martes, 15 de diciembre de 2020

Vila do Bispo, Sagres, fuerte del Cabo de San Vicente

Vamos hoy al extremo suroeste de la Península Ibérica, aparentemente su punto más occidental, pero no nos llamemos a error que un poco más al oeste están Setúbal y Lisboa, y aún más el cabo de Rochas que, ese sí, es el lugar más occidental.
Ese extremo sur es el cabo de San Vicente, ese punto geográfico en donde el golfo de Cádiz se cierra hacia poniente y que, con Finisterre y el de Gata, parecen estirar la tierra, atirantando el mapa para sujetarlo sobre el mar.
Y en ese punto, tres cositas: un fuerte con faro, unos acantilados espectaculares y un viento que parece no acabarse nunca. De las tres, nos quedamos con la primera, claro, que para eso estoy en ésta mi publicación, mis castillos y cuestiones relacionales. Otros asuntos no tienen lugar, que si lo tuvieran sería un problema, porque faltaría tiempo para contarlos.
En el caso que hoy me ocupa sí puede que haya alguna correlación con otro tema, porque ¿cómo obviar el faro que corona el fuerte? Pues de ninguna manera, porque en cualquier fotografía aparecerá el farol, que dice en Portugal. Además, a esta altura de la historia ya no se entendería el fuerte sin el faro y, como un servidor es ligeramente abierto y tolerante, admito la compatibilidad de ambas edificaciones que, al fin y al cabo, las dos son ojos y vigías del paisaje.
A ver, me centro y me sitúo: cabo de San Vicente, llamado así porque dicen que por estos riscos apareció el cuerpo —imagino que ya cadáver— de un sacerdote español llamado así; no me pregunten de cuál de los trece santos que, con ese nombre, ocupan los altares católicos. Administrativamente pertenece a la freguesía de Sagres, y esta al concejo de Vila do Bispo, que a su vez está en el distrito de Faro (región del Algarve).

Vista de la fortaleza desde el este.

Y aquí vista desde el espacio. Maravilla.

 

EL FUERTE:

Desde antiguo se vio la necesidad de tener protegida esta zona del sur de Portugal, en especial desde la punta de Sagres hasta el cabo de San Vicente. Hasta tal punto que llegó a tener, y aún tiene, tres fuertes en muy corto espacio de costa.


Pero vayamos al principio: este sitio, considerémoslo el Finisterre portugués, fue ocupado originalmente a mediados del siglo XIII, cuando Alfonso III (de Portugal, claro) fundó aquí un hospital para atender a los peregrinos que visitaban el lugar, para orar ante la tumba de San Vicente (¿leyenda?); tiempo después, sus reliquias fueron llevadas a Lisboa.

Ese edificio se amplió por obra de Dinis I (1279-1325) que lo transformó en convento que se conoció como Convento do corvo —Convento del Cuervo—.

Sucesivos reyes donaron a sus capellanes las rentas y derechos del convento, como Fernando I (1367-1383), y después Juan I (1385-1433).

Hasta que reinando Manuel I (1469-1521) y siendo obispo del Algarve Fernando Coutinho, se construyó por orden de éste último, a comienzos del siglo XVI, el fuerte de San Vicente. En principio sólo una torre con faro y una cerca protegiendo la torre y el convento, que aunque pareciesen recursos simples, no dejaban de ser elementos que aludían a la sacralidad del lugar. Sin olvidar la peligrosidad por la presencia ocasional de piratas y la necesidad de guiar en la noche a los navegantes.


En 1514 fue ocupado por la Orden de San Jerónimo y dos años después los sustituyeron los de la Orden de los Frailes Menores. El obispo, en julio de1520, donó a los frailes tierras en las inmediaciones para su cultivo y manutención; y ellos, además de orar y trabajar, mantendrían encendido el faro. Un mes después, esas donaciones fueron confirmadas por el rey.

Durante el reinado de Juan III (1521-1557) se reforzaron sus defensas —se construyó una muralla que cerraba el cabo de mar a mar— ante los temores de ataques de piratas del norte. Ingleses sobre todo, ya se sabe.

Su sucesor, Sebastián I amplió las defensas y el convento, lo que no evitó que, en 1587, el corsario británico Francis Drake, destruyera la fortaleza y el faro, por lo que los frailes se vieron obligados a marcharse, unos a Lagos y otros a Portimao.

En 1580, siendo rey de Portugal Felipe II (Felipe I de Portugal) se ordenó su reconstrucción al ingeniero Felipe Terzi, terminándose las obras en 1606 y volviendo los frailes a ocupar de nuevo el convento.

Años antes de la Guerra de Restauración, hacia 1621, volvieron a ejecutarse obras, sobre un proyecto de Alejandro Massai, que trató de modernizar la fortificación, pues aún existían muros medievales. Incluía ese proyecto foso, puente levadizo, cuerpo de guardia abovedado y un baluarte. Se pretendía aumentar considerablemente la guarnición del fuerte, pues hasta entonces había sido siempre muy escasa.

A la derecha, el único baluarte que se conserva.

Y como no podía ser de otra manera, la fortaleza fue destruida por el terremoto y posterior maremoto del 1 de noviembre de 1755. Menos mal que años después, en 1793, se ordenó su reconstrucción por parte de María I (1777-1816). Dichas obras se realizaron conforme a ideas anteriores por lo que otras soluciones, más modernas, no tuvieron aplicación.

En 1834 se disolvieron las órdenes religiosas y con ello se cerró el convento, quedando todo el conjunto secularizado y abandonado.

