martes, 27 de septiembre de 2016

Faro, murallas y castillo

 Nuevamente en el Algarve, tierra que casi es nuestra tierra; lo digo dada la frecuencia de mis paseos por estos paisajes. Nunca está de más echar el día caminando sobre pequeños adoquines, calles blancas y negras y firmes irregulares que apenas incomodan. 

Y de vez en cuando, una mirada al pasado y sus piedras en forma de almenas, arcos, torres y garitas. Como hoy, que estoy en Faro, y que antes fue Santa María de Faro, y ahora es la capital del Algarve. y a la que he de volver, no me cabe duda.

El Arco de la Vila, desde la Plaza de Dom Francisco Gomes.
 

Pero mucho antes se llamó Ossonoba, entre los siglos III a.C, y VIII d,C,, tiempo durante el cual se fue labrando su importancia comercial y económica —fue romana, visigoda y árabe, ya con el nombre de Al-Gharb desde el 713 y Al-Harun a partir del siglo XI—.

Aquí, conquistando Faro a los musulmanes.

Fue cristiana desde el año 1249 en que la conquistó Alfonso III, de Portugal claro, con el apoyo de tropas de la Orden de Santiago. La ciudad volvió a caer en manos moras en 1251 para ser vuelta reconquistar en 1260. Seis años después, el rey le otorga fueros propios.

Con las reformas ejecutadas por Alfonso III, la ciudad quedó dividida en tres núcleos: la Vila Adentro —actual freguesía de Santa María— que incluía la judería, los templos y las viviendas de los cristianos; la Ribeira, algo así como un área residencial para la nobleza y clases sociales altas; y por último la Baixa da Vila, donde se instaló a la fuerza toda la población mora.

Durante la segunda mitad del siglo XV la ciudad y con ella sus murallas, sufrió un gran deterioro, que casi llevó a la ruina de las fortificaciones. Esta situación cambió cuando Joao III otorgó a Faro la condición de ciudad, en 1540. Y más que cambió cuando pocos años más tarde, la Diócesis del Algarve se trasladó de Silves a Faro, aunque conservando la primera su pequeña catedral.

Desde 1830 es la capital de la región del Algarve,


La Compañía, en la Puerta del Repouso, pero en dos momentos distintos.

 

LAS MURALLAS Y PUERTAS:

Las murallas existentes se apoyan en otra anteriores a la llegada de los árabes —seguramente romanas—; éstas fueron consolidadas en el siglo IX por Ben Bekr, y ampliadas posteriormente.

En el siglo XII, después de la invasión almohade, se volvieron a reforzar esas defensas, construyéndose dos torres albarranas para proteger la puerta orientada al este, que siglos después se unirían a la muralla para formar lo que se llamó el Arco del Repouso, a la vez que conformaba otro arco más al exterior de la muralla. Esta puerta se llama así porque, según cuenta la leyenda, reposó allí el rey Alfonso III tras conquistar la ciudad —en este mismo sitio, según otra leyenda, un padre deshonrado, moro él, encerró a su hija por culpa de su enamoramiento con un cristiano—.

Demasiadas prohibiciones en la Puerta del Repouso.

Alfonso III mandó reedificar todo el perímetro de la ciudad, elevando murallas y torres, llegando a tener cuatro puertas y un postigo, de las cuales, sólo se conservan dos: la del Repouso y otra muy modificada por obras sucesivas.

Esa otra puerta, que se orienta al norte, es el llamado Arco da Vila, y en su interior aún se localiza el viejo arco de herradura, obra también de la época de Ben Bekr.

El perímetro de la muralla reconstruida por Alfonso III, y que nos ha llegado hasta nuestros días, se levanta sobre una planta ligeramente ovalada que recoge en su interior el casto antiguo de la ciudad.

Años más tarde, en 1577, cuando la Diócesis del Algarve se trasladó de Silves a Faro, se volvieron a ejecutar obras de refuerzo en todas las defensas, añadiéndose un revellín.


Coincidiendo con la época en que los dos reinos peninsulares estuvieron unidos —1580-1640, dos coronas pero una sola cabeza—, las murallas se adaptaron a los nuevos sistemas pirobalísticos, para lo que se demolieron almenas y se desmocharon torres a fin de igualar sus alturas con los lienzos de la muralla. Así se aseguraba la funcionalidad de las piezas de artillería.

