martes, 7 de septiembre de 2021

Albarracín, castillo de Albarracín.

Parece ser que antes de la existencia de Albarracín, incluso cuando aún ni era una incipiente aldea, hubo aquí una iglesia prerrománica, en el lugar que hoy ocupa la actual de Santa María. En su entorno crecería un pequeño núcleo de origen visigodo.
Pero mucho antes ya hubo por aquí algún asentamiento, se han encontrado pinturas prehistóricas, restos de la Edad del Hierro, del Bronce. De los romanos nos queda el acueducto de Albarracín-Gea-Cella, una sus mayores y más impresionantes obras hidráulicas.
Damos un salto en el tiempo, estamos en el 711 y los musulmanes invaden la Península Ibérica, no tardando en someterla, incluyendo estas tierras. Enseguida se dieron cuenta de que el peñón sobre el meandro del río Guadalaviar tenía un gran valor estratégico, y era un buen lugar para asentarse. Había nacido Albarracín.
Hacia el año 965, los musulmanes ya tenían desarrollado el primer recinto defensivo de la futura ciudad, que era conocida como Santa María de Oriente, en el entorno de la iglesia preislámica del mismo nombre. Comprendía el castillo o alcázar, una torre albarrana —la del andador—, la que hoy es la iglesia de Santa María y un portal de entrada. Durante el Califato estuvo encuadrada en la llamada Marca Media.
Descompuesto el Califato de Córdoba, pasa a convertirse a principios del siglo XI en un reino de Taifa bajo el gobierno de la familia Banu Razin, pasando a llamarse Santa María de Ibn Razin.
En 1088, el Cid recibió en Calamocha a una embajada de la taifa de Albarracín negociándose que la misma se haría tributaria del Campeador. Esta situación duró hasta 1093, cuando éste advirtió que el rey de Albarracín pretendía la conquista de Valencia, ciudad que ya estaba bajo la protección del Cid, por lo que los cristianos lanzaron un ataque contra los musulmanes, resultando en una refriega herido el de Vivar de una lanzada en el cuello.

En 1104 los almorávides la anexionan al Reino de Valencia, y a mediados de ese siglo XII se integraría en la taifa de Murcia.
Hacia 1170, el rey Lobo, personaje de larguísimo nombre que resumo como Muhámmad ibn Mardanix o Ibn Mardanís, rey de la taifa de Murcia desde 1147 hasta su muerte en 1172, donó al caballero navarro Pedro Ruiz de Azagra, señor de Estella, la población de Albarracín, en pago a servicios prestados. Imagino que fueron militares aquellos servicios. Con lo cual resultó un señorío totalmente independiente de los reinos cristianos.

Y es que Albarracín siempre fue ambicionada por los cristianos, tanto por parte de los reyes de Aragón y del obispo de Zaragoza, como de los de Castilla y su correspondiente eclesiástico, en este caso el arzobispo de Toledo. El Señorío de Albarracín haría siempre frente a esas ambiciones procurando mantener su independencia, aunque en algún aspecto sí se subordinase, como cuando se creó el obispado de Albarracín —sólo dos años después de la implantación del señorío independiente, 1172— que dependería del arzobispado de Toledo.
En 1284 Pedro III de Aragón conquista la población y se la entrega, junto al señorío, a su hijo ilegítimo Fernando, a la vez que la dota de un fuero semejante al de Teruel. Terminó así el dominio de los Azagra sobre Albarracín.
Es en 1300 cuando Jaime II concede a Albarracín el título de ciudad, y en 1379, Pedro IV pacta con los representantes del señorío el reconocimiento de nuevos fueros y la anexión al Reino de Aragón.

