De Cartaya a El Rompido, ya en la costa, justo en la desembocadura del río Piedras. Bueno, desemboca un poco más a la izquierda, o a la derecha, según estemos en el lugar físicamente o mirando un mapa. Mejor dejo aquí un pantallazo como aclaratorio.
El Rompido es bonito lugar, playero y de buen comer. Y también antiguo, como muchos lugares de por aquí, que aunque no hay demasiados datos de poblamientos antes de la conquista de la taifa de Niebla por Alfonso X en 1262, sí que han aparecido algunos restos, como piezas de cuarcita tallada que se sitúan entre el IX y el III milenio antes de C., de lo que se deduce que haber, hubo algunos pobladores. También se ha encontrado un horno de cerámica para la fabricación de ánforas para salazones de pescado, lo cual lo relaciona con, tal vez, el primer asentamiento de pescadores ya en época romana.
Pero lo que hoy conocemos como El Rompido no fue tal sino que primero fue San Miguel Arca de Buey. La cosa vino a ser algo así:
La conquista del reino taifa de Niebla en 1262 por Alfonso X el Sabio supuso para toda la zona central y sur de la actual provincia de Huelva la repoblación de esa zona, por lo que se constituyó el concejo de Niebla. Para ello se deslindaron tierras, se definieron los términos y se constituyeron los señoríos; esto último a lo largo de la Baja Edad Media. Incluso se creó una comunidad de pastos entre dichos señoríos.
Van surgiendo a lo largo de los dos siglos siguientes poblaciones como Cartaya, Sanlúcar del Guadiana y algunas más, que se ven favorecidas por el señorío de Gibraleón con algunos privilegios y exenciones en tributos a fin de atraer a nuevos pobladores.
La que ahora me ocupa, San Miguel Arca de Buey, fue fundada hacia 1458 (su carta fundacional es de 6 de abril de ese año), siendo señor de Gibraleón Álvaro de Zúñiga (también leo Estúñiga).
La población de San Miguel tuvo una corta vida; su comprometida situación geográfica la tuvo sometida constantemente a los asaltos y saqueos de los piratas turcos y berberiscos durante todo el siglo XVI, lo que se tradujo en un progresivo despoblamiento.
Van surgiendo a lo largo de los dos siglos siguientes poblaciones como Cartaya, Sanlúcar del Guadiana y algunas más, que se ven favorecidas por el señorío de Gibraleón con algunos privilegios y exenciones en tributos a fin de atraer a nuevos pobladores.
La que ahora me ocupa, San Miguel Arca de Buey, fue fundada hacia 1458 (su carta fundacional es de 6 de abril de ese año), siendo señor de Gibraleón Álvaro de Zúñiga (también leo Estúñiga).
La población de San Miguel tuvo una corta vida; su comprometida situación geográfica la tuvo sometida constantemente a los asaltos y saqueos de los piratas turcos y berberiscos durante todo el siglo XVI, lo que se tradujo en un progresivo despoblamiento.
Durante la primera mitad del siglo XVII se intentó, en varias ocasiones, volver a repoblar el lugar sin éxito alguno. En 1651, constatado ya que desde hacía años nadie residía en la población, el concejo de Cartaya se arrogó la propiedad del sitio anexionándolo a su término.
Con el terremoto de Lisboa en 1755, y la destrucción de la torre de la iglesia y las pocas edificaciones que aún quedaban en pié, podemos dar por terminada la historia del pueblo.
A finales del siglo XIX se levantaron algunas chozas de pescadores que con el tiempo terminarían convirtiéndose en un verdadero poblado que ha crecido y pervivido hasta nuestros días.
Del pueblo que se conoció como San Miguel Arca de Buey ningún vestigio queda, al menos visible. Todo lo visible que hoy queda es El Rompido.
Con el terremoto de Lisboa en 1755, y la destrucción de la torre de la iglesia y las pocas edificaciones que aún quedaban en pié, podemos dar por terminada la historia del pueblo.
A finales del siglo XIX se levantaron algunas chozas de pescadores que con el tiempo terminarían convirtiéndose en un verdadero poblado que ha crecido y pervivido hasta nuestros días.
Del pueblo que se conoció como San Miguel Arca de Buey ningún vestigio queda, al menos visible. Todo lo visible que hoy queda es El Rompido.
