lunes, 27 de marzo de 2017

Uclés, muralla urbana

Complemento con esta entrada, a la que doy el carácter de paseo fingido —pues durante mi visita a Uclés me limité a contemplarla desde la torre del Homenaje del castillo, más el obligado paso por la puerta del Agua, entrada a la villa— con la que tengo escrita sobre el castillo de Uclés; aunque creo que añadiré otra más dedicada al monasterio, que a pesar de alejarse levemente de las intenciones de este blog, es evidente que no puedo dejar atrás pues parece formar parte del mismo edificio del castillo. Y quizás así lo entendieran sus constructores. Sea lo que fuera, sí, me pondré a ello.
Ahora vamos con las murallas.

Vista de Uclés, la muralla en primer término.

Justamente de los pies de la Torre del Homenaje Principal —la mal llamada por algunos torre Albarrana, del Castillo Nuevo—, y en dirección oeste, parte una muralla que baja buscando el río Bedija, rodea el cerro y sube hacia el norte en forma de zigzag, conformando un albacar de regulares dimensiones.
Este gran espacio abierto sirvió como lugar de refugio de naturales de la zona y ganado en momentos de peligro, e incluso como acuartelamiento de tropas de paso antes del inicio de campañas militares o algaras contra los musulmanes. Su existencia y su finalidad, es una prueba más de la gran importancia militar que Uclés tuvo, derivada del carácter de avanzada y vanguardia que la intensa actividad de la Orden dio a la plaza.
A este tipo de muralla, que parece serpentear, se la conoce como de cremallera, y en el caso de Uclés está compuesta por once retranqueos, cuyos ángulos exteriores, en esquina, los 
forman cubos actualmente muy deteriorados.
Su original trazado servía para dotar a la fortificación de una amplia visibilidad del exterior a lo largo de toda la muralla, evitando las torres salientes y los ángulos que limitan la visión de los defensores.
Tiene escasa altura, de unos cuatro metros de media en su cara exterior, y poco más de un metro en el interior a causa del relleno de tierras.

Muralla cremallera, en el centro la puerta de Sicuendes.

Tuvo dos puertas:
La primera se encuentra entre la torre del Homenaje Principal y el primer quiebro de la muralla hacia el norte; es la llamada Puerta de Sicuendes. Está enmarcada en un arco apuntado que es de la misma época que la muralla.
Siempre se pensó que esta muralla, construida en su totalidad de sillarejos, es de factura árabe, y de hecho existen elementos y tramos —como el que va desde la Puerta de Sicuendes hasta el Castillo Nuevo— que así hacen posible esta teoría, aunque última y definitivamente ha sido datada en la época de Alfonso VII. La mampostería concertada de sus paramentos, las marcas de cantero en sillares de esquinas y el uso de escorias en sus morteros, así lo confirman.

La torre del Homenaje y la muralla a la izquierda.

A la izquierda, el acceso a la puerta de Sicuendes.

Está considerada como la muralla de este tipo más antigua de la península Ibérica.
El muro cremallera termina junto al cementerio de Santa Catalina. Ahí es donde se encuentra la segunda puerta de esta muralla, la conocida como Puerta del Cementerio.
Esta puerta se enmarca en un arco apuntado, de sillares bien trabajados, y configurando un acceso en recodo al que protege una torre. Su construcción, cristiana, tiene claras influencias islámicas.

La puerta del agua extramuros. A la derecha mi Compañía.

El último recinto cerraba por el este el núcleo urbano de Uclés. De él sólo nos ha llegado la Puerta del Agua que se orienta precisamente a levante. tenía cuatro puertas más, la de Herrería, la de la alcantarilla, la de San Pedro y el Postigo; además de las dos nombradas en el muro cremallera.

Las murallas bajaban desde el cerro donde está el monasterio, por el norte; y desde el castillo por el sur, encerrando el caserío. Posiblemente hubiera algún recinto amurallado más, pero hoy en día es difícil de confirmar.
En 1468 el casco urbano estaba totalmente amurallado, pues así lo dice el Libro de Visitas de la Orden de Santiago, contándose cinco puertas y, como curiosidad, 650 almenas. 
Esas cinco puertas eran: la de la Herrería, la de la alcantarilla, la del Postigo, la de San Pedro y la superviviente del Agua.

La puerta del Agua, intramuros.


Decía que el único resto de esta muralla es la Puerta del Agua, enmarcada en un arco de medio. Según el escudo que la preside, fue reformada en 1799, cuando se la revistió de estuco que simulaba sillares bien escuadrados; revestimiento que ha sido eliminado en recientes intervenciones. Gran parte de la mampostería es fruto de recrecidos más actuales —paramentos que simulan fábricas medievales— que han tenido la finalidad de enmascarar el aspecto que se le dio a finales del siglo XVIII y con el que perdió su imagen primitiva.

