martes, 5 de enero de 2016

Belalcázar, castillo de los Sotomayor y Zúñiga


El castillo y su entorno desde el sur.
El paseo que hace años —nueve han pasado ya— realicé a este castillo no vino empujado por el gusto que me lleva a estos edificios, pues fue más bien profesional, y por ello no pude recrearme en él el tiempo suficiente que una fortaleza como esta se merece.
Aquella visita estuvo muy relacionada con lo que será el futuro del castillo —su próxima restauración—, por lo que en cuanto dichas obras estén terminadas y pueda ser visitable, me juro solemnemente ir a rendir adoración a una de las más bellas fortificaciones de Andalucía; y de más allá de estas tierras.
Pues eso, que motivado por cuestiones laborales pasé una mañana muy agradable en esa localidad y en el entorno de tan majestuoso castillo, en plena comarca de Los Pedroches, provincia de Córdoba, muy cerca de la linde con Extremadura. 
El ascenso al castillo desde el sur. En esta ocasión la compañía no fue la habitual.

EL LUGAR:
Belalcázar es de esos sitios que se precian de pasado lejano, o sea que se remonta al Paleolítico —lo que incluye un dolmen en el término municipal—, con presencia de pobladores íberos, cartaginenses, romanos —de aquí partía una vía romana— y visigodos.
Pero realmente son los árabes los que de verdad aquí se instalan y llaman al lugar Gafiq, que en el siglo XIII pasaría a ser Gahet o Gahete. Ya por entonces gozaba de cierta importancia por estar en el camino que unía Córdoba con Toledo, y eso daba movimiento a la economía de la zona.
Conquistada por Fernando III, quedó durante un par de siglos bajo la jurisdicción de la ciudad de Córdoba hasta 1444. Ese año fue donada a la Orden de Alcántara, cuando era su Maestre don Gutierre de Sotomayor, en pago a la ayuda que la orden prestó al rey Juan II en sus disputas y diferencias con el infante don Enrique.
A su sucesor, Alfonso de Sotomayor, le concedió el rey Enrique VI de Castilla el título de conde en 1466, con lo que el pueblo pasa a ser la capital del condado de Belalcázar y uno de los más prósperos del territorio.
A lo largo del tiempo, los Sotomayor desempeñaron una importantísima función al ejercer como mecenas de la arquitectura, construyendo numerosos edificios en la comarca.
Fachada norte, a la izquierda se puede ver la puerta.
Lo de la importancia de su ubicación geográfica volvió a ponerse de relieve durante la Guerra de la Independencia: los franceses fijaron una guarnición en esta plaza a fin de controlar el paso de Córdoba a Extremadura.
Desaparecido el Antiguo Régimen y con ello los sistemas señoriales en el siglo XIX, los Sotomayor dejaron de estar ligados a la localidad.
Administrativamente formó parte de Extremadura hasta la remodelación provincial de 1833 en que quedó incluida en la actual provincia de Córdoba.
Vista aérea (de Google) para hacerse una idea.

EL CASTILLO:
El castillo se levanta sobre un elevado cerro al norte y a las afueras de la población, ejerciendo un claro control visual sobre el entorno.
Es posible que durante el paso de los romanos por la Península, aquí hubiera existido un campamento. Y también un castillo durante la dominación árabe, cuando el lugar era Gafiq.
Fue la familia Sotomayor, una vez que Juan II permitiera a Gutierre de Sotomayor su construcción, la que lo edificó hacia 1450, con el fin de convertirlo en su residencia y centro del feudo que ostentaban.
Su belleza fue la culpable del cambio de toponimia, pues pasó a llamarse Belalcázar, o sea Bello Alcázar, por deseo de la viuda de Alfonso de Sotomayor, Elvira de Zúñiga, una vez se amplió el castillo con la ejecución del palacio renacentista y la torre del homenaje, a finales de la década de los treinta del siglo XVI.
Más arriba decía que, durante la Guerra de la Independencia, Belalcázar fue lugar de acuartelamiento del ejército francés; el castillo estuvo ocupado durante dos años, dada la seguridad que la fortaleza aportaba. Fue utilizado como cuartel y almacén de intendencia.
Es de suponer que los de Napoleón no debieron dejar el edificio en muy buen estado cuando se marcharon el 28 de agosto de 1812; lo normal en ellos. Pero en este caso, hay que añadir que durante la ocupación francesa, fueron los lugareños, al mando de Clemente Arribas, cura del pueblo, quienes junto a tropas inglesas, hostigaron a los franceses, dejando muy malparada la fortaleza.
La Guerra Civil, añadió nuevos estragos al castillo. En sus alrededores se construyeron trincheras y nidos de ametralladoras, por lo que fue blanco de fuertes bombardeos.

