martes, 10 de enero de 2017

Toledo, Puente de Alcántara

Mi primera visita a Toledo duró sólo dos días, no me lo perdonaré nunca. Bueno, prometo redimir mi culpa volviendo pronto y durante un período de tiempo más largo; pero bastante más largo.
Y en esa ciudad tuve la oportunidad de ver uno de sus dos puentes fortificados, el de Alcántara; que no hay que confundir con el otro Alcántara en la provincia de Cáceres. Ambos coinciden en que salvan el Tajo, con buena fortuna los dos, a tenor de los años que tienen.
Pero a ver, que trato de escribir sobre el de Toledo, al que me acerqué caminando desde el cercano puente de Arzaquiel. Así le fui descubriendo poco a poco, mientras admiraba otra fascinante vista de la ciudad.
Una parada, unas autofotos y comentarios con la compañía sobre el puente:
El Alcázar desde el puente.

Un puente que data de época romana, allá por el siglo III cuando la ciudad era Toletum y lugar de paso obligado en la calzada que unía Caesar Augusta con Emerita Augusta. Y como todo lo que hacían aquellos romanos nunca estuvo sujeto al azar, el sitio donde ubicaron el puente tampoco: al inicio de la gran hoz que circunda la ciudad, como puerta de ingreso a la ciudad. Y en el otro extremo, otro puente cerrando la herradura que rodea por el sur el cerro.

Más tarde, los árabes lo reconstruyeron en el siglo X, y debieron darle nombre —al-gantaratu que para nosotros es puente—, y desde entonces es Alcántara, o sea el puente del puente. En una inscripción nos informa que las obras terminaron en el año 997 —de nuestra era, claro—, y que el ejecutor de las obras fue un tal Alef, hijo de Mahomat Alamerí, a la sazón alcaide de Toledo que lo fue porque lo había nombrado Almanzor. Hasta tal punto la obra fue importante, que muchos cronistas consideran que, más que una reconstrucción, fue la verdadera construcción del puente. Es por tanto, junto con la mezquita del Cristo de la Luz, uno de los monumentos más antiguos de la ciudad.
Por aquellos tiempos también fue punto de otra ruta, la que unía Saraqusta con Córdoba, y la ciudad, como importante cruce de caminos, terminó siéndolo además de culturas.

Reinando Alfonso X fue reconstruido ya que presentaba numerosos desperfectos producidos por dos riadas, una en 1243 y otra en 1249. Estamos ya en el siglo XIII y entonces se le añadió el torreón oeste (hasta entonces sólo tenía uno en el lado oriental). Este torreón fue modificado durante el reinado de los Reyes Católicos, quedando la torre convertida en una pequeña fortaleza y en ella se cobraba el portazgo a todo aquel que no fuera residente en la ciudad o en tierras aledañas. Éstos mandaron decorarlo con su escudo, en el que curiosamente falta la granada, y es que aún no había terminado la Reconquista y el reino nazarí no había sido conquistado.

En 1721 fue demolido el torreón del este y sustituido por un arco triunfal de estilo barroco, más del gusto del momento.
La última obra que se realizó fue la ejecución de los pretiles y la sustitución de la solería, allá por 1835.


Tuvo tres arcos, pero de eso hace mucho; cuando los árabes lo reconstruyen, sustituyen el primer arco por un muro, a modo de enorme estribo, con un pequeño pasadizo de poco más de 1’70 metros de ancho y 5’40 metros de largo; a cada lado un hueco sencillo coronado con un arco de herradura de desiguales dovelas.
Por encima de este muro, y también a ambos lados del puente, sendos balconcillos que se antojan matacanes, se apoyan sobre canecillos triples.

A continuación del gran apoyo dos arcos ligeramente apuntados: más grande el primero, de 28’30 metros de luz, y de 16’00 metros el más próximo a la ciudad. Ambos se unen y apoyan en una potente pila. En este punto, el tablero del puente se ensancha aprovechando la mayor superficie que le proporcionan los tajamares.
Ese pilar central ha ido incrementado su volumen en las sucesivas reconstrucciones, y con ello el de sus tajamares. Paradójicamente, el de aguas abajo presenta un ángulo más agudo que el de aguas arriba, cuando la lógica obligaría a lo contrario.
Las bóvedas de los arcos, ejecutadas con sillares, son de medio cañón, arrancando la del arco mayor casi desde la lámina de agua en flujos medios, mientras que el arco menor arranca desde la coronación de los tajamares.

Todo el puente es de piedra, sillares y mampuestos a partes iguales. Los primitivos tajamares y las bóvedas están aparejados de sillería, como también lo están las hiladas que coronan los tímpanos de los arcos, las que conforman el pretil y la albardilla que lo remata. Los mampuestos aparecen en los tímpanos y en los añadidos de los tajamares.
Torre del Puente de Alcántara.

Escudo de los Reyes Católicos sobre la puerta.
Interior de la torre, y al fondo la Puerta de Alcántara.
La torre oeste es, evidentemente, de doble puerta o mejor dicho, de triple puerta: las dos externas con arcos de medio punto y la interior con arco apuntado. Sobre la exterior el escudo de los Reyes Católicos y sobre éste un matacán. Toda la torre está almenada.
La Puerta de Alcántara
Superada la torre oeste, se accedía a una plaza de armas que tenía tres puertas, conservándose actualmente sólo la llamada de Alcántara (redescubierta en 1911). Las otras dos fueron demolidas, una —que fue conocida primitivamente como la de Alcántara— en 1864; y la que llamaban de San Ildefonso en 1870.

Después atravesamos esa Puerta de Alcántara y, fatigados por tanta subida y bajada, nos perdimos en el enredo de calles y el bullicio de turistas.
A pesar de ello, Toledo es una ciudad que exige volver. Y es que he de cumplir la promesa hecha en el segundo renglón.

Nombre: Puente de Alcántara
Municipio:
Localidad: Toledo
Provincia: Toledo

Tipología: Puente fortificado.
Época de construcción: siglo III y posteriores reconstrucciones.
Estado: En muy buen estado conservación.
Protección: Declarado Monumento Nacional desde 1921.
Propiedad: Pública.
Visitas: Abierto libremente al público.
Uso: Para tránsito peatonal y, claro está, uso turístico.

Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.

Otras cuestiones de interés: En la margen izquierda del rio y sobre un cerro, el castillo de San Servando protege la entrada al puente y a la ciudad (intenté visitarlo pero estaba cerrado a cal y canto; otra vez será).
Arriba, al fondo, el castillo de San Servando.

Cómo llegar: facilísimo, Toledo está prácticamente en el centro de la Península y muy bien comunicado, por lo que da pereza dejar aquí un mapita u otra información.

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