martes, 19 de abril de 2016

Mallorca, Valdemosa, castillo-palacio del Rey Sancho

Hace unos años, cuando apenas tenía en mente la creación, y mucho menos el desarrollo, de mi lacasadelatercia, visité el lugar que hoy paseo. Reconozco que cometí un error de principiante y no supe ver, en su correcta dimensión de espacio y tiempo, el monumento. No diferencié el castillo-palacio del Rey Sancho, porque no estuve atento a ello, del imponente edificio de la Cartuja y me quedé en los personajes y las anécdotas.
Añado a lo que motivó tal error, el hecho de que el que escribe sólo creía saber que en Valdemosa había —hay — lo que fue un monasterio cartujo, la Cartuja de Valdemosa; pues juro que desconocía la existencia del castillo. Cuando me enteré ya era tarde y el tiempo no dio para más. Sí dio, para algunas fotografías.
Haré lo posible ahora por castillear sólo el castillo-palacio y pasar, si es que se puede, de soslayo por el convento. Que la tipología de este último no suele tener encaje, por ahora, en esta lacasadelatercia.

Una breve reseña sobre el lugar en el que ahora me encuentro:
Su nombre actual es Valdemosa —una l y una s más y queda en catalán, Valdemosa—, se sitúa en la Sierra de Tramontana, al oeste de la isla de Mallorca y su origen se remonta a algún momento de la época en que los musulmanes dominaban las islas y por esta comarca levantaron diversas alquerías.
Tras la reconquista, el lugar permanecerá ligado a los reyes mallorquines desde Jaime II hasta mediados del siglo XIV, cuando se levanta una iglesia — la de Santa María de Valdemosa, actual de San Bartolomé— y con el tiempo se fueron construyendo viviendas alrededor, algunas calles y ya tenemos una villa.


Frente a la iglesia, en una colina llamada del Pujol, el rey Jaime II el rey Jaime II —1243-1311—, hijo del Conquistador, mandó construir, en donde hoy se encuentran palacio y monasterio, un pabellón de caza para satisfacer el gusto que por ella sentían él y su hijo Sancho. Además de que sirviera de lugar de reposo y alivio para el asma que padecía su vástago.
Parece ser que aprovechó alguna edificación perteneciente a un viejo alcázar propiedad de un valí llamado Muça o Mussa —de ahí, tal vez, el origen del topónimo, Valle de Muça, Valdemosa—, gobernador de esta parte de la isla




El uso de este castillo está documentado a lo largo de los reinados de los siguientes reyes, así como las sucesivas reformas y ampliaciones que se van haciendo para su mejora y mantenimiento —se dice que Sancho I llegó a dotarlo de agua corriente (¿?)—.
Fue usado como lugar de descanso de la corta monarquía mallorquina —de Jaime II a Jaime IV, pasando por Sancho I —, por lo que, con toda seguridad, la corte se trasladaría hasta aquí durante largos períodos de tiempo. Esto haría que la población cercana, junto a la iglesia, creciera.
El palacio se distribuía en torno a un patio central, con la cocina y almacenes en el lado sur. Al norte, la zona más noble, profusamente decorada, y que comunicaba con la torre donde el rey tenía sus habitaciones; las de la reina, en cambio estaban en el ala este.



Finalizada la dinastía, el palacio cayó en desuso, siendo cedido en 1399, junto con todas las posesiones reales de Valdemosa, a los cartujos por Martín I de Aragón, llamado el Humano, para que fundaran un monasterio de clausura y convertirlo en lo que más tarde fue, una cartuja.
Los monjes transformaron el patio de armas en claustro y cementerio, los salones en celdas, la prisión en refectorio, la despensa en sacristía, la cocina en iglesia y un almacén en sala capitular. Además de construir bodega, cocina, caballerizas y hospedería. Y pasó a denominarse Real Cartuja de Jesús de Nazaret.
En fin, un desaguisado.



Tras la desamortización de Mendizábal en 1835, pasó a manos privadas, y con ello la salida de los monjes.
Su primer propietario fue Juan Sureda Bimet, que acometió una gran reforma en el palacio, además de acoger en la hospedería de la cartuja a huéspedes ilustres, cuya presencia contribuyó a enriquecer la historia del lugar. Durante estos años se inició un proceso que dio lugar a la creación de un segundo núcleo de población, esta vez más cercano al monasterio y al antiguo palacio.
En un segundo período, en el que el propietario fue José María Bauzá de Mirabó Maroto, se acometen obras de reforma y decoración que lo transforman en una auténtica casa de la nobleza mallorquina.





RESUMIENDO:


Nombre:      Palacio del Rey Sancho
Municipio:  Valdemosa
Provincia:    Islas Baleares
Tipología:    Castillo-palacio.

Época de construcción: mediados del siglo XIII sobre restos árabes. A partir de 1399 sufre reformas tras ser convertido en monasterio
Estado: En inmejorable estado todo el conjunto.
Propiedad: Privada.
Uso: Cultural y turístico.
Visitas: Es visitable, palacio y monasterio.
Protección:

Clasificación subjetiva: 3,   o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo, pero no sólo por el castillo-palacio, sino por todo el conjunto. Y por supuesto el pueblo.

Otras cuestiones de interés: En 1801, el por entonces ministro de Justicia de Carlos IV, Gaspar Melchor de Jovellanos, fue desterrado a la Cartuja, residiendo en la torre del palacio en calidad de preso-huésped. Dado el buen trato que recibía y la amigable convivencia con los monjes, fue trasladado al castillo de Bellver, en el que su residencia no fue tan confortable.
La Compañía ante la celda de Chopin.

Más tarde, en 1838, recibió hospedaje el músico Federico Francisco Chopin, al que acompañaba la escritora Amantina Aurora Lucía Dupin de Dudevant, pero a la que todo el mundo conocía como George Sand —“Habito un maravilloso claustro en el más hermoso lugar del mundo”, “todo cuanto pueda soñar un poeta o un pintor lo ha creado la naturaleza en este lugar”, dicen que dijeron, respectivamente—. Estuvo alojado en la celda 4 con salida directa a los jardines.



Rubén Darío, poeta nicaragüense, residió en la Cartuja en 1906 y posteriormente en 1913, invitado por la familia Sureda. Tal fue la impresión que le causó el edificio y el espíritu monacal que aún se respiraba, que tras escribir allí su poema La Cartuja, lo calificó como “lo mejor que he escrito en mi vida”. Aquí también redactó su novela El oro de Mallorca.

Cómo llegar: Desde Palma, tomar la MA-1110 y derechito hasta Valldemosa.

















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