martes, 23 de abril de 2024

Frías, castillo de los Duques de Frías.

Nombre:     Castillo de Frías o de los Duques de Frías.
Localidad: Frías.
Municipio: Frías.
Provincia:  Burgos.

Tipología: Castillo.
Datación:  Siglo XI y numerosas ampliaciones y reformas durante los siglos XIII, XV y XVI.
Situación:
Frías se sitúa en el nordeste de la provincia de Burgos, entre las comarcas de la Bureba y las Merindades, apretada entre la sierra de Oña y los Montes Obarenses al sur, y las hoces del río Ebro al norte. En uno de los peñascos erosionados por los siglos, llamado como tantos otros en la Península, de la Muela, vemos desde la lejanía el caserío coronado por el castillo que controla la única entrada a la ciudad, vigilante atento del río Ebro y del vasto valle de Tobalina.
Paseamos hoy uno de los castillos roqueros más significativos de España y, por supuesto, de los más deseados por mi parte. Seguramente sea uno de los más reconocible de todos los que enseñorean los paisajes peninsulares.
Se encuentra en un lugar al que por fuerza hay que ir, y no sólo por su belleza, sino porque Frías no está camino de ningún sitio, ya es lugar de poco paso. Pero no siempre fue así, pues en la Edad Media era paso casi obligado entre la meseta castellana y las tierras del norte, y por ello construyeron su puente fortificado, en punto que ya desde los romanos se utilizaba para vadear el río. Es por ello que, dada la posición del lugar, fue un reconocido enclave desde entonces, para aumentar su importancia en la época medieval, primero con los musulmanes y más tarde con los cristianos, alcanzando una reconocida prosperidad.
Las primeras referencias ciertas de este lugar se remontan al año 867 —cuando era conocida como Fredas, pues así aparece en el Cartulario de Oña—, siendo citada en un documento de donación que se efectuó al monasterio de Orbañanos.
Es en el siglo XI, cuando el conde Sancho García “el de los buenos fueros”, obtiene la propiedad del lugar, pasando, a su muerte, al reino de Navarra bajo Sancho Garcés III; corría el año de 1017.
A principios del siglo XIII, Alfonso VIII la recupera para Castilla y le otorga un exclusivo fuero en el año 1202. Las propiedades de Frías llegaron a abarcar todo el valle de Tobalina, aumentando considerablemente su población, tanto cristiana como judía. De entonces data la construcción del actual puente —que fue el único autorizado para el paso de gentes y ganado en la zona—, al que se le añadiría una torre central en el siglo XIV a fin de cobrar con más eficacia el pontazgo.
En 1435, el rey Juan II, que fuera padre de Isabel la Católica, concedió a Frías el título de ciudad para así poder cambiarla por la de Peñafiel a quien era su señor, Pedro Fernández de Velasco, II conde de Haro y condestable de Castilla. La permuta se realizó en agosto de 1449, pero la población de Frías se negó a ello, por lo que el conde asedió la plaza que tras un largo sitio se rindió. Se dice que entró al castillo por el portillo existente junto a la torre norte.
Durante el reinado de los Reyes Católicos alcanza su mayor esplendor coincidiendo con la creación del ducado de Frías que se concedió a la familia Velasco. Siguió teniendo fueros propios y gracias a la ganadería y agricultura creció hasta atener más de 2000 habitantes.
Sin embargo, tras el Antiguo Régimen, cuando se constituyó en Ayuntamiento constitucional incluido en el partido de Briviesca, apenas si contaba con 800.
Actualmente, Frías no tiene fueros propios ni privilegios tributarios, pero sí un trazo y encanto medieval que le ha valido ser considerado Conjunto Pintoresco y Conjunto Histórico, además de ser declarado Pueblo de cuento por la revista norteamericana Condé Nast Traveler.

Datos históricos:
La construcción de esta fortaleza se remonta al siglo X —¿posible origen musulmán? —, y se irá reformando y ampliando durante los siglos posteriores.
Alfonso VIII, a principios del siglo XIII, lo refuerza construyendo una muralla alrededor de la torre (¿?) existente, a fin de dotarle de funciones de control del territorio que hasta entonces tenía el castillo de Petralata, que habían construido los navarros hacia el año 1040 para controlar el paso entre la comarca de La Bureba y Castilla. De esa época son los ventanales y los capiteles románicos de lo que fue la zona palaciega.
Las defensas del cerro de La Muela adquirirán su fisonomía actual a finales del siglo XV cuando el I duque de Frías, Pedro Fernández de Velasco, realice obras que garantizarán y mostrarán su dominio sobre la población.
Adaptado poco tiempo después al uso de la artillería, siguió teniendo funciones militares hasta el final de la Guerra de Independencia, cuando perdió todo interés militar.
En 1920 la fortaleza pasó a manos del municipio, cuyas autoridades intentaron subastarla, lo cual no se llevó a cabo, prefiriendo que se convirtiera en lugar de esparcimiento de la población.

