Decía antes que con la Reconquista la muralla dejó de cumplir la finalidad primera para la que fue construida, pasando a desempeñar desde entonces otras menos violentas pero no por ello menos heroicas.
Esta muralla, al igual que las de todas las ciudades amuralladas, tuvieron además una finalidad comercial, ejerciendo funciones de aislamiento, canalización y regulación del acceso a la urbe de mercancías y personas en tránsito; esta situación facilitó el cobro de aranceles y tributos, portazgos y alcabalas. Y por último, las murallas tuvieron una misión muy importante, al quedar convertidas en barreras sanitarias, que permitieron el control de enfermedades.
Durante el reinado de Carlos I se remodelaron algunas de las entradas a la ciudad, al igual que en otras ciudades, para adaptarlas al tránsito de los carruajes propios de la época. Estas obras afectaron a las puertas de Carmona y de la Carne, la Real, el Arenal, el Postigo del Aceite y el del Carbón, que se trasladó al término de la calle Santander. Posteriormente, la puerta de Triana también cambia su ubicación, trasladándose al final de la calle Zaragoza.
Así Sevilla, a mediados del siglo XVI |
En el siglo XVIII se reconstruyó la puerta del Arenal y el postigo del Aceite; y se levantó la puerta de San Fernando, junto a la Real Fábrica de Tabacos.
En 1836 se refuerza la zona de la Macarena, construyéndose un foso con puente levadizo, ante la invasión de Andalucía por parte de tropas carlistas. Pero esto, las obras, fue un espejismo, pues el desentendimiento que de las murallas se tiene, se extendió a todas las autoridades municipales, administrativas y culturales. Se echó así por tierra toda la labor realizada durante la época del Imperio, en la que se restauraron casi todas sus puertas y se adecentaron sus entornos, aún a costa de perderse en muchos casos las raíces árabes.
En 1861 se decide, como en tantos otros núcleos urbanos en expansión, demoler la que fue la muralla más larga de Europa, y así facilitar el ensanche de la ciudad; como si no se pudiera construir extramuros sin necesidad de derribarlos. De esta suerte se destruye gran parte de los más de 7.300 metros de muralla, con unas 165 torres (no hay datos ciertos sobre su número, pero se podría afirmar que una cada 40/45 m.), 12 puertas (13 con la de San Fernando, construida en el siglo XVIII) y tres (o seis) postigos.
Y así a mediados del siglo XIX |
Con la revolución de 1868, la Gloriosa, (¿gloriosa?) se generaliza la demolición, salvándose del derribo algunos tramos: en la Macarena (siete torres cuadradas y una octogonal, la torre Blanca), que van desde la puerta de la Macarena hasta la puerta de Córdoba; en los jardines del Valle, lienzos y cinco torres, dos de ellas con su almenaje; otras tres ( o cinco) de la coracha, entre ellas la del Oro y la de la Plata; algunos lienzos junto a esta última torre; el postigo del Aceite y parte del Carbón; fragmentos en la Puerta Real; en los Jardines de Murillo, en los Reales Alcázares, aunque bastantes transformados estos últimos. Seguramente, el motivo de este indulto fue su buen estado de conservación. O que estaban ocultas por edificaciones y, ya se sabe, ojos que no ven.
Durante la II república, los concejales de izquierda propusieron la demolición total de los lienzos de la Macarena, moción que afortunadamente no fue aprobada. Pero a pesar de su estado de abandono y ruina, tampoco se decidió ni su limpieza ni su restauración.
Aún perduró en Sevilla el abandono hacia esa parte de su patrimonio, y no es hasta mediados de los años ochenta del siglo XX, cuando desde el Ayuntamiento se decide actuar para evitar la ruina total de los lienzos que aún permanecen en la Macarena y en los Jardines del Valle, restaurándose y consolidándose. Y no sólo en esas dos zonas, sino que las actuaciones se amplían a otros muchos sectores del casco antiguo de la ciudad.
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