Dejo
la Puerta de la Carne y camino por la calle Cano y Cueto, que por aquí seguiría
la muralla, dejando lo que hoy es la plaza de Refinadores intramuros. He de
suponer que la ausencia de muralla en este punto es debido a que se demolió
para que esta plaza quedara abierta a los jardines y así hacer más amplio el
espacio.
A
partir de aquí la muralla vuelve a tener la entidad y relevancia de hace
quinientos años, y que casi había olvidado desde que anduve por los Jardines
del Valle, pero con una peculiaridad que es que, sin dejar de existir
físicamente y siendo perfectamente visible, a ratos es difícil de identificar,
¿cómo diría?, su original posición, su correcto uso. Las modificaciones que la
ciudad ha sufrido, como apertura de calles o la aparición de nuevos espacios,
ha hecho variar ligeramente -cuando no confundir a visitantes y lugareños- el conocimiento que se podía tener de la
muralla en esta zona de la ciudad. Trataré de explicarlo, o explicarme,
mientras paseo.
Entre
la Puerta de la Carne y el Postigo del Alcázar existen siete torres,
distribuidas en dos tramos bien diferenciados: tres de ellas entre la plaza de
Refinadores y la de Alfaro, otras tres a lo largo del callejón del Agua y la
última, y más alta y fuerte, protegiendo el Postigo.
Torre junto a la Plaza de Refinadores |
La primera de las torres
la encuentro en la esquina sur de la plaza de Refinadores, cuadrada como todas
(o casi todas), de ladrillo y desmochada hasta la altura del adarve que hasta
ella llega y que desde ella continúa. Su estado, lamentable, desmoronándose el
tapial y con las “conducciones de agua” a la vista y en algún caso rotas. La
miro y observo que tiene una apariencia como escondida, avergonzada. Y es que aquí el
protagonismo no lo tiene la muralla sino los jardines: primero los de Murillo, que
sin interrupción pasan luego a ser el paseo de Catalina de Ribera; y finalmente,
si no fuera por la falsa muralla que recorre éste de norte a sur (aquí viene la
confusión popular) y que lo separa de los jardines de los Alcázares, podría ser
uno de los espacios verdes más hermosos de la ciudad. Porque a ver, ¿qué pinta
aquí este fraude de muralla dividiendo el inmenso parque si la muralla real
existe y separa claramente ciudad y alcázar?
Pero
reflexiones aparte, estaba yo en la primera torre, así que camino hacia la siguiente, que hace esquina con la
calle Nicolás Antonio, y que fue abierta a principios del siglo XX uniendo la
plaza de Santa Cruz con los Jardines de Murillo. Me parece que la torre está fuera
de contexto, tanto que me atrevo a decir que no forma parte de la muralla árabe
sino que fue añadida posteriormente: no está alineada con las demás, está
embutida intramuros y su cara exterior paramentada con la de la de la muralla.
Hoy, y a los ojos de cualquier observador, no desentona en el conjunto, al
contrario. Es alta, elegante, almenada y con unos bellos arquitos polilobulados
en sus ventanas. En su base, en la muralla, se aprecian las tuberías que
procedían de la Puerta de Carmona, y que embutidas en el muro lo recorrían para
abastecer de agua potable al Alcázar. Más adelante los volveremos a ver.
Torre en la esquina de la calle Nicolás Antonio |
Y la tercera torre de los Jardines de Murillo |
La
tercera torre, antes de la plaza
Alfaro, conserva toda su altura pero no sus almenas. Algo deteriorada en su
base, presenta además hiladas de ladrillo a modo de ligeras cornisas, también pequeños
huecos y un escudo nobiliario. Me da la sensación que esa no fue su altura
original, que debió ser modificada a conveniencia de sus sucesivos ocupantes.
La Plaza Alfaro, el Callejón del Agua al fondo y la "falsa muralla" a la izquierda. |
A
continuación la Plaza Alfaro, otro corte en la muralla, de la que parte el
Callejón del Agua, que es una de las entradas más utilizadas para acceder al
barrio de santa Cruz. En esta plaza Alfaro me detengo unos instantes para
contemplar por enésima vez una reja de ventana que, desde tiempos de estudiante,
me llamó la atención y aún sigue vivo en mí aquel interés.
La "muralla" que separa el paseo de Catalina Ribera de los Jardines del Alcázar |
Este
es un lugar interesante de la muralla, porque pasamos de extramuros al interior
de la vieja ciudad, y casi sin apreciarlo. Además, de la primera torre de este
tramo parte hacia el paseo de Catalina de Ribera esa falsa muralla que envuelve
y esconde los jardines del Alcázar, la que a muchos hace creer que es “la
buena”. Como también muchos creen que el lienzo del Callejón del Agua está, o
estaba, protegiendo la fortaleza, sin darse cuenta que lo que vemos es el
adarve de la muralla y las tres torres están al otro lado, al
exterior-interior.