En 1596 la ciudad sufrió un severo castigo a cargo de Robert de Devereux, II conde de Essez, valido de Isabel I y corsario a las órdenes de la reina inglesa. Essex, finalmente, fue decapitado en la Torre de Londres acusado de un intento de sublevación.

Lienzos de muralla hacia el levante.

Durante la Guerra de Restauración —1640-1668—, las murallas se adaptaron al uso de las nuevas armas, por lo que se rebajaron las almenas de las torres y se construyó una nueva línea de murallas que miran al mar. También se construyó, en Quelfes de Olhao, el fuerte de San Lorenzo —hoy desaparecido—, lo que provocó quejas del Cabildo de Faro por considerar que esos gastos debían haberse empleado en una nueva cerca de la ciudad que protegiera los arrabales.

De esta época, 1621, es el plano de planta más antiguo que se conoce del castillo y las murallas de la ciudad, obra de Alexandre Massai.


La Porta Nova, intramuros y extramuros, respectivamente.

En 1630 se abrió la llamada Porta Nova, en su cara oeste, para así dar acceso fácil a las pequeñas embarcaciones ancladas en la ría.

En el terremoto de 1755 —el de Lisboa, el de siempre—, la ciudad fue parcialmente destruida, y con ella también gran parte de sus murallas. Además se demolió la muralla que va desde la Porta da Vila hasta el baluarte de Sao Sebastiäo, supongo que en nombre del desarrollo urbanístico.

A partir de entonces decae la importancia militar de la plaza, y ese desinterés llevó a que las nuevas construcciones se integraran con la cerca, perdiéndose no sólo su visibilidad, sino en muchos casos también la existencia de algunos de sus elementos defensivos.

El Arco de la Vila


El Arco de la Vila, intramuros.

Al norte de la vieja ciudad, que allí llaman la Vila Adentro, está la puerta conocida como el Arco de la Vila, cuya imagen actual es obra del arquitecto italiano Francesco Saverio Fabri —Francisco Xavier Fabri para los portugueses— que la construyó, por encargo del obispo Gomes de Avelar, en estilo neoclásico a principios del siglo XIX. Está coronada por una hornacina con una estatua de Santo Tomás de Aquino.

En 1923, se enlazaron las calles del Castillo y San Francisco abriendo un paso en la muralla sur mediante la demolición de una parte de la muralla.

A partir de esa fecha se inició una etapa de reconstrucciones y rehabilitaciones en las puertas y en una torre junto a la Catedral en 1940. En 1966 le tocó a los baluartes y a torres de la zona sur. Por último, en 1996 se realizó una intervención general en todo el perímetro.

 


EL CASTILLO

 Lo que hoy vemos del castillo de Faro, y que actualmente es conocido como la Fábrica da Cerveja, es parte de la estructura defensiva de la ciudad, y se levanta sobre lo que fue una alcazaba árabe construida a la par que las murallas allá por el siglo IX.

 Probablemente fue construido hacia 1249, convirtiéndose en el bastión más importante del sistema defensivo de la ciudad.

Durante la llamada Dinastía Filipina —tres felipes: II, III y IV—, o sea el período de tiempo en que Portugal y España compartieron monarca —1580-1640— se reformó y fue sede de la Capitanía General.

La vida de este edificio ha ido paralela a la del resto de las fortificaciones de la ciudad, sufriendo ataques de los ingleses —como aquel ya mencionado de 1594, llevado a cabo por Robert Devereux, II conde de Essex, que lo expolió e incendió—, de otros piratas y, cómo no, de los españoles en la Guerra de la Restauración.

Se llevaron en él numerosas obras de remodelación y adaptación, destacando las realizadas en el siglo XVII para su adecuación a los nuevos modos de guerra: se reforzaron las baterías orientadas al mar y algunos baluartes, todo ello bajo la dirección del holandés Jean Gillot.

Durante el siglo XVIII, y parte del XIX, fue el cuartel del Regimiento de Artillería del Reino del Algarve, para lo que hubo que ampliarlo con nuevas construcciones, en forma de U, adosadas a tres fachadas del castillo.

Muralla y castillo, desde el este.

A finales del XIX, todo el conjunto pierde su valor militar y con ello su uso, y pasa a ser un almacén de algarroba, que quedó abandonado al poco tiempo. En 1879 fue alquilado a una empresa que lo convirtió en fábrica de bebidas alcohólicas.