Un servidor bebiendo en la fuente de los Cinco Caños.












martes, 21 de marzo de 2017

Uclés, castillo de Albar Llana o de Uclés

A mitad de camino, más o menos, entre la fría serenidad de Cuenca y la eterna Toledo, y tras un ligero desvío respecto a lo que indica la gruesa vía que une las dos ciudades en el luminoso mapa, llego a Uclés.
Uclés es un pueblo pequeño y, según los números, poco habitado. Pero desde la lejanía se engrandece por esa silueta larga y noble que la historia le ha regalado, y por la que se le reconocería aunque solo fuera iluminado por un golpe de flash en la más absoluta oscuridad. Tan simple como bello.
Pero si es simple la imagen que desde la lejanía ofrece, más complicada me parece la interpretación de todas las edificaciones que allí existen: las piedras se entremezclan, desaparecen y emergen; los tiempos se solapan y parecen esconderse. Todo parece confundir al visitante en el lugar, y al lector-escritor sentado tranquilamente en casa: alcazaba que ya no está, torres que unos llaman con unos nombres y otros de otros, un castillo que es viejo y más adelante nuevo, una muralla que zigzaguea y otra que casi desaparece.
Y por último, la definitiva presencia del monasterio, verdugo de un pedazo del pasado y punto y final de este laberinto. Seguramente le dedicaré un paseo.

Uclés desde el oeste, su horizonte más reconocido.

Fueron estas tierras habitadas antes de la llegada de los romanos, y luego por éstos, que como bien sabemos estuvieron en todos sitios.
Los árabes la llamaron Uqlish —el topónimo actual es fácil de deducir— y en ella estuvieron asentados casi desde el principio de la invasión peninsular: primero con un pequeño castillo y luego una alcazaba, con mercado, mezquita y baños públicos.
En tiempos del Califato de Córdoba perteneció a la cora de Santaver e incluso fue, durante un tiempo, su capital. Finalizando este período, fue el refugio, y última morada —murió envenenado— del califa cordobés Muhammad III, que había huido de Córdoba por una sublevación de la nobleza.
Durante los primeros reinos de taifa, perteneció a la de Toledo y le dio a ésta un rey, Ismail al-Zafir, en el 1025.
Se reconquistó en 1085, junto con Toledo, para ser perdida un año después, también junto con Toledo, tras la batalla de Zalaca, o mejor dicho Sagrajas —23 de octubre de 1086—, aquella que dicen perdió Alfonso VI ante los almorávides de Usuf Ibn-Tasufin porque Rodrigo Díaz de Vivar no quiso ir en su ayuda.
La población vuelve a ser cristiana en 1091, cuando Alfonso VI la recibe de Al-Mutamid, rey de Sevilla, en pago a la ayuda prestada por el primero al segundo ante las pretensiones del almorávide Yúsuf Ibn Tasufin, que pretendía arrebatarle el trono sevillano.

Recordando la primera batalla de Uclés —29 de mayo de 1108—


Como no hay dos sin tres, los musulmanes la recuperarán en 1108 tras la batalla de Uclés, conocida también como la de los Siete Condes, pues ese fue el número de nobles que, comandados por Sancho Alfónsez —único hijo varón de Alfonso VI— y más de 3000 cristianos, murieron en aquella batalla. El ejecutor de tal derrota fue Alí Ibn Yusuf, hijo del anterior Yusuf.
Y nuevamente, como sigue sin haber dos sin tres, vuelve a ser cristiana con Alfonso VII en 1157; y esta vez de manera definitiva. Su heredero, Alfonso VIII dona la villa a la Orden de San Juan —nombre completo: Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de rodas y de Malta—, el 12 de diciembre de 1163.
Donación que tuvo poco efecto pues un mes después es cedida a la Orden de Santiago, instalándose allí la Caput Ordinis, es decir, la casa principal de la Orden.
Y allí estuvo hasta 1493 en que muere Alonso de Cárdenas, último maestre santiaguista. A partir de entonces, y hasta 1516 —fecha de su muerte— fue Fernando el Católico el administrador de la Orden. Carlos I unificó en su persona, o sea la Corona, la administración de todas las órdenes. Con el lento paso del tiempo se comprueba que, no existiendo el peligro musulmán, las órdenes van perdiendo su principal objetivo; y lugares como Uclés inician un proceso de decadencia. Y con ello su castillo.

