martes, 21 de febrero de 2017

Alarcón, las torres de Aproches (*)

Decía hace unos días, cuando escribía sobre la historia de Alarcón, que poco tiempo por delante me parece para tanto paseo”; y no me equivoqué cuando lo pensé antes de iniciarlo. Aquel día, el de la visita a tan bello pueblo, no me alcanzó el tiempo para bajar hasta el río en ninguno de sus dos barrancos. Así que me tuve que conformar con ver en la lejanía, desde los magníficos miradores de la villa, allá en la península que llama de Los Alarconcillos —al igual que la torre—, las dos que flanquean el horizonte por el norte: la de Los Alarconcillos y la de Cañavate, las cuales, cómo no, también fueron mandadas construir por el infante don Juan Manuel.

Echo mano de documentación de la red y, con la mejor intención del mundo, la traslado a mi casadelatercia. El paseo, mitad virtual y mitad distante, quedó como sigue:


La primera, la de Los Alarconcillos, —o de Alarconcillo, que también lo he leído en singular—, es en sí un pequeño castillo, pues al igual que la del Campo, tuvo un recinto amurallado que la protegía, quedando algunos restos del mismo, incluido los de un cubo.

Es de planta cuadrada y torrecillas semicirculares adosadas en cada uno de sus vértices; en el centro de la terraza emerge una torre cilíndrica más alta y de mayor diámetro que las de las esquinas, a modo de gran torre caballera. Leo que a este tipo de construcciones se les denominaba en quincunce, pues su disposición geométrica, de cinco piezas, situaba a cuatro en las esquinas de un cuadrado, y la quinta en la intersección de las diagonales.

La torre de los Alarconcillos desde la del Campo.






El acceso se realiza a través de una escalera de sillares de piedra adosada a su fachada sur por la que se llega a la puerta, elevada unos tres metros con respecto al terreno, formada por un arco, también de sillería, de medio punto. Bajo la escalera queda un hueco (¿?) también conformado por un arco de medio punto.

Una vez en el interior, una escalera de caracol, sin peldaños actualmente, conduce a la terracilla de la torre.



La torre del Cañavate al fondo. En primer plano la puerta del Río.

Más al oeste, en el ceñido istmo de la península que forma el meandro norte del Júcar, se levanta la Torre del Cañavate. Ésta, junto a su muralla coracha que llegaba hasta el río, protegía la puerta que en aquel extremo cerraba y controlaba el paso hacia la zona trasera de la villa. Y es que aquel era el único lugar por el que se podía acceder al padrastro existente entre ella y la de los Alarconcillos desde ese punto cardinal. De ahí su estratégica ubicación.


De aquella construcción sólo nos queda la torre y apenas algo de la muralla; la puerta que se habría a un lado, ha desaparecido.

Es de planta exterior pentagonal —hermana gemela de la del Campo—, o sea, torre tajamar con la proa hacia el exterior, y su planta interior también es cuadrada; su estructura se divide en tres plantas, baja más dos alturas y terraza. La puerta de acceso se sitúa a unos cinco metros de altura, con arco de medio punto, al igual que las ventanas que se abren en las fachadas este y sur.

También tuvo recinto amurallado, por lo que nuevamente podemos hablar de un pequeño castillo.

Fue construida con mampostería en los muros y sillares en las esquinas y en la formación de los vanos.

 

Cuánto lamento no haber podido llegar hasta estas torres, pero la distancia y el tiempo disponible aquel día, además del tiempo vital, no me ayudaron a ello.

Ilustraré este texto con alguna foto robada de la red, a lo que añadiré las que desde la villa pude hacer, aunque huela a simulación, a engaño propio.

Lo cual me da una idea, y haré extensivo en el futuro para esos lugares con castillo o similar que durante el camino quedan a un lado, y tienen que conformarse con una mirada apresurada desde el coche, o desde la lejanía; porque el tiempo o Dios sabrá el qué, no te permiten más: si acaso alguna fotografía, pero sin detalle. Esos sitios de los que, desde ese instante, te queda la certeza que no volverás a ver, pero que su imagen permanecerá en tu retina para siempre.

Serán algo así como paseos fingidos.


nota:
error, he rotulado las fotos con fecha del año 2015, cuando la visita la realicé en 2016.

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