Fue en la segunda mitad del siglo XVIII cuando el rey Carlos III, y sus ilustradas ideas, decide promover nuevas construcciones, a la vez que reorganizar las milicias, publicando para ello un Reglamento el 18/agosto/1764 —“Reglamento que Majestad manda observar a las diferentes clases destinadas al Real servicio de la costa del Reino de Granada en 1764”—, donde se recogen un plan de fortificación de la costa, el despliegue necesario de tropas y los recursos disponibles para llevar a cabo tal empresa. Todo fue como conclusión del informe que redactó el mariscal de campo Antonio María de Bucarelli y Ursúa, que trataba sobre la situación de las hasta entonces defensas en el litoral.
A lo que se añadirían las dotes diplomáticas del rey, que se tradujeron en la firma de distintos Tratados de Paz y Comercio, —en 1767 se firma un acuerdo de pasa y comercio con Marruecos, y otro con los turcos en 1782—, con lo que la tranquilidad en el Mediterráneo fue un hecho, consiguiéndose terminar con lo que parecía el eterno problema español en el Mediterráneo: la piratería; cosa que no ocurría desde la Edad Media.
Castillo del Marqués en Vélez-Málaga. |
El Reglamento dividió la costa del Reino de Granada en diez mandos, y determinaba que debía de haber un total de 113 edificaciones defensivas: 80 torres almenaras, 19 fuertes, 12 torres batería y 2 casas fuertes para caballería, que conformarían una barrera artillera y disuasoria ante navíos enemigos.
Antonio Gil Albarracín en su estudio La defensa de la costa del Reino de Granada durante la Edad Moderna y Contemporánea, nos enumera la necesidad de fortificaciones que establecía el Reglamento:
Para poder llegar a esa cifra, el rey dispuso construir 8 atalayas, 12 baterías para 2 cañones, 9 baterías para cuatro cañones y 2 casas fuertes para caballería, más la reparación, ampliación y refuerzo de las existentes.
Este ambicioso plan fue encargado a José Crame (o Cramer), brigadier del ejército e ingeniero, que diseñó cuatro proyectos genéricos para construir las fortificaciones que requería el Reglamento: atalayas, torres para dos cañones, baterías para cuatro cañones y cuarteles de caballería. También proyectó las reformas a llevar a cabo en las edificaciones existentes, para poder incorporarse al nuevo dispositivo defensivo.
Muchas de las de nueva planta serían financiadas por particulares, a cambio de recompensas en grados militares, y que en algunos casos serían el inicio de sus carreras.
Torre del Cristal, Villaricos, Cuevas de Almanzora. |
Siguiendo con el estudio de Antonio Gil Albarracín, vemos el listado de edificaciones: atalayas, torres, baterías y casas fuertes, con los nombres de sus adjudicatarios y la recompensa ofrecida por el Rey.
De poniente a levante, las torres
de dos cañones fueron:
Málaga, Marbella, Torre
del Lance las Cañas.
Málaga, Mijas, torre
de la Cala del Moral.
Málaga, Fuengirola, Torre
Blanca (desaparecida).
Málaga, Vélez Málaga, Benajarafe,
Torre Moya.
Málaga, Nerja, La
Torrecilla.
Granada, Almuñécar, Torre
de Punta Galera, de Taramay o fortín de Velilla.
Granada, Polopos,
Castillo de Baños de Arriba, Fortín de Baños.
Almería, Roquetas de
Mar, Torre de los Bajos (desaparecida).
Almería, Carboneras, Torre
de Mesa Roldán.
Almería, Mojácar, Torre
de Macenas (sustituyó a la prevista en la Rambla de los Moros).
Almería, Cuevas de
Almanzora, Villaricos, Torre del Cristal.
Esta lista no es del todo
coincidente con la del estudio de Antonio Gil Albarracín, pues en ella no
figura la torre Blanca que se construyó en el término de Mijas, en terrenos de
la actual Fuengirola, y que fue demolida en 1960 para ensanchar la carretera
N-340.
Igualmente, no
encuentro datos que sitúen en Adra una torre para dos cañones. En esta
población sólo me constan el castillo de Adra, muy anterior a los finales del
siglo XVIII, y las torres almenaras de Guainos y Alhamilla.
Casa fuerte de caballería de La Cruceta, Almería. |
Desde entonces, y ante la imposibilidad de asumir económicamente su mantenimiento —la economía española no estaba para ello, con la independencia de países americanos de por medio y una guerra civil—, a lo que se añadieron los cambios introducidos por los nuevos sistemas de armas, se hizo imposible su reconstrucción. Se transformaron en cuarteles del Cuerpo de Carabineros, incluso pasaron a particulares.
Pero a pesar de ello fueron capaces de demostrar su eficacia en la Guerra Civil, aun cuando se creía que ya la habían perdido; a partir de 1940 pasaron a la Guardia Civil, como cuarteles o como puntos de vigilancia, lo que obligó a realizar en ellos modificaciones encaminadas a su adaptación al nuevo uso.