Subiendo al castillo Viejo: la torre del Pontido (albarrana) y la torre Palomar.


EL CASTILLO:

De primitiva construcción árabe, finales del siglo IX, el castillo que llaman de Albar Llana y que en muy pocos sitios leo que así lo nombren, fue musulmán y cristiano de manera alternativa, hasta mediados del siglo XII en que queda en manos cristianas de manera permanente.
Los caballeros de la Orden de Santiago remodelan la alcazaba árabe y la convierten no sólo fue su sede, sino también en prisión, e incluso a principios del siglo XVI se utilizó como refugio a judíos que iban a ser expulsados.
En 1528 es demolida una parte del castillo, en la zona norte, para construir el actual monasterio, perdiéndose con ello muchos elementos de la Alcazaba árabe, algunas torres y murallas. Hasta entonces, la Alcazaba había sido la casa maestral de la Orden de Santiago.
Del Castillo Viejo desaparecieron, en la demolición, el Patio de Armas y las torres llamadas de la Plata y Torre Blanca.
En algunos textos se habla de que en esta zona norte también estuvo la torre del Homenaje de la fortaleza, a la que denominaban Torre Vieja del Homenaje, en contraposición a la situada en el extremo sur del cerro que sería la Torre del Homenaje Principal, de factura y fecha de ejecución más tardía —siglo XV-XVI—.

La de la izquierda sí es una torre albarrana.

En total fueron tres las torres desaparecidas, de las que se desconoce cuál fue su ubicación exacta.
Además fueron derribadas numerosas dependencias, como bodegas, almacenes, etc., e incluso el puente levadizo.
Con la desamortización de Mendizábal, la Orden debe abandonar el monasterio.
En ese mismo siglo volvió a tener funciones militares durante las guerras carlistas. De entonces quedaron, en los lienzos de la muralla cortina, algunas fusileras que, la última restauración, lamentablemente han suprimido.
Y digo lamentablemente han suprimido, por no decir destruido, pues me parece que cualquier elemento de carácter defensivo ejecutado en los muros de un castillo, durante un enfrentamiento bélico, debería permanecer en él como testigo de ese conflicto, independientemente del momento en que se produjeron el conflicto y la obra.

La torre del Castillo Nuevo. Al fondo el Monasterio y a la izquierda el albacar.


LOS DETALLES:

El castillo ocupa, o mejor, ocupaba todo el cerro que domina la población desde poniente. A lo que hay que añadir los distintos recintos concéntricos al propio castillo. Su estratégica ubicación y la altura de sus torres —se cree que alguna de las que se han perdido era más alta que las actuales— le hacen visible desde muchos kilómetros alrededor.
Gran parte de lo que fue se encuentra hoy en día bajo el monasterio, incluso han aparecido restos de aquel castillo en recientes excavaciones.
En su totalidad está construido en mampostería de piedra caliza, con amplio uso de escorias en el mortero de su llagueado; en las esquinas sillares.

Torre Palomar en el Castillo Viejo, las caballerizas en primer plano.

Del primer recinto nos han llegado dos zonas bien diferenciadas: la denominada Castillo Viejo situada aproximadamente en el centro del cerro; y el Castillo Nuevo, que ocupa el extremo sur del mismo. En el extremo norte estuvo el resto de la Alcazaba árabe, que a estas alturas ya sabemos que, en 1528, fue demolida.
De aquella demolición se salvaron la torre Palomar y junto a ella una torre albarrana llamada del Pontido. Ambas torres son cuadradas y han perdido su almenado. La torre Palomar es de mayor altura, unos treinta metros, y se une a la albarrana mediante un puente de ladrillo y mampostería.
Según los textos que leo, encuentro entre ellos cierta confusión con respecto a esta torre albarrana, pues algunos la llaman del Pontido, en alusión al puente que la une con la del Palomar. Y a la del Homenaje Principal, del Castillo Nuevo, es la que denominan albarrana.
Claro error de concepto, pues si alguna torre es albarrana en el castillo de Uclés, es la que está junto a la del Palomar, o sea la del Pontido.
A los pies de estas dos torres, en las ruinas de la edificación que fue usada como caballeriza del monasterio, aún quedan restos de un baluarte y una barrera.

La muralla cortina hacia el norte.


La muralla cortina y el Castillo Nuevo al fondo.

