EL CASTILLO:
Al castillo de Baños de la Encina también lo llaman de Burgalimar, e igualmente la fortaleza de los siete reyes, porque siete fueron los reyes que en algún momento pasaron por él: Alfonso VII, Alfonso VIII, Alfonso IX, Pedro II, Sancho VII, Fernando III y Fernando el Católico. Del Rey Santo se dice que allá por el 1189 estuvo en el castillo su madre, Berenguela, que fue reina de Castilla, y que en el castillo de Burgalimar dio a luz a su hijo Fernando, contradiciendo el dato que asigna a Peleas de Arriba, en el municipio zamorano de Corrales del Vino, como cuna del rey que unificó castilla y León.
Pero antes del paso por él de todos esos monarcas cristianos, estuvieron los musulmanes, que fueron sus constructores, según reza una placa —copia de la original que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional— situada en una de las jambas de su puerta dice:
"En nombre de Dios el Clemente el Misericordioso mandó construir esta torre el siervo de Dios Alhacam Almostansir bilá, Emir Almuminin, cuya vida Dios guarde, medió su cliente y caid Maysur Ben Alhacam; se terminó con el auxilio de Dios y su ayuda. Y esto fue en la luna de Ramadán del año siete y cincuenta y trescientos".
Nota, entre paréntesis, y antes de continuar:
(Que viene a ser el año 357 de la Hégira, correspondiente al 968 de la era cristiana. Ésta es la fecha de finalización de la construcción del castillo califal construido por los almohades, el que en multitud de textos digitales, artículos de periódicos y demás, aparece como el castillo más antiguo de España, seguido de la coletilla y el segundo de Europa; a veces con el matiz de castillo árabe mejor conservado, y ampliando igualmente esta cualidad a todo el continente. Lo que a todas luces parece no sólo inexacto sino premeditadamente pretencioso: ¿es que antes del año 968 no se construyó ningún castillo en la Península Ibérica, cristiano o árabe, teniendo en cuenta que por esa fecha llevaban los invasores 257 años por estas tierras?
No sé lo de veces que he leído, mientras me documentaba para escribir esta entrada, todas las anteriores alabanzas. Me resisto a hacerlas mías.
Dejemos pues a esta magnífica fortaleza, y de manera objetiva, como uno de los ejemplos mejor preservados de la arquitectura militar andalusí, sin más pretensiones. Y si lo que persiguiéramos es colocarlo en el cajón más alto del podio, deberíamos calificarlo como el conjunto fortificado mejor conservado de época califal, y así no incurrir en patrioterismos innecesarios).
Decía que el castillo fue mandado construir por al-Hakam II, segundo Califa Omeya de Córdoba (915-976) e hijo de Abderramán III, con la finalidad de tener un seguro lugar en el que acantonar tropas, de origen bereber, dispuestas para las razias anuales sobre los territorios cristianos. Las tropas allí emplazadas serían concentradas finalmente en Gormaz, punto fronterizo, desde donde partirían las incursiones a tierras cristianas. Con la misma finalidad mandó construir otros castillos a lo largo de Sierra Morena
Fue llamado Bury al-Hamma, Torre de los Baños, que derivaría en Burgalimar, nombre con el que también se le conoce hoy —a pesar de la discrepancia, que ni niego ni afirmo pues no me considero a la altura suficiente, que sitúa al castillo de Burgalimar en otro lugar; pero eso es otro tema que quizá merezca otro tiempo por mi parte—.
A principio del siglo XI, exactamente en el año 1009, el Califato de Córdoba se fractura en multitud de reinos tras la deposición del último califa, Hisham II. Córdoba siguió ostentando la categoría de Califato —se sucedieron incluso nueve califas más— hasta su desaparición como tal en el año 1031. A partir de esa situación, el castillo atravesó períodos difíciles pues se convirtió en objeto preciado por parte de los cristianos que lo consideraban pieza importante para poder acceder al sur de la Península.
