martes, 24 de enero de 2017

Cuenca, castillo y murallas



Qué difícil es escribir sobre lo que hoy quiero escribir. Y es que como este blog va sobre castillos se supone que he de atenerme estrictamente a ese tema, aunque casi siempre haga alguna incursión sobre la historia del lugar —una razia por su pasado— para sentirme, mientras escribo, un poco más en ese lugar. Y de paso el lector, si es que existe algún lector de mi Casa de la Tercia, pueda así situarse ligeramente sobre el pasado del lugar.
Decía que hoy me va a ser difícil escribir sobre mi monotema porque se trata de la ciudad de Cuenca, y a priori da la sensación que va a ser complicado evitar otros elementos y otras perspectivas de la ciudad, para centrarme sólo en las piedras de la fortificación.

Porque Cuenca es mucho pasado y mucha piedra; un gran paisaje, un inmenso espectáculo visual en el que los restos de su castillo y sus murallas apenas son una postal más de las muchas que te regala la ciudad.
Bueno, dejémonos de vaguedades que me estoy liando y entremos en harinas. Voy con un repaso rápido a la historia de la ciudad para situarnos.

Hay datos confusos sobre su fundación, pero parece acertado partir de finales del siglo VIII, cuando la población conocida como Qunka o Kunka y perteneciente a la cora de Santaver —la cora era una división comarcal del Califato de Córdoba—, que con el tiempo llegó a convertirse en capital de la misma.
A la caída del Califato, allá por el 1031, se integró a la taifa de Toledo.
Pero he ahí que el 23 de octubre de 1086 el rey de la taifa de Sevilla Al Mutamid derrota en Sagrajas a Alfonso VI; y es que el pobre estuvo durante toda la batalla preguntándose ¿pero Rodrigo dónde está? Esta victoria envalentona al moro que aprovecha el desconcierto y se adueña de Cuenca.
En 1091 los almorávides atacan Sevilla y Al Mutamid pide ayuda a Alfonso, que se la da, pero a cambio recibe éste la guarda y custodia de Cuenca. Primera reconquista de la ciudad.
Tras la batalla de Uclés —precioso lugar de la provincia— el 29 de mayo de 1108, Cuenca vuelve a manos musulmanas.
Habrá que esperar hasta el 21 de septiembre de 1177, cuando Alfonso VIII el de Las Navas, eso sí ayudado por Alfonso II de Aragón, reconquiste definitivamente la ciudad. La dota de fuero especial y constituye una sede episcopal seis años después, construyendo sobre los restos de la mezquita, la que fue primera catedral gótica de Castilla. Y además le da el título de “Muy Noble y Muy Leal”. Al que habría que añadir en 1257, el título de ciudad por parte de Alfonso X.
Durante los siglos XIV y XV la ciudad crece extendiéndose hacia el sur, la parte más baja del enorme cerro rocoso donde se asienta.
Durante la Guerra de Sucesión —de 1701 a 1713—, la ciudad optó por el bando del que sería el ganador, Felipe V, que la recompensó añadiendo los títulos de “Fidelísima y Heróica”.
El siglo XIX no le sentó muy bien a la ciudad, pues durante la Guerra de la Independencia fue saqueada nueve o diez veces, más otras dos durante la Tercera Guerra Carlista. Un desastre.
Y el siglo XX le fue como a casi el resto de las ciudades españolas: Segunda República, Guerra Civil, incendios de edificios religiosos, pillajes, etc. Lo normal del momento.
Hoy ya es otra cosa:
“Paisaje Pintoresco” desde 1963 y Patrimonio de la Humanidad desde el 7 de diciembre de 1996.

Y de la historia de la ciudad paso al castillo que, como debe ser aunque no ocurra siempre, se construyó en el punto más elevado y estratégico de la montaña. En el caso de Cuenca, en un estrecho y elevado istmo donde, y desde el cielo, parece que casi se tocan el río Júcar y el Huécar.
Y la cosa sucedió como así:

—fueron los árabes sus constructores, allá por el siglo IX;
—lo reconquistó definitivamente Alfonso VIII;
—los reyes Católicos mandan demolerlo como hicieron con otras muchas fortalezas, a fin de terminar con el poder y deslealtad de algunos señores feudales —en este caso con los Hurtado de Mendoza—
—la Inquisición, en el siglo XVI y durante el reinado de Felipe II, lo remodeló a su gusto y necesidades;
—y los franceses —siempre los franceses— lo casi reventaron, al igual que la mayoría de edificios que abandonaban al final de la Guerra de la Independencia; razón esta última por la que apenas nos han llegado restos de él, aunque sí los suficientes para interpretarlo.
Torre, puerta y puente de acceso

Me sitúo extramuros, al principio de la que llaman calle Larga, frente a la que fue su puerta principal y una de las nueve que tuvo la ciudad, incluidos los postigos, conocida hoy como Arco de Bezudo. Es de medio punto y está retranqueado en la fortificación, por lo que parece más protegido; sobre él un escudo con toisón, y otros dos más pequeños; todos ellos de época renacentista.

