martes, 25 de abril de 2017

Uclés, Monasterio de Uclés (2)

Paseado el monasterio, aún faltaba el interior de su iglesia; que casi digo adiós a Uclés y lo olvido. Así que manos a la obra y un breve recuerdo-relato para concluir mi visita a tan seductor lugar.

Decíamos que la iglesia, de estilo herreriano, ocupa el ala norte del monasterio y de todo el conjunto. Su construcción, que fue finalizada en 1602, se realizó a instancias del rey Felipe II, aunque como ya apuntamos el resto del monasterio es posterior, pues sus obras se terminaron durante el reinado de Felipe V cuando, incluso, el barroco era superado por el churrigueresco. Corría ya el año de 1735.
La iglesia tiene planta de cruz latina, orientada su cabecera a levante, tiene una sola nave de cinco tramos cubierta de bóveda de medio cañón; mide esta nave 65 metros de largo y 12 de ancho. La bóveda se refuerza con arcos fajones que se apoyan en columnas dóricas paramentadas con el muro.



A ambos lados de la nave, y entre las columnas anteriores, se abren grandes arcos que dan paso a las capillas laterales que se comunican entre sí por puertas con arcos de medio punto; lo que haría parecer que la iglesia tiene otras dos naves laterales, aunque realmente no sea así. En estas capillas existe actualmente un museo sobre la historia de Uclés y de la Orden de Santiago.
Encima de los arcos más próximos al crucero podemos ver dos grandes cuadros que representan la batalla de Las Navas de Tolosa y la de Santa María de Tentudía. Sobre los otros dos arcos hubo también dos cuadros de similares características, ya desaparecidos, que representaban las batallas de Covadonga y de Clavijo.
La iglesia se ilumina con ventanas bajo los arcos torales de la bóveda que se disponen sobre la cornisa que discurre encima de los arcos laterales.
Sobre el crucero, que se eleva hasta los 36 metros de altura, una cúpula de media naranja, obra de Antonio de Segura. Se apoya sobre cuatro pechinas con pinturas de los tres arcángeles más otra pintura del Ángel de la Guarda. En el exterior, la cúpula se cubre con un chapitel rodeado de una balaustrada y revestido de pizarra y rematado con una esfera de cobre, de dos metros de diámetro, coronada por una veleta en forma de gallo —representando la vigilancia— que sostiene una cruz de Santiago.

El coro de la iglesia.

A los pies de la nave está el coro, que ocupa dos de los cinco tramos, más sendos avances, a modo de balcones, en un tercer tramo, el central de la nave. Lo sujetan tres arcos muy rebajados.



El crucero se separa del altar mayor por una reja de hierro que ocupa todo el ancho de la nave. En su centro destaca un escudo policromado con las armas reales flanqueado por sendas cruces, la de Santiago y de otra orden militar (¿?).

El altar mayor y su retablo ocupan, como no puede ser de otra manera, la cabecera de la iglesia, que es de traza poligonal.



El retablo que hoy contemplamos no es el original. De aquel, que era de estilo greco-romano, con claras tendencias barrocas, y ejecutado por Francisco García Dardero en el siglo XVII, sólo quedan restos en la parte superior; el resto fue destruido durante la Guerra Civil de 1936 y posteriormente, en 1956, reconstruido en escayola.
Se compone de una calle central y dos laterales, separadas por entrecalles. Entre ellas seis grandes columnas de orden compuesto soportan una cornisa en la que se apoya una bóveda de media esfera dividida en cinco secciones: en la central un crucificado y en las cuatro restantes escenas de la pasión y glorificación de Cristo.



En el primer cuerpo de la calle central se levanta un pequeño templete cubierto con una cúpula, y en el segundo un gran cuadro de Santiago —Santiago Matamoros, durante la batalla de Clavijo—, obra de Francisco Ricci, pintor de cámara de Felipe IV y Carlos II, de 1670. Este cuadro, por suerte, es el original y ha sido restaurado recientemente.
En los intercolumnios de las calles laterales tenemos pinturas que representan motivos de la vida de Jesucristo: la Adoración de los Reyes, de los Pastores, la Ascensión y la Venida del Espíritu Santo.
Delante de las columnas que separan las calles se encuentran unas repisas que sostienen, a la izquierda, una escultura de San Agustín escribiendo la regla de la Orden, y a la derecha otra de San Francisco de Borja.
A la derecha del crucero se halla la Sacristía, de la que ya se habló en mi entrada anterior, a la que se accede a través de un vestíbulo que a su vez es el acceso a la cripta —he de declarar que no bajé a la cripta, pero no por ello la voy a obviar aquí—.