La adaptación del edificio a este nuevo uso alteró, y adulteró, la edificación de manera muy notable, incluyendo el entorno más cercano, pues se abrió, en 1923, una nueva calle y una puerta en las murallas, la actual Rua do Castelo.

En 1931 se instaló en él una empresa dedicada a la fabricación de cerveza —Portugalia—, con lo que volvió a sufrir reformas que modificaron sustancialmente su distribución y fisonomía, adulterándose torres y lienzos de muralla. Y todo ello para nada, pues la fábrica no llegó a entrar en funcionamiento.

Hoy es propiedad del Ayuntamiento y es un espacio cultural.

Estado actual del castillo

             

RESUMIENDO:

Nombre:     Murallasde Faro
Localidad: Faro
Municipio:
Distrito:     Faro
Región:      El Algarve
País:            Portugal.

Tipología:   Muralla urbana y Castillo.
Época de construcción: el castillo se comenzó a finales del siglo XIII, con sus consiguientes ampliaciones y reformas a lo largo del tiempo. Las murallas árabes se iniciaron en el siglo IX; siendo ampliadas por los cristianos en el XII.
Estado:   Se encuentra en buen estado conservación, pero es evidente que son manifiestamente mejorables,

Protección:   El Arco da Vila es Monumento Nacional desde 1910. En 1993, las murallas que rodean la Vila Adentro, fueron declaradas Inmueble de Interés Público.
Propiedad: las murallas son, evidentemente, propiedad municipal; y también lo es el castillo desde 1999.
Uso:   Cultural y turístico.

Clasificación subjetiva: 3,   Se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo:
Visitas:   Todo el conjunto de las murallas, o sea, la Vila Adentro, es visitable libremente, pues se trata de las propias calles de la ciudad. Cuando lo visité, octubre 2015, el castillo se encontraba cerrado. Así que otra vez será.

Otras cuestiones de interés:   Todo lo que encierran las murallas, la llamada Vila Adentro o Cidade Velha, con la inacabada Catedral gótica, que tiene trazas de bastión dentro de la gran fortaleza —merece la pena subir a la torre y mirar todo lo que desde allí se ve—; el Palacio del Obispo; el Museo Municipal, y el laberinto de sus calles. También el centro de la ciudad, más moderno y comercial.
Fuera de la ciudad, El Parque Natural de Ría Formosa, con las marismas, islotes y playas.

Detalles en la Puerta del Repouso.

Para orientarse y poder llegar.



martes, 20 de septiembre de 2016

Mallorca, Palma, Murallas de Palma

Palma, Palma de Mallorca, estuvo amurallada. Y como tantas ciudades y villas de España, ya no lo está. Y todo porque hubo un tiempo en el que también allí gobernaron unos personajes que colocaron sus ideas de progreso por delante de un, ya por entonces, trasnochado conservacionismo
Por desgracia no fueron los únicos; nuestro país está lleno de ejemplos en los que la expansión urbana motivó la demolición de cercas, torres y baluartes. Sin el menor pudor, sin el más leve sonrojo. Y lo peor es que aún quedan tipos con poder capaces de seguir haciéndolo, si no directamente, cuando menos mirando a otro lado, condenando las piedras al olvido y el desinterés, y descuidando un patrimonio que parece avergonzarles.
En definitiva, que gran parte de las murallas que rodeaban Palma fueron demolidas allá por el final del siglo XIX, porque la ciudad debía crecer. Y menos mal que por uno de los lados está el mar y por ahí no había posibilidad de crecimiento, con lo que las situadas cerca fueron menos afectadas. El progreso se cebó en otras zonas por la que sí se extendió la población.


Por su situación en la isla, y la isla en el Mediterráneo, Palma siempre fue un punto estratégico que todos sus habitantes, a lo largo de la historia, se preocuparon de mantenerla bien defendida.
Fueron los romanos —la ciudad fue fundada en el año 123 a.C. por Quinto Cecilio Metelo Baleárico, al que no hay que confundir con Quinto Cecilio Metelo Pío, que fundó mi vecina Medellín—, decía que fueron los romanos quienes primero se interesaron por la seguridad del lugar, construyendo un reducido recinto, donde hoy se encuentra la Almudaina, que más tarde sería la base de las nuevas estructuras que irían levantando, primero los musulmanes y después los cristianos.
Se sabe que hasta el siglo VI, el interior del recinto amurallado estuvo habitado, y así debió seguir siéndolo hasta el año 902 en que los musulmanes, después de llegar a la isla, se asentaron en ese mismo lugar. Reconstruyeron edificaciones y ensancharon los límites de la ciudad, a la que llamaron Madina Mayurca, viéndose obligados con ello a ampliar el recinto amurallado. La muralla árabe, primer bastión medieval, quedó completada en el siglo XI.

