martes, 1 de mayo de 2018

Consuegra, castillo de Consuegra o de La Muela

 A ver, sitúate en el espacio, las circunstancias y el tiempo:

Viaje de vuelta a mi ciudad después de un corto pero intenso periplo de placer por varios lugares castellanos llenos de historia y piedras viejas, cuando el que escribe, y en aquel momento conducía, presiente la proximidad de un castillo —demás sabía yo que Consuegra estaba cerca, que pronto aparecería allí a la derecha, como un punto gordo en el horizonte— y le inunda el deseo irrefrenable de tomar la siguiente salida y encaminarse hacia allí.
Recordé, la poco más o menos parecida circunstancia, hacía siete años, cuando los compañeros de viaje lo eran a la vez de trabajo, y les convencí para visitar Consuegra y comer por allí. Todo con la oculta pretensión de dar un paseo por el castillo. Aquello salió mal, la visita no pasó de la comida y todo quedó estrictamente en eso, un paseo por los alrededores. Otra vez será, chaval.
Lo que no podía imaginar, durante mi segunda aproximación a este pueblo, y cuando mi deseo ya se había convertido en un gozo, era que, Dios sabrá por qué eventualidad, el castillo estaba cerrado y no recibía visitas ese día; que tendría que volver a contentarme con un paseo perimetral y a dejar, nuevamente, correr la imaginación.
Aquella circunstancia me pareció una continuación de la de unos años antes, una segunda parte con idéntico guión: el mismo castillo, mismo paisaje y la misma grúa de obra. Y por supuesto, el mismo enfado. Otra vez será, chaval.

Ahora, pasados unos años, me llega la sospecha de que no volveré por aquel lugar y su castillo, y que no tendré la oportunidad de poder pasear su interior. Entonces es cuando he decidido entrar en la red, indagar sobre él, escribir esto, engañarme un poco y hacer como que lo visité. Será algo así como un castillo que casi he visto pero que seguramente no vuelva a ver. Pero que no debe quedar fuera de mi casadelatercia.
A este paso, a poco que haga algo de memoria, lleno esta pantalla de paseos fingidos. Porque han sido muchos, más de los deseados.

Una vez situados en el espacio, las circunstancias y el tiempo, hablemos de Consuegra y su castillo:


Consuegra es uno de esos sitios con prestigio, pues fue un poblado íbero, previo a la dominación romana, los cuales la llamaron Consaburum, y llegó a tener murallas, termas y casi todo lo que los romanos solían construir. Así que no sería de extrañar con el primer asentamiento del cerro donde hoy está el castillo, fuera romano.
Incluso quedan restos de un acueducto que traía agua a la población desde las Guadalerzas —un solitario castillo hay por allí—, a más de 25 kilómetros; y también los de una presa en el río Amarguillo.
Lo dicho, un sitio con caché.



Comparando vistas en el tiempo, 2007 y 2016: la misma grúa y la obra parece no avanzar.


EL CASTILLO:

El castillo de Consuegra, también conocido como de La Muela, tal vez sea uno de los castillos más reconocibles de España. Pero no del todo por sí mismo, que para algunos desde luego que sí, sino por los vecinos.
Los vecinos son los molinos, que alineados a lo largo del que llaman Cerro Calderico, ayudan a identificar casi inmediatamente a esa fortificación y su pueblo. Aunque el castillo está aquí desde antes que los molinos.
El mismísimo Alfonso X se atreve a dar una fecha y lo sitúa, como mínimo, a principios del siglo VIII, al adjudicar al conde don Julián —el Comes Iulianus, u Olbán, el gobernador de Ceuta que ayudó a los musulmanes en su asalto a la Península Ibérica— como heredero en el castiello de Consuegra.
Pero datos ciertos no se tienen hasta el siglo X, en pleno período califal, que es cuando se cree que se levantó como refuerzo de la Marca Media —uno de los tres territorios fronterizos musulmanes-cristianos— y apoyo a su capital, Toledo.
Disgregado el Califato, el castillo se subordina a la taifa de Toledo, que lo perderá en 1083, dos años antes de ser reconquistada la ciudad.
Vuelve a manos cristianas, sin luchas ni sangre, cuando la fortaleza queda incluida en la dote de la princesa Zaida, hija de Al-Mutamid, rey de Sevilla, cuando casa con Alfonso VI. Si bien parece ser que algo de leyenda hay en lo anterior: que si Zaida no era hija del rey de Sevilla, sino viuda de su hijo; que no llegó a ser esposa sino concubina; o que realmente se trata de Isabel, la penúltima esposa de Alfonso VI.
Con la llegada de los almorávides a fines del siglo XI y las derrotas cristianas en las batallas de de Zalaca, Consuegra —15 de agosto de 1097, en la que, además de perderse el castillo, murió Diego Rodríguez, único hijo varón de El Cid— y Uclés, el mapa de marcas militares se modifica; y con ello el cambio de dueño del castillo que pasó a manos de Usuf ibn Tashfin.
Hasta 1155 en que el siguiente Alfonso toma el castillo y nombra gobernador a un tal Rodrigo Rodríguez, que lo volvería a perder.


En 1183, reinando Alfonso VIII, los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén lo recuperarán de manera definitiva. El rey se lo dona, junto con las tierras de su alfoz, a la Orden y el castillo se convertirá en la sede del Priorato de Castilla y archivo prioral, que con el paso del tiempo se transformaría en una de las principales cabeceras de la Orden en Castilla.
Con los Caballeros Hospitalarios el castillo toma la forma y distribución que hoy conocemos: se construyen torres, capilla, sala capitular, edificaciones auxiliares como silos y aljibes, nuevas defensas y todo aquello que pudiera hacerlo autosuficiente.
Siguió en uso por parte de la Orden durante los siglos XV y XVI, y a pesar de reformas posteriores, comenzó a perder significación. Hasta tal punto que la sede prioral y sus archivos se trasladaron a la Palacio de la Tercia en Consuegra, ya entrado el siglo XVIII
El castillo había entrado en un proceso de abandono que se incrementaría durante la guerra de la Independencia, en que fue ocupado por soldados franceses que, en su huída en 1813, lo volaron, previo incendio de sus estancias y pertenencias. Como no podía ser de otra manera; tampoco conocían otra.
Esa situación lo llevó a un total estado de abandono y progresivo deterioro, y a formar parte de todo aquel patrimonio que fue desamortizado por Mendizábal entre 1836 y 1837.
En 1962 es comprado por el ayuntamiento de Consuegra, que procedió a su rehabilitación. comenzando otra historia.

Desde el oeste, en el año 2007.


Idem anterior en 2016.


LOS DETALLES:

El castillo de Consuegra es, en cierto modo, algo insólito. Y es que a un primer golpe de vista viene la imagen, lejana y desproporcionada, del Crac de los Caballeros —Crac des Chevaliers, Hosn al-Akrad o castillo de los kurdos, Crac de l’Ospital—; pero enseguida los molinos te hacen descender a tierra. Esto no es Siria.

El gran volumen de piedra que es el castillo lo constituye, básicamente, el cuerpo central con tres torres semicilíndricas en cada uno de los lados este, norte y oeste. Al sur, se levanta un cuerpo que contiene la iglesia. Todo ese conjunto lo envolvía una muralla, de la que apenas quedan restos, y que se unía al sur a una torre albarrana, cilíndrica y tan potente como las otras tres.
A continuación, y adaptándose a la orografía, otra muralla rodea el cerro adoptando una planta que recuerda a un barco que navega hacia el sur.
Envolviendo el conjunto, una cerca —de la que quedan pocos restos— que dejaba en el interior un albacar, y al que se podría considerar como primer recinto del castillo.

Desde éste, y orientado al sur se encuentra la puerta de acceso al segundo recinto, protegida con cubos en sus flancos y defendida con troneras.
Desde aquí, un largo pasillo en la fachada de levante va de sur a norte, abriéndose en el lienzo de la izquierda, hacia el centro, un arco de medio punto por el que se accede al tercer recinto, en el que estaba el patio de armas y algunas dependencias.

Este espacio rodea en su totalidad el cuerpo central del castillo, el cuarto recinto, la gran edificación de planta casi rectangular de unos 33 metros de largo por 26 de ancho. En tres de sus caras se adosan fuertes torres semicirculares, las cuales tienen plantas distintas: la que mira al este es semicircular, mientras que las otras dos, también semicirculares, alargan sus extremos, paralelos hasta la edificación central.

Desde el sur.

En la cuarta cara, la orientada al sur, se levanta otra, en este caso exenta —torre albarrana, elemento defensivo de origen árabe—, igual de robusta que las anteriores. Es cilíndrica, con cuatro pisos en su interior, lo que denota su gran altura. Se unía al castillo mediante un puente situado en la cuarta planta.

Los más de treinta metros de altura de esas enormes e imponentes torres, le confieren al conjunto un aspecto inexpugnable, pues dada su ubicación —un cerro de insuficiente altura poco dotado para la defensa— fue necesario reforzar, casi en exceso, todos sus elementos.
A eso se añaden muros de 4’5 metros de espesor y el camino laberíntico para acceder hasta la parte más fuerte, que llegó a tener hasta siete puertas.

La puerta de ingreso a la edificación se sitúa en la torre orientada al este, a través de una puerta con arco de medio punto sobre la que destacan dos escudos: uno de Juan José de Austria, hijo de Felipe IV, que fue Prior de la Orden de San Juan; y otro de la familia de los Álvarez de Toledo.
A partir de aquí se disponían todas las dependencias y estancias del castillo, a saber:
En la torre de levante, el Cuerpo de Guardia, la Sala Capitular en el primer piso, y contigua a ella la Sala de Archivos, en una larga habitación rectangular entre la torre y el ala este del cuerpo central.
De la Sala de Archivos, y hacia el sur, se pasa directamente a la Capilla —que estaba bajo la advocación de Nuestra Señora de la Blanca—, del siglo XVII, que sustituyó a otra del XIII que se cree estuvo en la torre oeste.
Es de una sola nave y planta rectangular, con sacristía, camarín y reja ante el altar mayor, que atuvo un retablo del siglo XVI, hoy desaparecido. Se cubría con bóveda de cañón y cubierta a dos aguas.
tres aljibes —uno de ellos cubierto con bóveda de cañón—, capilla, sarchivos, calabozos, e incluso otro patio interior.

Toda la construcción está realizada en piedra, mampuestos tomados con morteros de cal, además de rellenos de hormigones primitivos. Gran parte se levanta sin apenas cimentación, directamente sobre la roca.

Desde el norte en 2007.

Idem anterior en 2016.



RESUMIENDO:

Nombre:    Castillo de Consuegra o de la Muela
Municipio:   Consuegra
Provincia:   Toledo

Tipología:    Castillo.
Época de construcción:    siglo X —musulmán— y reformas y ampliaciones cristianas hasta el siglo XIII.
Estado:    En muy buen estado de conservación, dadas las últimas obras realizadas. De él se dice que es el mejor conservado de La Mancha.

Propiedad:    Pública, del Ayuntamiento de Consuegra.
Uso:    Turístico y cultural; salas de exposiciones, eventos y celebración de bodas civiles..
Visitas: acceso libre, previo pago. Ni en mi visita en junio de 2007, ni en la de diciembre de 2016, me fue posible visitar el interior. bueno, sobreviviré a ello.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible en esta vida por visitarlo.
Otras cuestiones de interés: Sin duda alguna, el entorno, o sea, los molinos de viento que recorren el cerro hacia el sur.



Cómo llegar:



























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