martes, 14 de julio de 2015

Ayamonte, Baluarte de las Angustias, Hornabeque del Socorro y ¿castillo?

Ayamonte es la última localidad que baña el Río Guadiana, justo en el vértice Suroeste de la España peninsular, en una esquina del mapa: al Sur el Atlántico y al Este el Guadiana. Buen lugar entonces, para iniciar este camino.

Como dice la leyenda de la foto: Ayamonte, vista panorámica; al fondo ruinas del castillo (pero hace muchos años)

Un lugar, cuyas referencias se remontan a los fenicios, nada menos, y si rebuscamos un poco, a lo mejor se da con algo anterior, tal vez con los Campos Elíseos como dice un buen amigo de la zona, aunque no de este lugar. Aunque griegos también hubo por aquí, fueron los romanos los que más muestras de su estancia dejaron, como en casi todas partes. Una de las más importantes fue dar importancia al río, así que determinaron que él sería la frontera entre la Bética y la Lusitania. Y frontera sigue siendo hoy, aunque me parece que más que separar, une.
Unidas estuvieron todas estas tierras durante la época visigoda mientras el río sólo era río, para volver a ser frontera entre Al-Garb y Al-Andalus durante el Califato de Córdoba. Entre los siglos XII y XIII deja de ser frontera porque Ayamonte pasa a ser del Reino de Portugal al ser conquistado por Sancho II, cediendo la villa a la Orden de Santiago, como todas las conquistadas en el Sur de Portugal.
Durante más de medio siglo permaneció en poder de la Orden de Santiago, ya que Fernando III de Castilla y Alfonso III de Portugal confirmaron estas donaciones; hasta que Alfonso X la incorpora a la corona de Castilla mediante permuta por otras plazas a la Orden (concretamente Reina y Estepa, que quedan algo lejos); pero la cede pronto, en 1253, como dote de su hija Beatriz cuando ésta casa con el rey de Portugal. A pesar de esta cesión, no termina con las múltiples disputas que tiene con los vecinos a costa de “a ver quien se quedaba con el título de rey del Algarve”. Esto ha sido un ir y venir que no paraba y que duró mucho tiempo.
El siguiente Alfonso, el XI, la recupera en 1335; desde entonces el río ha sido siempre frontera, y el castillo doble vigía, de la costa y de la frontera.
El pueblo se va convirtiendo en uno de los más importantes de la zona: la reina Isabel crea el Condado de Ayamonte y en 1521, el Emperador Carlos lo eleva a Marquesado y, finalmente, es proclamada ciudad por privilegio de Felipe IV en 1665.

De tanto ir y venir, de tanta disputa, no es extraño que en el lugar encontremos restos de lo que fue una plaza fuerte que debía protegerse de enemigos del Sur y del otro lado del río. Aunque no tantos nos han llegado: apenas unas piedras, cuatro fotos y alguna leyenda. En definitiva, que hay que tirar de documentación para entender la importancia que tuvo Ayamonte, castellológicamente hablando, se entiende.
Porque castillear por Ayamonte nos va a aportar muy poco: Torre Canela, tan lejos ya del mar y objeto de futuro artículo; el Baluarte de las Angustias, a espaldas de la iglesia del mismo nombre, unos metros de muralla que ya no miran hacia el río pero que están muy limpiamente “reconstru-bilitados”; el Baluarte de San Francisco o de Buscarruido, en la actual calle de las Flores, apenas tres o cuatro piedras ocultas por edificaciones actuales y que nadie me ha sabido indicar; y el castillo, ¿el castillo?, ah, pero ¿tiene Ayamonte Castillo? Pues no, Ayamonte no tiene castillo, pero lo tuvo. 

Un castillo que por lo que leo fue de origen romano, transformado por los árabes, reconstruido por cristianos y destruido dos veces. La primera, parcialmente, en 1755 con el dichoso terremoto de Lisboa un 1 de septiembre; dicen que entre la nueve y las diez de la mañana, diez minutos de temblores que dañaron a casi todos los edificios del pueblo. El castillo, que ya estaba en mal estado, se desmoronó en parte incluyendo la muerte de un soldado. Pero dada la importancia estratégica de la plaza se reconstruyó en parte, lo suficiente para seguir manteniendo una pequeña guarnición. Reconstrucción que no impediría un deterioro progresivo que aumentó durante la ocupación francesa en la Guerra de la Independencia. Jodidos franceses aquellos.

Así lo dejaron los franceses y así aguantó 150 años más.

A finales del siglo XIX, el castillo ya presentaba una ruina notoria y Ayamonte apenas tenía defensas a pesar de su posición geográfica. El castillo había perdido su valor, pero se intenta revitalizarlo  con la idea de establecer en él un museo arqueológico, para lo que se techan algunas dependencias. La iniciativa muere al poco tiempo y sus muros son utilizados como cantera de materiales de construcción. Por segunda vez, el castillo se muere.
En los años sesenta del siglo XX se procede a darle la puntilla con su total demolición, para construir sobre sus cimientos un hotel, un parador de turismo. 