El Castillo Viejo se conecta con el Nuevo mediante la que llaman Muralla Cortina, levantada en el siglo XV, formada por seis lienzos de muralla y cinco cubos rectangulares y macizos, aparejados en mampostería y tomados con mortero de escorias. Curiosamente esos cubos se orientan hacia el interior de la puebla dando a entender el temor anti señorial reinante en la época.
La fábrica de esta muralla apoya sobre la Torre del Homenaje del Castillo Nuevo, lo que diera a entender que ambas construcciones son coetáneas.
Sin embargo, más arriba, la Muralla Cortina termina en un baluarte que se unía al Castillo Viejo mediante un puente levadizo.
Actual entrada al Castillo Nuevo.

El Castillo Nuevo, situado en el extremo sur del cerro, se concibió como un recinto fortificado autónomo: una torre del Homenaje y un patio central, protegidos ambos por una muralla. Llegó a disponer de un torreón de planta circular con troneras para artillería.
Esta torre es el único elemento de todo el conjunto que aún perdura almenado.

La torre del Homenaje Principal del castillo Nuevo.


 RESUMIENDO:

Nombre:      Castillo de Albar Llana o de Uclés.
Localidad:   Uclés
Municipio:  Uclés
Provincia:   Cuenca

Tipología: Castillo.
Época de construcción: siglo VIII (árabe); remodelaciones y ampliaciones, siglo XII y posteriores.

Estado: En buen estado conservación, sobre todo las zonas restauradas (última restauración, años 2004-2005), aunque hubiera sido conveniente evitar algún exceso y la escasa diferencia entre lo antiguo y lo restaurado.
Por desgracia esto suele suceder con frecuencia y parece que ni a técnicos ni políticos parece importarles que la Ley sobre Patrimonio de 1985 prohíba añadir edificabilidad a un BIC, confundiendo la ejecución pura y mal entendida de una analogía con lo que debería ser una consolidación.
Propiedad:   Pública, del ayuntamiento de Uclés.
Uso:   Sin uso definido.
Protección:   Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.
Pero como ocurre en otros caso, se trata de la parte de un todo que es un auténtico cuatro estrellas. Así que le subimos la nota y decimos que no hay que perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.
Visitas: Totalmente libre el paseo por el perímetro exterior del castillo. El interior permanece cerrado.
Otras cuestiones de interés: Dentro de la población y alrededor del castillo, el albacar o albacara, así como los restos de la muralla urbana.
Y por supuesto el monasterio. Pero eso lo dejo para otro día.

Un servidor.

Cómo llegar: Desde Cuenca, que para eso es la capital de la provincia, tomar la A-40 o N-400 en dirección a Madrid, y en la salida 244 nos vamos a la izquierda y recto hasta Uclés.

sábado, 18 de marzo de 2017

Valencia de las Torres

 Población:    VALENCIA DE LAS TORRES

Municipio:    VALENCIA DE LAS TORRES
Provincia:     BADAJOZ

Escudo:



Descripción:
Escudo español cuadrilongo.
Escudo cuartelado en aspa.
Primero, de plata, cruz de Santiago de gules.
Segundo y tercero, de sinople, una torre de oro, mazonada y aclarada de gules.
Cuarto, de plata, un puente de oro, mazonado, sostenido una onda de azur, y una encina en la ribera.
Al timbre, Corona Real cerrada.

Según Orden de 9 de abril de 1991, DOE nº 28 de 16 de abril de 1991


Recurrencia:
No queda en la población ningún resto de las fortificaciones que en su momento hubo. Pero quiro entender que el recurso utilizado está referido a las que hubo.

Historia:
Si bien está documentada la existencia de una torre levantada por los templarios en el siglo XIII, no nos ha llegado nada de ella. Este hecho, junto con la repoblación posterior con gentes procedentes de levante, dan nombre al pueblo.
Sobre los restos de la anterior torre, la orden de Santiago levantó en el siglo XV una casa fuerte, quedando la población bajo la jurisdicción de Reina. De esta casa no queda vestigio alguno.
Leo en la red que en la calle de La Fuente perduran los restos de la segunda casa santiaguista, construida en el siglo XVIII (¿?). aparte de esa frase, no he encontrado nada más.

martes, 14 de marzo de 2017

Zafra, muralla urbana y puertas.


Continuo en Zafra que, como edificaciones de carácter militar, conserva algunas más que su castillo-palacio, y que son las puertas de su murallas —tres de las cinco importantes que tuvo—. De las restantes, el tiempo, la desidia y la ignorancia, se han encargado de su desaparición. Dejo aquí lo que sobre algunas de ellas, y sobre la muralla, he encontrado; que no me parece mucho.

