martes, 25 de agosto de 2020

Niebla, Murallas de Niebla

En el sentido más literal y estricto, hoy sí voy a dar un paseo. Y lo haré alrededor de un pueblo envuelto y protegido por una gran muralla.

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Niebla, desde el puente romano.

A ver, ¿cuántos pueblos o ciudades españolas están enteramente rodeadas por una muralla medieval?; eso sí, sin contar la de Lugo que es romana, ni la de mi ciudad que está por tramos. Pues muchas amigo, muchas. Pero que tenga su origen más allá de los árabes y que haya llegado hasta hoy presentando un estado tan admirable, a pesar de la precariedad de sus materiales —que a la vista del tiempo transcurrido no deben de ser tan precarios—, pocas hay. Y entre esas pocas destacan, sin duda, las de Niebla.

Así que lo dicho, paseo hoy uno de los recintos amurallados más hermosos y bien conservados de España, y lo hago, en principio, extramuros, desde donde su contemplación será más amplia y detallada.

EL LUGAR:

Niebla no es sólo Niebla, que también es toda Huelva y casi el occidente andaluz. Y lo es desde casi siempre, desde antes de su taifa e incluso antes de los romanos.

Leo en lugaresconhistoria.com que “se cree que fueron los ligures quienes fundaron la ciudad. Luego la tomaron los cartaginenses y más tarde los romanos.” Cuánto me extraña que el autor no metiera por medio a los fenicios, que son gente que está en casi todo el pasado de lugares con prestigio. Y el prestigio de Niebla es elevado, elevadísimo. Así que los fenicios también debieron andar por aquí, que la riqueza minera de la comarca ya era conocida y deseada. Y el acceso hasta el lugar fácil a través del río Tinto, seguramente navegable por entonces.

Pero antes estuvieron los tartesios, que la llamaron Illípula; luego los romanos, que nos dejaron un puente, otorgaron el derecho a acuñar moneda propia y le quitaron una vocal al nombre —Illipla—; y después los visigodos la llamaron Elepla y hasta establecieron allí una sede episcopal.

A principios del siglo VIII, apenas dos años después de la invasión árabe, Niebla es conquistada y convertida en la cabecera de una de las 26 coras de al-Andalus, la de Lebla al-Hamra.

Y si no tenía bastante Niebla con el pasado hasta ahora relatado para engordar su prestigio, van los vikingos y la saquean a mediados del siglo IX. A ver, ¿cuántos lugares de nuestra tierra han sido saqueados por esa gente?, pues eso, un respeto, amigo.

Pero no perdamos el hilo; sigo: desde aquí se gobernó la taifa de Niebla, que extendió sus límites hasta las de Sevilla, Badajoz y Silves en el Algarve, desde 1023 a 1262 —tres períodos correspondientes a las tres taifas: 1023 a 1053, 1145 a 1150 y 1234 a 1262—, que es cuando Alfonso X la conquista para el Reino de Castilla, siendo señor de Niebla Ibn Mahfut, que a la vez rendía vasallaje al rey castellano.

Cien años después pasa a manos del señorío de los Guzmán y se convierte en cabecera y sede de lo que será el Condado de Niebla. Los Guzmán demuelen el alcázar árabe —concretamente Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, en el siglo XV— y construyen el actual castillo para su residencia.

Más tarde vendrán sus disputas con la corona, cuando ésta —1508, reinaba Fernando el Católico—reclamó a los de Medina Sidonia la propiedad de sus castillos. Cuando el alcaide de Niebla se negó a ello manteniéndose fiel a su señor, el Rey Católico ordenó el asalto, que no se llevó a cabo por la capitulación del alcaide Pedro Girón. De lo que no se libró Niebla fue del posterior saqueo y de la muerte de muchos de sus pobladores.

A principios del siglo XIX, terminando la guerra de la Independencia, los franceses, que se habían instalado en su interior, intentaron volarlas, sin conseguirlo a Dios gracias, como hicieron en tantos otros lugares, cuando la derrota les hizo huir.

Desde 1921 Niebla tiene el título de ciudad. Algo tarde, me parece.

Lienzos de muralla hacia el oeste. 

LAS MURALLAS:

Y si los primeros ya la amurallaron —existen restos datados en el siglo VIII a.C. — en una extensión muy similar a la actual, los siguientes reforzaron y ampliaron aquellas murallas, conscientes del valor estratégico del lugar. 

Y en esto que llegaron los almorávides e iniciaron la construcción de lo que hoy contemplamos: dos kilómetros de muralla, cuarenta y tres torres—aunque también leo en algunos lugares otras cifras, olvidé contarlas—, dos octogonales y cinco puertas.