Descripción, arquitectura y construcción:
El castillo de Frías es uno de los castillos roqueros más llamativos de Castilla, lo que lo hace extensivo a toda la Península Ibérica; así es considerado a pesar de ser sólo su torre del Homenaje el elemento que podría calificarse de tal manera.
Pero para empezar, nadie mejor que Edward Cooper para describirlo:
«Quien busque un hito, andando por las llanuras de La Horadada, bañadas por el ya crecido Ebro, se fijará en la aguja del peñasco de Frías. Su valor estratégico es su proximidad al puente fortificado que cruza el río. El castillo es un recinto rectangular con cubos y ajimeces, levantado sobre su elevado podio pétreo. Parece ser obra del siglo XIV. En un extremo se yergue una extraordinaria formación de roca, enriscada y retorcida, como si estuviera viva, tanto que los constructores de la torre del homenaje que la corona, no se atrevieron a rematarla con una atorre cuadrada, sino incómodamente trapezoidal. La contribución del siglo XV, tal vez no muy extensa, pero sí inmejorablemente adecuada, fueron unas llamativas garitas».
Situado sobre una pequeña meseta, en la cota más alta del cerro, que se eleva aún más en el peñasco separado del conjunto donde se levantan los restos de la torre del Homenaje. Esta torre tuvo un tamaño mayor al que hoy disfrutamos, pues al día de hoy se conocen tres desprendimientos rocosos que han alterado significativamente la estructura del castillo y de esa torre en particular. El último de ellos ocurrió en 1830, produciendo numerosas víctimas entre la población.
Tiene el castillo planta con forma de trapecio rectángulo, correspondiente su lado inclinado a la fachada sur, que es la del llamativo peñasco donde se alza la torre del Homenaje.
La fachada principal, a la que precede un foso, mira al noreste y a la gran explanada en cuyo extremo oriental se encuentra la iglesia de San Vicente; un puente levadizo salvaba el foso excavado en la roca. El resto de las fachadas del castillo se levantan sobre el borde de la montaña, por lo que no necesitaron ninguna otra defensa complementaria.
Dos son los recintos en los que se divide el castillo:
el primero lo forma el antemuro, que mira al este, la liza y la muralla que la separa del gran espacio, vacío en la actualidad, que es el patio de Armas.
Y el segundo conformado por la torre del Homenaje y una edificación a sus pies, a nivel del patio, a través de la cual se accedía a la torre.
Fachada oriental del castillo, la única accesible.
Foso, puente y entrada junto a la torre norte.



Fachada oriental, en el centro la torre puerta, a la izquierda la torre del Reloj.

Interior de la liza, antemuro a la izquierda y paso bajo la torre puerta.

La torre del Reloj desde la liza.
En el primer recinto vemos la fachada orientada a levante, la única susceptible de ser atacada directamente, que está compuesta por una barbacana con puerta en arco apuntado y un antemuro que discurre paralelo a la muralla del castillo. El antemuro termina en sus extremos en sendas torres cilíndricas de reducido diámetro. En esas torres también remata la muralla. Entre el antemuro y el lienzo, una estrecha liza que en la antigüedad estuvo cubierta.
En el centro de la muralla una torre puerta cuadrada y abierta en su planta superior hacia el interior —bestorre—, que contiene la segunda puerta que da acceso al interior del castillo. Esta puerta dispuso de rastrillo como principal elemento de defensa, más las troneras abiertas en las torres cilíndricas que la flanquean para batir el espacio de la liza.
Con las últimas reformas, en el antemuro y en esas tres torres se abrieron numerosas troneras, con lo que la defensa, por esta zona, quedaba garantizada.
La torre Norte, al fondo el puente fortificado.
La torre Norte, situada en ese extremo de la muralla, es maciza hasta una cota superior al adarve —se accede desde éste por una escalera exterior—, disponiendo de una sola planta cubierta más el terrado.
En el otro extremo del lienzo se levanta la llamada torre del Reloj, porque allí se instaló uno con campana del que no se tiene dato cierto sobre su colocación —siglo XVI o XVII—, pero que no es el actual; el antiguo fue sustituido por el actual que es eléctrico. Esta torre está emplazada prácticamente sobre el núcleo urbano. La torre es hueca, accediéndose a la planta baja desde lo que fue una de las salas nobles, y a la planta más alta mediante una escalera desde el adarve como su opuesta.
Muralla oriental del castillo, izquierda la torre Norte, en el centro la torre puerta.