La reina del momento, María II (1819-1853) decide —ella o algún allegado— instalar allí un faro, lo que fue un acierto. Toda la fortaleza y sus edificios, incluido el convento, quedaron a cargo de la Secretaría de Marina, y fueron dedicados a las instalaciones y equipamiento del faro.

Entró en funcionamiento en 1846, para quedar muy pronto desatendido y casi abandonado. Pero en 1897 se realizaron obras de restauración para ponerlo de nuevo en funcionamiento, incluyendo el aumento de su altura que pasó de 28’00 a 33’70 metros. Las obras terminaron en 1908.

 Y de nuevo otro terremoto, este en febrero de 1969 —quien esto escribe lo recuerda, que uno ya tiene una edad—, volvió a producirle daños que no fueron reparados hasta 1990.

Mi Compañía junto a la vieja puerta.

 

LOS DETALLES:

El conjunto tiene planta poligonal, conservando del original un baluarte que mira a tierra y flanquea un edificio que fue ocupado por el cuartel del fuerte. De él parte una muralla hacia el oeste donde se abre la puerta de acceso al interior; sobre ella un escudo de Portugal. Desde esa muralla, un parapeto recorre toda la escarpada ladera hacia el sur. Otra muralla, en peor estado, parte desde el baluarte hasta la orilla en el lado norte, descendiendo por la ladera.


A la derecha de la puerta actual de acceso se ve la puerta original. O tal vez la que resultara de las obras del tiempo de María I. La anterior a esta última, según se observa en el dibujo (1790) de José de Sande Vasconcellos, estaba un poco más a la derecha, señalada con la letra A.

Dibujo de José de Sande Vasconcellos

Más hacia el este se observa una plataforma de artillería con parapeto. En el sur, otra batería también con parapeto a barbeta. El resto del recinto, que queda rodeado por un parapeto, apenas si recuerda al original; ni siquiera a lo que resultó de las últimas obras en él realizadas, allá por el final del siglo XVIII.

Vista de las únicas edificaciones originales que se conservan.

Y es que todas las instalaciones que tuvo, tanto para la defensa como para la oración, fueron sustituidas por modernas construcciones que sirvieran para sostener el funcionamiento del faro, por
lo que parece justificable la desaparición de la mayoría de los edificios.

La foto no es mía, que es de algarvehoy.com



RESUMIENDO:

Nombre: Fuerte del Cabo de San Vicente.
Freguesía: Sagres.
Concejo: Vila do Bispo.
Distrito: Faro.

Tipología: Fuerte costero.
Época de construcción: Siglo XIII, y continuas obras de ampliación, remodelación y adaptación a nuevos usos
Estado: En buen estado de conservación lo que del fuerte queda, reformado y adaptado al turismo. El resto, las instalaciones del faro, siguen en funcionamiento
Propiedad: Pública, es patrimonio del Estado
Uso: Turístico; pero sobre todo, sigue funcionando como faro.
Visitas: Libre el exterior; y acceso libre al interior del fuerte. Subir al faro ya es otra cuestión.
Protección: todo el conjunto está declarado Bien de Interés Público desde diciembre de 1961.

Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje y se hará todo lo posible por visitarlo: por el fuerte, el faro, los acantilados, el viento y los otros fuertes del entorno, Sagres y Beliche.

Otras cuestiones de interés: aprovecho este apartadillo para hablar algo del faro, que es el perfecto complemento de este fuerte.



Ya he dicho que fue mandado levantar por la reina María II de Portugal en 1793, y comenzó a funcionar en 1846, como lo atestigua la placa de la entrada.
Pero ahora viene lo interesante, aunque esté lejos de los intereses de mi casadelatercia, que son los aspectos técnicos, como su tipo de óptica, que era catadióptrica y estaba iluminado con 16 candeleros de aceite y reflectores parabólicos de cobre galvanizado en plata; su frecuencia de emisión de destellos, de luz blanca, era de dos segundos en un periodo de dos minutos, y su alcance rondaba las 6 millas náuticas.



No olvidar que está a unos 86 metros sobre el nive l del mar y su altura original fue de 28 metros.
Tras su restauración y nueva puesta en funcionamiento en el año 1908, su altura se elevó 5’70 metros y cambió la dotación de su óptica: se colocaron lentes hiper radiantes de 1.33 0 mm de distancia focal (de las pocas, y más grandes, del mundo en aquel momento) suspendidas sobre una balsa de mercurio; la rotación se realizaba mediante un mecanismo de relojería.
En principio se le dotó de un candelero, con cinco mechas, de un nivel constante de aceite, que se cambió años más tarde por lámparas incandescentes de vapor de petróleo.
Con este sistema de iluminación, su destello de luz blanca cada 5 segundos tenía un alcance de 33 millas náuticas.
A lo largo del siglo XX se siguieron introduciendo mejoras según las necesidades y los avances de la tecnología, como la instalación de una señal sonora en 1914, la electrificación mediante generadores en 1926 (se conectó a la red eléctrica en 1948) y la conversión a faro aeromarítimo en 1947.


Volvió a ser remodelado en 1960, como conmemoración del V centenario de la muerte del Infante D. Enrique, quedando con la fisonomía que actualmente presenta.
Fue automatizado en 1982 y desde él se telecontrola al vecino faro de Sagres.
Su alcance actual es de 32 millas náuticas mediante un destello de luz blanca de 0’1 segundo cada 5 segundos.


Dónde está:


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