Aunque es durante el periodo que transcurre entre los siglos XII y XIII cuando realmente se fecha la construcción de las actuales murallas, por lo que se debe decir que fueron los almohades los autores de esta maravilla. Con ellos adquirió Niebla el aspecto de ciudades fortificadas en el Magreb.

Las aparentemente inexpugnables murallas de Niebla, cayeron a fuerza de los primeros disparos de pólvora que se escucharon por la península Ibérica

En el siglo XVIII ya eran innecesarias las murallas, su función militar era nula, a pesar de los intentos por devolverles algún uso.

Y ahí quedó la cosa, hasta que a principios del siglo XX, Elena Whishaw, arqueóloga inglesa —“la inglesa de Niebla”— intentara recuperar la imagen original de la fortificación. Los trabajos han continuado durante la segunda mitad de ese siglo, conservándose actualmente la práctica totalidad del perímetro.


LOS DETALLES:

Decía, que el irregular perímetro de las murallas de Niebla es de poco más de dos kilómetros de longitud; y de altos muros —llega a tener 11 metros de altura—de arcilla roja que se adaptan al terreno que defienden. Lo jalonan las ya dichas 43 torres, de distintas planta: cuadrada, rectangular y octogonal; y cinco puertas en recodo, más algunos postigos y poternas. Extrañamente no existen torres albarranas, lo cual era habitual en la época.

En las 16 hectáreas de terreno que contiene, se apiña la población siguiendo la misma trama urbana desde hace siglos.

Por el sur y el este, el río Tinto, la defiende a modo de foso natural complementándose con el artificial que tuvo hacia el norte.

Todo el conjunto está ejecutado con arcilla procedente de tierra del entorno, con una fuerte pigmentación roja que da el característico color a la fortificación—la llamaron Niebla la roja—, tapial sobre sillares y sillarejo, esquinas de sillares en las macizas torres —herencia califal— y ladrillo en las bóvedas de las puertas, y en numerosos puntos de los lienzos.

En los paramentos aún se observan las marcas de los cajones/encofrados y los abujales que contuvieron los tirantes que sujetaron esos encofrados.

Lienzos de muralla hacia el oeste. 


Las torres superaban a la muralla, y todas estuvieron almenadas —también la muralla, claro—, aunque hoy solo conserven el almenado unas pocas, y no en muy buen estado.

En general es una obra bastante sobria, sin decoraciones que la hicieran perder el carácter netamente militar. Sólo en las puertas se aprecia alguna licencia ornamental: arcos de herradura cuyo trasdós sobrepasa el espacio del alfiz; arquillos lobulados ciegos sobre las puertas en su fachada extramuros;

Las cinco puertas, a las que antes hacía mención, son: al norte la de Sevilla; al noroeste la del Socorro; al sur la del Buey y la del Agua; y al oeste la del Embarcadero. Todas, situadas bajo potentes torres cuadradas, son en recodo, aunque con alguna modificación posterior, o aperturas próximas, para facilitar el tráfico rodado contemporáneo.





La primera puerta, y desde aquí comienzo mi paseo real, es la de Sevilla, llamada así por estar orientada hacia el Aljarafe y por lo tanto hacia la ciudad de Sevilla, mantiene el recodo original aunque su acceso actual es recto bajo arcos romanos.

Tipológicamente es una obra completamente almohade, aunque en su ejecución se reutilizaron sillares romanos de obras del entorno inmediato, al ser esa la zona del asentamiento romano.

Sigo sentido contra horario y dejo el castillo a mi izquierda que, en un buen tramo, sustituye a la muralla árabe.




Inmediato a éste, la puerta llamada del Agujero, la única que no es árabe y a la que su ausencia de recodo así lo delata; es por eso que no figura en mi primera relación. Su ejecución fue algo posterior a las demás, y se debe a la necesidad que tuvieron los Guzmanes, una vez construido el nuevo castillo, de comunicarlo fácilmente con el exterior. Es pequeña, casi un postigo, y se enmarca en jambas de piedra bajo un arco de medio punto rebajado, de ladrillo. Actualmente se llega a ella mediante una escalera que no estuvo en sus orígenes.



Enseguida aparece la puerta del Socorro, de herencia romana hacia el interior, pero mudéjar, de herradura enmarcado en alfiz,  al exterior y cristiana en el pecado de apertura para tránsito rodado a su izquierda que dio lugar a la calle que parte en dos la iglesia de San Martín —pecado y excomunión—.