La muralla de la villa, ya ha quedado dicho cuando se paseaba el castillo, fue mandada construir por el primero de los Gomes Suárez de Figueroa, con autorización de Enrique III y en reconocimiento a los servicios que esa familia había venido prestando a la Corona. Sin embargo es su hijo, Lorenzo Suárez de Figueroa, quien la construye entre 1437 y 1449. Si bien contó con la colaboración de los vecinos a los que se eximió de la obligación de realizar las hasta entonces habituales rondas de guardia.

 Llegó a tener ocho accesos entre puertas y postigos. En un principio se construyeron cuatro, orientándose a cada punto cardinal, la de Sevilla al sur, la de Jerez al oeste, la de Badajoz al norte y la de Los Santos al este; añadiéndose poco después la de Palacio y con el tiempo tres más.
De todas ellas sólo se conservan tres, a saber:
La de El Palacio, junto al castillo y ya nombrada más arriba, la de Jerez, orientada hacia el camino de Jerez de los Caballeros; y la de El Cubo o de Badajoz —de aquí partía el camino hacia esa ciudad, y lo del cubo, obviamente, por la torre que la protege—.

Las desaparecidas fueron: una orientada hacia el camino de Sevilla y así se la conoció; dos situadas entre la de Jerez y la de El Cubo, llamadas de El Niño y Puerta Nueva; y otras dos orientadas hacia el este, la de La Maestranza y la de Los Santos —ésta última por iniciarse aquí e el camino que llevaba a Los Santos de Maimona—.

Cartel informativo junto a la Puerta de Palacio, indicando la ubicación de las puertas.

 La cerca encerraba en su interior una planta que recuerda a una elipse, aunque achatada —un eje, de la puerta de Sevilla a la del Cubo, unos 630; otro eje, de la puerta de Jerez a la de Los Santos, otros 560 metros—, de unos 1.200 metros de perímetro. Estuvo almenada y dispuso de adarve en su totalidad.
Estuvo ejecutada casi en su totalidad en mampostería y relleno de tierra, materiales que provocaron su pronto deterioro.
A finales del siglo XIX se permitió su demolición.

La Puerta de El Cubo o de Badajoz se sitúa hacia el norte, y en origen contenía el acceso al interior de la ciudad, siendo el arco contiguo de ejecución posterior.
Presenta la curiosidad de que apenas dispone de trabazón con la muralla por lo que hace pensar que o bien se construyó con posterioridad, o se hizo así premeditadamente para evitar que daños en una, durante un ataque, no afectaran a la otra, y viceversa.
Construida en mampostería menuda y muy irregular, tiene planta semicircular y proporciones un tanto desmesuradas, tal vez para ofrecer aspecto de excesiva fortaleza.
El interior de la torre, además de ser el paso a la ciudad, tuvo las dependencias propias de control y recaudación propias de las puertas de las ciudades medievales. La puerta cambió su fisonomía en el siglo XVII, cuando se cegó la misma y se abrió un acceso más grande en el lienzo de muralla contiguo —el actual arco del Cubo—. Hoy en día, y después de obras de restauración, se ha recuperado la puerta original y un lienzo de la vieja muralla.

Cuando visité la ciudad, a finales de 2007, en la Puerta del Cubo se estaban realizando obras en su entorno; es de suponer que su estado actual debe ser algo más agradable.


En el exterior, y dentro de una hornacina sobre la primitiva puerta, se exhibe una pequeña estatua de Santiago en su representación de Matamoros, imagen muy relacionada con el Señorío de Feria y, cómo no, con la Orden de Santiago. No obstante, la ausencia de figuras de infieles bajo el caballo puede hacer pensar que no se trata del Santiago de la batalla de Clavijo, sino la representación de alguno de los Suárez de Figueroa.

La Puerta de Jerez, o Arco de Jerez, se orienta al oeste, al camino de Jerez de los Caballeros, y de ella parte la calle que unía el arrabal con el centro de la ciudad, la Plaza Chica.
La puerta consta de un doble arco ojival de sillería que conforma un corto túnel. Sobre ella existe una capilla —del Cristo de la Humildad y Paciencia y de Ntra. Sra. de la Caridad—.
En el exterior, y encima de la puerta, existe un balcón flanqueado por dos hornacinas que contienen una imagen cada una —me dicen que son los patronos del gremio de zapateros, o sea, San Crispín y San Crispiano, mártires en Roma—,
 El conjunto se remata con una espadaña y un nido de cigüeñas.
Bajo el cuerpo de campanas, aún permanece la talla en bajorrelieve del símbolo de la ciudad, un jarrón con azucenas —aunque algo deteriorado por culpa de los franceses; eso dicen—. Aquí también lució el escudo de los Duques de Feria, ya desaparecido.