En 1115 se produjo el primer ataque desde la península por parte cristiana, pero sin éxito. Aún así, los árabes tuvieron que reedificar gran parte de sus muros.
Un siglo después, en diciembre del año 1229, ese nuevo recinto cayó definitivamente en poder de tropas cristianas bajo el mando de Jaime I. Éste manda ampliar las murallas, apenas lo suficiente como para cubrir el espacio que aún lo separaba del mar. De esta manera el recinto quedó determinado, en lo que a su superficie se refiere, tal y como lo estuvo hasta el año 1873 en que se decidió su demolición.

Sin embargo, a lo largo de la historia, estas murallas han sido reconstruidas y reforzadas hasta en cinco ocasiones, como ocurrió tras el saqueo de Mahón por parte de Barbarroja en 1535; o en 1551 cuando se remodelaron para adaptarlas a los nuevos métodos de defensa que el uso de la pólvora requería, convirtiéndolas en las que se llamaron murallas renacentistas.
En plena Guerra de Sucesión, en 1706, la ciudad fue tomada por los ingleses al mando de John Leake, quedando toda la isla de parte de los austracistas, que a la postre serían los derrotados.

Y en esto que llegamos a la segunda mitad del siglo XIX cuando la ciudad se encuentra constreñida dentro de los muros y sin posibilidad legal de expandirse. Las leyes prohibían las construcciones fuera del recinto y los problemas, sobre todo de salubridad, acrecentaban la necesidad de expandir la población. Y en vez de saltarse la ley y la muralla, se optó por solicitar al gobierno de la Nación la demolición, petición a la que desde Madrid se accedió.
Podían haberse planteado un cambio de leyes y con ello la construcción de edificaciones extramuros sin necesidad de derribar nada. Pero no, fueron a lo fácil; o a lo que las ideas de aquel momento llegaban.
En un principio sólo fue demolida parte de la fachada que se orientaba hacia el mar. Pero como con tan escasa destrucción no fue suficiente, pues el problema no quedaba solventado, se propuso arrasar el resto del recinto.
Antes de la demolición de las murallas, aún se reconocían algunos muros romanos, y también árabes, que habían quedado integrados como unos elementos más en el conjunto renacentista.

En 1902, Alfonso XII firmó la Orden mediante la cual se autorizaba al derribo total de las murallas de Palma para poder llevar a cabo el proyecto de expansión de la ciudad. Entre 1908 y 1913 se demolió el ochenta por ciento de la muralla, y se procedió, con poco éxito, a la venta los solares.
La ciudad quedaba así liberada del anillo terrestre fortificado, como era conocido el recinto. Sólo se salvaron dos baluartes que miran al mar.



Nota curiosa:
El inicio de las demoliciones fue celebrado con fiestas populares, lo que da a entender el singular sentimiento que aquella acción suscitó entre la población.

Y hasta aquí la historia.




La muralla de Palma comprendía unas superficies de unas treinta y dos hectáreas y media, encerradas en un perímetro de más de seis kilómetros, y en su mayor parte rodeada de un foso.
A lo largo de la muralla se levantaban doce baluartes, de los que sólo se conservan dos: el de San Pedro y el del Príncipe, ambos en la fachada que mira al mar, uno en cada extremo.
Siguiendo, en sentido horario, un esquemático planito que he encontrado en la red, esos baluartes fueron:

Baluarte de San Pedro o de Santa Cruz, terminado en 1646, fue también demolido para posteriormente ser reconstruido. Actualmente alberga, desde 2004, el Museo de Arte Contemporáneo de Palma.
— Baluarte de Moranta,
— Baluarte del Sitjar,
— Baluarte de Jesús,
— Baluarte de Santa Margarita,
— Baluarte de Sanoguera o Zanoguera,
— Baluarte de San Antonio,
— Baluarte del Socorredor,
— Baluarte de San Jerónimo,
— Baluarte del Príncipe o de los Capellanes, llamado así porque fue costeado por la Curia, aunque en realidad su nombre es en honor a Felipe II.
Baluarte de Berard, y
— Baluarte del Mar o del Muelle, o de Chacón, que en 1930 fue cedido por el Ministerio de la Guerra a la ciudad de Palma. Casi inmediatamente fue demolido.