Al fondo la torre del Reloj, a la derecha los ventanales de las salas palaciegas.
El patio de Armas desde la terraza de la torre del Homenaje.

El patio de Armas fue de planta rectangular, con edificaciones en sus lados más largos. En el lado oeste se disponían las estancias de servicio, granero, bodega, caballerizas, etc. Y en el opuesto, el orientado a la población, se encontraban las salas nobles, de las que sólo quedan tres ventanas geminadas, datadas a finales del siglo XII o principios del XIII, con curiosos y recargados capiteles románicos: arpías de complicado plumaje, una hembra de centauro amamantando a su cría, jinetes armados, serpientes y grifos. Todas las ventanas están complementadas con cortejadores.
A la derecha de lo que fueron esas edificaciones, permanece la escalera que lleva al camino de ronda, y que perimetra el castillo en tres de sus lados, llegando hasta lo que fue la torre suroeste, ya dentro del segundo recinto. Aún conserva todas sus almenas, muchas de las cuales están perforadas con saeteras.
En el centro del patio se abre el hueco de un aljibe que se remata con brocal.
Mi Compañía.
El segundo recinto en la parte sur del castillo, y en el que sobresale de manera desmedida el peñasco sobre el que se agarra como una rapaz la torre del Homenaje, es un elemento totalmente independiente del resto. Su tamaño, el de la torre, fue considerablemente mayor al que hoy vemos, pues desprendimientos de rocas en tiempos pasados, hasta tres han sido documentados, han hecho desaparecer gran parte de la torre.
Este recinto quedaba separado del resto de castillo mediante una muralla a nivel del patio, que incluía una torre cuadrada en su esquina suroeste, la cual aún se conserva, pero con alguna planta menos.
En la planta baja de esta torre vemos una puerta que bien pudo ser la poterna por la que se cuenta que accedió el II conde Haro tras la permuta de Peñafiel por Frías.
Desde esa torre se accedía directamente a la Torre del Homenaje, último reducto del castillo, que ocupaba toda la cima de la roca.
Su construcción data del siglo XV siendo la planta actual un polígono irregular, ejecutada toda ella de mampostería, con sillares en vanos, almenas y garitones sustentados en modillones.
Consta de dos plantas, con estancias cubiertas con bóvedas ligeramente apuntadas, una terraza al nivel de la primera planta y otra que cubre la totalidad de la torre. Ambas tienen sus parapetos almenados.
Horadado en la roca, un aljibe aseguraba el agua a los residentes en la torre en caso de asedio.
Actualmente la torre queda unida al castillo mediante una estrecha escalera que discurre adosada al peñasco. Ha desaparecido la muralla que independizaba el recinto.
Torre del segundo recinto.
En el interior de la torre, se aprecia la poterna de salida,
Materiales: Predomina el uso de la mampostería de piedra de toba, y sillares en esquinas, vanos y otros elementos
Estado: muy bien conservado, a pesar de estar prácticamente vacío su interior, tras acertadas restauraciones.

Propiedad actual: pública, Ayuntamiento de Frías.
Uso: principalmente turístico y también escenario de eventos culturales y deportivos.
Visitas: abierto al público en determinado horario y por un módico precio.
Protección: Bajo la declaración genérica del Decreto de 22/abril/1949 sobre protección de los castillos españoles, y por la ley 16/1985 de 25 de junio, sobre Patrimonio Histórico Español.
Está declarado Bien de Interés Cultural desde el 22/abril/1949, y Monumento Nacional.
Calificación subjetiva: 4, no perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.
Otras cuestiones de interés: junto al castillo se encuentra la iglesia de San Vicente, conformando ambos la silueta de la ciudad.
Recordar la llamada Fiesta del Capitán, que se celebra los 23 de junio —San Juan—, en recuerdo al levantamiento de la población en 1450 frente a Pedro Fernández de Velasco que faltó al cumplimiento de los privilegios que el fuero concedía a la ciudad. Los amotinados se hicieron fuertes en el castillo, durante meses, al mando de un capitán elegido por el pueblo. Pero esta rebelión quedó sofocada merced a la numerosa tropa del conde y al hambre y sed de los asediados.
Tras la victoria, el conde de Haro se autoproclamó duque de Frías, título que sin embargo sí fue concedido por los Reyes Católicos, a su hijo Bernardino. Desde 1520, el ducado tiene Grandeza de España.
Cómo llegar:


Accesos: llegar andando hasta el patio de Armas del castillo, desde el núcleo urbano, es fácil y cómodo. Subir a la torre del Homenaje ya es otro cantar.
Coordenadas:
42.76233 N - 3.29504 O

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