martes, 10 de mayo de 2016

Alcalá de Guadaira, torre de Gandul

Muy cerca de Sevilla, en el término municipal de Alcalá de Guadaira, se encuentra Gandul, o El Gandul, un despoblado hoy que fue municipio hasta que Alcalá lo absorbió en 1840. Desde entonces es una finca agrícola que además de sus cultivos y sus animales, tiene una zona arqueológica con dólmenes y restos de un asentamiento ibero romano. Y también está la torre medieval, que es el motivo por el que hoy paseamos hasta allí.
La Torre desde el poblado

Pero hagamos primero un poquito de historia:
No hay lugar, pueblo o aldea, da lo mismo su ubicación o tamaño, que no presuma aunque sólo sean en un par de renglones, de un pasado antiquísimo. Y Gandul no podía ser menos. Pero en este caso sí que lleva razón porque aquí hay pruebas para decir que Gandul ha estado poblado desde la Prehistoria, siendo ya una  “explotaciones agrícola” a  finales del siglo III a.C. hasta el siglo IV d.C.
Hay autores que establecen su origen a principios del siglo IX y en torno a la fuente de la Aulaga (Ayn al-Qandul), nacimiento del arroyo Madre de Gandul, cobrando al poco importancia por su localización en el camino de Sevilla a Antequera. Así que, dado ese interés, los árabes debieron construir una torre almenara como parte del anillo defensivo de Alcalá de Guadaira.
 Conquistada Sevilla por el rey Fernando III, Gandul y Marchenilla quedan vinculados al castillo de Alcalá y bajo la autoridad de su alcaide, y éste a su vez será nombrado por el cabildo de Sevilla. Es entonces, en el Repartimiento de Sevilla, cuando aparece la más antigua referencia escrita sobre Gandul; pero repetimos que  es posible que ya existiera antes ese repartimiento, pues el basamento de la torre se ha datado como almohade. En aquel repartimiento, estas tierras –Gandul y Marchenilla- , fueron concedidas a Don Rodrigo Álvarez, y su función militar continuó hasta la segunda mitad del siglo XV.
 A continuación: repoblación de la zona y refuerzo de la torre como elementos estratégicos de la cercana frontera granadina. Todo ello bajo los Velasco, señores de Gandul.
En 1593, el 5 de abril para ser exactos, Juan Fernández de Velasco vende el señorío a Miguel Martínez de Jáuregui, que construye el palacio, habilita la iglesia y se construyen una cripta para su eterno descanso.
Gandul vive entonces su época de mayor esplendor: más de cien viviendas, edificios comunitarios, amplias tierras de labor, huertas y tres molinos. Y vigilándolo todo, una torre medieval sin uso.
En 1699, el rey Carlos II concede a Miguel de Jáuregui y Guzmán, por entonces señor de Gandul y Marchenilla,el título de Marqués de Gandul; evidentemente para él y sus herederos.
Con el declive económico de Sevilla durante el siglo XVIII, llega también para Gandul la decadencia, contando a finales de ese siglo con apenas 18 vecinos.
Y como en tantos lugares de España, también aquí los franceses dejaron su mojoncito de mierda y sus saqueos. Desde esa época Gandul ya no levanta cabeza, hasta que en 1840 el señor de Gandul pierde su jurisdicción, aunque conservará la propiedad, incorporándose al municipio de Alcalá de Guadaira como pedanía; a partir de entonces se convierte en una explotación agraria ejemplar.
Hoy sigue siendo una propiedad privada si bien no con el esplendor de pasadas épocas.
Miren los mapas y verán que fácil está llegar hasta allí, en un cómodo paseo desde la autovía o bien en vehículo en caso de pereza. Desde la A-92 se ve todo el conjunto sobre una pequeña meseta, y una vez allí arriba se controla visualmente gran parte de la Campiña sevillana y la Sierra Sur. Con toda seguridad, merece la pena darse una vuelta.

