lunes, 27 de septiembre de 2021

Peracense, castillo de Peracense

Doy hoy un paseo en mi blog, físicamente lo hice el pasado mes de julio, por uno de los castillos más fascinantes de España: lo es por su situación, su entorno, su disposición, sus elementos, sus curiosidades y, sobre todo, por su color. Un color que ya conocía y que me sedujo desde la primera vez que vi una foto de él; un color único: el de la roca con la que está construido y reconstruido, el del paisaje en el que se mimetiza y casi se esconde, que tiñe la tierra y casi el aire. El color rojo del rodeno, una arenisca de grano medio compactada de cuarzo y feldespato, dura pero fácil de trabajar, que perdura en el tiempo, cientos de años. Y la prueba está ahí, en los riscos que se levantan al oeste de este pequeño pueblo y en especial el que sostiene a su castillo.
Llegué a él desde Albarracín por unas carreteras que a intervalos me hacían pensar que estaba perdido, a pesar de que el sistema de posicionamiento del teléfono móvil me decía que no, que todo iba bien. El paso por Ródenas y el color del paisaje me tranquilizó, aquello iba pareciéndose a lo que imaginaba, estaba en la Sierra Menera. Poco más adelante, en la parte meridional de la sierra, aparece el castillo, y más a levante, la Depresión del Jiloca. Muy cerca y a la vista, el pueblo de Peracense.
Desde el castillo, el valle del Jiloca y el pueblo de Peracense.



EL LUGAR:

Aunque hay constancia de antiguos pobladores allá por época íbera, mejor partamos en esta historia de 1220, que es de cuando tenemos la primera referencia documental —el Cartulario de Aliaga— de la realidad histórica de Peracense, aunque denominándose Peracels —otros nombres a lo largo de la historia: Petra Solez, Piedrasolez, Piedraselz, Perasenz y Perasens; como definición del paisaje circundante: abrupto, montuoso, rocoso—.
Ahí, el Cartulario, aparece este lugar, reseñado como límite geográfico de Aliaga, cuando se explican asuntos relacionados con la fundación de la Orden del Temple en la citada localidad.
Pertenecía administrativamente, por entonces, a la ciudad de Daroca, hasta que en 1248 y por un privilegio de Jaime I, pasó a depender de la Sesma del Río Jiloca, que formaba parte de la Comunidad de Aldeas de Daroca —dependientes directamente del rey—.
Pero en 1336 el castillo y sus tierras fueron cedidos a la familia de Juan Jiménez de Urrea, que también poseían Almohaja; poco después, ambos territorios les fueron vendidos a la Comunidad de Aldeas de Daroca. Y aquí ya me pierdo, pues no estoy muy puesto en temas histórico-administrativos, por lo que transcribo lo que leo en la magnífica web del Ayuntamiento de Peracense:
«A partir de la disolución de la Comunidad de Aldeas pertenece sucesivamente a la sobrecullida —órgano administrativo del reino de Aragón— de Daroca (1488-1495), a la vereda —sección administrativa de un municipio o parroquia, según el DRAE— de Daroca (1646) y al corregimiento —otra demarcación territorial de aquella época—de Daroca (1711-1833)».
Estos regímenes administrativos perduraron hasta 1833, fecha de la muerte de Fernando VII, aunque se disolvieron unos años más tarde.
Desde 1785 se consideró al lugar como aldea, hasta 1834 en que se constituye como Ayuntamiento dependiente del partido judicial de Albarracín. Desde 1965, su dependencia es del de Teruel.
El castillo desde el mirador del oeste.


EL CASTILLO:

Protegido desde el sur por el pico de San Ginés, el castillo de Peracense s e levanta, a 1400 metros de altitud, sobre una formación rocosa de rodeno, escarpada y muy abrupta, como toda la Sierra Menera. Hacia el noreste se extiende el valle del Jiloca, y en primer término, la población de Peracense, ya en el valle.
El lugar que ocupa ya fue habitado en la más remota antigüedad —quedan restos que se remontan a la Edad del Bronce, elementos gravados en la roca como canalillos y cazoletas, y algunas cerámicas— por gentes que buscaban abrigo entre las oquedades de estos roquedales.
Posiblemente los romanos, que anduvieron por aquí explotando minerales como el hierro, también ocuparan estos cerros dadas sus excepcionales características defensivas. Y el del castillo no debió ser menos, aunque sólo fuera un asentamiento menor.
De siglos posteriores se han encontrado restos, sobre todo procedentes de la época del Califato y de la taifa de Albarracín, cuando ya se controlaban desde aquí fronteras y recursos, por lo que es posible que ya existiese aquí una pequeña fortificación, sobre el espolón rocoso, desde el siglo X de la que no nos ha llegado ningún resto constructivo.
A mediados del siglo XII es conquistado el territorio por la corona aragonesa, con lo que la pequeña fortaleza adquirirá importancia, dado su estratégico emplazamiento. Con el dominio de los Jiménez de Urrea, ya en la Baja Edad Media, hace unos 750 años, la fortaleza se convertiría en sede del señorío y quedaría incorporada a la red de castillos que protegían la frontera de la corona de Aragón con la de Castilla.
Como ya dijimos, pasó entonces a la jurisdicción de la Comunidad de Aldeas de Daroca, que sería la encargada de su mantenimiento. El castillo fue ampliado a lo largo de los siglos XIV y XV hasta alcanzar el aspecto que hoy tiene, para ser abandonado en la segunda mitad de este último siglo al perder toda su importancia militar y estratégica —como tantos otros castillos fronterizos—, pues el matrimonio de Isabel I de Castilla con Fernando II de Aragón hizo que su carácter defensivo se desvaneciera por completo, pasando a cumplir deberes menores. Curiosamente, y a pesar del potentísimo aspecto defensivo de la fortaleza y de su estratégica ubicación, apenas si hay constancia de asedios ni ataques puntuales.
Peracense, entonces, pasó a ser cárcel de la Comunidad de Aldeas de Daroca, hasta 1834 en que, durante la I Guerra Carlista, fue transformado en cuartel del ejército liberal y adaptado a las necesidades de la artillería, alterándose algunos lienzos de muralla y demoliéndose edificios interiores. Sufrió varios ataques de los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón, cuando éstos tomaron el pueblo de Peracense. Por fin hubo hechos bélicos, constatados, en el castillo de Peracense.
Terminadas las guerras carlistas, el castillo fue definitivamente abandonado. Su propiedad quedó en manos del Ayuntamiento de Peracense, no sin antes haber sido disputada por el de Ródenas, aunque sin éxito.
Perdido todo uso, quedó abandonado y en manos de saqueadores que lo convirtieron en cantera de materiales de construcción. A finales de la década de los ochenta del pasado siglo, se inició un proceso de restauración que terminó felizmente.




LOS DETALLES:

No sé si a esta altura de mi redacción he dicho que este castillo es de los más originales de mi país. Si no lo he dicho, lo digo ahora: Peracense es uno de los castillos más originales, interesantes y, sobre todo, curiosos; no sólo de Teruel y Aragón, sino de toda España. Y no solamente por la piedra roja, sino también, y en un alarde de ingenio constructivo, por la perfecta adaptación al terreno, a cada una de las rocas, a las ondulaciones del cerro; tal es el grado de mimetismo que hay que prestar atención para distinguir en algún punto lo que es muro y lo que es roca natural. En resumen, casi un prodigio de edifico, o eso me parece a mí, y que sin embargo parece estar entre los grandes desconocidos del conjunto de fortificaciones medievales.
Camino de acceso, a la derecha la roca-torreón; al fondo el tercer recinto.

En fin, paso a su descripción, a pasearlo de nuevo; esta vez frente a un teclado y una pantalla, pero a disfrutarlo también. Me ayudo del plano informativo proporcionado al visitante al adquirir la entrada, dejando indicada la numeración de cada elemento, al describirlo, para su mejor interpretación.

La fortaleza tiene una planta irregular, como lo es la cima del cerro, ocupando unos 4000 metros cuadrados. Está dividido en tres recintos sucesivos, no concéntricos, siendo el primero el de mayor extensión.
Entrada al castillo (primer recinto).

Se accede al primer recinto por una puerta (1) situada en la fachada norte, después de andar una vereda que recorre en paralelo la muralla (2) de ese frente, lo que daba la posibilidad de batir con facilidad el acercamiento por ese camino.
En él destacan dos murallas (5) de hasta tres metros de espesor, una al norte y otra al oeste, que se unen a una fuerte torre en esquina. El lienzo del norte termina en una llamativa roca (3) que, dadas sus características, hace las funciones de torreón, conectando con el resto de muralla, de menor entidad, debido a las mejores posibilidades defensivas de esta ladera dada su fuerte pendiente. Este último tramo de la muralla llega hasta los pies del espolón que soporta el tercer recinto. En este último tramo se encuentra la puerta del castillo.
La roca-torreón, muy cerca de la puerta del castillo.

Antes de la construcción de esta muralla, existió otra, de menor entidad, que cerraba un recinto de superficie más reducida, y que discurría por el centro del albacar —en el plano informativo queda señalada su posición con el nº 7—.
El otro lienzo, el que mira al oeste, dispone de un torreón intermedio y termina en el ángulo más al sur en otro torreón. Una corta muralla une este último con los pies de la llamada Torre del Hospital (13), que delimita por el sur el primer recinto.
En primer término, la torre que une el lienzo sur, izquierda, con el oeste, derecha. al fondo la torre del Hospital.

