martes, 24 de noviembre de 2015

Castro Marim, fuerte de San Sebastíán

“Desciendo la colina y pongo la vista en el siguiente objetivo, el fuerte de San Sebastián, a ver si me da tiempo antes de comer”.
Así terminaba mi visita al castillo de Castro Marim; una intención que cumplí pero que no reflejé en este blog. Ha pasado desde entonces bastante tiempo, y no sé si me dejaré olvidado algo al escribir sobre ello.

Casto Marim y situación del castillo y del fuerte

Ascendí hasta el fuerte por el adarve de la muralla que recorre la colina por su lado noroeste, recto y empinado, casi recién reconstruido, como todas las murallas que flanquean el fuerte y rodean el cabezo. Es como si la fortificación hubiera nacido por segunda vez.

Ascensión al fuerte por el adarve del muro oeste
La primera vez que se “construyó” fue en el contexto de la guerra de Restauración (1640-1668), entre Portugal y el reino de España, que puso fin a sesenta años de control español sobre la tierra portuguesa. Aquellas obras fueron ordenadas por el rey Juan IV al año siguiente de comenzar la guerra, y es que había que potenciar la frontera sur en el Algarve, complementándola con las defensas que ya existían, o sea el castillo de Castro Marím, que también se reformó y adaptó a la moderna artillería. Las obras fueron llevadas a cabo por el ingeniero y militar Francisco de Sousa Lobo.
El lugar elegido para su construcción fue una colina al suroeste del castillo, donde ya existía una capilla, que fue erigida por iniciativa del rey Sebastián I (1557-1578), bajo la advocación, cómo no, de San Sebastián. De ahí el nombre con el que se designó a la fortificación.
El fuerte se unió al castillo por el lienzo de muralla que mira al noroeste, y lo mismo se hizo desde los baluartes de su cara sur. A la vez, se ejecutaron importantes reformas en el castillo y otras obras exteriores que aumentaron sus defensas, como el Revellín de San Antonio, que sin duda orienta su tiro hacia Ayamonte, justo al Baluarte de las Angustias.
Con todo ello, Castro Marim se convirtió, junto con Sagres, en el enclave militar más importante del sur de Portugal.
Pero antes de seguir hay que puntualizar que el fuerte tuvo dos fases en su construcción. Primero se ejecutó el pequeño fuerte que corona el cerro, y diez años después, vista la necesidad de aumentar su tamaño, acorde a las necesidades y a la importancia de la plaza, se decidió aumentar sus defensas y unirlo con el castillo mediante dos murallas que a la vez albergaría la población situada en la vaguada que separa ambas fortificaciones. Así que la reina regente Dª Luisa de Guzmán, viuda de Juan IV, autoriza al gobernador del Algarve Martim Correia da Silva, a que ejecute esas obras: en el oeste una cortina con dos medio  baluartes, y otra al  este más potenciada, con tres baluartes ya que está orientada hacia España. Por último se abrieron dos puertas para dar paso a la población y al gran recinto creado, en la cortina oeste la de San Sebastián y la del este la de San Antonio.
En 1755 sufrió significativos daños a causa del terremoto de Lisboa, lo que obligo a su reconstrucción a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, añadiéndole algunos elementos exteriores a las murallas: hacia el oeste una gran trinchera con parapeto y troneras, y en el este otra trinchera que comunicaba la muralla con el revellín de San Antonio.
En la primera mitad del siglo XIX siguió cumpliendo su labor (curiosamente durante un día en la Guerra de las Naranjas, 20 de mayo al 6 de junio de 1801) y como cuartel entre los años 1819 y 1834. En esta última época se construyó el muro que une el primitivo fuerte con los dos medios baluartes del oeste.
Terminados los conflictos con España, se demolieron las puertas de las murallas y gran parte de estas, quedando sin uso.
Esta situación hizo que durante todo el siglo XX fuera deteriorándose, llegando a 1990 en un  estado avanzado de degradación, estando arruinadas todas las murallas y baluartes exteriores.
En 2004 se inició un gran proyecto de reconstrucción y consolidación del fuerte y de todos sus elementos, respetando fielmente su configuración original. Fue algo así como si se construyera por segunda vez. Lo que hoy vemos no es la fortificación original sino la que resultó de las varias ampliaciones que se ejecutaron, o sea, como quedó a mediados del siglo XIX.