Así mismo, de las ocho puertas que se abrían en la muralla, aún se mantienen en pié cuatro, a saber:

— La Puerta de la Portella, o del Camp, de origen medieval, que permanece en su lugar original. Aún mantiene los arcos de crucería y en la clave de la bóveda las barras de la Corona de Aragón.

— La Porta Vella del Moll o puerta del Muelle, edificada en 1620, fue la puerta principal de la ciudad. Al demolerse las murallas, esta puerta se trasladó a otra ubicación pero sin las torres que la flanqueaban.

— La Puerta del Mar o de la Calatrava, y
— La Puerta de la Almudaina que, habiendo formado parte del recinto romano, es conocido como arco árabe pues mantiene elementos no relacionados con la cultura de Roma.

Las otras puertas fueron:

— La Puerta de Santa Margarita, que también se llamó de la Conquista o del Esvehidor. Fue la puerta por la que Jaime I accedió cuando conquistó la ciudad, motivo al parecer insuficiente para que fuera salvada. Y es la que se demolió no era la original; se trataba de una puerta renacentista de poco valor artístico. Fue demolida de madrugada, el 27 de febrero de 1912, o sea, con vergüenza y nocturnidad. También se la conoció como la Puerta Pintada.
La Puerta de l’Almodí o de Sa Gabella de la Sal
La Puerta Oriental o de Gumarra.
La Puerta de Santa Catalina, construida en 1664 y llamada antiguamente de Porto Pi.

Y hasta aquí los detalles.

martes, 13 de septiembre de 2016

Montellano, castillo de Cote

Hoy llego hasta el sur de la provincia de Sevilla, a poco más de 60 km desde mi ciudad, que es donde se encuentra la localidad de Montellano, muy cerca de Puerto Serrano, que es el primer pueblo, por ese lado, de la provincia de Cádiz. Y desde Montellano, a escasos veinte minutos en coche, llegamos a la base del hermoso y cónico cerro en el que se asienta el castillo de Cote.
Después toca andar un buen trecho y cuesta arriba, por supuesto.
Y es que el castillo de Cote se encuentra a 518 metros de altitud, en el límite de la sierra de San Pablo. Y eso, a mi edad, son muchos metros.
El castillo desde la cantera

Estuve en él hace años, ocho o nueve, y por lo que veo en recientes fotografías en la red, se han ejecutado en su entorno actuaciones que pretenden mejorar su acceso y visita. Desconozco si en el edificio se ha actuado algo, así que lo que a continuación describa será lo que aquel día vi.

Subiendo al castillo; ahí la primera cerca.

Como siempre, primero algo de historia:

Pues parece ser que ya hubo pobladores por aquí al final del Neolítico y en la Edad del Cobre, que restos han aparecido tales como cantos de piedra desbastados y pulimentados, y otros relacionados con actividades agropecuarias.
De época romana cabe mencionar la existencia de la ciudad de Callet, según Plinio el Viejo, que estuvo en el actual yacimiento de El Molino Pintado, situado en el punto donde confluían los límites de las cuatro grandes ciudades del sur: Hispalis, Corduba, Gades y Astigi. Además, por aquí pasaba la vía que unía Corduba con Carteia (en la actual bahía de Algeciras).
Esa situación de encrucijada de caminos seguirá siendo clave en siglos y hechos posteriores: invasiones de pueblos del norte y posteriores luchas de otros contra los visigodos.
La posición sigue siendo clave durante la invasión musulmana, al seguir en los límites, ahora de las Kuras de Isbiya (Sevilla), la de Saduna (Sidonia) y la de Mawrur (Morón).
Un inciso: su toponimia es clara, se levanta en  el monte que los árabes llamaron Aqut, que posiblemente derive del latín Acutu (agudo o afilado, en referencia a la forma del cerro); de aquí a Cote sólo hay un paso
La reconquista de estos lugares se produjo entre los años 1240 y 1253, quedando integrados en Sevilla.
A mediados del siglo XVII surge la población que llamaron Montellano, la cual adquirió la categoría de villa y la independencia de Morón en el año 1788 que concede y firma Carlos III.

