a la altura de Almendralejo, tomaremos la EX-105 en dirección a Aceuchal, y desde aquí a Villalba de los Barros. Llegando al pueblo ya se divisará el castillo; su silueta es inconfundible.


Otras cuestiones de interés: