Tiene Málaga 175 kms de costa y según tengo entendido
son 38 las torres almenaras de distintas épocas, desde el dominio musulmán
hasta el final del siglo XVIII, que se asoman y vigilan el Mediterráneo. Que ya
son torres. Almenaras, atalayas o vigías, llámalas como quieras.
Si a esa cifra le añadimos otras defensas,
como fuertes, torres baterías, casas de caballería y castillos medievales, el
número se eleva a 49. Lo que da una relación de un edificio defensivo cada 3’5
kilómetros de costa, lo que ya es una barbaridad. Y ello sin adentrarnos
mínimamente en el interior.
La orografía de la costa de Málaga obligó a la
construcción de tal número de defensas
—seguramente hubo más de esas 49— que, iniciadas durante la ocupación musulmana,
siguieron con la consolidación del territorio por parte cristiana y se
prolongaron durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
Todos estos edificios fueron construidos
con la finalidad de asegurar las costas, y las poblaciones del interior, ante
posibles ataques de piratas berberiscos y de otros puntos de África, primero; y
más tarde de otros de origen europeo, convirtiéndose a partir del siglo XVI en
piezas fundamentales del sistema defensivo de la costa.
Las primeras defensas, ya hemos dicho, datan de cuando estas tierras
aún eran dominadas por los musulmanes y también tenían que asegurar su
tranquilidad ante posibles atacantes. Pues aunque el Reino Nazarí de Granada lo
componían ciudades y poblaciones bien fortificadas —Málaga es un claro ejemplo con el castillo de Gibralfaro y la alcazaba—, también sintieron la necesidad de
proteger sus costas ya que no poseían una eficaz marina que garantizara
su seguridad desde el mar.
Después los Reyes Católicos impulsaron su construcción
para crear, y ampliar, un sistema de defensa que recogieron en unas
Instrucciones para la guarda de la costa que redactaron en 1497.
Y mucho más tarde, su biznieto Felipe II, sería el
encargado de desarrollar aún más el plan de defensa iniciado por sus
antepasados. Plan que quedó ligeramente relegado por sus sucesores en lo que
atención a su mantenimiento y reparaciones se refiere. Sólo durante el reinado
de Carlos III hubo un leve impulso con la ejecución de algunos nuevos proyectos
y su consiguiente ejecución —fuertes, baterías, torres
y otras edificaciones—. Fue tras la publicación
de un reglamento, el 18/agosto/1764, en el que se regulaban las defensas de la
costa del Reino de Granada.
A lo largo del siglo XIX fue desapareciendo su necesidad,
por lo que decayó su uso. Ya no había piratas, ni del norte de África ni de
Europa, que requirieran artillería en sus terrados, aunque si contrabandistas a
los que se enfrentaban los Carabineros primero, y la Guardia Civil después.
Muchas de esas construcciones se convirtieron en puestos de guardia y las demás se
abandonaron. Hoy, algunas de ellas, se han recuperado y rehabilitado, y sobreviven
dignamente del turismo y la cultura; otras, en cambio, agonizan lentamente,
desmoronándose sin prisa, abandonadas a su suerte por gobernantes y
propietarios, ante la indiferente mirada de quien pasa a su lado.
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Torre del Duque, Marbella. |
Apunte técnico al tema:
En el caso de las torres, se
sitúan en puntos prominentes del terreno, altos y generalmente en cabos
salientes al mar, procurando la conexión visual entre ellas, fundamental para
la comunicación, que se realizaba mediante ahumadas —quemando paja húmeda en la
chimenea— o con espejos durante el día, y con señales luminosas —fogatas— durante
la noche. Todo era válido con tal de dar aviso rápido, ante desembarcos enemigos, a las poblaciones del interior. Y por supuesto, siempre cerca de
algún arroyo o manantial para garantizar su aguada.
Por lo general
eran edificaciones austeras, levantadas con materiales muy básicos —mampostería
tomada con mortero de cal— y tipología muy simple —prismáticas o cilíndricas y
troncocónicas—. Todas ellas solían tener dos plantas, accediéndose por la
primera que era donde se situaba la estancia que habitaban los torreros
—generalmente eran tres— y utilizando la baja como almacén. Coronando la torre,
una azotea almenada servía de lugar para otear el horizonte.
Con el paso del
tiempo su diseño se perfeccionó, levantándose otras de mayor envergadura, en
planta semicircular con forma de herradura —las denominadas de pezuña—, que disponían de artillería suficiente para poder repeler un desembarco.
Decía que son 49 las edificaciones defensivas, medievales y posteriores, que puntean la costa
malagueña: torres atalayas, baterías, fuertes,
castillos, cuya lista dejo más abajo, y, que como cada vez que escribo
algo parecido a esto, vuelvo a hacerme el propósito de pasearlas todas, y para
las que no lo haga, fingiré el paseo. Que así
sea.
Castillo de La Duquesa en Sabinillas, Manilva. |
De poniente a levante, son:
Castillo —fuerte— de La Duquesa
Casares: Torre de la Sal.
Estepona: Torre de Arroyo
Vaquero.
Torre de Salada Vieja.
Torre del Padrón.
Torre del Velerín.
Torre de Guadalmansa.
Torre del Saladillo.
Marbella: Torre de las
Bóvedas.
Torre de Ancón.
Torre de Río Real.
Torre batería de Lance de lasCañas.
Torre Ladrones.
Mijas: Torre de Calahonda.
Torre Nueva de la
Cala del Moral o de Penta Pesetos.
Torre bateríade la Cala del Moral.
Fuengirola:
Castillo de Sohail
Benalmádena: Torre de Torremuelle.
Torremolinos: Torre de los Molinos o de los Pimentel.
Málaga: Torre de las Palomas.
Alcazaba
de Málaga.
Rincón de la Victoria: Torre del Cantal.
Vélez-Málaga: torre de Chilches (Chilches).
Torre
Moya (Benajarafe).
Castillo del Marqués (Almayate).
Torre de Jaral (Almayate).
Torre de
Manganeta o de los Toscanos.
Torre de Lagos (Lagos).
Algarrobo: Torre Ladeada.
Torrox: Torre del Morche o de Güi.
Torre de
Calaceite.
Nerja: Torre de Macaca.
La Torrecilla.
Torre de Maro.
Torre del Río de
la Miel.
Torre del Pino.
Torre de la
Caleta.
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Torre del Lance de las Cañas, Marbella. |
Nota final: de la relación anterior falta la que se llamó
Torre Blanca, que estuvo en Fuengirola y a alguien se le ocurrió que lo mejor
que se podía hacer con ella era demolerla para que dejara pasar por su lugar la
carretera N-340; eran los años sesenta y los pensamientos y las ideas eran
otros.
Esa torre, junto con las de Lance de las Cañas en Marbella, Cala del Moral
en Mijas y la torre Moya en Benajarafe, fueron las cuatro torres baterías que
se levantaron en la costa de Málaga durante el reinado de Carlos III.
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