martes, 29 de noviembre de 2016

Fuenterrabía-Hondarribia, castillo de Carlos V


Qué curioso me resulta, hay que subir muy muy al norte, a las Provincias Vascongadas y a un tiro de cañón de Francia, para encontrar un castillo con el nombre del Emperador. Una fortaleza recia y severa construida sobre los restos de un castillo medieval, ubicada en el punto más elevado de Fuenterrabía y dominando estratégicamente la desembocadura del río Bidasoa.
Por cierto, ¿Fuenterrabía u Hondarribia? La primera es castellano, la segunda (¿oficial?) es vasco. En la guidehondarribia.es usan Fuenterrabía aclarando que sólo cuando se refieran a su pasado histórico, de lo que deduzco que la primera denominación es mucho más antigua que la segunda. Como aquí de lo que hablo es de pasado, es por lo que usaré Fuenterrabía. Y porque es en castellano, claro.

Fuenterrabía, hacia 1476.
Fuenterrabía es población que, como escribo muchas veces refiriéndome a tantos otros lugares, se precia de su remoto pasado, que la lleva hasta los romanos, como no podía ser menos, aunque realmente el origen de la actual población es de algunos siglos después, durante la Edad Media, al ser considerado el lugar como la puerta norte de Castilla.
Pero antes fue de Navarra, como lo fue toda la costa de la actual Guipúzcoa. Y para mantener esta salida al mar, hacia finales del siglo XII, el rey Sancho el Sabio fundó una serie de villas, tales como San Sebastián, Guetaria y Fuenterrabía. Se convertía así en una de las pocas poblaciones marineras del Reino de Navarra.
Nuevamente en manos de Castilla pasó a depender de San Sebastián y por su condición fronteriza fue fuertemente amurallada en previsión de ataques franceses. Previsiones que se cumplieron: en 1521 el rey francés Enrique II ocupó la fortaleza en su pretensión de adueñarse de Navarra; y en 1638 lo volvieron a intentar —tal acción se conmemora en el alarde—
Y suma y sigue: en 1794 sufrió graves daños durante el cerco y posterior toma, nuevamente por parte de los franceses en la Guerra de la Convención, los cuales, como no, destruyeron parte de sus murallas y del castillo. A pesar de semejante derrota, no sólo siguió conservando lo de «muy noble, muy leal y muy valerosa ciudad», sino que además Carlos IV lo amplió con un «muy siempre fiel».
Operación que repetirían en la Guerra de Independencia en 1808, que lo dejó en un pésimo estado.
Pero no queda aquí la cosa. En la primera Guerra Carlista la ciudad tomó partido por el bando de Don Carlos y fue tomada en 1837 por el general Espartero.
A partir de entonces, la población vivió un declive económico, siendo sus recursos los derivados de la agricultura y la pesca. Sin embargo, el siglo XX se presentó con una nueva fuente de riqueza que ha perdurado hasta hoy: el turismo.  
Fachada a la Plaza de Armas.
Y ahora vamos con el castillo, que no es la única edificación militar existente en Fuenterrabía y sus alrededores, pero sí la más antigua y simbólica. Tanto que figura en su escudo y en lugar preferente. Concretamente en el escusón, en plata y flanqueado por dos estrellas. El resto del escudo, bastante complejo, está formado por:

Cuatro cuarteles: en el superior derecho y en campo de oro, un ángel con una llave en la mano; en el superior izquierdo y sobre campo de plata un león rampante en su color; en el inferior derecho un barco envergado sobre ondas verdes y debajo una ballena arponada; y en el inferior izquierdo una sirena con un espejo en su mano y un tritón con una granada.
En el escusón un castillo en plata sobre fondo azul y ondas también azules, con dos estrellas a cada lado.
Sobre la cimera, imagen de la Virgen de Guadalupe.


Se tienen noticias fehacientes de su existencia desde el año 1200, atribuyéndose su construcción, tiempo antes, a Sancho Abarca de Navarra. Otro rey navarro, Sancho VII el Fuerte se encargaría de ampliarlo hacia 1190.
La constatación de su existencia nos ha llegado por la referencia que a él se le hace en las crónicas con motivo de la anexión de Guipúzcoa a la corona de Castilla que en ese momento estaba sobre la cabeza de Alfonso VIII.
Doscientos y pico años más tarde es reformado por los Reyes Católicos, y unos años después es su nieto Carlos I/V quien lo amplía —se construye una plataforma artillera, porque había que ir ya con los tiempos— y le da una traza palaciega. Del emperador queda su nombre.
Fachada norte del castillo; a la izquierda la ampliación para el parador.
Durante toda su historia tuvo un activo uso militar dado su posición sobre el río frontera, a la vez que residencia del Gobernador Militar. Por él pasaron otros reyes, como los Felipe IV y V, y personajes como Velázquez cuando siendo aposentador real, se encargó de acondicionarlo como residencia temporal del rey.
En 1929 el Ayuntamiento, a instancias de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, compra el edificio —su anterior propietario lo había adquirido por una cantidad ridícula— ante la posibilidad de que pasara a manos extranjeras, a la vez que se encontraba bastante deteriorado.
En 1959 se hicieron obras de adaptación con motivo de la exposición organizada entre España y Francia, conmemorativa del tercer centenario de la Paz de los Pirineos (1660).
El 25 de mayo de 1966, el Ayuntamiento acuerda que la fortaleza pase a manos del Estado, que lo reformará y acondicionará como Parador de turismo bajo la directriz del entonces Ministerio de Información y Turismo.
El castillo nació como un edificio cuadrangular de fachadas lisas y recios muros de 2 y 3 metros de espesor, reforzado en sus esquinas por cubos circulares, de los cuales quedan restos de dos de ellos en la zona este.
Visualmente destaca por su monumentalidad y aspecto austero y sólido de su fábrica de sillares: una gran mole maciza, de gran altura y con pocos huecos, toda ella cubierta por una gran bóveda de cañón corrido también ejecutada en piedra.
Existe cartografía de 1797 donde consta que tuvo hasta seis plantas, con dependencias para la tropa, cuerpo de guardia, almacenes y depósitos para municiones y pólvora. También caballerizas y calabozos.
La terraza superior, apoyada sobre la bóveda de cañón y que estuvo cubierta por un tejado, llegó a estar dotada con hasta diez piezas de artillería.
En la actualidad se nos presenta con el núcleo central que se construyó en la Edad Media y planta cuadrangular con patio, combinándose elementos de estilos gótico y renacentista.
Fachada principal, hacia la Plaza de Armas.
 En la fachada principal, sobria como todo el edificio y que mira hacia la denominada Plaza de Armas, destaca la puerta principal, de reducidas dimensiones, compuesta por un arco muy rebajado y escasamente decorado, enmarcado en un alfiz. Está ejecutada principalmente con sillares, y presenta una línea de pequeños huecos de medio punto abocinados, uno a cada lado de la puerta y otros sobre los anteriores. Las ventanas rectangulares son muy posteriores.

Dos vistas de la fachada lateral sur.
Se conserva gran parte de la fachada sur, donde se alojaba el cuerpo de guardia y las caballerizas. En una de sus ventanas, que en otro tiempo fue una puerta, todavía puede verse un remate con decoración de bolas semejante al de la portada de la fachada principal.
Entrada a la cafetería en la fachada sur.
La cafetería es la única dependencia accesible al visitante no cliente.

La compañía en la cafetería.
Entre las reformas que se efectuaron en 1968 cabe destacar las modificaciones realizadas en la fachada principal, a la que se añadió un escudo con águila bicéfala y un guardapolvo o polsera, a fin de dar más carácter al edificio. También se incorporaron sillares para tapar antiguas marcas de tejados y otros defectos.
Para su adaptación como edificio hotelero, se aprovechó la reforma que se hizo en 1959 para alojar una exposición internacional, y que consistió en la construcción de dos entreplantas en el cuerpo principal.
También se eliminaron edificaciones adosadas que se encontraban ruinosas, y la vivienda del Gobernador se transformó para alojar habitaciones del Parador. 
De nueva ejecución son también el vestíbulo y el bar en planta baja, y los salones en la planta superior abiertos a la gran nave abovedada.


Fachada trasera, oeste, totalmente reformada y adaptada a su actual uso.

Nombre:
Castillo de Carlos V.
Provincia: Guipúzcoa
Municipio: Fuenterrabía-Hondarribia.
Localidad: Fuenterrabía-Hondarribia.

Tipología: Castillo-Palacio.
Época de construcción: finales del siglo XII y posteriores reformas y ampliaciones hasta el siglo XV.
Estado: Es evidente que el uso que tiene ayuda a que su estado de conservación sea excelente.
Propiedad: Pública.
Uso: Hotelero —pertenece a la red de Paradores de Turismo S.A. —.
Visitas: sólo es accesible a los clientes del parador; a los “visitantes” solamente se les permite el acceso a la cafetería en planta baja, ni siquiera al patio interior (lo que me parece que está feo).
Protección: Está declarado Monumento Artístico Provincial desde el 17 de enero de 1964 y Monumento Nacional desde el 4 de agosto de 1984.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en una ruta de viaje y se hará todo lo posible por visitarlo. Sobre todo porque el resto de la ciudad tiene otras edificaciones de carácter militar.
Cómo llegar: Fuenterrabía se encuentra en en el extremo noreste de la provincia de Guipúzcoa, justo en la desembocadura del río Bidasoa, mirando al río y a la vecina localidad francesa de Hendaya.
Una vez allí, caminando es fácil llegar a la actual Plaza de Armas, que lo fue del castillo.
Otras cuestiones de interés: En el Parador se exhiben seis de los ocho tapices que entre 1630 y 1635 diseñó Rubens con el tema de la Historia de Aquiles.
El escudo de la ciudad luce una imagen de la virgen de Guadalupe, patrona de la ciudad, a la que se atribuye la liberación de la plaza el 7 de septiembre —víspera de su festividad— de 1638.


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