Con algo más de cien años de diferencia, dos imágenes de la puerta de Jerez

A lo largo del tiempo ha sufrido diversas modificaciones: en el siglo XVII perdió las dos torres que la flanqueaban, y se le añadió la capilla superior; posteriormente fue el añadido de la espadaña y, más recientemente el balcón en voladizo.


La puerta de Jerez, intramuros.

La Puerta de Palacio recibió este nombre por su proximidad al castillo-palacio, y su ubicación se debe, parece obvio, a la necesidad de contar con un acceso próximo desde el exterior.
Realmente fue una doble puerta: la primera, exterior, era la entrada al interior de la ciudad; y la segunda —de la que se conserva un arquillo— fue el acceso a la barbacana que contenía el castillo. Desde esta barbacana se pasaba a la ciudad a través de la Puerta del Acebuche (ver su foto en la entrada correspondiente al castillo). Pero a ésta última no se la puede considerar una puerta de la muralla.
Desde esta puerta partía el camino hacia la Puebla de Sancho Pérez.

La puerta de Palacio desde el interior de las murallas; a la derecha el castillo.

La Puerta de Los Santos, ubicada al este de la ciudad, iniciaba el camino hacia Los Santos de Maimona —de ahí su nombre— y curiosamente, ese camino moría donde comenzaba la calle Zafra en el vecino pueblo.
Estuvo flanqueada por dos torreones y a la igual que la de Jerez y la de Sevilla, tuvo una capilla sobre su arco, en este caso dedicada a la Virgen de la Concepción y Amparo.
Contiguos a esta puerta existieron dos pilares: uno intramuros, el Pilar Redondo para calmar la sed de las personas; y otro extramuros, el de San Benito, para los animales. Ninguno de los dos pilares ha llegado a nuestros días, tampoco la puerta.
 
Así estaba la puerta de Palacio a principios del siglo XX; al fondo la puerta que daba acceso a la barbacana del castillo

Orientada hacia el sur estaba la Puerta de Sevilla —desde aquí arrancaba el camino hacia la ciudad andaluza, por lo que fue nombrada así siguiendo el mismo criterio que las demás— y era la que tenía más tránsito de todas. En ella desembocaba la actual calle Sevilla, a la vez que se abría al sitio que llamaban Campo de Sevilla.
Al igual que la de Jerez y la de Los Santos, tuvo sobre su arco una capilla que estuvo dedicada a la Virgen de la Aurora.
Era una construcción de tamaño considerable, ejecutada en piedra berroqueña, con columnas a sus lados decoradas con elementos clásicos. El elemento central era un torreón cubierto y el hueco de acceso un arco rebajado.
Fue demolida, previa autorización real, en 1878.

Imagen de la desaparecida puerta de Sevilla.


Nombre: Muralla urbana de Zafra
Municipio: Zafra
Provincia: Badajoz.

Tipología: Muralla urbana.
Época de construcción: comenzó su construcción, al igual que el castillo, en 1437.
Estado: Las puertas que han llegado a nuestros días se encuentran en un más que aceptable estado.

Propiedad: Pública.
Visitas: totalmente libre el entorno, forman parte del paisaje urbano.
Protección:

Clasificación subjetiva: 2, o sea, que si se pasa cerca y se va con tiempo pues se acerca uno a verla; es decir, que se incluirá en una ruta de viaje pero no pasa nada si luego no se visita.
En este caso esa clasificación no es válida, ya que el 3 del castillo obliga a visitar la ciudad.
Cómo llegar: En el kilómetro 684 aproximadamente de la A-66 (E-803), donde cruza la N-432 que viene desde Córdoba, hay indicaciones que nos dicen que Zafra está a unos minutos.
Otras cuestiones de interés: Como curiosidad, dejar dicho que sobre un bloque del arco de la puerta de Jerez, está grabada la huella de un zapato que mide un pié castellano, medida que se usó hasta el siglo XIX y que equivalía a 27’86 cm del Sistema Métrico Decimal, implantado oficialmente en España en 1849.
Otra curiosidad más sobre lo de las medidas, que se ha dicho lo del pié en la puerta de Jerez; pues en la Plaza Chica, grabada sobre una columna está la Vara, otra unidad de medida que equivalía, por estos lares, a 83’59 cms.





martes, 7 de marzo de 2017

Zafra, castillo-palacio de los Duques de Feria

Llego hoy, y paseo a medias, a un bello castillo; más palacio que castillo por dentro, que desde afuera es más fortaleza que residencia. Es el castillo-palacio de los Duques de Feria, y está en Zafra, Badajoz —no confundir con el roquero y desafiante de Campillo de Dueñas en Guadalajara—, y a diferencia de su homónimo castellano, el extremeño es llanero y, sobre todo, sosegado.