Actualmente no hay enterramientos en ella, pero sí se sabe que allí estuvieron enterrados maestres de la Orden, como Rodrigo Manrique, padre de Jorge Manrique, el que glosó su muerte escribiendo aquello que comenzaba:

Recuerde el alma dormida

Avive el seso y despierte

Contemplando

Como pasa la vida,

Como se viene la muerte

Tan callando…

Y más adelante continúa con las estrofas que casi todos sabemos: 

Nuestras vidas son los ríos

Que van a dar a la mar,

Que es el morir:

Allí van los señoríos,

Derechos a se acabar

Y consumir,

Allí los ríos caudales,

Allí los otros medianos

Y más chicos,

Y llegados, son iguales

Los que viven por sus manos

Y los ricos… 

Para terminar: 

…Así, con tal entender,

Todos los sentidos humanos

Conservados, cercados de su mujer,

Y de sus hijos y hermanos

Y criados,

Dio el alma a quien se la dio,

El cual la ponga en el cielo

Y en su gloria,

Y aunque su vida perdió,

Dejónos harto consuelo

Su memoria.


Adiós.

martes, 18 de abril de 2017

Uclés, Monasterio de Uclés (1)

Decíamos hace unos días que Uclés fue definitivamente cristiana en 1157 cuando es conquistada por el rey castellano Alfonso VII. Éste donará la villa a la Orden de San Juan en 1163 pero inmediatamente pasará a manos de la de Santiago. Y con la orden de Santiago quedará de manera definitiva.

Los santiaguistas hicieron de Uclés su Caput ordinis, su Cabeza de la Orden, o sea su casa principal, instalándose en el interior del castillo y conformando un conjunto fortificado que fue mucho más de lo que con los musulmanes había sido. El alcázar fue remodelado y convertido en monasterio, así como el resto de edificaciones que se adaptaron a los usos y costumbres de sus nuevos moradores. El amplio recinto se fue transformando en un abigarrado conjunto de construcciones donde se unían castillo y monasterio, guerras y rezos.

Mapa con las encomiendas de la Orden.

Terminada la Reconquista, el maestrazgo de la Orden pasa a la corona de Castilla, perdiéndose progresivamente el carácter militar de la fortaleza.  Es, bajo el reinado de Carlos I, y siendo prior Pedro García de Almaguer, cuando en el recinto se inician las obras de reforma y nueva construcción que harán que el monasterio medieval que era pasara a ser el renacentista que hoy conocemos. Era el 7 de mayo de 1529, y una inscripción en el ábside de la iglesia del monasterio así nos lo recuerda. A partir del siguiente año estuvo trabajando aquí Andrés de Vandelvira, que tiempo más tarde, lo haría en la catedral de Cuenca y en la de Jaén.

Muchos de sus elementos defensivos, torres —la del Palomar, del Homenaje y del Pontido—y murallas del castillo se mantuvieron, y también las del albacar, que se extiende hasta el río Bedija. Pero en la zona norte del promontorio donde estuvo el alcázar musulmán, los santiaguistas levantaron, de nueva planta, lo que pretenciosamente se ha dado en llamar “el Escorial de la Mancha”. —quizás por el pronunciado estilo herreriano que posee, fruto sin duda del hacer de Francisco de Mora, discípulo que fuera de Juan de Herrera—. Percepción algo exagerada pero no reñida con la majestuosidad del edificio que se eleva y prolonga sobre los adarves de las viejas murallas. Aunque más que el Escorial, su perfil en el horizonte se me antoja un barco varado en mitad de la Mancha.



Ahora es el momento de preguntarme qué hago escribiendo sobre un edificio que no es un castillo, ni una torre, ni edificación relacionada con mi casadelatercia.

La respuesta es sencilla, clara y breve: escribo sobre el monasterio porque está allí, dentro de un gran castillo, formando un único conjunto que estuvo totalmente vinculado a una de las órdenes religiosas y militares de mi país.

Y porque cuando lo visité vi cumplido otro viejo sueñecillo.


La torre Palomar desde el zaguán del monasterio.

Felipe II ordena en 1567 que se demuela parte del viejo monasterio para poder proseguir las obras del nuevo. Lo visita en 1567, y activa con su presencia el proceso de construcción. Veinte años después de iniciadas las obras, en 1588, ya se había construido, sobre los restos del antiguo cenobio, el actual refectorio.

Pero a pesar de ello y como ya hemos dicho, las obras se dilataron mucho en el tiempo: la iglesia no estuvo terminada hasta 1602 y el resto del conjunto hasta bien entrado el siglo XVIII, pues se concluyó en 1735, cuando reinaba en España Felipe V. Habían transcurrido 206 años.

Durante ese tiempo, personajes ilustres se hospedaron allí, como Alonso de Ercilla en 1577 cuando fue nombrado caballero de la Orden. O Francisco de Quevedo que en 1621, y por orden del duque de Osuna ante el que había caído en desgracia por cuestiones políticas, estuvo allí encarcelado.

Durante más de dos siglos se sucederán las obras, hasta terminar un edificio grande y proporcionado, de planta cuadrada y articulada alrededor de un patio-claustro; y todo en una perfecta mezcla y superposición de estilos: plateresco, herreriano y churrigueresco.