Las dos murallas descritas, que son la primera defensa del castillo, son las más potentes de toda la fortaleza, porque están expuestas a un terreno que presenta una ladera que desciende suavemente, por lo que sus constructores consideraron que eran los flancos más débiles. Según veo en el plano informativo, la muralla que se orienta al oeste dispuso en el exterior de un foso (6), al tratarse de la zona, topográficamente hablando, más expuesta.
Muralla que separa el primer recinto del intermedio; a la derecha la torre del Hospital.

Desde la torre del Hospital parte una muralla que serpentea por la cima del cerro hasta la base del espolón, cerrando así el albacar—espacio para albergar a la población del entorno, su ganado y pertenencias, durante los conflictos y asedios—, un espacio de considerables dimensiones: su medida interior mayor, de oeste a este es 60 metros, y de norte a sur, 40 metros.
En ese espacio se conservan unos nichos que posiblemente fueron almacenes o refugio de la tropa. Las antiguas caballerizas (4), hoy reconstruidas, son hoy los aseos y una tienda de recuerdos.
Primer recinto; a la derecha la torre del Homenaje, a la izquierda la del Hospital.

A la derecha, las antiguas caballerizas, hoy reconstruidas.

Entrada al segundo recinto.

Muy cerca de la puerta del castillo (1), y casi enfrentada a ella, encontramos la entrada (9) al recinto intermedio. Justo a su derecha se levanta una torre (10) en la que se ubicaba un cuerpo de guardia.
Este recinto queda delimitado, por el oeste, con la muralla ya descrita, que dispone de adarve desde el que dominar el albacar del primer recinto, fue construida durante la segunda mitad del siglo XIV, y que se prolonga desde la Torre del Hospital (13) hasta la base del espolón. Uno de sus quiebros estuvo reforzado con un torreón (12) hoy desaparecido, del que sólo queda el arranque. A continuación se encuentra la torre del cuerpo de guardia y casi al final de la muralla es donde se abre la entrada (9) al segundo recinto. En su extremo norte se une a la base del espolón, al igual que la muralla del primer recinto.

Entrada al recinto intermedio desde la torre del Homenaje, a la izquierda la torre del cuerpo de guardia.

A este recinto se le puede considerar la plaza de armas del castillo. En él hubo numerosos edificios, organizados en los distintos niveles que presenta el terreno, y destinados al servicio del castillo, tales como una capilla y un cementerio (17), calabozos (16), cocinas, letrinas, talleres, estancias para la tropa y almacenes. Hacia el sur del recinto se conserva un aljibe (15), el de mayor tamaño de la fortificación —su capacidad fue de unos 60.000 litros—, de planta rectangular y gruesos muros de mampostería, protegido por una cubierta a dos aguas sostenida por arcos apuntados.
Algunas de estas antiguas estancias han sido reconvertidas en museo y sala de exposiciones (11).
Al fondo la torre del Hospital; a la izquierda el aljibe.

La torre del Homenaje, tercer recinto, desde la torre del Hospital.

Todo el flanco sur apenas si tiene muralla, pues es tan pronunciado el escarpe del terreno que la propia topografía es la mejor defensa, presentando tan sólo elementos de protección muy puntuales: concretamente, de la torre del Hospital, y hacia el sur, parte una muralla que rodea en parte el recinto y termina cuando las condiciones del terreno ya la hacen innecesaria. En torno al centro de esta muralla nace un corto lienzo (14) que avanza aún más al sur, como si de una pequeña coracha se tratara, para impedir el acceso desde el oeste.

Muy cerca ya del espolón, en el extremo este del recinto, y a una cota muy inferior, quedan los restos de lo que fue una poterna (18) desde la que se llegaba, por un pasillo natural entre las rocas, hasta la antigua aldea de Los Casares, situada a los pies del castillo. Posiblemente fue la existencia de ese pasillo natural el que forzó a la ejecución de la poterna y su protección mediante un tramo de muralla.
La torre del Hospital.

Y llegamos al recinto superior del castillo, que se sitúa sobre esa prominencia del terreno, en el costado norte de la fortaleza, que parece aún más rocosa que el resto de la montaña y que le hace más inexpugnable y vertical, más original e inconfundible. Este espacio, núcleo principal del castillo, cumplía los tres requisitos básicos que todo castillo, para su buena defensa, debía tener: difícil acceso, fácil defensa y, muy importante, magnífico domino visual del entorno, a fin de controlar el territorio más próximo. En el caso del castillo de Peracense se dan los tres, y con holgura —desde allí arriba, la visión del Valle del Jiloca es, sencillamente, espectacular—.
El recinto superior, la torre del Homenaje, desde el intermedio.