LOS DETALLES:
Se levanta el castillo sobre una planta de cuatro lados en forma de rombo irregular. Los altos lienzos de muralla se refuerzan con siete potentes torreones —constantemente leo que son ocho las torres, pero por más que las cuento sólo llego a siete— que aumentan aún más el fuerte carácter que tiene la edificación: uno en cada esquina y otro más en el centro de tres de sus caras. Mediada la fachada este se levanta la Torre del Homenaje, de la que se dice es, con sus 47 metros de altura, la torre más alta de todos los castillos de la Península Ibérica. Pero seguramente sea un dato perfectamente rebatible si la comparamos con la de Juan II del Alcázar de Segovia. Sea como fuere, nada le podrá quitar a esta de Belalcázar su enorme y sólida belleza. Dejémosla que luzca orgullosa su supuesto récord.
El castillo desde el este, en primer término la muralla árabe y la torre del Molino.

Así que dejemos claro que esta torre, la del Homenaje, es la parte que mejor representa al castillo y la que le hace reconocible entre todos, a pesar de su aparente desproporción entre la planta y su altura.
La torre es de planta rectangular —su lado mayor mide 17 metros— y está dividida exteriormente en dos claros volúmenes: el primero de paredes lisas sin ningún elemento relevante, tiene una altura aproximada de dos tercios del total; y el segundo volumen, de un tercio de su altura, está lujosamente ornamentado, con unos atípicos garitones en sus esquinas y otros tantos en el centro de cada una de sus caras —más esbeltos que los de los ángulos—, decorados con un enorme escudo de los Sotomayor en cada uno de ellos.
Este segundo cuerpo presenta sus esquinas redondeadas que se apoyan en unos cuerpos piramidales y llega hasta la base de los garitones esquineros.
 Estuvo rematada por una hilera de modillones que sostenían el almenado.
Último cuerpo de la torre del Homenaje.

Apenas hay vanos en sus paredes que den luz o ventilación a sus cinco plantas —más un sótano—, algunas saeteras, un par de pequeños huecos y dos ventanas —una en fachada suroeste y otra en la noroeste, y ambas en su tercio intermedio— de tamaño algo mayor que los anteriores huecos, y formalizadas en arco de medio punto.
A la primera planta se accede mediante una escalera de caracol; en cambio para las restantes debió haber escaleras de madera.
Torreón noroeste: obsérvese su desproporcionado tamaño comparado con el señor que pasaba por allí.
Pero no sólo es la torre del Homenaje la que hace producir el sorprendente efecto de fuerza que tiene este castillo. Sus siete torres, de 22 metros de altura, refuerzan ostensiblemente la muralla, rematándose todo el conjunto, en su coronamiento, con una línea de modillones que embellece la imagen del edificio. Sobre los modillones, como debió ser también en la gran torre, iba un almenado, desaparecido totalmente en la actualidad.  Las cuatro torres de las esquinas son macizas, siendo huecas las tres restantes.
Fachada oeste.