Durante la Guerra de la Independencia, Montellano alcanzó un gran protagonismo, primero por los numerosos lugareños que participaron en hechos de esta contienda, y en segundo lugar por el ataque que la población sufrió el 10 de abril de 1810 y el posterior saqueo, incendio y casi total destrucción del pueblo, el día 22. Hasta tal punto estos hechos son el signo de identidad por excelencia del lugar, que ha quedado perpetuado en su original escudo.

Para lo pequeños que son el pueblo y el castillo, historia hay y bastante. Pero lo dejo ahí, más información en enciclopedias y cosas así. Ahora voy con el castillo:

Que se levanta en una posición única, dominante y privilegiada. Si el día está claro la vista llega a alcanzar más de setenta kilómetros a la redonda, excepto donde otras sierras lo impiden, pudiéndose ver desde Morón hasta Zahara de la Sierra, o el Coronil, Olvera y unos cuantos pueblos más, todos ellos con castillo, claro.Ese punto, elevado e inexpugnable, le hizo lugar de refugio de disidentes y levantiscos.
Su origen se remonta a algún momento entre 1013 y 1053, que es el período de tiempo que dura el reino taifa de Morón (luego llega Al Mutamid desde Sevilla y se lo anexiona), aunque seguramente se levantó sobre otro anterior del siglo IX, de cuando Cote fue la capital de la Cora de Morón durante el Califato de Córdoba. Ya por entonces hubo a su alrededor una villa amurallada, y extramuros un arrabal en la ladera este.
Pero lo que hoy vemos fue construido entre 1240 y 1253, una vez conquistada la villa por Fernando III, que se la entregó a su hijo el infante Don Enrique. Más tarde, Alfonso X despojará de todas sus posesiones a su hermano y, en el caso de Cote, se lo entregará en 1279 a la orden militar de Alcántara, a la vez que haría lo mismo con Morón.
No está claro en qué momento se levantó la torre, ni qué personaje concreto lo ordenó. Parece lógico que, por su carácter religioso, fuera ya bajo la custodia de la Orden de Alcántara cuando se construyera.
Pero poco antes fue reforzado todo el conjunto de murallas ante el temor de lo que pudieran acarrear las revueltas mudéjares en Sevilla en 1264.
Durante doscientos años formó parte de la denominada Banda Morisca, que no era un grupo de bandoleros sino una línea defensiva de castillos, alineados en la frontera.
Conquistada Granada en 1492, su importancia y uso decayeron.
Y así, más o menos, hasta hoy.


Apuntaba yo al principio que este castillo, o mejor dicho la torre que nos queda, es un edificio original donde los haya, único en su planta y traza, al menos en España.Y sin duda es el elemento más destacable del castillo. A saber:

Esta torre capilla es tetrabsidal, o sea, que sobre su planta central cuadrada, se adosan cuatro ábsides formando una nueva planta cuadrilombulada de doble simetría. Curiosamente cada ábside se orienta a un punto cardinal. Sin duda alguna esta torre fue la pieza, y aún lo es, más significativa de la fortificación.
Planta de la torre y su posición en el castillo

Pero no nos centremos aún en la torre, que hay otros elementos antes de llegar a ella.
Hubo dos recintos, de los que quedan algunos restos. El primero delimitaba y envolvía el pequeño caserío asentado en la ladera oriental. En el lugar donde arranca la primera cerca, aún se pueden apreciar restos de una torre.
Más arriba, y superada toda la zona donde estuvo la villa, se llega a otro recinto que conformaba el castillo en sí. A pesar de su deteriorado estado, es fácil determinar su geometría (dejo aquí un croquis que he encontrado en la red, de la torre y el último recinto).
La pequeña fortaleza se extendía a lo largo de la meseta, ocupándola en su totalidad, y quedaba unida a la primera cerca. Este segundo recinto disponía de tres torres que, aparentemente, no se sitúan en los lugares más adecuados desde el punto defensivo.
Entrando en el segundo recinto


