martes, 31 de enero de 2017

Alarcón, villa fortificada

 Cuando te aproximas a Alarcón, cuando ya estás cerca, entra de golpe en los ojos el impresionante paisaje, los meandros que el Júcar regala, las penínsulas que forman, y en ellas cada una de las torres, murallas y castillo que lo custodian y decoran.

 Y compruebas complacido que es tal y cual lo habías imaginado, que ni las fotos ni tu conocimiento te han engañado. Quisieras permanecer ahí, quieto, llenándote de tanta luz de postal, y a la vez avanzar con ansiedad para verlo todo ávidamente, abarcarlo desordenadamente.

 Entonces eliges quedarte para comprobar que Alarcón es no sólo un pueblo, sino toda una sorpresa. El que escribe lo conocía, como tantos otros, muchos, lugares de España y del mundo, por fotografías y documentales en televisión, pero nunca en vivo y en directo, y de ahí lo de sorpresa: de pronto ha aparecido, pasado un repecho de la carretera, justo a la derecha, y todo se ha convertido en algo inmenso y profundo; todo es ya el meandro, los meandros, más hermoso que pueda verse si es que hasta ahora no se ha visto aquel que está al norte de mi tierra, el del Melero en las Hurdes.

 Así que ante el caos que prevés se avecina, mejor pones calma y equilibrio: empezar por el principio, y seguir el protocolo que te has marcado para cada una de las páginas de tu casadelatercia, por lo que, mientras recreas la mirada en tan bello cuadro, tiras de notas de la red y comentas con la Compañía pasajes de la historia del lugar y cosas así, para entrar en calor y prepararos para lo que vendrá.


Leemos que Alarcón es de origen romano; dicen que fue allá por el siglo V cuando el rey Alarico II lo refunda, y de él es posible le venga el topónimo.

Con los árabes se llamó Al-arkum, la Fortaleza, y alcanzó cierto esplendor cuando dependió de Córdoba. Disuelto el Califato, estuvo bajo la taifa de Toledo, siendo una de las fortalezas más inexpugnables de ese reino; fue refugio del príncipe toledano Mohamed Al-Feheri, el Ciego —aunque cuentan que fingía su ceguera—, y también lugar de su muerte en el 785.

Con los cristianos se convirtió en un señorío con fuero propio —Comunidad de villa y tierra— y dominio en un amplio territorio. Había sido conquistado en 1184, por obra y gracia de Hernán Martín de Ceballos, capitán a las órdenes de Alfonso VIII, que lo asedió durante nueve meses, y asaltó personalmente el castillo armado sólo con dos dagas, en las cuales se apoyó para escalar sus muros, abriendo así paso al resto de sus soldados. Agradecido por ello el Rey, le concedió el privilegio de tomar como apellido el nombre de la villa, pasando a llamarse Martín de Alarcón.

Diez años después, 1194, la villa es donada a la Orden de Santiago, que funda un hospital para peregrinos.

Alfonso VIII residió en Alarcón durante un año —1211—, preparando la batalla de las Navas de Tolosa —16 de julio de 1212—.

Recordando a don Juan Manuel: "A quien por codicia su vida aventura, sabed que sus bienes muy poco le duran". Y el texto está junto a unos cubos de basura, con rima y doble sentido.


A principios del siglo XIV la villa y sus tierras pasaron al infante Juan Manuel, sobrino de Alfonso X, que las recibió de Fernando IV. Restauró el castillo, reforzó sus murallas y construyó todas las torres exteriores. Además lo convirtió en su residencia, siendo el lugar donde escribió gran parte de su obra.

Sigue el infante por las calles del pueblo.


A la muerte de don Juan Manuel, Alarcón volvió a la Corona, para ser donado a principios del siglo XV a Juan Pacheco, marqués de Villena. En la segunda mitad del siglo XV, fue el centro de la oposición de su propietario a los Reyes Católicos —estos pretendían reducir el poder feudal, a costa, claro está, de quitárselo a los señores feudales; además de que los Villena habían tomado partido por la Beltraneja—. El marqués de Villena perdió casi todas sus posesiones, siendo Alarcón una de las cuatro villas de las que siguió siendo propietario.