Parece ser que su nombre se debe a una pintura al fresco del siglo XVI, que representa a la Virgen del Socorro, situada en una de las paredes interiores y que un servidor no observó en su visita.

Poco más a la izquierda se levanta la torre que la protege. La puerta se cubre con bóveda de cañón, de ladrillo, y en su terraza aún se observa el almenado; pero sólo en el paramento interior.

Se dice que fue por esta puerta por donde entró en la ciudad el rey Alfonso X, cuando la rindió.



Desde la puerta del Socorro hasta la siguiente, la del Buey, es necesario recorrer un largo trecho, incluyendo dos esquinas de la muralla.

La puerta del Buey mira al sur y para llegar a ella ha sido necesario andar junto a todos los lienzos del oeste, parte del sur y contabilizar quince torres quince.






Esta puerta se llama así por la leyenda que cuenta que, durante el sitio de la ciudad por parte de las tropas de Alfonso X, Ibn Mahfut, el que sería el último rey de Niebla, mandó sacar a través de ella un buey cebado con la finalidad de hacer creer a los cristianos que en el interior aún contaban con suficiente provisión de alimentos, cuando la realidad era bien distinta. El engaño no dio resultado y el rey Sabio terminó conquistando la ciudad.

Esta es, tal vez, la más hermosa de todo el recinto, y no sólo por sus formas, traza y acabados, sino también por su ubicación frente al río y su peculiar integración en el paisaje.

Sin duda alguna, lo mejor del paseo.




Siguiendo el camino hacia el este, entre el río y la muralla y a corta distancia, se levanta la puerta del Agua, casi en el vértice oriental del recinto.

 Está situada justo en el punto opuesto a la del Socorro —de tal manera que una línea recta, conformada por las calles Real y Puerta del Agua, las une—, y como las anteriores es también mudéjar, de la etapa almohade.

Se dice que su nombre viene, no por la proximidad del río, sino porque en ese punto era por donde llegaba la canalización que abastecía de agua a Niebla, procedente de la actual Bonares.

El flamante aspecto que hoy luce es fruto de una reciente restauración. Cuánto me alegro.

El tramo mas oriental de la muralla: a la derecha la torre del Oro, y al fondo la cementera.

Un poco más allá, justo donde la muralla gira hacia el norte, está la torre del Oro, en el vértice más oriental del recinto. Casi derruida hasta época reciente, ha sido reconstruida.

Dicen que su nombre viene dado por las campanas, de oro, que tuvo y que se encuentran en el fondo del río Tinto.

Y ya casi cerrando el perímetro de la ciudad, está la puerta del Embarcadero —llamada así porque allí estuvo el muelle al que llegaban los barcos desde el mar a través del Tinto que, por entonces era navegable—, también de traza islámica y actualmente en estado ruinoso. Lamentablemente mi paseo no me llevó hasta allí; he de hacerlo cuando vuelva al castillo, una vez restaurado.

Nombre:      Murallas de Niebla
Municipio:  Niebla
Provincia:   Huelva

Tipología: Muralla urbana
Época de construcción: lo que hoy vemos son fruto de la última obra realizada entre 1125 y 1130, aunque se ejecutaron reformas posteriores, ya a principios del siglo XIII.

Estado: En buen estado de conservación. Pero todo es mejorable.
Propiedad: Pública,
Uso: Turístico.
Visitas: totalmente libre, basta con pasear junto a ella.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
En 1993 la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Andaluza.
El casco histórico está declarado Bien de Interés Cultural.
En 1982 fueron declarados, centro histórico y murallas, conjunto monumental histórico artístico.
Clasificación subjetiva: 3*,
o sea, no perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.

Cómo llegar: Desde Sevilla, y en dirección a Huelva, tomar la A-49 o E-1 y hacia el kilómetro 60 coger la salida correspondiente a Niebla.
Otras cuestiones de interés: Un paseo por el interior ya tiene su interés, así como algunas edificaciones que en él se levantan. Destacar tres:
— la Iglesia de San Martín, junto a la puerta del Socorro, construida sobre una sinagoga y hoy partida en dos por una calle, con la portada a un lado de la calle y el ábside enfrente;
— el antiguo Hospital de N. Sra. de los Ángeles, actualmente dedicado a Casa de la Cultura;
— y la Iglesia de Santa María de la Granada, levantada sobre lo que fue una mezquita de los siglos X-XI y hoy es una bella unión gótico-múdejar.


Y por supuesto el castillo de los Guzmanes, al que no pude acceder por encontrarse en obras de restauración que, en algunas zonas, me parecieron de reconstrucción. Ya veremos cuando finalicen (miedo me da).