En 1147 es Alfonso VII de León quien lo conquista para volver, tras su muerte, a manos musulmanas en 1157.
En 1189 vuelve a ser arrebatado a los moros, esta vez por Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León, en 1189, quedando la plaza en manos cristianas hasta 1212, en que los musulmanes vuelven a recuperarlo el 19 de julio de 1212, tres días después de la batalla de Las Navas de Tolosa.
Definitivamente es el Rey Santo quien lo conquista en 1225, pasando a formar parte del dominio de Castilla. Fernando III lo regala al Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, quedando su guarda y custodia a cargo de la Orden de Santiago. A finales del siglo XIV se reorganizaron las edificaciones interiores, construyéndose en su extremo norte un pequeño fortín sobre el patio de armas y protegido por una muralla interior, lo que formó un pequeño alcázar.
Enrique IV cederá en 1458 la fortaleza a su condestable Lucas de Iranzo, lo que provocará un fuerte rechazo entre la población, pues no estaban dispuestos a cambiar de autoridad. Es por ello que en 1466, el regidor de Baeza toma el castillo para devolverlo a sus anteriores custodios. De esa época data la construcción de la Torre del Homenaje, quedando definido el actual aspecto exterior.
Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), las tropas de Napoleón ocuparían el castillo, con las consecuencias negativas para el edificio durante la ocupación y la posterior huida de los franceses. A partir de 1828 fue utilizado como cementerio.
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El castillo desde la Plaza Mayor. |
LOS DETALLES:
Se levanta el castillo sobre un pequeño cerro de forma elíptica, que a su vez configura la planta del edificio, un paralelepípedo irregular de siete lados. Es un edificio prácticamente exento, independiente del caserío, el cual apenas si se aproxima al mismo por la fachada donde se encuentra la puerta principal, la calle Santa María, envolviendo discretamente la torre del Homenaje.
Su forma alargada, como la de tantos castillos peninsulares, alcanza unos 100 metros en su eje mayor y 46 en el menor, abarcando una superficie de 2700 m2.
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Torres desde el interior de la fortaleza.
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Detalle cara interior de una torre.
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Catorce torres puntean su robusta muralla, casi cuadradas, de reducida planta, almenadas —merlones de hormigón, ejecutados durante una restauración de los años setenta del pasado siglo—, muy próximas entre ellas, todas iguales y poco más altas que la muralla que refuerzan. Esta disposición le da un fuerte e imponente carácter. Todos ellos se disponen adosados a la muralla, sobresaliendo de ella en todo su volumen. Tienen tres plantas de altura, estando la primera a nivel del patio y la tercera a la altura del paseo de ronda; desde estas últimas se accedía a sus terrazas mediante una escalera interior de madera. Los forjados de las plantas, hoy desaparecidos, eran de vigas y tablazón de madera, siendo una bóveda de la ladrillo la que cubre, siempre, la última planta sirviendo de base a la terraza. En sus muros se abren saeteras. La torre situada más al sur, a diferencia del resto, dispone de cuatro plantas.
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Interior del castillo, al fondo la torre del Homenaje. |
Una torre más, la del Homenaje —que leo por ahí que también la llaman la almena gorda— es de factura totalmente cristiana, del siglo XV, levantada donde probablemente hubo otra árabe. Es de planta casi trapezoidal, ya que una de sus bases —la que corresponde a la cara exterior orientada al norte— no es recta sino curva, pensando ya en posibles ataques con las recién aparecidas armas de fuego. Situada en el ángulo del castillo que mira a la población, parece hablarnos del poder y control del dueño del castillo sobre los habitantes de la villa, más que de una actitud defensiva.
