Lástima que hoy parezca estar relegado a la desidia de ignorantes gobernantes y
a la expresión negligente de inconscientes restauradores.
Fachada oeste del castillo; a la izquierda la torre del Homenaje. |
EL LUGAR Y EL CASTILLO:
Montemolín es uno de esos lugares a los que les
viene de largo la historia. Una necrópolis —Val de Cuerna— y un capitel bajo la
pila bautismal de la iglesia parroquial, nos recuerdan que los romanos
anduvieron por aquí. Por entonces, este lugar era conocido como Apiaum, muchas abejas o algo así.
Pero antes llegaron los lusitanos, túrdulos, tartessos
y turdetanos, desde cada uno de los cuatro puntos cardinales; y después los
griegos y fenicios para explotar y comerciar algún recurso minero.
Con los árabes, que repoblaron la zona y
construyeron la alcazaba y una mezquita, ya fue conocida como Montemolín,
seguramente por Aben Juset Mahomat Miramamolín, el derrotado de Las Navas de
Tolosa.
Estos levantaron la
fortaleza sobre, seguramente, otra romana, aprovechando la estratégica
situación del cerro —muy cerca de la vía de la Plata—, en la cara norte de
Sierra Morena.
En 1246, Pelayo Pérez
Correa, Maestre de la Orden de Santiago, conquista la villa y su castillo en
nombre del Rey Fernando III el Santo. Dos años después, el rey se los dona a la
Orden, estableciéndose aquí una Encomienda.
Los cristianos
amplían y reforman la fortaleza, añadiendo dependencias para adaptarla a sus
nuevos propietarios, como la iglesia de Santo domingo, la torre del Homenaje y
la torre semicircular llamada Plato de la Reina.
En el año 1608, la
población fue vendida, bajo el título
de Marquesado de Montemolín, a unos banqueros genoveses —al igual que
Almendralejo, Fuente de Cantos, Calzadilla de los Barros, Medina de las Torres
y Monesterio— en pago a unas deudas que tenía el rey Felipe III. No sería esta
la última vez que fuera vendida pues en 1819, el rey Fernando VII vuelve a
enajenarla (a población había recuperado su carácter público mediante compra de
su jurisdicción en 1776) en favor de su hermano Carlos María Isidro de Borbón a
fin de, como no, saldar deudas “reales”. El hijo de éste, Carlos de Borbón y
Braganza, adoptó el título de Conde de Montemolín entre los años 1845 y 1861,
tiempo en que pretendió la corona española.
Cuando el
Pretendiente y sus partidarios perdieron sus reivindicaciones, la población
revirtió definitivamente a la administración nacional.
Fachada sureste, donde se encuentra la puerta de acceso. |
LOS DETALLES:
Leo en alguna página web las medidas exactas del castillo, y como el día que lo paseé no se me ocurrió contrastar esas medidas, doy por buenas las leídas, que son: 114 metros de largo por 54 metros de ancho; y desde su cota más baja a la más alta hay una diferencia de 33 metros. Todo ello sobre una planta ligeramente rectangular, adaptada a la topografía del cerro, y encerrada en un perímetro salteado de numerosas torres.
Leo en alguna página web las medidas exactas del castillo, y como el día que lo paseé no se me ocurrió contrastar esas medidas, doy por buenas las leídas, que son: 114 metros de largo por 54 metros de ancho; y desde su cota más baja a la más alta hay una diferencia de 33 metros. Todo ello sobre una planta ligeramente rectangular, adaptada a la topografía del cerro, y encerrada en un perímetro salteado de numerosas torres.
Sus constructores fueron los almohades, allá por el
siglo XII, venidos del norte de África que utilizaron, como en ellos era
normal, tapial, o sea, barro secado al sol; y también mortero de cal y
ladrillo.
El acceso, después de rodear la montaña por un
cómodo sendero, se sitúa en la fachada sureste. La puerta, en recodo, la
compone un grueso arco de ladrillo, y la protege una barbacana flanqueada por
dos torres ochavadas. Desde este baluarte, dos lienzos de muralla, uno a cada
lado, terminan en dos torres cuadradas en esquina.
Llegando a la entrada del castillo; en primer término la barbacana. |
La puerta desde el interior. |
Las fachadas noreste y suroeste están compuestas por
lienzos, quebrados en plantas y torres cuadradas que refuerzan esos quiebros,
Ambos lienzos confluyen en la zona oeste de la colina que es donde se construyó
el alcázar.
De aquella época destaca el aljibe, rectangular y
cubierto con una bóveda de medio cañón a base de lajas de pizarra.