Torre en el Callejón del Agua; en primer plano el camino de ronda de la muralla. |
Bueno,
continúo con el paseo. Sigo por el interior de la muralla, porque el exterior,
que quede claro, es accesible sólo desde los jardines del Alcázar. Así que desde
la plaza Alfaro camino hasta el Postigo del Alcázar por el Callejón del Agua,
con la muralla a la izquierda, su paseo de ronda y tres torres, cuadradas. En el inicio de este lienzo, volvemos a
ver, en la sección cortada del muro, los dos caños procedentes de la puerta de
Carmona y que también vimos en el corte de la calle Nicolás Antonio y al
principio en la Plaza de Refinadores. Aunque ahora con una placa-azulejo
explicativa. Doble misión la de esta muralla: defensa y abastecimiento de agua,
ejemplar.
La
unión de esta calle con la de Vida -curioso rincón en la fusión de las dos
calles y de sus dos nombres-, obliga a girar a la derecha y atravesar un arco
con cancela que pertenece a la “doble muralla” del Alcázar, para encontrarnos
con la calle Judería: a la derecha la más típica estampa del Barrio de Santa
Cruz y que incluiré en otro artículo, ya que esas murallas y torres forman
parte del conjunto defensivo de los Reales Alcázares; y a la Izquierda, al
fondo del callejón, casi oculto y minúsculo, está el Postigo del Alcázar, cerrado e inaccesible por fuera, o sea desde
dentro del Alcázar (¿?).
La calle Judería, al fondo el Postigo del Alcázar y a la derecha su torre. |
Calle Judería, la imagen del Barrio de Santa Cruz. |
Leo que este postigo, de origen
almohade, sustituyó a otra puerta anterior, o mejor torre puerta de tipo califal,
que se denominó del Callejón de la
Judería, de la Huerta del Retiro
o Torre del Agua, según los tiempos
que corrieran. En ese punto perdemos de vista la muralla exterior, solo vemos
una torre alta, fuerte, almenada y con matacán, que le sirve de protección. Es
necesario entrar a los jardines del Alcázar para poder continuar viendo la
cerca.
Así que desde aquí me dispongo a
acceder al interior del Alcázar y contemplar el Postigo desde el exterior (¿?),
y el resto de la muralla. Camino hasta la Plaza del Triunfo y entro al Alcázar.
Como residente en la ciudad no pago nada y, sin detenerme y sorteando turistas,
atravieso patios y estancias para llegar hasta el Postigo del Alcázar.
Contemplo libre de edificaciones la torre que le protege y que reparte su labor
con la puerta de Marchena, de la que ya hablaré en otro momento, pero adelanto
que antes no estuvo aquí, que la construyeron allá por el siglo XV en el
palacio que el Duque de Arcos tenía en el pueblo de Marchena; en 1913 el Rey Alfonso XIII la compra y
dispone que sea instalada en el lugar que ahora ocupa.
Hacia la derecha queda la parte
de muralla que habíamos contemplado en el callejón del Agua, las tres torres y
algunas dependencias añadidas con el tiempo que hoy ocupan una cafetería y los
aseos públicos. Al principio del tramo se ve lo que posiblemente fue parte del
foso.
Vuelvo a la Puerta de Marchena
desde donde la muralla, que apenas lo parece, discurre entre jardines y casi en
línea recta hasta el Paseo de Catalina de Ribera, en su arranque desde la calle
San Fernando, donde estuvo la Puerta de
San Fernando o Puerta Nueva, por
ser la última en construirse, allá por 1760, y que ciento ocho años después
sería, como otras, demolida.
En su primer tramo, unos 150 metros, la muralla
es el soporte de la galería Grutesco (objeto de otra historia y tema), que
rodea y hermosea el jardín del Estanque del Alcázar. Al exterior presenta un
paramento totalmente reformado y liso, con los huecos de la galería y sin
elemento alguno que denote que se trata de la muralla, a no ser por los
volúmenes de lo que fueron cuatro torres. Bueno, y añadiendo algo de
imaginación.
A continuación 100 metros más,
sin muralla, a través de lo que fue la Huerta de la Alcoba hasta llegar a la
última torre que nos ha llegado en este lugar. Aparentemente no tiene elementos
visibles que den a entender que estuvo conectada a la muralla, por lo que
parece más una pieza decorativa que defensiva (aunque me decanto por lo
segundo, estoy seguro que el tiempo lo convirtió en lo primero). De origen
almohade, es sin duda el elemento arquitectónico más antiguo de los jardines.
En este punto termina la falsa
muralla que nacía en la Plaza Alfaro y que recorre el paseo de Catalina de
Ribera; estoy ya al principio de la calle San Fernando, donde estuvo la Puerta
Nueva, y de aquí parte, en dirección a Puerta Jerez, otra falsa muralla (ésta
es más falsa aún) que, menos mal, queda oculta a los viandantes por su
exterior, pero no a los visitantes de estos jardines. Digo yo que algo habrá
que hacer.
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