Busco documentación, datos, alguna frase que me ayude a arrancar esta entrada sobre Almuñécar, y encuentro en Wikipedia —¿dónde si no? — que Ex fue cómo identificaron, vocalmente, los fenicios al primer asentamiento que tuvieron en la península Ibérica; según Estrabón —por mí, fuente bastante fiable—. Pero como los fenicios carecían de vocales en su alfabeto, la palabra se transcribió al latín como Sks que acabaría derivando en Sex. Corrían los años finales del siglo IX a.C.
No cabe duda que el topónimo es bastante sugestivo. Más tarde los romanos, como todo en ellos, lo adornaron y recrearon: Firmun Iulium Sexitanum — o Firmun Iulium Sexi, que lo encuentro escrito de las dos formas—. De ahí que el gentilicio de los almuñequeros sea también sexitano.
Sexi fue antes población que perteneció a los mastienos, una etnia ibérica aliada del reino de Tartessos, que se extendió por el sudeste de Iberia y que la historia sitúa por Cartagena.
Por aquí se dejaron caer, ya estamos viendo, foráneos que seguramente buscaban el buen clima y unas tierras fértiles abiertas al Mediterráneo y protegidas hacia el norte por las montañas.
Los fenicios dejaron, aparte del primer nombre y la condición de ser uno de los pueblos más antiguos de mi país, las Necrópolis Laurita y del Puente de Noy. Los romanos, el acueducto, los columbarios de la Torre del Monje y La Albina, la Cueva de Siete Palacios y la Factoría de Salazones. Esto último es uno de los principales motivos por los que aquellos se movieron y asentaron tanto por estas costas del sur de Hispania: la salazón del pescado, la producción del garum, que llevaron hasta el último rincón de su imperio. Cuestión y gusto que heredaron de los fenicios. El garum era una salsa obtenida de la fermentación de las vísceras del pescado y que usaban para condimentar multitud de comidas, e incluso como componente de medicinas y cosméticos.
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Hoy son las gaviotas sus inquilinas.
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Los romanos se asentaron definitivamente aquí, y dominaron todo el Mediterráneo, tras la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica a finales del siglo III a.C. Poco antes de terminar la antigua era es cuando rebautizan la ciudad con el nombre de Firmun Iulium Sexi —Iulium por el apoyo mostrado a Julio César en la batalla de Munda contra Pompeyo—. Construyeron templos y un teatro, y además acuñaron moneda propia, que no todo iban a ser conservas de pescado.
Un salto en el tiempo y llegan los musulmanes, era el año 711 de nuestra era, valga la redundancia. Cuarenta y cuatro años después llega, procedente de Damasco, el que sería Abderramán I, primer califa del Califato cordobés. Por esta razón, es un personaje reconocido en este lugar. Y por entonces, el topónimo cambia y se arabiza: pasa a ser hins al Munakkar, que traducido es “fortaleza rodeada de montañas”.
En el siglo XI llegó a ser una de las principales ciudades de la costa sur de la península, destacando la agricultura y la pesca; y, por supuesto, una de las fortalezas más importantes de la taifa de Granada —reino Zirí de Granada, desde 1013 al 1090— y posteriormente del reino nazarí a partir de 1238. En definitiva, un centro estratégico en lo económico y en lo militar. De entonces nos quedan algunas atalayas que protegieron la costa de piratas de todo tipo también en tiempos posteriores.
En 1489 se firmaron las capitulaciones con los Reyes Católicos, por lo que Almuñécar, y toda la costa, pasó a depender de la corona de Castilla, volviendo a manos cristianas la casi totalidad del territorio peninsular; un tablero del coro de la catedral de Toledo representa la toma, sin resistencia, de esta plaza. Sólo faltaba la ciudad de Granada que, finalmente, se tomó también de forma pacífica, tras más de diez años de asedio.
Desterrados a las Alpujarras los derrotados de la ciudad de Granada bajo condiciones que no se cumplieron del todo, aquellos se rebelaron años más tarde contra los cristianos, y a punto estuvieron de tomar Almuñécar en 1569. Estos levantamientos fueron sofocados por don Juan de Austria.
En 1610, don Juan de Mendoza, Marqués de San Germán, utilizaría Almuñécar como lugar para concentrar a los moriscos que serían expulsados de España tras el decreto de Felipe III.
Pero bueno, dejémonos de historias y vamos ya al castillo.
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Muralla de levante y torreón semiderribado.
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Puerta principal y mi Compañía. |
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Torreón junto a la puerta y resto de muralla de levante.
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Datos históricos:
Su origen probablemente sea fenicio, el lugar donde se establecieron aquellos fundadores de la ciudad. Después sería ocupado por griegos, cartaginenses y romanos; estos últimos fortificarían convenientemente la zona y urbanizarían la ladera siguiendo los criterios que el Imperio imponía.