Esquina noreste.
 En la fachada norte y entre la primera y segunda torre, se halla la puerta de entrada, tapiada actualmente. A continuación, ya en el interior, otra y después el amplio patio de armas rodeado de una arcada. En su interior también dispuso de un gran aljibe, mazmorras y caballerizas.
Toda la fortaleza está ejecutada en una magnífica cantería, sillería de granito bien labrada que en muchas de sus piedras muestra la marca del cantero. También hay zonas donde predomina el sillarejo, pero como refuerzo y revestimiento de tapiales de origen árabe.
La puerta, tapiada.



Detalles de las marcas de cantero en las fachadas del palacio.

La ampliación que realizó Alfonso de Sotomayor en el primer tercio del siglo XVI se centró, principalmente, en la construcción de un palacio renacentista adosado a los muros que conforman el ángulo sur del castillo. Fue ejecutado el palacio por un maestro cantero —lo que hoy vendría a ser un aparejador— de la localidad, pero bajo la dirección de Hernán Ruiz I —hoy, un arquitecto—. Actualmente se encuentra, como casi todo el castillo, en estado de ruina, pero son visibles, sobre todo en sus huecos exteriores, elementos platerescos que denotan la belleza que poseyó.
Fachada sur del castillo (ampliación del palacio).


Fachada este del castillo y torre del Homenaje (ampliación del palacio).
 Al castillo le rodeaba un foso artificial y, a continuación, un amplio muro del que quedan manifiestos restos. Este muro llegó a estar reforzado por unos veinte cubos, algunos de los cuales fueron torres albarranas —herencia del castillo islámico que anteriormente hubo—, típicas de las defensas árabes y de las que aún se conserva una. Otra de las torres que ha llegado hasta nuestro días es la denominada del Molino.
El castillo desde el norte. En primer lugar, la muralla árabe: a la izquierda la torre del Molino, y a la derecha la torre albarrana.

La torre albarrana desde el castillo.







Nombre: Castillo de Belalcázar, de los Sotomayor y Zúñiga, de Gahete o de Gafiq.
Municipio: Belalcázar.
Provincia: Córdoba.

Época de construcción: mediados del siglo XV. La ampliación que supuso el palacio se realizó hacia 1539.
Estado: de semirruina, en avanzado estado, y aparentemente avanzando. Han desaparecido todos sus artesonados y cualquier elemento destacable. El riesgo de ruina total, por abandono, parece evidente.

Propiedad: Privada.
Uso: Ninguno.
Visitas: totalmente libre el entorno. El acceso al interior es imposible, ya que la puerta de entrada está tapiada; también lo están muchos de los vanos existentes, por lo que fue inútil conseguir vistas del interior.
Protección: Bajo la protección de la Declaración Genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. Está catalogado como Bien de Interés Cultural.
Clasificación subjetiva: 3*, es decir, no perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.
Otras cuestiones de interés: No limitarse a contemplarlo desde la cercanía; su enorme altura permite ser admirado desde los cuatro puntos cardinales, sin perder en ningún momento su carácter de referencia en el paisaje.
Cómo llegar: partimos de la ciudad de Córdoba, tomamos la N-432 hacia Cerro Muriano y Espiel, y desde esta última coger la N-502 hasta Alcaracejos. Desde aquí la A-422 nos llevará a Belalcázar.







Nota posterior, muy posterior a la redacción anterior:
 Actualmente (mayo 2020), el castillo es propiedad de la Junta de Andalucía desde 2008, la cual lo ha rehabilitado —lo que anticipaba el principio de este artículo— y consolidado durante los dos últimos años. Mi comentario sobre su estado actual ha quedado, por lo tanto, bastante obsoleto.
Desde 2018 se han venido realizando intervenciones que lleven a su consolidación y recuperación, en las que se incluyen las murallas del primer recinto, la fortaleza propiamente dicha y, cómo no, la torre del Homenaje, a cuya terraza se puede acceder.
Visita obligada.

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