Muchas de las piedras que se utilizaron en su construcción a lo largo del tiempo, amén de las reutilizadas de la antigua fortificación musulmana, fueron procedentes de la cercana ciudad romana de Segóbriga, por lo que no debe sorprender ver alguna lápida con inscripciones.

Apenas un siglo después de finalizadas las obras, el 13 de enero de 1809, tiene lugar la batalla de Uclés: las tropas de Napoleón derrotaron a las españolas, a lo que siguió el saqueo de la villa y el monasterio; y el asesinato en masa de los lugareños, incluidos los monjes. Como en tantas otras ocasiones, costumbres de aquellos franceses.

De manera forzada, los monjes abandonaron el monasterio obligados por las desamortizaciones, a lo que se unió la supresión de las órdenes militares religiosas en 1873, durante la Primera República.  El obispado de Cuenca se hizo cargo del edificio.

Allí establecieron primero un seminario, luego fue convento de jesuitas, colegio y por último, antes de la Guerra Civil, convento de los Agustinos.

Durante ese conflicto fue hospital —previa expulsión de sus ocupantes y saqueo de lo que habían dejado los franceses— del bando republicano, pues en esa zona había quedado Uclés. Terminada la guerra, fue cárcel de presos políticos.

Incluido en el plan de “Regiones Devastadas”, fue rehabilitado y nuevamente utilizado como seminario hasta el año 2013.


Fachada principal, orientada al este.

 

LOS DETALLES:

Es en su fachada del sur donde se ubica su acceso principal, frente a las torres del Pontido y Palomar, que parecen atentas a ver quién entra y sale del monasterio.
Esta fachada es del siglo XVIII, exactamente de 1735 —reinaba ya Felipe V—, obra de Pedro de Ribera —existe una inscripción que así lo afirma—, que fue discípulo de Churriguera, lo que demuestra que esta obra que es algo más que barroca.



El vano de entrada queda enmarcado por cuatro pilastras decorativas, sin función estructural, dos a cada lado, y adornado con multitud de elementos ornamentales. Sobre la puerta, un balcón corrido profusamente adornado también, y rematado por una imagen de Santiago ¿guerrero?, con la cruz maestral en una mano y una espada —tiene gravado el lema fidei defenso, defensa de la fe— en la otra; y en cuya peana se puede leer “Caput ordinis”, que quiere decir Cabeza de la Orden, aludiendo a que este monasterio es la casa madre de la Orden de Caballería de Santiago.
Todo el conjunto parece dar la sensación de ser un gran retablo dada su profusa ornamentación: ángeles, cruces de Santiago, leones rampantes que sujetan la Corona Real, trofeos, delfines, coronas, guerreros, etc., e incluso figuras de moros encadenados como exponente del dominio que sobre ellos se tenía y reflejo de la esclavitud a la que se les sometió. Sobre el vano abierto en el balcón, un angelito toca la guitarra.

Patio-claustro del monasterio y una de las torres de la iglesia.

Traspasada la entrada, un vestíbulo y a la derecha el pago por la entrada y visita. Al frente el patio, a cuyo en derredor, en planta baja, se disponen las dependencias más significativas, y a la vez las únicas visitables, del monasterio: Refectorio, Sacristía e Iglesia.
El patio-claustro, construido en el siglo XVII, es de planta cuadrada y de dos alturas: la más baja está compuesta por una arcada abierta de treinta y seis arcos de medio punto muy esbeltos —nueve a cada lado—; mientras que la superior está cerrada por otros tantos balcones.
La aparente sobriedad de la construcción queda rota por la decoración de las albanegas y claves de los arcos, de los canecillos de la cornisa intermedia y los frontispicios de algunos balcones.




En el centro del patio, el brocal de un pozo —mejor dicho, de un aljibe— profundamente barroco: en la parte superior campea el escudo real por un lado y el la orden por otro.

A la derecha del patio, en el ala de levante del edificio, se encuentra el Refectorio o la “Sala Grande” que, por el mobiliario que contiene he de pensar que sigue teniendo la misma función.
En esta estancia sobresale el artesonado de estilo renacentista tallado en madera de pino melis, conformado por 36 casetones octogonales con el busto de otros tantos maestres y priores de la Orden. 

Mi compañía en el Refectorio.


Y sobre todos ellos, presidiendo la sala, el busto del Emperador, situado en el centro de la estancia, que sostiene sus atributos imperiales: espada, cetro y orbe. Por lo demás carece de interés: muros lisos y nula decoración.
También destacable el busto que representa a Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de la Orden de Santiago y conquense de nacimiento, y que en lugar de efigie, es representado por una calavera coronada de conde y rodeado con la inscripción “VOSOTROS NOBLES BARONES, SABED QUE A NADIE PERDONO”, que no es suya la frase, sino que debe serlo de la Muerte —en otro lugar de la red leo “Vosotros, los que os tenéis en algo, deteneos ahora un poco, os ruego, y considerad mis palabras: No perdono a nadie”; aunque la verdad, me parece algo largo el texto para el tamaño del casetón, y ni cuando allí estuve, ni en la foto que tomé, puedo apreciar con exactitud lo que dice; lo que sí se entiende perfectamente es su significado—.