En la página web del Ayuntamiento de Zafra leo sobre lo que bien pudo ser el origen de esta ciudad.  Y si la dedicación que en aquel principio asigna esa suposición a sus primeros habitantes es cierta, se podría decir que los actuales son fieles a sus antecesores. Dice aquella creencia que los orígenes de la ciudad están en el Medievo, en un puñado de casas apiñadas en lo que hoy es la Plaza Chica y que era un cruce de caminos — norte-sur, la vía de la Plata; este-oeste, el Camino Mozárabe, tal vez—. Seguramente fuera lugar de albergue y pernocta, y también de intercambio de mercancías; más o menos como lo sigue siendo hoy.



         EL LUGAR,
Fuera como fuese su principio, es muy probable que los romanos tuvieran algo que ver en ello, aunque se tratase sólo de algunas villas dispersas y un castro en las proximidades.
En ese mismo lugar, El Castellar, los musulmanes construyeron a principios del siglo XI una pequeña fortificación, un hisn que se denominó Saira abi Hassan —se presume que de ahí deriva el actual topónimo—, a fin de controlar la frontera entre las taifas de Sevilla y Badajoz. Más tarde la nombrarían como Safra, y de ahí a Zafra.
Reconquistada la comarca en 1229 por Alfonso IX, se construyó en aquel cruce de caminos una iglesia y la casa del Concejo. Curiosamente también un cementerio.
Pero volvió a ser conquistada por los árabes; y tuvo que ser en 1241 con el Rey Santo, cuando definitivamente quedara en manos cristianas, concretamente en las de la orden de Santiago.
 En 1394, Enrique III cede el dominio sobre el lugar a Gomes (I) Suárez de Figueroa, a quien heredará su hijo Lorenzo que, además de terminar la muralla y mandar en 1437 construir un alcázar, fundó el hospital de la Salutación —hoy de Santiago—, y terminó la construcción del monasterio de las Clarisas de Santa María del Valle.
En 1460, el rey Enrique IV concede a los Suárez de Figueroa un condado, que será el de Feria.

El patio del castillo, obra del primer duque de Feria.

En 1567, Felipe II eleva la categoría de condado a ducado, siendo el primer Duque de Feria otro Gomes (III) Suárez de Figueroa. Y además de Duque, grande de España.
Con Gomes III la población se moderniza y se convierte en una villa mercantil y manufacturera que llega a ser el centro de la comarca. Las ferias que se celebraban desde finales del siglo XIV, se consolidan —llegando la de San Miguel, a finales de septiembre, hasta nuestros días—.
El condado de Feria fue absorbido por el Marquesado de Priego y éste, en el siglo XVIII, quedó incorporado en el Ducado de Medinaceli.
Desde 1882 tiene el título de ciudad, por obra y gracia de Alfonso XII, y desde 1965, su casco histórico es conjunto Histórico Artístico.


EL CASTILLO
El castillo de Zafra no fue edificado para defender territorios ni fue testigo de ninguna batalla. Probablemente esté levantado en el mismo lugar que ocupara otro de origen árabe del que no quedan restos —aunque bien podría tomar como vestigios de aquella fortaleza su apariencia exterior—.

Fachada norte del castillo.

El castillo de Zafra, o el palacio de los Duques de Feria, lo manda construir el segundo señor de Zafra, Lorenzo Suárez de Figueroa, a la sazón primer Conde de Feria, en 1437 —una piedra con esa fecha inscrita en su fachada principal así lo recuerda; otra, en la torre del Homenaje, indica la de su terminación, 1443—. Su pretensión era establecerse en la ciudad en una residencia acorde a su condición, pero sin renunciar al carácter defensivo del edificio. Seis años tardaron en su construcción, primero en la cerca de la villa y después en el castillo. La autorización real, firmada por el rey Juan II de Castilla, llegó cuando las obras estaban casi concluidas.
Uno de sus descendientes, el tercero de los Gomes, efectúa obras en el castillo para adaptarlo a sus nuevas necesidades, acordes a los gustos que los Austrias imponen, y siguiendo las maneras propias del Renacimiento, pero dejando algunos elementos que evidenciaran de forma clara su abolengo: construye la Sala dorada y reforma y decora la capilla, añadiendo hermosos artesonados; levanta dos galería a ambos lados de la torre que se orienta hacia el sureste; y a la fachada principal le añade, lamentablemente, dos cuerpos flanqueando la entrada. Pero la obra más significativa es la sustitución del originario patio por otro de líneas netamente renacentistas, que se ejecuta en mármol y a dos alturas, y que más que el patio de un castillo, recuerda al claustro de un monasterio. Sin menospreciar ni una piedra de todo el edificio, no cabe duda que son, las del patio, el primer atractivo del palacio.
Durante la guerra de la Independencia estuvo, como no, ocupado por tropas francesa. Esta vez fueron respetuosos con el edificio.