Ante la imposibilidad de tomar la fortaleza de Alarcón por parte de la Corona, y con tal de terminar con el conflicto, ambas partes accedieron a la firma de un acuerdo.

 

Esa imposibilidad se comprueba, primero, observando con deleite el promontorio donde se alza y el río que lo abraza —el gran foso que la protege— y los estrechos pasos por los que se accede a su interior.

Y después, recorriendo todas sus defensas, un sistema único que, en cierto modo, ha ayudado a que permanezca inalterada durante siglos. Sin duda fue uno de los mejores conjuntos fortificados de la península Ibérica, en los que se unió la topografía del terreno con el conocimiento de la arquitectura militar de sus constructores.

A la villa la rodean tres líneas de murallas consecutivas, con cuatro puertas por el sur y otra más por el norte; además de torres junto a esas puertas y otras dos más, ligeramente alejadas a la vez que muy próximas.

El primer recinto lo forman la Torre del Campo y la muralla coracha que de ella parte. Esa muralla, en la que se dispone la Puerta del Campo, baja por la ladera sur del cerro para cerrar el istmo que une a tierra el peñón donde se levanta Alarcón . La torre se levantó para cumplir la función de ser protectora de la puerta de este primer recinto, pero bien podríamos decir que es un castillo: torre, patio de armas y muralla. Así que le dedicaremos una entrada a ella sola.

 A continuación, apenas unos metros más adelante, está la Puerta del Calabozo o de Enmedio — de en medio porque está entre el primer y el tercer recinto— con su correspondiente torre; y más adelante la tercera, la Puerta del Bodegón o de la Bodega, que no tiene torre pero sí tiene el castillo a su lado para defenderla. Con esta puerta se cerraba el tercer recinto por el sur de la villa.

 La Muralla Sur termina con la Puerta de Chinchilla o de Las Moreras, por la que se accedía desde el Puente de Picazo.

 De la Puerta del Bodegón, y rodeando el castillo por su derecha, parte la Muralla Norte, que llegará hasta el otro lado del río donde se abre la Puerta del Río, y desde ella al Puente del Henchidero, de Cañavate o de Tébar.

Ese puente une la primera península con la otra más al norte donde se levanta la Torre de los Alarconcillos, hermosa, original y solitaria. Y hacia el oeste, y cerrando el istmo de esta segunda península, de manera simétrica a la torre del Campo, vemos muy lejos la Torre de Cañavate, también con su muralla coracha que antes bajó hasta el río y que hoy, muy mutilada, carece incluso de su puerta.

Y por último el castillo. Punto.

Mi Compañía.

Esta es la ruta que hoy me dispongo a pasear, que comienza con la solitaria y esbeltísima torre del Campo y espero termine en su gemela de Cañavate. Y en medio, además de todo lo ya anticipado, la villa de Alarcón, pequeña pero intensa; poco tiempo por delante, me parece, para tanto paseo.  


nota:
error, he rotulado las fotos con fecha del año 2015, cuando la visita la realicé en 2016.


RESUMIENDO:

Nombre:
         Conjunto fortificado de Alarcón.
Municipio:    Alarcón
Localidad:    Alarcón
Provincia:    Cuenca

Tipología: Conjunto fortificado, castillo, murallas y torres.
Época de construcción: siglos IX al XIV
Estado: En muy buen estado conservación.

Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
En 1981, 3 de junio, fue declarada la villa conjunto Histórico Artístico.

Clasificación subjetiva: 3*, o sea, que no hay que perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir:
Visitas: Totalmente libre el paseo por el pueblo y sus murallas —entrar en las torres no es posible—, y el acceso al castillo, actual Parador de Turismo, también.

Otras cuestiones de interés: Un paseo por el pueblo, admirar las iglesias de Santo Domingo de Silos, de la Santa Trinidad, de Santa María y la de San Juan Bautista, donde se encuentran las Pinturas Murales de Alarcón, pintadas en 1994 por Jesús Mateo. Y descansar la mirada desde cualquiera de sus miradores.

Cómo llegar: Desde la N-III, entre Honrubia y Motilla del Palancar, tomar la CUV-8003. Y desde la A-3, en Atalaya del Cañavate, tomar la CUV-8241 y en Tébar la CUV-8307, hasta Alarcón.





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