Dichos fueros fueron parcialmente abolidos en 1598, reinaba Felipe II, y desaparecieron totalmente en 1707 con la publicación de los Decretos de Nueva Planta firmados por Felipe V. Es con este último cuando se desmantelaron las edificaciones interiores del castillo, pero no sus murallas y torres. Es de aplaudir que tampoco lo hiciera con el conjunto de murallas de la ciudad ni con sus torres albarranas.
Durante la Guerra de la Independencia fue un importante centro de la resistencia contra el invasor francés, que llegó a bombardear con intensidad la plaza, destruyendo el barrio de Tejedores, los molinos y batanes. El resultado fue clave en la decadencia económica de la ciudad.
En 1833, con la división territorial de Javier de Burgos, la Sierra de Albarracín quedará integrada en la actual provincia de Teruel.
Durante la Primera Guerra Carlista fue un seguro reducto de los carlistas, situación que provocó que perdiera a su último obispo y su catedral sería regida por vicarios capitulares. Actualmente depende del obispado de Teruel.

Hoy Albarracín es la capital de la Comunidad de Albarracín, 22 municipios más él mismo, y divide su núcleo urbano en tres partes: la Ciudad, que es la más antigua y elevada en el cerro; el Barrio, situado al lado del río; y el Arrabal, que se levanta más allá del río.


EL CASTILLO:

¿Qué castillo?, ¿cuál es el castillo de Albarracín?
Leo que hubo un tiempo en que las dos grandes torres de la muralla urbana de Albarracín, la del Andador y la de doña Blanca, más la de la Muela —ésta última, hoy desaparecida, se hallaba al otro lado del río—, fueron considerados castillos de la villa junto con el que hoy me ocupa. Cuando en realidad son albarranas que forman parte de la muralla de la villa.
Dejemos por ahora esas torres de lado y centrémonos en el castillo, la alcazaba propiamente dicha. Tiempo habrá más tarde para pasearlas.
Lo encontramos en una alta roca en el extremo sur de la población, casi mimetizado en el paisaje, apenas destacado sobre el peñasco que domina el meandro del río Guadalviar. Su silueta queda disminuida frente a la espectacularidad de las murallas de la ciudad, en las que sobresale poderosa la torre del Andador.
Su historia está inicialmente ligada a la familia de los Banu Razin, que controlaron el territorio durante el período califal, y posteriormente durante los primeros reinos de taifa. Lo atestiguan los restos cerámicos, de origen andalusí, hallados en su interior y correspondientes a los siglos X y XI. Además de otros utensilios que vienen a demostrar la importancia económica que los moradores del castillo tuvieron.
Este castillo formó parte del primer recinto defensivo que tuvo Albarracín, que se desarrolló alrededor de la iglesia preislámica de Santa María y que comprendió esta iglesia, el alcázar, una torre albarrana —la del Andador— y una puerta, el Portal de Hierro —hoy desaparecido—. Con la ampliación en el siglo XI del recinto amurallado de la villa, el castillo queda intramuros
Castillo que al ser por entonces musulmán debemos llamar alcazaba, pues también fue centro administrativo y de gobierno, cuartel de la guarnición, almacenes, caballerizas, etc.; además de protección y refugio para la población de la ciudadela y de las viviendas palaciegas que se construyeron en su entorno.
Tras la cesión del castillo a Pedro Ruiz de Azagra, señor de Estella, en 1170, la incipiente villa y su territorio, la fortaleza pasaría a llamarse de Santa María. La situación de total independencia del señorío supondría una gran mejora de las instalaciones del castillo a fin de convertirlo en la residencia de los señores de Albarracín, disponiendo de un gran patio central y viviendas para el alcaide la guarnición.
Cuando Pedro III —el Grande, a saber por qué— asalta la población, en 1284, debió sufrir grandes daños, como todas las murallas y puertas de la villa, pero fueron restauradas.
Pedro IV de Aragón —el Ceremonioso, 1319-1387— reforzó sus muros, construyendo las torres de la fachada orientada al interior de la población. Crónicas del siglo XVI hablan de un castillo “...bien edificado, pero que se está cayendo... fundado sobre un peñón... muy torreado... con barbacana y tres puertas... una plaza dentro muy copiosa y dos aljibes.” Posteriores reformas no fueron de tanta importancia, como las realizadas en tiempos de los Reyes Católicos.
Fue ocupado por las tropas de Felipe II cuando éste abolió sus antiguos fueros, ya que fue necesario el uso de la fuerza para apaciguar las revueltas de la población en toda la comarca. Es por ello que también se ejecutaron algunas obras de acondicionamiento, pues su función defensiva había decaído y se encontraba algo abandonado.
Durante el reinado de Felipe V — la publicación de los Decretos de Nueva Planta, 1707—, todas las instalaciones del interior del castillo fueron desmanteladas, no en cambio la muralla ni las torres. Lo que llevó a su abandono y saqueo. O sea, a su ruina.
Pero ello no evitó que fuera ocupado por las tropas francesas en la Guerra de la Independencia.