Y hasta ahí llegó lo que, seguramente, ha sido el más importante patrimonio histórico de Ayamonte.

Pero como tuvo reformas y ampliaciones a lo largo de su historia, algo de ellas nos ha llegado, concretamente el Hornabeque, llamado de Nuestra Señora del Socorro o Puesto del Socorro, situado al sureste del castillo, que fue construido durante las reformas que tuvo entre los años 1666 y 1668. Desde los años setenta del pasado siglo sostiene una vivienda que se enseñorea sobre piedras centenarias. Debe ser la envidia de todo el vecindario.
Están situados, el Hornabeque y el Parador, sobre la cota más alta del pueblo, con una espectacular y privilegiada vista: el río y su desembocadura, la abrigada ría que es su puerto, el moderno puente sobre el Guadiana y, sobre todo, la vecina Portugal con las viejas y nuevas fortificaciones de Castro Marím. Desde aquí se ve todo.
El Hornabeque del Puesto del Socorro.

Hago unas fotografías desde el exterior de la finca, como buenamente puedo, al Hornabeque, no al Parador (aquí, un café y unas buenas vistas sobre el río). 

Leo en mi documentación que el fortín estaba compuesto por dos medios baluartes en forma de tenaza; en medio, una pequeña plaza de armas desde la que se accedía a la plataforma superior donde se situaban las piezas de artillería. Este tipo de edificaciones, hornabeques y revellines, se comenzaron a construir a partir del siglo XVI y siempre se emplazaban a cierta distancia de la fortificación principal, con el objeto de fortalecer los flancos más débiles. Se obligaba así a la artillería enemiga a situarse más lejos con lo que se protegían los edificios principales.

El Hornabeque, la vivienda sobre él y la valla protectora

Y nada más, nada queda de las baterías que protegieron la desembocadura del Guadiana, sólo lo dicho en los párrafos anteriores. Así que mi paseo está siendo más corto de lo previsto, por lo que la comida deberá ser todo lo larga que la cocina de este lugar se merece. Y como creo que la ciudad de Ayamonte es digna de algo más que las mil palabras que llevo escritas, me veo en la obligación de rebuscar por por la red, que algo más tiene que haber.
Mi página de cabecera apenas le dedica veinte renglones, que como un mantra repite el Grado de Protección de la Edificación (¡pero si no hay castillo!), Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Español; y como en el año 1993 la Junta de Andalucía otorgó reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía, se supone que lo que queda (el Hornabeque y el recuerdo) están especialmente reconocidos. Gracias.
Desde aquí me voy hacia el río, hacia el muelle de Portugal, paso cerca de donde deben estar el Baluarte de San Francisco o de Buscarruidos, pero no lo encuentro. Antes busqué en Guguel, pero éste apenas lo conoce. Sólo una pequeña reseña en la que leo que “el tiempo y el urbanismo se han encargado de destruirlo”, y que fue construido con impuestos municipales allá por el siglo XVII, según planos de Cristóbal de Rojas. Hasta aquí.
Así que continúo y llego a la calle Lusitania, donde están los restos de lo que fue El Baluarte de las Angustias: unos metros de muro, muy arregladitos y muy limpios, como dije más arriba. Según me dicen, apareció cuando se realizaban obras en las inmediaciones de la iglesia de las Angustias; la demolición de edificaciones próximas facilitó su restauración y su visita. Bueno, esto último es fácil, pues se trata de una pequeña plaza pública desde la que veo la cara exterior del muro, que la interior está apoyada en la iglesia.

Castro Marím desde Ayamonte.

Hoy en día, a pesar de las edificaciones que lo rodean, es fácil imaginar el papel defensivo que en el pasado representó: posición privilegiada junto a la orilla del río, su desembocadura y Portugal enfrente. Además, el centro económico y administrativo de la ciudad se situaba en las proximidades de la iglesia de las Angustias, o sea como hoy, por lo que era necesario proteger aún más esa zona de lo que pudiera llegar desde el mar o desde la otra orilla del río. Así que se construyó esta fortificación y se la dotó de piezas de artillería y su correspondiente guarnición.

La iglesia de N. Sra. de las Angustias, en el interior del baluarte.

Fue construido en el siglo XVI siguiendo las normas que los nuevos modelos de fortificaciones representaban y que hacían obsoletos a los sistemas medievales anteriores. De él sólo conservamos visible este pequeño fragmento que mira al Sur, de poco más de veinte metros de largo, restaurado a finales del siglo XX.
Con toda seguridad, las edificaciones adyacentes nos ocultan más restos del baluarte, pero basta este fragmento para comprobar que todo su aparejo era de mampostería muy irregular y alguna verdugada de ladrillo. En las almenas, grandes y abocinadas para el uso de artillería, ladrillo en sus caras interiores; en algunas zonas, enfoscado de mortero de cal.

Lo que nos queda del Baluarte de las Angustias.

A pesar de que este caramelo me sabe a poco, no debo irme de aquí sin dar las gracias a quienes han posibilitado que hoy se puedan mirar estas piedras: técnicos, políticos, obreros. Que cunda el ejemplo, aunque sólo se trate de pocos metros como en este caso.

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