Situémonos: Cartaya está en el sur de Huelva, y está allí desde hace mucho tiempo. Parece ser que ya fue un asentamiento fenicio llamado Carteia, y desde entonces también fue lugar inseguro por culpa de piratas berberiscos, normandos y demás, según época. Por lo que resultó complicado consolidar una población estable a pesar de esos asentamientos tan antiguos.
Tuvo que ser, a principios del siglo XV, que por razón de un pleito entre Alfonso de Guzmán, Señor de Ayamonte y Lepe, y el Marqués y Señor de Gibraleón, Don Pedro de Zúñiga y Manrique de Lara (éste último se empeñó en construir un puente de barcas en el río Piedras, agraviando por ello al otro), y que ganó el de Gibraleón, que se ve la necesidad de establecer una población permanente que garantice y defienda ese paso. Había nacido Cartaya, que recupera aquel primitivo nombre para topónimo del lugar. Y así hasta hoy: población famosa por sus exportaciones de productos agrícolas, su desarrollo turístico y por su cercanía a Lepe, claro.
Decía que Cartaya está al sur de la provincia de Huelva y se llega fácilmente: desde Sevilla, autovía A-49 o de manera más pretenciosa “autovía del V Centenario”, dirección Portugal, atención a la señalización de salida y en unos minutos, Cartaya.
Llego a Cartaya procedente de Lepe, por la carretera N-431, y al cruzar el puente sobre el río Piedras (posiblemente allí estuvo situado aquel de barcas, motivo del pleito entre los señores, y origen del pueblo), ya es visible el castillo, aunque casi oculto entre edificios residenciales de finales del siglo pasado. Pero al estar situado sobre una elevación del terreno, le permite que aún pueda echar una ojeada hacia el río o incluso vigile otros accesos a la población.
El castillo a principios del siglo XX (de huelvabuenasnoticias.com) |
Se iniciaron las obras de este castillo, previa las pertinente licencia real, hacia 1420 por parte de D. Pedro de Zúñiga, conde de Plasencia, de reconocida familia e importante linaje procedente de Navarra. Con ello quedaba creada la población como plaza fuerte.
La población crece, se construyen iglesias como la de San Pedro, y el convento de los Mercedarios, orden dedicada a la redención de cautivos, que debió tener por aquí mucho trabajo ya que la inseguridad de la costa siempre fue una constante.
El castillo queda terminado hacia 1228, convirtiéndose en lugar de refugio para la población en los momentos de peligro. Pero como las incursiones piratas desde la costa y los líos con la vecina Portugal no sólo no se terminaban, sino que incluso aumentaban, se vio necesario, unos doscientos años después, revestir sus muros de piedra y artillar sus torres. En algunos sitios aún se puede apreciar ese revestido.
En el siglo XVI se acondiciona y potencian la barbacana y otros puntos, para cuyos gastos la población aporta 4.000 carretada de leña.
En 1668 se intentó readaptarlo a un sistema abaluartado, pero sólo se construyó un baluarte en el ángulo oriental que hoy está desaparecido.
Perdido su uso militar, el Duque de Béjar en 1815 cede la propiedad del castillo a la Villa de Cartaya. Dos años después es desarmado, se desmantela la barbacana y se construyen cuarteladas de bóvedas adosadas a los muros de su interior, con el fin de convertirlo en cementerio; previamente se sacralizó el lugar, claro. Este uso lo conservó hasta 1872 en que se le destinó a almacén de carbones y maderas; previamente se desacralizó el lugar, claro.
En el siglo XVIII se pensó en convertirlo en cuartel y así devolverlo a antiguos usos; pero descartada la idea, quedó abandonado en 1812.
A finales del siglo XVIV se instruye un expediente de demolición ante el progresivo estado de ruina que el edificio presenta. Se exhuman los cadáveres que aún quedaban en las bóvedas pero no así los del suelo. Pero la demolición no se lleva a cabo y se opta por una solución mejor: se consolidan las zonas más peligrosas.
Durante el siglo XX fue almacén municipal, y como otros castillos españoles fue dependencia del Servicio Nacional de Cereales, o sea un silo.
A mediados del siglo XX (de iaph.es) |
En obras en la década de los 90 del pasado siglo |
He visitado este castillo en dos ocasiones, en la primera lo encontré abierto y puede ver, no su patio, sino el cajón hueco que forman sus murallas donde se disponían multitud de sillas ordenadas y habilitadas para algún acto cultural. La segunda visita fue un paseo pausado por todo su perímetro que me permitió mirarlo con más detenimiento y por supuesto con deleite. El entorno es agradable, invita al paseo y a la contemplación del monumento. Así que a mirarlo y, sobre todo, imaginarlo:
Tiene este castillo, o lo que queda de él, un tamaño reducido, pero proporcionado en su forma y dimensiones: planta rectangular, de 35’00 por 27’00 metros; sus murallas, ya desmochadas, son de algo más de ocho metros de altura y 1’70 metros de espesor; sus torres, siete, también sin almenas, una en cada esquina y otra más en el centro de cada fachada, excepto en la orientada al norte. En la fachada sur se abre la puerta, protegida por la, aparentemente, más fuerte de las torres, que debió ser la del homenaje, de unos seis metros de lado. Sin embargo en la esquina más occidental encontramos otra torre de parecidas dimensiones, la de las Campanas, que bien pudo ser igualmente torre del homenaje.
Fachada principal,orientada al Sur.
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El arranque de sus muros y torres, apoyados a escasa profundidad, es de mampostería, y el resto de tapial; todas las esquinas se refuerzan con ladrillo. En la base del adarve y almenas, presentaba elementos alistelados de ladrillo.
Fachada Oeste, con la torre de las Campanas
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El acceso al camino de ronda debió ser a base de escaleras de madera, ya que no se han localizado elementos constructivos que denoten la existencia de escalera de obra.
Las torres son todas macizas y la del Homenaje y la de las Campanas lo son hasta la altura del adarve; la primera tuvo una cámara abovedada.
Está documentado que le rodeó una falsabraga, e incluso a mediados del siglo XVII se la reforzó con elementos abaluartados. Aún se puede contemplar restos de la misma.
Un siglo después fue desmontada para utilizarla como cantera.
Al fondo del patio debió estar la única edificación interior, de dos plantas, según se aprecia en los mechinales que aún aparecen en el muro.
La fachada Norte
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Fachada Oeste
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Cigüeñas en la torre más oriental
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Otra vez, la fachada principal
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Interior del castillo.
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En una de sus torres estuvo instalada una campana (¿en la torre de las Campanas o en la que hoy habitan unas cigüeñas?) cuyo toque servía de comunicación con el cercano castillo de San Miguel de Arca de Buey, en la cercana playa de El Rompido. Destruido en el siglo XVI por los constantes y molestos piratas, sus restos fueron utilizados para la construcción del faro a finales del siglo XIX.
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