LOS DETALLES:

Su ubicación sobre una gran roca hace que su planta, un polígono irregular, se adapte al terreno ocupando todo el peñasco, ocupando una superficie de unos 3.400 m2.
Doce son las torres que salpican la muralla, de las cuales sólo una, en el lienzo orientado al sur, tiene planta cuadrada, siendo circulares las demás. Cuatro de las torres de la muralla de levante están abiertas al interior del castillo, siendo el resto macizas hasta el adarve.
Camino de acceso al castillo.
Fachada sur, con la única torre cuadrada.



Dispuso de tres puertas, conservándose actualmente un único acceso.
Su interior se encuentra prácticamente vaciado, habiendo desparecido sus edificaciones pero conservándose gran parte de las cimentaciones. A pesar de ello es posible identificar muchos de sus elementos y así hacerse una idea de lo que fue su configuración interior.
En la parte más alta del cerro, al norte, estuvo la residencia principal, un gran edificio de planta trapezoidal con patio central —bajo el cual existe un aljibe— rodeado de habitaciones. Esta edificación dispuso de un hamman o baño caliente, situado junto a la muralla, lo que indica el status social de los habitantes del palacio.
En la zona sur, a lo largo de la muralla, se levantan los restos de lo que fueron viviendas palatinas, edificadas en el siglo XI, concretamente tres viviendas y una alhóndiga; las tres viviendas tuvieron un patio central. Con la llegada de los cristianos, estas viviendas fueron reformadas como adaptación de los espacios a los nuevos usuarios.
No se conservan los dos edificios que se construyeron, en la zona sur y oeste, durante la época de Pedro III de Aragón para albergar a la guarnición.
Fachada este del castillo.


RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Albarracín.
Municipio: Albarracín.
Provincia: Teruel.

Tipología: Castillo-alcazaba.
Época de construcción: siglo X-XI, más reformas sucesuvas.
Estado: En buen estado su muralla y torres, que es lo único que queda. Desde 1993 se vienen desarrollando intervenciones arqueológicas y de restauración del castillo, las últimas para acondicionar el recinto al uso turístico.
Propiedad: Pública, Ayuntamiento de Albarracín.
Uso: Turístico.
Visitas: Totalmente libre el exterior, y guiado el interior, previo pago. He de confensar que no pude acceder al interior del castillo durante mi visita a Albarracín, y cuánto lo lamento; la rigidez de los horarios me impidió hacerlo, y aunque las distancias son cortas cuando salí de la catedral y fui al castillo, a éste ya le habían cerrado sus puertas: perdí la visita y el importe de la misma.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
El 3 de junio de 1931 fue incluido en el Tesoro Artístico Nacional.
Está declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento desde 1961, y considerado como uno de los pueblos más bonitos de España. Lo cual ya es un título.
Deberían declararlo Patrimonio de la Humanidad.
Castillo y catedral desde la Plaza Mayor.

Clasificación subjetiva: 3, es decir, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible en esta vida por visitarlo.
Pero es evidente que al estar situado en la impresionante ciudad de Albarracín su consideración debe de ser otra, por lo que veo obligado a elevar esa puntuación a 5, que viene a significar que no sólo se hará todo lo posible en esta vida por visitarlo sino que además hay obligación de verlo antes de morir, y si no se hace se morirá en pecado.
Cómo llegar:



















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