La antigua Sacristía, hoy capilla.

Junto al Refectorio se halla la antigua Sacristía, ambos construidos entre 1529 y 1550, que actualmente es utilizada como capilla, de estilo plateresco y que lleva la firma de Andrés de Vandelvira.
Está formada por dos naves dispuestas en una planta en L, y unidas por un arco de medio punto. Se cubre con bóvedas rebajadas de crucería de cuyas claves cuelgan pijantes de madera tallada y policromada.
Todas las columnas y pilastras se cubren con tallados platerescos.





A la planta alta del claustro se accede por una regia escalera situada junto al vestíbulo de la entrada. Fue ejecutada, como el patio, en el siglo XVII pero su fisonomía actual es obra del siglo siguiente, cuando se termina la fachada este y con ello un nuevo piso en esa zona del monasterio.


En sus paredes, dos cuadros: un Santiago Apóstol en la batalla de Clavijo, frente al primer tramo de la escalera, y en la pared de la planta alta, que media entre los dos brazos en los que se abre aquel primer tramo, cuelga una Inmaculada; ambos del siglo XVIII.

Planta alta del Claustro

En la planta alta un paseo, invitado por la hermosa luz que entra por sus decenas de ventanucos; una ojeada al interior de la iglesia desde el coro y descenso por la escalera, del siglo XVII, que de tan barroca que es, es más imperial que regia; ejecutada con escalones labrados de una sola pieza, es sin duda, uno de los elementos más notables del monasterio.

Esquina noreste, ábside de la iglesia.

De nuevo en el exterior, un paseo en derredor y giro hacia la izquierda para ver la fachada este que es la que se orienta hacia la población.
Fue la primera que se construyó —obra de Andrés de Vandelvira, primera mitad del siglo XVI— y, para muchos, la más bella y curiosa de las cuatro. Sus ventanas están plagadas de cruces y conchas de Santiago, armaduras, calaveras y un sinfín de motivos alegóricos y equilibrados derroches platerescos, a pesar de la asimetría que se aprecia.
A su derecha, esquina con la fachada norte, está la cabecera de la iglesia, sujeta por tres potentes contrafuertes que contienen hornacinas las estatuas de los tres reyes constructores del templo de Jerusalén: Salomón, Zorobabel y Herodes.

Fachada norte del monasterio, lateral de la iglesia.

La fachada norte, en su totalidad de estilo herreriano, corresponde al muro lateral izquierdo de la iglesia —su entrada principal está en la fachada oeste—.
A pesar de no corresponder con ese acceso principal, dispone de una portada monumental pero sencilla formada por dos cuerpos: en el inferior la puerta en arco de medio punto flanqueada por dos pares de columnas de estilo dórico; en el superior sólo cambian las columnas que son jónicas —en los intercolumnios, se sitúan hornacinas que permanecen vacías—. Entre los dos cuerpos de columnas superiores, un óvalo sin ningún tipo de decoración. Sobre los dos cuerpos de la portada, un frontón triangular; nada destacable en el resto de la fachada.

Entrada principal de la iglesia.

Orientada al poniente y como protegida en un rincón que deshace la planta cuadrangular del edificio —pues la fachada lateral de la iglesia es de menor tamaño que cada lado del monasterio—, se levanta la fachada oeste que corresponde con los pies de la iglesia y donde se encuentra su portada principal.
Fue diseñada en estilo herreriano por Francisco de Mora pero no ejecutada por él. De estructura muy similar a la del norte, tiene dos cuerpos con dos columnas cada uno, y capiteles de orden compuesto que sostienen un frontón triangular.
En el centro del cuerpo superior, un tondo esculpido que representa a Santiago en la batalla de Clavijo. Entre las columnas existen hornacinas que como en la otra puerta de la iglesia, permanecen vacías. Sobre las del primer cuerpo, a ambos lados, está tallada la cruz de Santiago de la que cuelgan dos veneras.
La fachada está flanqueada por dos torres de planta rectangular y dos cuerpos de altura, rematadas con una balconada. Esta torres, llamada una del Reloj y la otra de las Campanas, tuvieron en origen, como cubierta, un chapitel igual al que aún existe en la cubierta sobre la cabecera de la iglesia, y que desparecieron en el siglo XIX, durante dos incendios producidos por sendos rayos y sucedidos en 1845 y 1877. Entre ambas torres se ubicó otro frontón triangular, éste con un óculo en el centro.
El resto de la fachada oeste corresponde a un ala del monasterio donde se disponen dependencias no visitables, y que al exterior ofrece una sucesión de ventanas rectangulares y balcones que dan al conjunto un aspecto firme y sobrio a la vez que elegante.




