Fachada oeste del castillo. |
Ya hubo por aquí humanos desde
época prehistórica, constancia
que se tiene por los restos aparecidos en la cueva de la Mora, en la aldea de
La Umbría.
Las minas descubiertas en el centro de la actual provincia de Huelva, hizo
que hasta allí llegaran gentes del sur como los turdetanos. Y más tarde,
durante el siglo I a.C. fueron los
romanos los que se asentaron, creando pequeños núcleos de población sostenidos
por la agricultura y algunas explotaciones mineras. Estos núcleos fueron probablemente el origen no sólo de
Aracena, sino también de algunas de las aldeas que pertenece hoy al municipio.
Los restos de una villa romana llamada Villa Aretiana o Arciana pueden ser el
origen de la población y la etimología de su toponimia.
Esto y poco más es lo que de aquella época, e incluso de la visigótica,
conocemos. Prácticamente nada.
Dos vistas del castillo desde el oeste. |
Algo más se sabe de cuando los árabes, que llegaron por aquí durante el siglo VIII, tiempos en los que Aracena
perteneció a la Cora de Isbilya, o sea Sevilla, y fue plaza importante por su
posición estratégica en plena serranía. De esta época data la primera
fortaleza, sobre la que posteriormente se levantaría el actual castillo.
En torno a la alcazaba árabe fue creciendo la población que a principios del
siglo XIII pasaría a depender de la Taifa de Niebla. Hasta que en
1231, el Rey Sancho II de Portugal, con la ayuda de los Caballeros
Hospitalarios de San Juan, conquistó la plaza.
Su posesión se alterna en el tiempo entre Castilla y Portugal, hasta que en
1267 —Tratado de Badajoz, en el que Alfonso III renunció a «quanto he
entre Guadiana e Guadalquivir», quedando el Guadiana como frontera entre
ambos reinos desde Badajoz hasta Ayamonte — con la intervención de Alfonso X
pasa a formar parte del Reino de Sevilla, y con ello se convierte en uno de los
enclaves más importantes de la Banda Gallega.
Llegarán asturianos, gallegos y leoneses que, por iniciativa de Sancho IV,
repoblarán la zona a finales del siglo
XIII. La población crece rápidamente en las laderas de la montaña, y se
extiende en aldeas que en la actualidad siguen pobladas.
En el siglo XIV es sede prioral
de la Orden de Santiago y durante los siglos XV y XVI, el centro neurálgico de la población se traslada a lo que
hoy es la Plaza Alta, construyéndose el Cabildo y la iglesia de la Asunción.
En el siglo XVII, la población y
su término fue donada al Conde Duque de Olivares —devolución de favores por
parte del Rey— y tiempo después pasaría al Conde de Altamira, que se auto titulaba
Príncipe de Aracena —pero lo hacía al haber confundido,
seguramente de manera intencionada, la descripción de priorato con un
principado—. Los Condes de Altamira mantuvieron el título de Príncipes de Aracena hasta 1812.
Fachada norte del castillo. |
En
1833 se implantó una nueva división administrativa en España que hizo que
Aracena formara parte de la provincia de Huelva dejando de depender de Sevilla.
A finales del siglo XIX el
pueblo se ensancha más allá de las laderas de la montaña, creciendo económica y
políticamente.
El descubrimiento por aquellos años —exactamente en 1866— de la Gruta de
las Maravillas y de su acondicionamiento para visitas turísticas en 1914, y las
suaves temperaturas veraniegas, hicieron de Aracena un lugar idóneo para
estancias estivales de personajes de la nobleza y afines. En definitiva, un
núcleo turístico que ha permanecido hasta la actualidad.
Aracena desde la muralla norte del castillo. |
El
castillo se encuentra, como no podía ser en otro lugar, en la cima del cerro
por cuyas laderas se desparrama el pueblo. Su visión, justo al tomar la última
curva de la carretera N-433 y presentarse de golpe ante los ojos es,
sencillamente, espectacular —es una foto que me debo—. Sólo por ello merece la pena llegar hasta Aracena.
Después vendrá todo lo demás, que es mucho.
Subimos
caminando hasta la iglesia prioral, que es el edificio con el que verdaderamente
se identifica el castillo sin serlo, claro.
Y es que su ubicación su aspecto y su torre, fuerte y almenada, induce a
un error perfectamente justificado.
Poco
antes de llegar a la iglesia, se pasa bajo un arco coronado por una llamativa
espadaña que, no debe confundirnos, nada tiene que ver con el conjunto que
conforman iglesia y castillo. Es una obra de la segunda mitad del siglo pasado
que, a pesar de su diseño, materiales empleados e incluso una supuesta buena
intención por parte de su autor, no deja de ser un pastiche en el peor de los
sentidos.
Sentados
en el atrio de la iglesia, cerrada a estas horas de sesteo, y a la espera de la
entrada en el castillo de un nuevo turno de visita, leo a la Compañía unas notas sobre la historia de esta fortificación.
Que se cree fue construido por la Orden del Hospital, entre 1233 y
1267, o sea, en el tiempo que transcurrió entre la conquista del lugar por
parte de los caballeros hospitalarios portugueses, y su cesión al Reino de
Castilla. Es muy posible que también participara en su construcción la Orden de
Santiago, pero ante la imprecisión de los datos existentes, es difícil
afirmarlo. Queda ahí la incógnita sobre quienes fueron sus primeros
propietarios.
Antes, en el mismo lugar, hubo otra fortaleza musulmana del siglo X
y reformada en el siglo XII, de la que apenas se disponen de datos.
Una cerca rodeaba el núcleo anterior conformando un albacar de grandes proporciones, donde se instalaron los primeros
repobladores.
Esta disposición se mantendría hasta principios del siglo XIV en que,
ante el crecimiento poblacional se dispone construir otra cerca mayor que
proporcionara espacio protegido ante el aumento del tamaño del caserío.
Es durante el siglo XVI cuando se inicia el progresivo abandono
del castillo, trasladándose la población hacia lo que hoy es la Plaza Alta.
Esta circunstancia trajo consigo, como era de esperar, el desmantelamiento de
gran parte de la fortaleza, al ser utilizada como cantera de materiales para
nuevas construcciones en la villa. El expolio duró hasta 1917, cuando
una orden municipal prohibió coger las piedras del castillo.
Aunque su definitivo deterioro llegó antes, como no podía ser de otra
manera, con las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Huelgan
los comentarios.
Subiendo hacia la entrada al castillo. |
Actualmente, al castillo lo rodea un cómodo paseo
que ocupa un perímetro aproximado al de la primera cerca que tuvo. Incluso en
algunos tramos se observa aquella perfectamente.
Seguimos por el camino desde la
iglesia hacia la parte más alta del cerro, hasta llegar a la entrada actual de
la fortaleza, en la fachada suroeste.
Entrada al castillo. |
Ocupa el castillo una superficie aproximada de 4.200 m2, sobre una
superficie irregular que va conformándose según la topografía del terreno. A lo
largo de todo su contorno se contabilizan siete torres, cuadradas, unidas por
adarves
El interior, que estuvo dividido en dos partes por una muralla. De los
dos recintos anteriores, el más pequeño y situado al norte corresponde a lo que
fue el alcázar y era ocupado por el alcaide; y el más grande por las
dependencias para servicios y tropa, y patio de armas. En cada uno de los
recintos hubo un aljibe.
Los restos de lo que fue la Torre del Homenaje. |
Sobre la muralla divisoria se levantan los restos de lo que fue la torre
del Homenaje. Es de planta cuadrada y contó con dependencias interiores. Se
cree que debió tener unos 16 metros de altura.
Al castillo se accede mediante una escalera y una puerta de nueva
construcción, cuya ubicación debe corresponder a una poterna, llegando a la zona del alcázar que es la única que hasta
ahora está habilitada para la visita.
La puerta principal debió estar más al sur, en una zona más baja y dando
acceso al que fuera Patio de Armas.
Los dos recintos anteriores estuvieron rodeados por una cerca bastante
extensa que conformó un amplio albacar —que como ya he dicho fue la zona donde
se instalaron los primeros repobladores—. De esa cerca queda un gran lienzo en
la ladera oeste del cerro, y otra como muro de contención de la terraza que
ocupa la iglesia.
Salida del castillo. |
A pesar de estar incluido en lo que se denominó la Banda Gallega —línea
de fortificaciones que protegía el territorio del reino de Sevilla de los
potenciales ataques de Portugal—, su tipología difiere del resto de castillos
de la Banda, guardando más paralelismo con los del lado portugués.
A la izquierda la Compañía, a la derecha lo que fue la primera cerca del castillo. |
Terminada
la visita al interior del castillo, continúa el paseo rodeándolo sobre el resto
de la primera cerca hacia el noroeste, para terminar nuevamente en la iglesia
que, como se ve, es el elemento más significativo y determinante no sólo del
castillo sino quizás de todo Aracena.
La Iglesia desde el interior del alcázar. |
Esta iglesia,
denominada prioral pues Aracena fue sede del Priorato de la Orden de Santiago,
tiene la advocación de Nuestra Señora del Mayor Dolor, patrona de la población.
Comenzó su
construcción allá por los finales del siglo
XIII, no terminándose hasta principios del XV, habiendo estado paradas sus obras casi todo el siglo XIV. De
este largo período de tiempo se desprende el hecho de que se iniciara su
ejecución siguiendo normas románicas para terminarse con características
totalmente gótico-mudéjares.
La planta del
edificio presenta tres naves, coro a los pies y presbiterio poligonal al que
queda adosada la torre al lado del Evangelio. El conjunto queda cubierto por
bóvedas nervadas apoyadas en recios pilares.
Tanto la
torre como los elementos de las fachadas sur y sureste, están almenados, lo que
le da ese aspecto fortificado que hace que el visitante pueda confundir la parte con el todo.
Volviendo a
la Guerra de la Independencia: esta iglesia tampoco se libró del buen hacer francés, pues la convirtieron
en polvorín, si bien tuvieron la consideración de no volar el edificio como era
su costumbre en el momento de la huída.
A principios
de la Guerra Civil de 1936, sufrió graves desperfectos al ser deliberadamente incendiada,
aunque los daños no afectaron a elementos estructurales.
Arcada del atrio de la Iglesia. |
Atrio de la Iglesia. |
Puerta de entrada de la Iglesia. |
Nombre: Castillo de Aracena.
Municipio: Aracena
Provincia: Huelva
Tipología: Castillo.
Época de construcción: desde el siglo
X al XII por parte árabe.
Lo que hoy vemos es cristiano, siglo
XIII.
Estado: Consolidadas las ruinas del castillo, pero en aparente y constante proceso de restauración —da la sensación que en pocos años estará totalmente construido—. La iglesia
en muy buen estado.
Propiedad: Pública (municipal).
Uso: turístico.
Visitas: Visitable el interior del alcázar del castillo
previo pago de una módica cantidad de dinero. El exterior, o sea, lo que fue la
primera cerca, se puede pasear libremente.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del
Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico
Español.
En 1985, el castillo fue declarado Bien de
Interés Cultural.
El centro histórico de Aracena está
declarado Bien de Interés Cultural desde el 30 de julio de 1991.
Clasificación
subjetiva: 3,
es decir, se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo,
se hará todo lo posible por visitarlo. Aunque la excusa no sea sólo el
castillo.
Otras cuestiones de interés: La Gruta de las Maravillas, situada bajo la montaña donde se sitúa el
castillo y el pueblo.
Una
curiosidad: el gentilicio de Aracena es aracense o arundense.
Pero también cebollero.
Una
leyenda: De la primera época cristiana circula la leyenda de
la vinculación de los Caballeros del Temple con este lugar, de su conocimiento
de la existencia de la Gruta y su uso como escenario de ritos exotéricos y
demás. Pero me temo que todo ello va más allá de la leyenda para ser
considerado como un auténtico bulo.
Cómo llegar: De
Sevilla a Mérida por la N-630, E-803, o sea la Vía de la Plata, tomar el desvío
hacia Portugal —N-433—, que nos llevará hasta Aracena.
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