Ya en el siglo XIII, los cristianos remodelaron por
completo el castillo: levantaron nuevas edificaciones y dependencias
—despensas, bodegas, caballerizas, horno, mazmorras—, modificaron otras,
construyeron el llamado aljibe de los Arcos y hasta edificaron una iglesia que
consagraron a Santo Domingo y a Santiago (su cultura, evidentemente, les
obligaba a estas cosas).
Interior del castillo; al fondo, en lo que ha quedado lo que fue el alcázar. |
Los cristianos no dejaron de reedificar y ampliar la
fortificación, adaptándola a las necesidades que les iban surgiendo. Reforzaron
murallas y torres con ladrillos y sillares en las esquinas y añadieron una
nueva torre del homenaje —rectangular, de 14 metros por 10, y de mampostería
con sillares en las esquinas. A esta torre se accedía mediante una escalera que
terminada en un pequeño puente levadizo.
Otro elemento significativo que los cristianos
levantaron fue la torre conocida como “Plato de la Reina”, situada en la
fachada sur y ejecutada con mampostería y mortero de cal.
Interior del castillo; a la derecha la torre Plato de la Reina. al fondo la población. |
Hasta el siglo
XVII en que dejó de estar ocupada la fortaleza, los trabajos de
remodelación y mantenimiento fueron casi continuos. De ello dejaron puntuales
anotaciones los Visitadores de la Orden de Santiago, los cuales inspeccionaban
periódicamente todas sus posesiones. Por ellos sabemos que a finales del siglo XV se consolidaron gran parte de
la fábrica de las murallas; o que en los primeros años del siglo XVI construyeron un nuevo salón, se abrieron ventanas en
algunos muros se recorrió el tejado
de la torre del Homenaje y otros tejados más, y se arregló y encaló el aljibe
de los Arcos.
Lamentablemente nada de aquello nos ha llegado,
habiendo permanecido en pié sólo restos árabes.
A pesar de todos esos trabajos, a finales del siglo
XVI, el proceso de deterioro ya se había iniciado, y nada se pudo hacer para
detenerlo. Abandonado en el siglo XVII, el desgaste fue paulatino y constante.
A principios del siglo XX aún quedaban elementos
arquitectónicos dignos de conservarse. Sin embargo no fue así, su abandono y el
desinterés por el edificio llevó, a finales del siglo pasado, a que perdiera
gran parte de la torre del Homenaje a causa de un temporal.
Lienzos de muralla de moderno hormigón. |
RESUMIENDO:
Nombre: Castillo de Montemolín.
Nombre: Castillo de Montemolín.
Municipio: Montemolín.
Provincia: Badajoz.
Tipología: Castillo.
Época de
construcción: Hacia el siglo XII, por los árabes y
remodelaciones a partir del siglo XIII por los cristianos.
Estado: Se encuentra en estado de ruina, aunque los
desacertados trabajos de reconstrucción y consolidación han reducido el proceso
de deterioro al que está sometido.
La torre del Homenaje reconstruida. |
Propiedad:
pública, Ayuntamiento de Montemolín.
Uso: sin uso definido.
Visitas: El acceso es libre, al menos cuando yo lo visité, allá por diciembre de
2005.
Protección: Bajo la protección genérica del Decreto de 22
de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre Patrimonio Histórico.
Clasificación subjetiva: 2, si se pasa
cerca y se va con tiempo pues se acerca uno a verlo. Es decir, que se incluirá
en una ruta de viaje pero no pasa nada si luego no se visita. Realmente debe
bastar con su contemplación desde la lejanía y su perfecta integración en el
paisaje, como casi todos los castillos; visitarlo y pasearlo supone una
decepción.
Cómo llegar: Hacia el kilómetro 715 de
la autovía A-66 o E-803, veremos el castillo a lo lejos, a la izquierda si
vamos hacia el sur, y a la derecha si nuestro destino está al norte. En se
punto, tomamos la BA-094 para legar en pocos minutos a nuestro destino. A las
afueras del pueblo, junto a la ermita de Ntra. Sra. de la Granada parte una
camino que rodeando el cerro no llevará hasta la puerta del castillo
Otras
cuestiones de interés: A unos
cuatro kilómetros del pueblo, en un lugar denominado Gallicanta, se encuentra
un puente medieval, practicable y en muy buen estado —un gran arco central flanqueado
por otros de menor arco— que salva el arroyo Viar. Fue construido en plena Edad
Media (¿?), y remodelado siglos después.
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