Y hasta allí es donde me he acercado hoy, a pasear y a comer; y a disfrutar del paisaje y otras venturas que el lugar ofrece. Como conocer los pocos restos que resisten al tiempo y a la codicia humana; los restos de un castillo sobre una colina en la orilla oriental del río Piedras, muy cerca de su desembocadura, donde hoy se sitúa el hotel Fuerte de El Rompido:
El castillo fue construido como defensa de la localidad, San Miguel Arca de Buey, a partir de la fundación de esa población, o sea en la segunda mitad del siglo XV. Se configura el lugar como puerto natural en la desembocadura del río, lo que suponía la salida al mar del señorío de Gibraleón y también el control de la navegación.
Sobre la colina donde se ubicó la pequeña fortaleza, también se levantaron la iglesia, el cementerio y la Casa Consistorial.
En 1577 se recomienda reparar la fortaleza, suponemos que aprovechando la coyuntura de la construcción de varias torres en toda la costa, y se reforzó con un torreón que sirviera de almenara.
Pero los saqueos no cesan, y termina siendo destruido por piratas holandeses hacia 1597, lo que conlleva también el despoblamiento del lugar.
Un posterior intento de repoblación a mediados del siglo XVII fracasó, por lo que quedó definitiva y totalmente abandonado.
En 1861 se construyó el faro pequeño de El Rompido utilizando materiales de las ruinas del castillo. Sobre esas ruinas se levantó la llamada Casa del Castillo que fue demolida parcialmente cuando se edificó el Hotel que hoy conocemos.
Sobre la colina donde se ubicó la pequeña fortaleza, también se levantaron la iglesia, el cementerio y la Casa Consistorial.
En 1577 se recomienda reparar la fortaleza, suponemos que aprovechando la coyuntura de la construcción de varias torres en toda la costa, y se reforzó con un torreón que sirviera de almenara.
Pero los saqueos no cesan, y termina siendo destruido por piratas holandeses hacia 1597, lo que conlleva también el despoblamiento del lugar.
Un posterior intento de repoblación a mediados del siglo XVII fracasó, por lo que quedó definitiva y totalmente abandonado.
En 1861 se construyó el faro pequeño de El Rompido utilizando materiales de las ruinas del castillo. Sobre esas ruinas se levantó la llamada Casa del Castillo que fue demolida parcialmente cuando se edificó el Hotel que hoy conocemos.
Desde El Rompido, después de una agradable comida, inicio un paseo hasta el complejo hotel-campo de golf. Una vez ascendida la cuesta, ya está, allí encontramos el hotel y como a modo de bienvenida, la recreación-interpretación realizada de los pocos restos que quedan del castillo:
Sobreviven dos de los cuatro lienzos perimetrales que tuvo, de unos treinta metros de largo cada uno. En planta, un cuadrado de 750 metros cuadrados de superficie interior.
Esos muros se hicieron a base de sillarejos procedentes de otros de mayor tamaño, presentando un espesor algo menor a lo que era habitual en la época de su construcción.
Los que hoy se pueden ver, después de las obras de consolidación, están reforzados con pórticos de hormigón perfectamente identificables y diferenciados de la fábrica antigua, cosa que se agradece. En uno de ellos se abren algunos huecos.
Esos muros se hicieron a base de sillarejos procedentes de otros de mayor tamaño, presentando un espesor algo menor a lo que era habitual en la época de su construcción.
Los que hoy se pueden ver, después de las obras de consolidación, están reforzados con pórticos de hormigón perfectamente identificables y diferenciados de la fábrica antigua, cosa que se agradece. En uno de ellos se abren algunos huecos.
Los lienzos de muralla supervivientes |
Entrada al hotel |
En el muro oeste, en el centro, existió una torre semicircular donde se ubicaba la puerta de entrada. En el interior, y adosadas a los muros, se distribuían los distintos espacios y dependencias.
Plano de planta del castillo (panel informativo) |
Recreación hipotética del castillo (panel informativo) |
Los pocos restos del castillo están puestos en valor al formar parte del hotel, conformando un hermoso atrio a modo de bienvenida, lo que da un valor añadido a todo el complejo turístico.
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