Lo que fue la puerta de entrada al castillo


Y allí, sobre la pequeña e inclinada meseta que corona el cerro, se levantó la torre, calificada como donjon, que para los franceses es una torre señorial y multiusos, que igual sirve como capilla que como sala capitular, o incluso como vivienda, aunque este último nunca fuese su función original.
La torre se asienta sobre un desmesurado zócalo de unos 200 metros cuadrados, de mampostería, que nivela el terreno. Está situada en el centro de la meseta y pegada a la cara norte del cerro, la más inaccesible; La puerta, además, se abre también hacia ese lado, que es el opuesto a la entrada de la fortificación.
Entre los ábsides norte y este se abre la puerta de acceso, acodada como gesto de protección. Es por esto que éste ábside, el oriental, es distinto a los otros tres ya que, a la vez que aloja el pasillo de la entrada, hace lo mismo con la escalera que sube a la terraza.
El espacio central se cubre con una bóveda de crucería con marcados arcos. Los ábsides quedan cubiertos con medias bóvedas iguales a la central. Todas las dovelas de los arcos cruceros están labradas con nervaduras.
Interior de la torre

A pesar de su originalidad, la torre es austera, tanto en el exterior como en el interior. Sólo esta iluminada por cuatro ventanucos, uno por ábside, más la luz que llega por la puerta.
La terraza está limpia, ha perdido todos sus elementos y en la restauración se la cubrió con una losa de ¿hormigón? (supongo que por desconocer el aspecto que originalmente tuvo).
Es de resaltar la robustez del edificio, reflejo de la desproporción que hay entre su volumen exterior e interior; mientras que su superficie construida es de unos 160 metros cuadrados, la útil es de 43. La disparidad es evidente. Y es que sus muros tienen un espesor de 1’75 metros, y el del ábside que aloja la entrada y escalera, llega a 2’50 metros de espesor.


Bueno, ya acabo, y lo hago repitiendo algo ya reiterado varias veces, que es un edificio único en nuestro país y que sólo por eso merece la pena subir a verlo. Y también por el paisaje tan espectacular que desde allí arriba se contempla, que si el cielo está claro, es para echar allí el día: tortillas y filetes empanaos.



Nombre: Castillo de Cote
Municipio: Montellano
Provincia: Sevilla

Tipología: Castillo
Época de construcción: entre 1240 y 1253 (sobre otro anterior del siglo IX)
Estado:  A finales del siglo pasado fue restaurada y consolidada la torre (la terraza deja mucho que desear).
Propiedad:
Uso:
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Inscrito como BIC, nº 155, BOE 29/06/1985.
En 1993 la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Andaluza

Visitas: totalmente libre (incluso el interior), pero con precaución, sobre todo si se sube a la terraza)
Cómo llegar:
Desde Sevilla por la carretera A-376 hasta Utrera y desde aquí por la A-375 llegamos a Montellano.
Y desde Montellano por la A-B127 llegaremos al castillo previo desvío a la izquierda, pasada la Venta El Potaje. En esa venta hay que parar a la vuelta, obligatoriamente.


Otras cuestiones de interés:
El paisaje y los numerosos senderos del entorno. Y también los castillosy torres que conformaban la Banda Morisca: Las Aguzaderas, Morón, Olvera, Lopera, etc.
La leyenda habla de que la batalla de Guadalete se desarrolló por estas tierras, aunque no hay datos que lo confirmen. Si no dejaría de ser leyenda.

Lo que parece más verosímil es que Don Rodrigo, en plena batalla, decidiera buscar refugio para su mujer en el castillo de Cote. La elección fue acertada pues Egilona, que así se llamaba la señora, se salvó y el último rey visigodo sucumbió. Años después fue hecha prisionera por el hijo del moro invasor que la tomó por esposa.
Puntuación subjetiva: 3, o sea, se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje,o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.


martes, 6 de septiembre de 2016

Loulé, castillo de Loulé

 A Loulé, ciudad situada en El Algarve, en el distrito de Faro, se debe ir principalmente por un motivo y en una cierta época del año: cuando el calendario señale que es carnaval. Esto fue lo que me ocurrió la primera vez que allí estuve. Aún sabiendo de la existencia de un castillo en esa ciudad, apenas si lo vi de refilón, porque las compañías ese día me empujaban hacia el desfile de carnaval y apenas un minuto hubo para hacer tres o cuatro fotografías; exteriores, claro.
Pero a Loulé se puede, y se debe, ir también para ver la ciudad, sus callejuelas, el mercado (a ser posible en sábado) y también, cómo no, el castillo. Y eso hice en la segunda ocasión.

El castillo de Loulé y la compañía.