En el siglo VIII los árabes se asientan en esta zona y serán los encargados, a lo largo de los siguientes siglos, de dejar en el castillo la mayor y mejor huella, pues fueron ellos quienes ejecutaron casi todo lo que hoy conocemos, sobre todo a partir del siglo XI.
A partir del siglo XIII, la dinastía Nazarí de Granada utilizaría este edificio como lugar de recreo y retiro, además de convertirlo en una de las más importantes fortificaciones de la frontera del Reino de Granada hasta el final de la Reconquista. A partir de entonces se realizarían obras de adaptación al gusto y necesidad de sus nuevos propietarios.
Durante el reinado de Carlos I se realizaron nuevas obras de refuerzo, consolidación y adaptación a la artillería, levantándose algunas torres y excavándose el foso.
En la Guerra de la Independencia, y siguiendo su costumbre como no, fue prácticamente desmantelado por los franceses durante su ocupación en 1812. Los ingleses lo liberarían tras una serie de bombardeos desde el mar que causaron algunos destrozos, como fue el caso del derribo de una torre que, inclinada, se puede ver a la izquierda de la entrada principal.
Desde 1851 y hasta 1977 estuvo dedicado a cementerio municipal, y tras su cambio de uso y restauración, alberga el Museo Histórico de la ciudad.
En los años 80 se iniciaron trabajos de restauración y reconstrucción que le han devuelto, en buena medida, su antigua imagen.
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Torre del Homenaje y adarve de levante.
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Descripción, arquitectura y construcción:
En las excavaciones realizadas se ha podido comprobar la superposición de las diversas comunidades que lo han ocupado, lo que podría dificultar el estudio de cada una de ellas, a la vez que nos enseñan las diversas técnicas constructivas y su adaptación a las necesidades defensivas de cada época. En el cerro aparecen restos púnicos, romanos, islámicos de distintas etapas y elementos posteriores a 1489, incluidas intervenciones modernas y contemporáneas.
La parte más antigua del castillo son dos cisternas de época fenicia; de los romanos nos ha llegado otra más, algunos muros y unas tumbas de la necrópolis que hubo durante los últimos años de dominación romana.
De lo construido por los árabes —época almohade y nazarí—, por los cristianos y tras las reformas del siglo XVI, sobre todo, data el aspecto que vemos hoy en día. Nos ha llegado un edificio de planta algo semejante a un pentágono muy irregular que, como todo castillo situado en un cerro, se adapta a la topografía del terreno.
El perímetro de la edificación musulmana cuenta con una decena de lienzos, de diversos, y diez torres cuadradas y macizas. Hacia el sur, la fortificación se alarga hasta la costa, casi hasta el peñón de San Cristóbal, aunque en alguna página de la web leo que por el sur llegaba hasta el peñón, formando este parte de la fortaleza.
Se accede por su fachada norte que está orientada a la parte menos escarpada del cerro. Esta fachada, construida a principios del siglo XVI, está formada por dos lienzos de muralla, en cuya unión central se abre la puerta protegida por dos torreones circulares —el de la izquierda es el que está semi derribado, a causa de los bombardeos ingleses y con la probable ayuda de una deficiente cimentación—, está flanqueada por otras dos torres también circulares; la de levante es accesible y en ella se pueden ver numerosas saeteras y cañoneras. Delante de la fachada se excavó también en la misma época, un foso al que se dotó de puente levadizo —hoy es fijo—.
Tras esta primera muralla se encuentra la original nazarí: dos lienzos de mampostería unidos en el centro por lo que fue la Torre del Homenaje, que es de planta cuadrangular y está desmochada. En el de la izquierda estuvo la entrada original al castillo; a la derecha queda una liza cerrada, sin salida, que refuerza la defensa.
Tras la muralla islámica encontramos los arranques de los muros de lo que fueron pequeñas edificaciones levantadas en torno a un patio central, o sea el patio de armas, y el pabellón que alberga el Museo Histórico. Frente al museo, una de las cisternas, y a la derecha, los restos de una mazmorra.
Detrás del pabellón neoclásico, estuvo la casa palacio, de época nazarí, unos baños asociados a la vivienda, la mezquita del castillo y otro aljibe que tuvo una noria para la extracción del agua.
A continuación, y siguiendo al sur, un baluarte del siglo XVI para artillería al que se accede mediante una rampa. A la derecha del baluarte se abre una puerta que da acceso a la doble muralla coracha, a la que se llega tras un doble recodo. Esta muralla parte de una de las torres de su fachada oeste y llegaba hasta el cerro de San Cristóbal (hoy interrumpida por el paseo marítimo y edificios de viviendas contemporáneos), y que volvería a subir y cerrarse con la torre situada al noreste de la fortaleza. Hoy, toda esta área está ocupada por viviendas que apenas si dejan asomar restos de aquella muralla.
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Adarve y torre de levante. |
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Pabellón militar (Museo Histórico).
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Baños árabes. |
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Aljibe.
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