RESUMIENDO:

Nombre: Monasterio de Uclés.
Municipio: Uclés
Localidad: Uclés
Provincia: Cuenca

Tipología: Monasterio.
Época de construcción: las obras comenzaron a mediados del siglo XVI (1567) y terminaron en 1735.
Estado: En muy buen estado conservación y uso. Poco más que decir.

Propiedad: Está compartida entre el Ayuntamiento de Uclés, y la Iglesia Católica. Su gestión es privada.
Uso: Turístico, y futura sede de eventos culturales, conferencias y espectáculos.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931.
En 2003 fue declarado bien de Interés Cultural.
Visitas: Totalmente libre el paseo por el perímetro exterior; el interior está sujeto al pago previo de la entrada.
O así lo era en diciembre de 2016 cuando me di una vuelta por allí.



Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.
Pero como ocurre en otros caso, se trata de la parte de un todo que es un auténtico cuatro estrellas. Así que le subimos la nota y decimos que no hay que perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.

Otras cuestiones de interés: Como curiosidad, no olvidar que al lado derecho de la portada norte de la iglesia, y desde ella hasta el rincón, queda un trozo de la antigua construcción árabe, en el que se aprecia un pequeño ventanuco y un arco de descarga. También, en el extremo derecho de la fachada principal, la del sur, queda un lienzo que corresponde a una torre de la antigua fortaleza, y que formó parte de la cabecera de la antigua iglesia, que se situaba don hoy está el zaguán actual.

Cómo llegar: Desde Cuenca, que para eso es la capital de la provincia, tomar la A-40 o N-400 en dirección a Madrid, y en la salida 244 nos vamos a la izquierda y recto hasta Uclés. Ya lo dije cuando escribí sobre el castillo.

Adiós.

 

 

martes, 11 de abril de 2017

Garganta la Olla, Iglesia de San Lorenzo Mártir

Estoy seguro de que si en alguna ocasión has visitado la comarca de La Vera, has debido estar en Garganta la Olla.
Si ha sido así habrás paseado por su barrio de la Huerta y habrás visto sus numerosas casas, tan singulares: la de Pedro Carvajal, la de Postas, y a su lado la de Félix Mesón Gómez, con su escudo y la fecha de construcción, 1741; la de la Inquisición —tema tan cuestionado y no menos cuestionable—, los dos portalones de las Casas Gemelas, la de las Muñecas, siempre pintada de azul —uno de sus tres prostíbulos—; y en la plaza del Ayuntamiento, que realmente se llama del Diez de Mayo y tiene una picota en su centro, la de las Mozas de la Fortuna —otro burdel—. Y cómo no, la Casa de la Peña, tan simbólica que ella sola llena todo el campo del escudo municipal.
La Casa de la Peña, símbolo y escudo de Garganta la Olla.

También habrás visto sus iglesias, la ermita del Santísimo Cristo del Humilladero y la parroquial de San Lorenzo Mártir. Pero en esta última, me parece, que no te habrás fijado en el detalle que la trae hasta esta lacasadelatercia. ¿Verdad? No te preocupes, que más abajo te lo aclaro.
Y si llegaste al pueblo por la carretera que viene de Cuacos, es seguro que te detuviste en el que llaman el Mirador de la Serrana —la Serrana de la Vera—, y allí te enteraste de su vida y leyenda:

… que ultrajada por el sobrino del obispo de Plasencia, ella y su familia fueron penadas a la más despreciable vergüenza; y empujada por el odio hacia los hombres, juró venganza.
… que vivió medio salvaje en la sierra, y ayudada por su destreza, fuerza y también sus encantos, engañó a todo hombre con el que se cruzase.
… que los llevaba a su cueva y, tras gozar con ellos, los mataba, los desollaba y conservaba sus huesos.

Verdad o mentira, quién sabe —para más información léete el “Romance de La Serrana de la Vera”—.
La cuestión es que el mito lo recogen numerosas variaciones y, prácticamente, está extendido por gran parte del territorio peninsular.

Garganta la Olla desde el Mirador de la Serrana.

Desde aquí comprobarás que es un buen lugar para observar la posición del pueblo: enclavado entre dos gargantas naturales; quizás ese sea el origen de su topónimo. Topónimo que, antiguamente, fue Ad Fauces —junto a las gargantas—, que son dos, la de San Blas y la Mayor; pero no las únicas, porque si llegas cuando el tiempo es propicio, podrás disfrutar de un baño en cualquiera de las muchas que existen.