Su acceso se encuentra en la cara sur de este recinto, y se realiza a través de una puerta, bajo un arco ligeramente apuntado, situada a unos ocho metros del nivel del recinto intermedio. Para llegar hasta esa puerta se requería el uso de una escalera móvil, probablemente de madera, que se retiraba en caso de ataque y ocupación del resto del castillo por parte del enemigo. Próxima a la puerta está demolida parte de la roca sobresaliente, formando un hueco en donde se debía ajustar aquella escalera de madera; hoy, el espacio lo ocupa la actual escalera metálica (19).
Escalera desde la entrada a la primera terraza del recinto superior.

Se divide en tres espacios, tres terrazas sucesiva. En la primera se levanta la que llaman la torre del Homenaje, una falsa torre que en realidad es un grueso muro (20) de más de dos metros y medio de espesor y catorce de altura, bajo el cual y a través de una escalera tallada en la roca, se llega a un primer patio. A la izquierda de este patio quedan algunas estancias reconstruidas (21), que posiblemente fueran la armería y un polvorín. Desde la terraza de la torre se accede a un matacán emplazado en la vertical de la puerta.
La falsa torre del Homenaje desde el interior del recinto superior.

Escalera que une la primera terraza con el segundo espacio.

Segunda terraza, a la derecha la poceta para recogida de agua.

El segundo espacio, una vez traspasada otra puerta también de arco apuntado, nos lleva a donde se ubicaron el horno (22) y una mazmorra, o una bodega, subterránea (23). A la izquierda se ve una poceta para recogida de agua (28).
La tercera terraza está ocupada por lo que sería las estancias del alcaide del castillo, la sala principal (24), construida con sillares y cubierta con bóveda de cañón apuntado, y la cocina (25).

Exterior e interior de la estancia del alcaide.

Más allá de estas estancias, en la zona más al norte del castillo, se abre un último patio en el que se localiza otro aljibe (26). Y sobre la sala principal y la cocina, encontramos la que sería una cuarta terraza en la que se encuentra el tercer aljibe (27), el cuarto si contamos la poceta de la primera terraza; éste, con una profundidad de cinco metros, tiene una capacidad de unos 4000 litros. Todos los aljibes están perforados en la roca, y garantizaban el suministro de agua para el alcaide y sus más allegados. El agua de lluvia llegaba a ellos mediante una red de canales también excavados en la roca,
Último patio del castillo, con el cuarto aljibe.

Cubierta de las estancias del alcaide, a la izquierda el tercer aljibe.

Todo el conjunto de este tercer recinto fue muy modificado durante la ocupación del castillo en el período de las Guerras Carlistas en el siglo XIX.




RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Peracense
Municipio: Peracense
Provincia: Teruel

Tipología: Castillo.
Época de construcción: siglo XIII, ampliado durante los siglos XIV y XV.
Estado: En muy buen estado de conservación, la restauración llevada a cabo el pasado siglo lo ha hecho posible.
Propiedad: Pública, Ayuntamiento de Peracense.
Uso: Turístico y expositivo. En el albacar del primer recinto presenta una exposición de reproducciones de armas de asedio medievales.
Visitas: Visitable, previo pago de módica cantidad —aunque se pagara más, siempre sería una cantidad módica, por lo de la relación calidad precio—.
Estado: En un excelente estado de salud, lo que no quita que pudiera ser mejorable.
En la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo pasado, se realizó una restauración, dividida en varias fases, de gran envergadura. Una de las exposiciones del castillo está dedicada a esos trabajos.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 de 25 de junio sobre el Patrimonio Histórico Español.
Está declarado Bien de Interés Cultural, e inscrito en el Registro Aragonés de Bienes de Interés Cultural, en el apartado Monumento, según lo dispuesto en la Ley 3/1999 de 10 de marzo.

Clasificación subjetiva: 5, o sea, que no sólo no hay que perdérselo bajo ningún concepto, y hay obligación de verlo antes de morir, sino que, además, si no se hace, se morirá en pecado mortal.
Cómo llegar: Peracense se encuentra muy cera de la A-23, N-234; a la altura del kilómetro 160 (al norte de la ciudad de Teruel) tomar la TE-V9024 a Villafranca del Campo y siguiendo en dirección a Villar del Salz, tomar desvío a la izquierda que nos llevará a Peracense. Desde el pueblo hasta el castillo, 2’4 kilómetros, un corto paseo.


Nota final:
no son mías estas fotos, pero me han gustado tanto que no me resisto a ponerlas aquí

de castillodeperacense.es

de turismodearagon.com

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