LOS DETALLES

Construido casi totalmente en mampostería sobre una planta cuadrangular, el castillo de Zafra estuvo rodeado de una muralla a modo de barbacana que, hacia el este y el sur, coincidía con la muralla de la ciudad. Una de las puertas de esta última, la llamada de Palacio, era la más próxima al castillo; frente a ella, de la que sólo queda un arquillo, daba acceso a la barbacana.

La Puerta de Palacio intramuros.


De ese baluarte apenas si se conservan algunos restos.
El castillo y la barbacana se comunicaban con el interior de la ciudad a través de la llamada Puerta del Acebuche, situada al suroeste de la plaza que se abre frente a la fachada principal.
Las cuatro esquinas de su planta están reforzadas con altas torres —de 24 metros— cilíndricas; en el centro de sus lados norte y sur, se adosan sendos torreones, también circulares y de la misma altura pero de menor diámetro.


La puerta del palacio se abre en la fachada oeste, y está flanqueada por otros dos torreones de iguales características a los centrados en las fachadas norte y sur. Sobre la puerta, figuran los escudos de sus primeros dueños: cinco hojas de higuera de Lorenzo Suárez de Figueroa, os leones rampantes y brazos alados con espadas de doña María, su esposa.
Más arriba, una ventana geminada con arcos de herradura; y sobre ella sobresale un matacán, con aspilleras, sostenido por cuatro ménsulas.

Fachada oeste del castillo. Torre del Homenaje.

En la fachada este, opuesta a la puerta, está la torre del homenaje, también cilíndrica, algo más alta que las demás torres —29 metros de altura—, y más gruesa y rotunda, simbolizando así, como en general todo el edificio, el poder de la familia.
Tiene cuatro niveles, siendo macizo el primero; desde la primera planta del palacio se accede al segundo nivel, abovedado; desde aquí al siguiente, ya a la altura del adarve, que conserva pinturas en su zócalo. Una escalera empotrada en el interior del muro lleva hasta la terraza de la torre que, como todo el conjunto, está almenado. Sobre el acceso a la torre desde el adarve, vuela un pequeño matacán.
Toda sus fábricas exteriores son de mampostería, utilizándose muy poco la sillería, si acaso en algunos elementos como ventanas y matacanes. Bajo las almenas de murallas y torres, corre una doble hilada de ladrillo.

La puerta del Acebuche, a la que más arriba se hacía referencia.


Nombre: Castillo-palacio de los Duques de Feria
Municipio: Zafra
Provincia: Badajoz.

Tipología: Castillo-palacio.
Época de construcción: comenzó su construcción en 1437. A mediados del siglo XVI fue transformado en palacio. También sufrió alguna transformación a mediados del siglo XVII y en los años sesenta del pasado siglo.
A pesar de tantas modificaciones y añadidos, el edificio no ha perdido, al menos exteriormente, su excelente condición militar.
Estado: El castillo se encuentra en un extraordinario estado, debido claro está, a haber sido rehabilitado y acondicionado como Parador de Turismo en 1968, que es la ocupación a la que en la actualidad está destinado.
Propiedad: Pública; fue adquirido por el Ministerio de Información y Turismo en 1965 para convertirlo en Parador de Turismo.
Visitas: totalmente libre el entorno y las zonas comunes del establecimiento hotelero. El resto queda reservado para los huéspedes.

Fuente en el patio del castillo-palacio-parador.

Protección: Declarado Monumento desde el 3 de junio de 1931, es Bien de Interés Cultural.
Se encuentra bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22-abril-1994 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.
Cómo llegar: En el kilómetro 684 aproximadamente de la A-66 (E-803), donde cruza la N-432 que viene desde Córdoba, hay indicaciones que nos dicen que Zafra está a unos minutos.
Otras cuestiones de interés: Toda la ciudad de Zafra, declarada Conjunto de Interés Histórico Artístico, es digna de ser paseada. Sólo sus Plaza Chica y Plaza Grande ya merecen la visita; el resto son los bises que da la ciudad.
Si tenemos un ratillo a finales de septiembre, la Feria de San Miguel.