EL LUGAR:

De su pasado más remoto se conservan restos de dos castros vetones, el del Cerro del Salvador y el del Cerro Torique; y también de una villa romana conocida como Carnaceda. Anterior a la llegada de los musulmanes se datan las ermitas de San Martín y San Salvador de la Sierra.
Desde su reconquista definitiva por Alfonso VIII, esta comarca perteneció primero a Ávila, pues de allí llegaron sus repobladores, para pasar a depender de una de las tres Sexmerías de Plasencia.
Plasencia perdió su posesión cuando, hacia 1330/1340, los infantes de Cerda recibieron del rey Alfonso XI unas tierras entre las que se encontraba el actual municipio que, con el paso del tiempo, van cambiando de propietario —compras, ventas y herencias de por medio—, entre los que se encontró el Marquesado de Villena. Estos ejercieron su dominio administrativo y económico, que perdieron por apoyar a Juana la Beltraneja en la batalla de Toro.
No así la jurisdicción civil y penal, la cual conservaron hasta el siglo XIX, en que con la caída del Antiguo Régimen y la desaparición de los señoríos, se convirtió en municipio, quedando desde 1834 integrado en el Partido Judicial de Jarandilla.
Las tres grandes guerras vividas en España durante los últimos doscientos años, la de la Independencia, las Carlistas y la Civil de 1936/39, pasaron casi de refilón por Garganta la Olla: en la primera no hubo daños por parte francesa ni revueltas por parte española; durante las Carlistas no hubo nada destacable; y en la Guerra Civil no se registró ningún enfrentamiento armado, pues desde el primer momento, la población estuvo en manos del bando nacional.

Al final de la escalera, la iglesia.


LA IGLESIA:

La parroquial de Garganta la Olla está bajo la advocación de San Lorenzo Mártir, y se levanta sobre una ligera elevación, al norte del núcleo urbano.
Comenzó su construcción a finales del siglo XV, para finalizar a mediados del siglo siguiente.
Dicen que su maestro de obras fue un tal Francisco Manuel Díaz, del que se conserva su casa. Sobre su fachada está grabada la fecha de construcción, 1575.
Este hombre, vasco de origen, y profesional de la construcción, se construyó su casa con muros de ladrillo, a diferencia de la mayoría cuya estructura la forma un entramado de madera y muros de adobe.
La Compañía delante de la casa del Maestro de obras.

Su planta, la de la iglesia, de treinta y uno por dieciséis metros, es rectangular y está orientada de oeste a este. Esas dimensiones le dan la particularidad de considerarla uno de los templos más grandes de la comarca, lo viene a indicar que el lugar fue una de las villas más pobladas.
Está dividida en tres naves separadas por columnas de sección elíptica que soportan una techumbre de madera. Las cuales fueron utilizadas como cementerio, hasta que en 1787, reinando Carlos III, se dejaron de hacer inhumaciones en el interior de los templos.
En el extremo del este se levanta, por encima de las naves, un ábside de planta cuadrada, que bien pudo sustituir a otro de planta poligonal como los existentes en otras iglesias de La Vera. La cubierta de este ábside la soporta una cúpula de ladrillo visto sostenida por cuatro pechinas.
En esa cabecera se encuentra el retablo mayor, barroco, del siglo XVII, dividido en tres calles y presidido por una imagen de San Lorenzo.

Tiene tres accesos conformados por arcos de medio punto que se cubren con bastos pórticos adintelados sobre pilares octogonales. En dos de ellos, el oeste y el sur, en el pretil que protege esos espacios, se observan sendas inscripciones en las que se refiere a las donaciones realizadas para obras de restauración.
Sobre la entrada oeste se encuentra el coro, con un órgano barroco de 1766 y restaurado a finales del siglo pasado. Desde el coro se accede a la torre.
Puerta de la fachada norte.


LA TORRE:

La torre de esta iglesia es el pretexto para pasear hoy por Garganta la Olla.
Este pueblo no tiene castillo, ni muralla ni atalayas que lo custodien. Pero tiene una torre en una iglesia, levantada entre 1570 y 1573, a cuyos constructores, vaya usted a saber por qué, se les ocurrió fortificarla.
Primero, la elevaron desmesuradamente, sobresaliendo por encima del caserío con el ánimo de verlo todo, de vigilar a todos. Sobre todo a los extraños.
Y además, en su cara este, colocaron un matacán —también llamado ladronera— que es el detalle que la caracteriza como iglesia fortificada.
A la derecha del matacán se aprecia un escudo tallado —leo que de Pedro Ponce de León, obispo de Ciudad Rodrigo y Plasencia—.

Tiene la torre más de treinta metros de altura y se divide, exteriormente, en cuatro partes más la terraza.
De estilo renacentista, está ejecutada en tosca mampostería, cal y arena, a excepción de sillares bien labrados que conforman todas sus esquinas —al igual que el resto de la iglesia—. El último cuerpo, el de campanas, está construido totalmente en sillería.
En la terraza, existe una cruz puesta en honor de las víctimas de la Serrana de la Vera, la de la leyenda y el romance.


Nota final a modo de duda, ¿matacán sí o matacán no?:
Sobre la ladronera se ve grabado lo que fue la esfera de un reloj. Lo que me lleva a la posibilidad de dar por veraz —lo acabo de leer en mi último paseo por la red— que esta pequeña construcción no sea un matacán, sino el cuerpo donde estuvo alojado el mecanismo de un reloj, y las aberturas en el piso servirían para permitir el paso de las cuerdas de las que pendían las pesas del artilugio.
Ahora es tarde para echarme atrás. Después de más de mil doscientas palabras escritas sobre esta iglesia, quiero seguir pensando que es un matacán, que la torre la construyeron tan alta para que sirviera de atalaya y que muchos años después aprovecharon la ladronera para alojar la maquinaria del reloj.