He visitado la fortificación en dos ocasiones, antes y después de su reconstrucción. Por desgracia, en ninguna de las dos he podido acceder al interior del fuerte, conformándome con pasear sus murallas y baluartes exteriores; fotografiarlo y mirar el Guadiana fundirse con el océano. Y es que «lo que no puede ser, no puede ser». Bueno, sigamos.

El fuerte antes de su reconstrucción

Y ahora seis años después
Decía que subí al fuerte por el adarve del lienzo noroeste, ascensión tranquila pero empinada. Arriba la puerta cerrada, así que ante la imposibilidad de entrar, doy cuenta de descripciones de la “red”:
El fuerte y sus elementos más importantes
La fortificación primitiva es el pequeño edificio interior de unos 30 por 10 metros formado por cuatro baluartes, orientados dos a dos en la dirección este-oeste. Se accedía a él a través de un patín y un pequeño puente levadizo, que seguramente fuera de contrapeso. La existencia de este puente levadizo es consecuencia de la dificultad que hubiera supuesto la ejecución de un foso, dada la gran cantidad de roca existente. La espadaña era, con toda seguridad, la entrada al pequeño fortín, accediéndose a su interior por la escalera que baja desde la azotea.
Este edificio aloja la única dependencia de todo el fuerte, posiblemente sea la antigua ermita de San Sebastián, y que a lo largo del tiempo fue modificada: aljibe, almacén, pañol de munición  y cuerpo de guardia. La puerta que hoy se ve, se abrió posteriormente, cuando se construyó el muro que cierra el hornabeque, quedando el patín sin utilidad.
Al oeste se encuentran los dos semi baluartes, con rampas de acceso para las piezas de artillería.  El más cercano al fortín primitivo se le denominó de Entrerreiro y al otro de Sao Sebatiao. Y adosadas al muro las dependencias propias del acuartelamiento.
En ese muro, apoyado directamente sobre la roca, es donde se abre la puerta por la que se accede al recinto. Esa gran cantidad de roca es, evidentemente, la que impidió excavar el foso.
Del semi baluarte de San Sebastián partía el muro oeste que llegaba hasta el castillo. De él sólo queda el lienzo que termina cerca de la carretera, donde debió estar la puerta del mismo nombre (sin complicaciones a la hora de nombrar las cosas). El resto del muro, hasta el castillo, fue demolido, que habría que facilitar la expansión urbana del lugar.
Desde el fuerte y hacia el este parte la cortina llamada de Lezirias, que estaba formada por dos semi baluartes y un baluarte, a saber: unido al fortín, el semibaluarte de Cheio; a continuación el baluarte de Leizirías que da nombre a la muralla; y por último, junto a la carretera actual,  el medio baluarte de Bandeira, del que sólo quedan restos y el único que no ha sido reconstruido. A continuación debió estar la puerta de San Antonio. Desde aquí hasta el castillo, discurría la cortina de San Antonio, también desaparecida allá por 1864.

Al fondo el fuerte primitivo, a la izquierda el semibaluarte de Cheio






En primer plano lo que quedaba del semi baluarte de Cheio
De las puertas no he encontrado ni siquiera algún dibujito que traerme a estas páginas. Qué se le va a hacer.


El almacén de municiones (¿?), antes y después de su reconstrucción
Todo lo que hoy apreciamos, después de la restauración, de esta singular fortificación es un reflejo bastante acertado, aunque incompleto, de lo que fue: morfología y proporciones correctas, detalles ajustados y materiales apropiados (originalmente mampuestos de pizarra, rellenos de tierra y escasez de otros, como el ladrillo que sólo fue utilizado en el cordón longitudinal). Con respecto a lo que “queda” por hacer, tal vez lo mejor es dejarlo como está, que a falta de datos mejor está así.

El baluarte de Leizirías antes de su restauración







Interior del baluarte de Leizirías, en la actualidad
Antes de bajar, una mirada a Ayamonte desde el baluarte de Leizirías. Imagino al otro lado del Guadiana las baterías españolas apuntando desde Las Angustias o desde el hornabeque del Socorro. Mucho imaginar me parece entre tantos adosados.

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