Vamos con la torre:
Que está en  lo más alto de la meseta, dominando el poblado (ya despoblado) y en la vertical del palacio, se encuentra la torre que fue construida en el siglo XIV, sobre restos almohades.
Esta torre está muy relacionada con todo el conjunto de El Gandul, perteneciendo actualmente al marquesado de Gandul.

Tiene dos plantas, la baja es una gran cámara con dos puertas enfrentadas en sus fachadas norte y sur. La estancia queda cubierta por una bóveda de ladrillo. Sus muros son de piedra, sillares y mampuestos,  y los huecos únicos que tiene son las puertas ya mencionadas. Se aprecia una ventana cegada, de la época en que se utilizó como establo y vivienda.


La planta superior es totalmente distinta a la inferior, lo que indica distintas fases de construcción del conjunto; sus paredes son de ladrillo, formando arcadas ciegas como las del palacio de los marqueses. Debió por tanto ser reformada a finales del siglo XVI o principios del siglo XVII, cuando se planteó la posibilidad de habilitarla como residencia. Desde el exterior se aprecian pequeños huecos rectangulares en tres de sus caras. La torre queda cubierta con un tejado a dos aguas. Cuando la visité solo pude acceder a la planta baja, porque una cancela impedía subir la escalera que une ambas plantas.
Interior de la torre

Ambas puertas están enfrentadas
Adosado a su fachada este quedan los restos de lo que posiblemente fue aquel proyecto de ampliar la torre para convertirla en vivienda permanente.  Es una construcción de una sola planta y que quedaba cubierta con un tejado a un agua. Se accedía por una puerta, hoy cegada, en la fachada sur, formada por un arco escarzano y enmarcada entre pilastras de ladrillo; la remata un frontón triangular partido. El proyecto quedó frustrado con la construcción del palacio, con más estancias y más amplias, y más próximo a la población.
Restos de la construcción anexa a la torre

Puerta cegada de acceso a la ampliación de la torre
Desde entonces la torre ha servido como “construcción” agrícola, establo para ganado o vivienda para pastores. Durante la guerra civil del 36 albergó una unidad alemana de trasmisiones, incluida una antena, a la vez que el cercano palacio hizo las funciones de cuartel.
El palacio con su posterior almenado. A la izquierda, los restos de uno de los molinos.




Vista del palacio desde la torre.
Y en lo que fue el poblado de Gandul aún permanecen los restos de numerosas edificaciones, como la estación de ferrocarril, que se construyó, hacia 1880, en la línea que iba desde Sevilla a Carmona; la posada, unida al primitivo molino de aceite, y construidos entre los siglos XVI y XVII, formaron un solo conjunto, y  estuvieron activos como lugar de alojamiento hasta mediados del siglo XX (Washinton Irving se alojó en la posada, al menos así lo relató en sus Cuentos de la Alhambra); la cárcel, edificio construido en el siglo XVIII, que realmente fue ayuntamiento, pósito de grano y también calabozo; la Iglesia de San Juan Evangelista, que desde la Edad Media se la consideró una capilla más de la Catedral de Sevilla, y que fue reedificada en 1627 y vuelta a restaurar en 1804 (hasta mediados del siglo XX se estuvieron celebrando oficios religiosos); el cementerio, que recibió los últimos muertos allá por 1920; el cortijo, que data de 1940 y está formado por la unión de varias casas del despoblado y la construcción de distintas instalaciones agrícolas; los tres molinos hidráulicos, que estuvieron funcionando hasta 1960 y fueron los últimos que estuvieron activos en toda la comarca; y por último el palacio de los Marqueses de Gandul, de principios del siglo XVII, y que hoy no tiene nada que ver con el construido hace cuatro siglos (los almenados, cubiertas y alguna cosilla más son fruto de una desafortunada remodelación de mediados del siglo XX). Todo ello articulado a los lados de la llamada calle Real, que era parte del camino que históricamente iba desde Sevilla a Antequera.
O sea, que motivos para darse una vuelta por este lugar no faltan.
En primer plano el palacio; a la derecha y sobre el cerro, la torre de Gandul.



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