RESUMIENDO:

Nombre:      Torre de la iglesia de San Lorenzo Mártir..
Municipio:  Garganta la Olla.
Provincia:   Cáceres.

Tipología:   Iglesia fortificada.
Época de construcción:   siglo XV - XVI.
Propiedad: de la Iglesia Católica.
Estado: En muy buen estado. Está abierta al culto.
Uso:  Religioso.
Visitas:  totalmente libre el interior durante el horario del culto. Fuera de ese horario, por una módica cantidad, una amable y aburrida señora, nos mostró el edificio. Aunque no el interior de la torre.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
La iglesia, torre incluida, está declarada BIC desde el año 1989.
En 1982, Garganta la Olla fue declarado Conjunto Histórico Artístico.

Clasificación subjetiva: 2, o sea, si se pasa cerca y se va con tiempo pues se acerca uno a verlo. Es decir, que se incluirá en una ruta de viaje pero no pasa nada si luego no se visita.
Lo que ocurre es que se encuentra en un lugar único, formando parte de todo ese conjunto que es el pueblo. Por lo que no se debe tratar a la torre de manera individualizada.

Otras cuestiones de interés: Si hasta ahora hemos hablado de las bellezas realizadas por el hombre en garganta la Olla, dejo para el final las bellezas naturales, que en primavera se disfrutan con la vista, y en verano con el resto del cuerpo, y que son las gargantas:
La de Las Majadillas, la Piornala, la Garganta Mayor, el Tinajón, la Cascada del Calderón y el gran canchal que llaman el Restraculo.
Cómo llegar: Desde Plasencia tomar la N-110 hasta el desvío hacia Casas del Castañar, CC-86, y después a Piornal. Desde aquí por la CC-174 se llega a Garganta la Olla. Muchísimas curvas pero merece la pena.
Más fácil. También desde Plasencia, tomar la Ex203 hasta Jaraiz de la Vera y desde aquí, a un paso, está nuestro destino.
Desde otros lugares, pongan el GPS.




martes, 4 de abril de 2017

Villagarcía de la Torre, castillo de Villagarcía.

Subo por la Vía de la Plata, viaje de ida a mi viejo pueblo —de aquellos viajes apresurados que mentalmente denominaba de ida y vuelta—, y voy dejando a cada lado de la carretera, antes la gastada N-630 y ahora la flamante y a ratos ya deteriorada A-66, que ya hubieran querido los romanos, indicaciones de lugares que enseguida mi cabeza relaciona con algún castillo, una torre o un montón de piedras viejas.
Cansado de ello, no dejo pasar esta vez la oportunidad y al llegar a Fuente de Cantos, volantazo a aquel prestado Ford y enfilo dirección Usagre para bajar ligeramente al sur y encontrarme a muy pocos kilómetros, sobre una levísima loma que apenas se levanta del horizonte —pero eso sí, a 587 metros sobre el nivel del lejano mar—, la pequeña población de Villagarcía de la Torre. Y dibujando ese horizonte, unos tejados, una espadaña y la figura gris de su castillo.
Llegando a Villagarcía.

EL LUGAR:
A fin de ubicarme históricamente en el lugar, leo entradas en páginas webs y blogs, y concluyo que mejor arrancar desde la Edad Media, que antes todo está oscuro y bastante confuso. Así que vayamos directamente a cuando este lugar, situado entre los reinos de taifa de Sevilla y Badajoz, fue conquistado por don Rodrigo Íñiguez, maestre de la Orden de Santiago, hacia el año de 1241.
A partir de aquí, y cronológicamente hablando, datos concretos y breves:
— 1330, don Gómez González de Quijada es señor de la población.
—1332, Leonor de Guzmán recibe la propiedad del lugar de manos de Alfonso XI.
—1367, son dueños del pueblo, mitad y mitad, la Orden de Santiago y el Comendador Mayor de León, don García Fernández, quien da nombre al sitio, que no es otro que García.
1382, don García Fernández recibe permiso de Juan I para que fortifique su casa de Villargacía, “para que pueda hacer e labrar la su casa fuerte de Villagarcía y faserla alcacar e ponerle pretil e almenas, caba e barrera.”.
—1385, es nombrado Maestre de la Orden de Santiago; fue el número 36.
1387, se otorga a don García escritura de propiedad de la villa. En ese mismo año muere; deja viuda (María Ramírez de Guzmán) y un hijo que hereda el Señorío: García Fernández de Guzmán, II señor de Villagarcía.
1430, el señorío pasa a la hija del anterior, Teresa de Guzmán, III señora de Villagarcía. Esta mujer se casa con Luis Cristóbal Ponce de León, conde de Arcos y señor de Marchena.
1478, aproximadamente, el tal Luis Cristóbal recibe permiso de los Reyes Católicos para construir un castillo en Villagarcía; cosa que hace sobre la vieja casa fuerte de don García Fernández; con lo que, por fin, hemos llegado al castillo que hoy he ido a pasear.
—Entre 1463 y 1465, no está clara la fecha, muere Luis Cristóbal Ponce de León.