El arco de Bezudo, intramuros. Por ahí descansa mi compañía.

Intramuros, el arco presenta actualmente un aspecto lamentable.
Lo que hoy vemos de él es el resultado de su restauración en el siglo XVI.
Antes de acceder por el arco, hay que superar un foso que hoy está ajardinado y se salva con un cómodo puente de dos arcos. El castillo también tuvo hacia el sur otro foso que lo aislaba de la ciudadela y que junto a los cortados de ambas hoces, le hacía inexpugnable.

 A derecha del arco, en dirección norte y hacia la hoz del río Júcar, lienzos de muralla entre tres cubos en buen estado; a la izquierda una potente torre a la que sigue el actual Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Pero que antes tuvo otros usos como sede de la Inquisición desde su construcción entre 1575 y 1583; cuartel de las tropas napoleónicas y también después, durante las guerras carlistas; cárcel a partir de 1890 y hasta los años sesenta del pasado siglo; y desde entonces, restaurado y acondicionado para su nuevo y último fin.
A la izquierda el actual archivo Histórico provincial

También contó el castillo con otra puerta al exterior, la de la Sierra o de Bad-al Jabal, hoy desaparecida.

Pues esto es lo queda del que fuera castillo de Cuenca, cuya solidez por inconquistable, está hoy reducida a lo que eufemísticamente se denomina ruina consolidada.
Además también resisten restos de la muralla que la rodeó, pero como Cuenca es tanto y el tiempo dedicado a visitarla fue tan escaso, que ignoré lugares y dejé atrás sin pasear su muralla. Imperdonable olvido.

Una muralla que se cerraba hacia el sur, justo en la desembocadura del Huécar, donde se situaba la puerta que fue conocida como la del Alzázar o de Bad-Al Jaraz, y una vez cristianizada la ciudad pasaría a ser de Santa María y más tarde de San Julián.



La alcazaba desde la plaza del Carmen
 Era en la parte sur de la ciudad donde estuvo el alcázar, del que apenas quedan vestigios. Los pocos que resisten son visibles desde la plaza del Carmen o desde la Torre de Mangana —de la que también habrá que hablar—.
Después de la Reconquista, esta zona de la ciudad fue en la que se concentró la población musulmana que siguió residiendo en Cuenca.

Mirando al Júcar, la puerta de San Juan, que al exterior la conforma un arco ojival de sillería. Se llama así por estar al lado de la iglesia de San Juan, pero antes de los cristianos se llamó de Al Jaraz o de la Esquila, por ser la que utilizaba el ganado para salir de la ciudad e ir a pastar a las orillas del río. De ahí la leyenda:
Los caballeros de Alfonso VIII, aprovechando esta costumbre, se cubrieron con pieles de carnero y engañando a los centinelas consiguieron entrar en la ciudad y tomarla.

Me debo otra visita a Cuenca, por lo de la muralla y por un par de cosas más que me dejé olvidadas. Y mi temor del principio no se ha cumplido: he escrito estrictamente sobre el castillo y la muralla.

Nombre: Castillo de Cuenca y murallas.
Municipio: Cuenca.
Localidad:
Provincia: Cuenca.

Tipología: Castillo medieval.
Época de construcción: hacia el siglo IX.
Remodelaciones: En el siglo XVI por la Inquisición. Recientemente se ha consolidado y ejecutado excavaciones y limpiezas a fin de ponerlo en valor y hacer paseable los pocos restos visibles.
Estado: Se podría decir que su estado es de ruina consolidada, aunque de buen aspecto. 
Propiedad y uso: Público; su uso es meramente turístico (mirador) y cultural.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Visitas: Libre acceso. Al adarve que queda se llega mediante unas modernas escaleras metálicas.

Calificación personal: 3, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.
Pero porque forma parte de un todo que merece cinco estrellas, y eso no está en mi baremo. Fuera de contexto, quizá un 2.
Otras cuestiones de interés: la ciudad entera.
Cómo llegar: cójase un mapa o pregúntese a un GPS, que es una ciudad y necesita de pocas explicaciones.

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