 Loulé es ciudad vieja; está documentado que fenicios y cartaginenses mantuvieron relaciones comerciales con sus pobladores, para más tarde ser ocupada por los romanos.
Luego vendrían los árabes que la llamaron Al-Ulya (de ahí a Loulé solo hay un paso). Fue lugar próspero durante el Califato y también cuando formó parte de la entonces poderosa taifa de Niebla.
La conquistaron, en noviembre de 1249 (casualidades de la vida, un año justo después de la de Sevilla por Fernando III) por los caballeros de la Orden de Santiago, al mando del por entonces su maestre Don Pelayo Pérez Correa, en nombre del rey Alfonso III de Portugal, claro. En 1280 se les concedió la tenencia de la plaza por parte del rey don Dionis.
Más tarde, durante el tiempo de los Descubrimientos, se vio favorecida económica y demográficamente, por el crecimiento del comercio de los productos que aquí se daban, como aceite, vino y frutas. Y también por la influencia política y económica de Henrique de Meneses que fue el primer Conde de Loulé, título otorgado por Alfonso V de Portugal en 1471.

La torre de la Vela
La torre albarrana

 El castillo es de origen árabe, como casi todos los de la Península Ibérica. Y como muchos de ellos, edificado seguramente sobre un castro romano.
Reconstruido en el siglo XIII, tras su conquista por los cristianos en 1249, vivió un período de decadencia a finales del siglo XIV durante la crisis sucesoria que lo llevó a un deterioro de sus defensas, como reflejo de la decadencia que la ciudad también estaba viviendo.
Temerosos de un ataque por parte de Castilla, el concejo de la ciudad mandó repara algunas defensas, como la torre que protegía la Puerta del Faro, el almenado de la muralla sur y algunos parapetos.
En el siglo XV, y gracias a los recursos que reportaban los descubrimientos, fue restaurado por Don Henrique de Meneses, que estaba haciendo fortuna con las especias y demás productos que llegaban de ultramar.
Durante la guerra de Restauración apenas si tuvo uso militar alguno, pues no fue adaptado a los nuevos sistemas de guerra, por lo que al carecer de función militar fue ocupado por precarias viviendas.
Hasta que en 1755, el terremoto de Lisboa ayuda a completar la ruina del castillo y la de las murallas de la ciudad.

La tercera de las torres, desde la torre de la Vela



El edificio que hoy vemos es de planta irregular. Su fachada este, por donde se accede, está abierta a la calle; y las del norte y el sur se le adosan otras edificaciones. Hacia el este, y en torno a la calle Barbaca (de la Barbacana), presenta dos lienzos de muralla almenados entre tres torres también almenadas, siendo una de ellas albarrana; la torre central, la más grande, es denominada de la Vela. Otra torre más, sin almenas, se encuentra en el patio.
Toda su fábrica es de mampuestos de piedra reforzados en las esquinas con sillares.
Todo ese conjunto es de gran altura, lo que da ayuda a afianzar la idea de la grandeza que debió tener la fortificación, y por añadidura la ciudad.

El patio del castillo


La torre desmochada.

A la izquierda una torre albarrana.

Nombre: Castillo de Loulé.
Municipio: Loulé
Distrito: Faro (Portugal)

Tipología: Castillo
Época de construcción: De época árabe sin datar. Reconstruido por los cristianos a mediados del siglo XIII.
Estado: En buen estado de conservación. El uso como museo y biblioteca le da, a mi parecer, un valor añadido y una buena excusa para su conservación.
Propiedad: municipal.
Uso: Turístico, y también como biblioteca municipal y museos: el Arqueológico Municipal y un pequeño museo etnográfico que recrea una vivienda tradicional algarvía (Cozinha Tradicional Algarvia).

Interior del Museo Arqueológico


Una de las salas de la Casa Algarvía.

Visitas: Acceso libre al patio, decorado con elementos más o menos históricos. Visitar el museo, torres, murallas y demás tiene precio.
Protección: está clasificado como Monumento Nacional.
Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje y se hará todo lo posible por visitarlo.

Otras cuestiones de interés: En el interior del castillo, el Museo Municipal de Arqueología, con elementos de la edad del Bronce y la época romana. También restos de las excavaciones correspondientes a la etapa árabe.
En la ciudad, el mercado cubierto, la capilla de la Concepción y restos de las murallas árabes de la ciudad, semiocultas por edificaciones posteriores.
Y el Carnaval, con el desfile más antiguo de Portugal (1906).

Cómo llegar: Una vez cruzada la frontera por Ayamonte, seguir por la autovía A-22 hasta que veamos una indicación que ponga Loule, que debe coincidir con la carretera N-125-4. En unos minutos se llega.