Y así se van sucediendo los señores y señoras de Villagarcía, que también lo fueron de Arcos y Osuna, pero estos con rango más elevado, que eran ducados. Con el tiempo, Villagarcía pasaría a ser un marquesado.
Hasta que en la segunda mitad del siglo XIX, el XII Duque de Osuna, Mariano Téllez Girón, que también lo era del Infantado y, seguramente, una de las mayores fortunas de España, muere al borde de la ruina repartiéndose entre todos sus acreedores sus propiedades, que fueron hipotecadas y enajenadas.
A finales de la primera mitad del siglo XIX, Villagarcía se constituye en municipio perteneciente al Partido Judicial de Llerena. El apellido en el topónimo queda justificado, como no podía ser de otra manera, por la torre del castillo.
Y así hasta hoy.

El escudo de don Luis Cristóbal Ponce de León en la torre del Homenaje.

EL CASTILLO: 
Más arriba decía que quien construye el castillo, sobre otra casa fuerte, fue don Luis Cristóbal Ponce de león, III Señor de Villagarcía, consorte, que quede claro. En la torre del Homenaje queda su escudo y su nombre.
Casi cuatrocientos años estuvo en pie, y en uso, el castillo. Durante la guerra de la Independencia fue usado por los franceses como hospital, y parcialmente destruido antes de su huida.
Años después, durante la Primera Guerra Carlista, el castillo fue casi destruido por tropas partidarias de la regente María Cristina. Luego, la desidia y la inconsciencia hicieron el resto






 
DETALLES: 
Actualmente se pueden observar dos cuerpos bien diferenciados: al este, la torre del Homenaje, rectangular y casi exenta; y el resto de la edificación, también sobre planta rectangular de 29’70 metros por 21’79, ocupando buena parte del solar en su zona oeste. Ambos conjuntos están separados, por lo que probablemente a dicha torre se accedía desde el adarve contiguo. La destrucción de gran parte de la fortificación en el siglo XIX, hace incompleta la interpretación del conjunto.
Fachada sur y torre del Homenaje a la derecha.


Destaca sobremanera el volumen de la edificación, de altas   y gruesas murallas —2’75 metros de espesor—, y potentes torres en sus esquinas noroeste y suroeste que sobresalen de la muralla entre 5’70 y 7’00 metros. Todo ello ejecutado en mampostería. 
La fachada suroeste está reforzada por tres estrechas torres semicirculares adosadas a la muralla, de igual tamaño; hacia la mitad del lienzo norte, otra también semicircular de unos 3’00 metros de diámetro, igual a la que también existe en el centro de su fachada sur.
 
En la esquina noroeste de la torre del Homenaje aún permanece otra torre circular a la que se podría calificar de albarrana.
El interior de la edificación está totalmente vaciado, pudiéndose observar los mechinales que indican que tuvo tres plantas, así como la disposición de las escaleras que, adosadas a los muros, subían a los adarves. Nada queda de forjados, bóvedas o cubiertas. 


En el ángulo sureste del conjunto se levanta la torre del Homenaje, de mampostería como todo el conjunto.
Todo lo anterior estuvo rodeado de otro recinto que además de muralla, sirvió para contener el terraplén existente en tres de sus lados. En el lado sur se aprecian restos de esa barrera; y en el oeste, lo que probablemente fue un foso.
La torre del Homenaje desde el este.






















RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Villagarcía de la Torre
Municipio: Villagarcía de la Torre
Provincia: Badajoz.

Tipología: Castillo.
Época de construcción: siglos XV
Estado: Se encuentra en un estado de, digamos, ruina consolidada —por ser optimistas—. Se observa la ejecución de unas desacertadas actuaciones de ¿reconstrucción? Que no han pasado de meros apuntalamientos.

Propiedad: Pública (¿municipal?).

Visitas: totalmente libre el entorno, ya que se encuentra dentro del núcleo urbano. Sin embargo estaba, cuando lo visité —diciembre 2008— rodeado de una valla inútil que no impedía ni el acceso ni su contemplación.
Protección: Incluido en la Declaración Genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre Patrimonio Histórico Español.
Está catalogado como Bien de Interés Cultural desde el 3 de septiembre de 1991.
Clasificación subjetiva: 2, o sea, que si se pasa cerca —recorriendo la Vía de la Plata-Camino de Santiago— y se va con tiempo pues se acerca uno a verlo.

Cómo llegar: Villagarcía de la Torre se encuentra junto a la carretera N-432 que une Badajoz con Córdoba y Granada, y muy cerca de Zafra.

Otras cuestiones de interés: