martes, 18 de julio de 2017

Cortegana, Castillo de Cortegana

Que digo yo que ya era hora.
No sé cuántas veces he estado en Cortegana ni cuántas habré subido a su castillo, y me parece que ya es hora de escribir algo sobre él. La última visita que le hice es la que me ha animado definitivamente a sentarme y redactar esta entrada. Así que el paseo de hoy va a ser por él. Vamos a ello.

Está Cortegana en plena Sierra de Huelva, concretamente en el Parque Natural de la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche, paraje no sólo para recrear la vista sino también el olfato, y  sobre todo el gusto. Aunque a mí siempre me han llevado, además, otros ánimos y placeres. Y me seguirán llevando, porque a estas alturas de mi vida ya no voy a cambiar de placer.
Desde mi ciudad está a casi un paseo en coche que, en ciertas épocas del año, se convierte en un espectáculo visual nada más entrar en la provincia. Si se elige el otoño para visitar la comarca, el recuerdo que quedará en la memoria será imborrable, lo aseguro. Y no es pasión de enamorado.
Es obligado hacer una parada a mitad de camino para ir adaptándose a los sabores de la sierra. Al poco, unos kilómetros antes de llegar, ya vemos el castillo elevarse minúsculo en el paisaje como referencia del final del camino. Desde allí parece dominar, controlarlo todo; el más auténtico vigía del camino que tuvo el Reino de Sevilla en la frontera; aunque no se sabe con exactitud desde cuando protege esa frontera.
Hasta ahora no se ha podido conocer la fecha exacta de su construcción. Hay autores del siglo XVII que atribuyen su fundación a la actuación de un caballero (un tal Pedro Domingo) que, tras haber caído en desgracia en la corte, se estableció por aquí. Pero ello no pasa de ser una leyenda oral. Así que vamos a datos algo más fiables:

Este castillo fue mandado construir por Sancho IV el Bravo a finales del siglo XIII (cuestión rebatida por historiadores actuales que lo datan mucho antes, y levantado por musulmanes), para formar parte de la línea de defensa del Reino de Sevilla, que se denominó Banda Gallega, y que se extendía por el norte de lo que fue aquel reino, protegiendo la frontera con Portugal.
Fue aquella una época de constantes disputas con los portugueses a cuenta de lindes y divisiones, para lo que fue necesario reforzar el territorio con torres y fortificaciones como Aroche o el castillo de Las Guardas; y en otros casos levantarlas de nueva planta como Aracena, Cala, Santa Olalla o Cortegana (¿?). Por lo tanto el castillo se edificó como elemento de defensa de la región una vez reconquistado, nunca como asentamiento feudal.
El primer documento en el que aparece nuestro castillo de hoy, es en el Ordenamiento que Alfonso X otorga al Concejo de Sevilla, allá por 1344. A partir de entonces son cuantiosas las referencias que a él se hacen en relación a nombramientos de alcaides, asignación de guarniciones, o reparaciones y ampliaciones. En todos los casos la financiación sería a cuenta del Cabildo de Sevilla que era quien tenía, por delegación real, el uso, mantenimiento y disfrute de la fortaleza.
Cuando cesa su utilidad militar, cae en un profundo estado de abandono que lo llevó a un deterioro progresivo. Deterioro que se agravó con los daños que le produjo el siempre recordado terremoto de Lisboa en noviembre de 1755.
A principios del siglo XX se acometen obras de restauración, no todo lo acertadas que debieran, que al menos terminaron con el desgaste que estaba sufriendo. Las obras que se hacen en los años setenta le devuelven, dentro de lo que cabe,  al mejor aspecto que tuvo en su pasado.
Entrada a la cerca del castillo, al fondo el alcázar.
 Ya en Cortegana, dos caminos para subir al castillo: en coche por la ladera norte, desde la calle Benafique, hasta un agradecido aparcamiento; después unos minutos más de subida a pié por una cómoda escalera, y en seguida estamos junto a la ermita de Nª Sra. de la Piedad, edificio que comparte con el castillo la cima de la montaña y su inconfundible silueta.
También se puede optar por utilizar el que fuera su camino original que inicio en la Iglesia del Divino Salvador y continuo, como no, por la calle del Castillo que me llevará, serpenteando por la ladera sur de la montaña, hasta lo que fue la entrada a la cerca que tuvo el castillo.

El primer sector es amplio y ocupa prácticamente la totalidad de la cima, discurriendo, lo que queda de la muralla, por todo el perímetro de la misma. Está parcialmente restaurada y consolidada, lo suficiente como para adivinar sus torres y lienzos.
En el punto más alto del cerro encontramos el castillo propiamente dicho, el alcázar de la fortaleza, de planta ligeramente trapezoidal y flanqueado por seis torres dispares en planta y volumen: cuatro en las esquinas y dos hacia el centro de sus lados mayores.
Fachada sur del castillo
Fachada sur, con la ermita de Nuestra Sra. de la Piedad.

Por su cara sur, y después de ascender por una corta escalera, accedemos al interior. La puerta queda cobijada por una pequeña torre cuadrada y cubierta por un matacán. Un ligero recodo da forma al zaguán y, superado éste, se llega al patio de armas bajo el cual se conserva un gran aljibe que aún hoy recoge agua y al que se accede por una angosta escalera situada al nivel del patio; el aljibe está dividido en dos partes por un arco apuntado y cubiertas ambas por bóvedas de distinto trazado.

Entrada al alcázar
Zaguán que forma la entra en recodo
Ocupa el patio, aproximadamente, media planta del castillo. Está rodeado por tres de sus caras de murallas y torres, las cuales son macizas hasta la altura del adarve, excepto la de planta semicircular que debió perder su último cuerpo y, junto con sus dos lienzos adyacentes, también el almenado (en realidad todo el castillo perdió su almenado, pero en la última restauración realizada en los años setenta del pasado siglo, parece que no se acordaron de rematar esta torre).
Vista desde el noroeste: torre y lienzos sin almenas
La torre situada en el centro del lienzo norte, de planta rectangular, es más voluminosa que las demás, tanto que su cuerpo superior está dividido en dos estancias. A su terraza se accede desde el adarve del alcázar y no a través del que rodea al patio.
Adarve que rodea el patio de armas
La otra media planta del castillo, la situada al este, está ocupada por el alcázar. Dividido en dos alturas, conserva su distribución y compartimentación original aunque readaptadas a un uso más turístico. Aquí debieron estar el cuerpo de guardia, mazmorra, algún almacén y la residencia del alcaide en la segunda planta. Aunque lo que ahora nos muestra sus gestores es la sala de recepción, una supuesta capilla, y otras salas con mobiliario pseudohistórico adornadas con piezas de cierto valor arqueológico, si bien algo desubicadas.
Sobre la segunda planta una gran terraza desde la que se llega a otra torre de flanqueo en su esquina noreste, simétrica a la del ángulo opuesto.
Torre del homenaje
Y en la esquina sureste está la torre del homenaje, de mayor factura que las demás pero al igual que ellas, irregular en planta y en disposición con respecto al conjunto del castillo. Parece ser que fue el último elemento en construirse, allá por el siglo XVI; es maciza hasta la cota de aquella terraza y a esa altura sólo dispone de una estancia de la que parte la escalera que da acceso a su azotea.
Cortegana desde su castillo
Una vez arriba, lo mejor que se puede hacer es disfrutar del paisaje y del momento, y si el día es claro y cálido, mejor. Después, deleitarse de los bienes y frutos del lugar, que no sólo de piedras viejas vive el hombre. 
Cortegana, panorámica general

Nombre: Castillo de Cortegana
Localidad: Cortegana
Municipio: Cortegana
Provincia: Huelva

Época de construcción: siglo XIII
Obras posteriores
Tipología: Castillo
Estado: En espléndido estado de conservación. Y es que una adecuada restauración hace mucho bien. Pero no hay que dormirse, aún queda mucho por hacer.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
En 1993 la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Andaluza.
Está declarado Bien de Interés Cultural.

Propiedad: Pública, Ayuntamiento de Cortegana, ya que en 2006 el Ayuntamiento de Sevilla cedió al de Cortegana todos sus derechos sobre él.
Uso: Turístico, y también como escenario de eventos culturales, entre ellos las Jornadas Medievales.
Visitas: totalmente libre, previo pago de una módica entrada.
                 Lo he visitado en numerosas ocasiones, la primera allá por 1980. 
Mi clasificación: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje y se hará todo lo posible por visitarlo.

Otras cuestiones de interés: El propio caserío ya tiene su interés, sobre todo en lo que al paladar se refiere; y además la sierra y su panorama. En las proximidades, varias pueblos coronados de castillos.
Cómo llegar: Desde Sevilla, y en dirección a Mérida, tomar la A-66 o E-803, y unos 30 kilómetros después saldremos hacia la N-630 e inmediatamente la N-433 en dirección a Portugal. Cortegana queda en ese camino, no hay pérdida.




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