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Toprre del Homenaje, desde el interior del castillo. |
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Cámara de la segunda planta de la Torre del Homenaje. |
Su primera planta es maciza. El acceso a la siguiente planta —situada a la altura del adarve islámico— se realiza mediante una escalera de construcción moderna adosada al muro; al final de ésta se encuentran dos puertas, de arco de medio punto y jambas de ladrillo, formando ángulo recto: la de la izquierda da acceso a la primera planta, y la de la derecha sirve de paso a una escalera que conduce a la segunda y a la terraza de la torre. Ambas cámaras se cubren con bóvedas de cañón, siendo la de la segunda planta ligeramente apuntada. En la sala superior se abren saeteras y tres matacanes.
Esta torre rompe, aunque sin descomponer, la homogeneidad del conjunto, pero para los cristianos fue necesaria su construcción a fin de dotar a la fortaleza de un alcazarejo que se componía de la propia torre del Homenaje y otra más, circular y de menor altura situada hacia el interior, de la que apenas si se conserva poco más de su base. De esta última parten dos lienzos que se unen a las murallas, conformando así un espacio más fuerte y aislado del gran patio de armas.
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Vista del castillo desde la torre del Homenaje. En el centro, torreón circular y murallas que dioviden el castillo en dos partes. |
De esta manera, el espacio interior del castillo quedaba dividido en dos partes: el Patio de Armas propiamente dicho, con sus edificaciones de servicio —de las que hoy podemos observar sus cimientos—, y el pequeño alcázar. Así se creaban dos unidades defensivas diferenciadas. En el patio aún se conserva un aljibe de dos naves cubierto con bóvedas de cañón.
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Entrada principal, orientada al este.
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Desde la torre del Homenaje, a la derecha el antemuro. |
Tuvo, mejor dicho, tiene dos entradas: la principal, que se encuentra en su fachada de levante y una poterna en la fachada opuesta. La primera de las puertas es un doble arco de herradura, de estilo califal y acceso directo, lo que hace que tenga un especial interés; si tuvo su correspondiente recodo, hoy está desaparecido. Está enmarcada por dos torres cúbicas que son las de mayor tamaño y que más sobresalen de todo el conjunto. En esta puerta es donde se encuentra la placa informativa.
La segunda entrada es un postigo pequeño, de poca altura, situada en la fachada oeste. Dada la diferencia de altura a la que se sitúa con respecto al exterior, se supone que debía usarse una escala de mano para la entrada y salida de personas.
Tuvo un antemuro, una barrera, de época almohade, que hasta mediados del siglo XVII lo rodeaba por completo. Hoy está desaparecida, a excepción de unos restos que se conservan en el interior de algunas casas de la calle Santa María.
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Lienzos de su cara este. |
Todo el castillo, la construcción árabe, está levanta en tapial —tabiya, tierra húmeda mezclada con cal y compactada dentro de encofrados de madera, ejecutada por capas—, técnica muy usada por los árabes y muy parecida al conocido adobe. En este castillo se utilizaron encofrados en forma de cajón de entre 70 y 90 centímetros de altura. Este procedimiento no sólo ofrecía rapidez y economía en la construcción, sino también eficacia en cuanto a dureza y resistencia del resultado.
El color rojizo, casi pardo, de la tierra utilizada da el tono característico y diferenciador que, ya desde la lejanía, se observa. Como en muchas otras construcciones musulmanas, su cara exterior estuvo enfoscada y decorada con esgrafiados que simularan las juntas de supuestos sillares, a modo de engaño o ilusión óptica hacia el enemigo.
El resto del castillo, lo edificado por los cristianos, está construido en cantería, al igual que la puerta de entrada principal. En la ejecución de los vanos de la parte cristiana se utilizó el ladrillo.
De la relación sobre el estado de sus castillos, que mandó hacer Felipe II en el siglo XVI, tenemos el siguiente comentario: "Este castillo era de mampostería, de piedra y argamasa la torre mayor, que estaba en buen estado; las murallas y demás cercas eran de tapiería de cal, arena y tierra, muy fuerte y bien hecha".
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Lienzos de su fachada oeste. |