Próxima etapa Tavira,
pero primero una parada, o mejor un desvío. Antes de que se me olvide me acercaré,
que casi me coge de camino, a un lugar abandonado, desechado. Un ejemplo más de
destrucción por efecto del tiempo, por la falta de atención y el arrinconamiento
de un trocito de historia. Y lo que más extraña es que estoy en Portugal.
Vengo de otro dignamente
recuperado, reconvertido para que perviva, y me encuentro uno que hace esfuerzos
por mantenerse en pié. Casi enterrado en
la arena que le rodea, ignorado por los bañistas que caminan hacia la playa
cercana y en un estado de total abandono, víctima de la maleza y del viento, encuentro
el fuerte de San Antonio, o fuerte del Ratón o de la Isla de las Liebres, que
con estos tres nombres es conocido.
El fuerte visto desde el sur |
Pero dejémonos de
lamentos y vayamos al grano. Primero, como siempre, situémonos:
Estoy en el Parque
Natural de Ria Formosa, en el Algarve, adonde se llega por la A-22 desde
Ayamonte, España. Desvío en Montegordo y coger la N-125, o seguir por la A-22
hasta Tavira. A las afueras de esta ciudad y hacia el este, en la rotonda que
está junto a un muy visible centro comercial, se toma la salida que nos llevará
hasta la desembocadura del río Gilao, a un lugar que llaman Cuatro Aguas, donde
se levantan los restos del fuerte de San Antonio.
Fue este fuerte otro
elemento más, construido no sólo para defender la barra de arena de la ría
Formosa, como otras fortificaciones ya paseadas, sino también para proteger
Tavira en un punto débil de la barrera natural, que es el estuario del río.
Mandado construir por Sebastián I, nieto del
Emperador Carlos, el que murió en la batalla de Alcazarquivir, con 24 años de
edad; fue durante una visita a Tavira, en 1573, en la que apreció la necesidad
de reforzar la defensa del puerto de la ciudad, dado que las existentes se
habían quedado desfasadas ante las nuevas formas de guerra.
Ya durante su construcción parece ser que se
advirtió que no sería de mucha utilidad, pues los progresivos movimientos y
cambios de la línea de costa hicieron cuestionar su eficacia defensiva. En 1577
el banco de arena ya estaba enfrente del fuerte.
Debido a esos cambios orográficos frente a la
costa, y a que estaban los portugueses liados en la guerra de Restauración
(1640-1668), se construyó en 1656 el ya visto fuerte de San Juan en Cabanas, y
este de San Antonio se reforzó con una batería en la otra orilla del río.
Terminada esta guerra se reconstruye el fuerte,
a la vez que se constata su limitada capacidad para defender Tavira de las correrías
berberiscas e incluso españolas; por lo que siguiendo el criterio de Pierre de
Saint Colombe, que debió ser un influyente ingeniero de la época, se reforzaron
también el propio castillo de Tavira y las murallas de la ciudad, por si acaso.
Y mientras tanto el banco de arena crecía y
crecía, y he de suponer que sigue creciendo, por lo que la distancia que hoy
hay desde el fuerte hasta el mar debe ser considerablemente mayor de la que
hubo en épocas pasadas.
Y también algo le tuvo que afectar, como a todo
edificio de la época y del entorno, el terremoto de Lisboa, pero no encuentro
nada al respecto.
A finales del siglo XVIII se halla algo
abandonado, con una guarnición de nueve o diez hombres y dos piezas de
artillería sin apenas pertrechos ni pólvora.
En 1820 ya está prácticamente abandonado,
habiendo quedado su guarnición reducida a tres hombres. Sus edificaciones
interiores están hundidas y la artillería inutilizada.
En 1830 queda inhabilitado al considerarse
demasiado costoso su mantenimiento y se abandona definitivamente. Todo ello por
orden del entonces gobernador del Algarve don Francisco de Paula Vieira da
Silva Tovar y Nápoles, primer Vizconde de Molelos (muy portugués el nombre).
Y 150 años después se promovieron intervenciones
para recuperarlo o al menos consolidar sus restos: limpieza general,
señalización y poco más. Incluso hubo intención de acondicionarlo par algún
tipo de centro museístico.
Pero todo se quedó por el camino.
Y ahora
hablemos de su configuración:
Lo que hoy vemos es un edificio de planta
irregular que presenta dos fachadas predominantes, las más largas, orientadas
al sur y su opuesta al norte. En la del sur, la que mira a la ría, se dispone
tres baluartes, dos a sus lados y otro más grande en el centro. La longitud
entre los vértices de los baluartes exteriores (este y oeste) es de 76 metros.
Lienzo de muralla de la fachada norte |
El lado norte es actualmente una simple cortina, pero que, según Alexandre Massai, ingeniero militar, unía en el siglo XVII dos baluartes que no llegaron a concluirse. Por lo tanto, el fuerte debía haber tenido cinco baluartes, pero se optó por ejecutar totalmente los tres que miran al mar. Todos los baluartes carecen de cañoneras, lo que se denomina parapeto a barbeta. Este tipo de parapeto facilitaba la ubicación de las piezas de artillería pudiéndolas mover a conveniencia.
En esa cortina norte está la puerta, que estuvo
precedida por un pequeño foso y puente levadizo, así que la rampa de acceso que
existe es una obra muy posterior.
Puerta de entrada al fuerte |
Desde el vértice del baluarte central (sur) hasta
la cortina norte hay una distancia de 32 metros.
Apenas se aprecian restos de las edificaciones interiores:
casa del gobernador, capilla, polvorín y otras dependencias cuarteleras.
También dispuso de un pozo.
Edificaciones interiores totalmente arruinadas |
Sus muros tienen poca altura, apenas tres
metros, por lo que sería difícil ser alcanzado desde el mar.
Todo el edificio está ejecutado con mampostería,
excepto las jambas, dinteles, cordón perimetral y los encuentros de los muros
que son sillares labrados.
Pero si todo lo dicho no es suficiente para que parezcan
interesantes estas ruinas, debo decir que si por algo merece ser visitado es
porque fue una de las primeras fortificaciones de la Edad Moderna,
inaugurándose así una nueva forma de arquitectura militar más acorde con el devenir
de las guerras.
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