Ya era hora de que le metiera mano al tema. Ha llegado el momento de sentarme ante mi mesa y poner los dedos en el teclado para escribir sobre el castillo que ha sido, y sigue siendo, el primero en mi memoria y, seguramente, también en el orden personal de mi gusto por estas piedras viejas.
Es Magacela la silueta que siempre
vi, y veo cuando desde mi pueblo miro al sur, incluso cuando no sabía hacia
donde había que mirar para mirar al sur. Invariablemente me atrajo aquel cerro
afilado y lejano en medio del llano, como un tajo invertido que rasga el cielo,
con la cresta del castillo coronándolo. La primera vez que subí, tendría ocho o
diez años, me emocioné como pocas veces hasta entonces —muchos años después
sentí lo mismo una fría y solitaria mañana de noviembre en la impresionante
fortaleza de Gormaz, feliz analogía con treinta años de distancia—. Bajé casi
corriendo, muy deprisa, sentía la necesidad de contárselo a alguien, a mis
padres que nos esperaban a los pies de la montaña. Y así desde entonces, cada
vez que subo, que han sido muchas. Han sido tantas, y de todas un grato
recuerdo.
Cara norte del castillo, en primer plano el dolmen. |
Magacela fue Umm Gazala árabe —Gran Madre, Casa Grande, Casa Segura—, Ummagazala, Magazala, Magazela, y a continuación Magacela. O a lo mejor no; a lo mejor antes fue Magae Caelum —¿Cielo de la Bruja? —. O cualquiera de todas las hipótesis que sobre su origen existen, incluida la Magalia Quodam —Refugio de Pastores—de Delgado Vallina y que parece ser avalada por el mismísimo Edward Cooper, lo cual ya es toda una garantía. Aunque yo siempre he tenido en mente que Magacela es Umm Gazalla, y con ella me quedo.
Pero quien se niega a no creer la
leyenda que desde críos hemos oído, que la princesa mora que lo habitaba
tuvo que dejar a medias la cena tras contemplar como el oscuro llano se llenaba
de luces de antorchas que presagiaban un inminente ataque de los cristianos;
dando ya por perdida la fortaleza y con ello también su vida, exclamó “…amarga
cena, amarga cena para mí”.
Esté donde esté el origen del nombre y
del lugar, lo que no cabe duda es que es remoto, como el dolmen —cinco mil años
dicen que lo contemplan— que aún resiste a los tiempos a mitad de camino de la
cercana ermita de la Virgen de los Remedios. Y como también lo son las pinturas
encontradas en un resguardo de la cara sur de la sierra; y la estela decorada
—la Estela de Magacela— de la Edad del Bronce que se conserva en el
Arqueológico Nacional en Madrid (*1). Lo que nos hace suponer un poblamiento
más allá de cuando creemos que Magacela adquiere importancia dentro de
la historia.
El castillo desde el sur. |
Y ochocientos años después, más o
menos, los musulmanes ocuparían la montaña y levantarían a lo largo
y ancho de la cima una alcazaba que habitaron hasta que, en 1232, D. Arias
Pérez, III Maestre de la Orden de Alcántara (*2), en nombre del rey Fernando el
Santo:
«…habiendo tomado por armas la Ciudad de Truxillo, dejando
buen presidio de gente en su guarda, con quinientos Caballos y muchos Infantes,
pasó adelante con ánimo de conquistar algunos Castillos y Villas de el Partido
que hoy llaman de La Serena. El primero que rindio fue el de Mojafar ... de
alli pasó sobre Magacela, que dos leguas distante en lo más empinado de un
levantado monte tiene su aliento. Llego, asediola, y á los primeros asaltos
reconocio las pocas fuerzas de los que la defendian; continuólos el Maestre, y
no pudiendo sufrirlos la rindieron junto con el Castillo que ya otra vez habian
sido ganados por el Rey de Leon, y vuelto á perderse…».
Que así lo contaba el
historiador Alonso Torres y Tapia. Y bien pudo ser la toma de la fortaleza la
noche en la que muere la princesa mora de la leyenda, para dejar de ser leyenda
y ser historia.
Pero saltan dudas con respecto a la
fecha exacta de la toma del castillo, pues existe un privilegio del rey
Fernando, fechado en mayo de 1235, que dice:
«…ano quo capta fuit
Magacela, dice, y los Anales Toledanos, con estas
palabras, Los freyres de
las órdenes prisieron a Magacela en febrero, era MCCLXXIII».
A la
vista de ello se podría datar, definitivamente, la conquista de Magacela en
febrero de 1235. Pero no está en mi ánimo ni en mi conocimiento hacer
tal aseveración.
Aunque antes, cuando reinaba Alfonso
VIII el Noble, o el de las Navas que suena mejor, el castillo fue ocupado por
los cristianos, pero, eso sí, previa evacuación de sus habitantes, sin asedio,
ni lucha ni asalto.
Inmediatamente después de la ocupación, la plaza es donada a la Orden de Alcántara a cambio de la de Trujillo. Magacela se convierte en encomienda de la orden, encargándose de la repoblación de la comarca. Se deslindaron términos y se repartieron tierras entre las de Santiago y Alcántara.
Magacela se incorporó a la Mesa
Maestral de esta última orden y se funda un convento con título de Prior, del
que dependerán todos los pueblos del contorno. Es ésta la etapa de mayor
esplendor de la villa, la cual aún quedaba reducida al interior de las murallas,
conviviendo cristianos y musulmanes en aparente armonía. Junto con
Benquerencia, Magacela tuvo la más importante aljama de lo que hoy es La
Serena, hasta el punto que en 1369, Enrique II dispuso leyes a su favor,
entre otras materias para que:
«…los moros y moras
no pudiesen estar presos sino en su carcel propia, ni darles tormento otro que
su Alcaide Moro…»
E incluso se les eximiera de ciertas
contribuciones a las dos villas, Magacela y Benquerencia.
Cronológicamente
toca ahora hacer mención a los hechos sucedidos en la segunda mitad del siglo
XV y que son conocidos como la Guerra del Clavero, en la que D. Alonso
de Monroy, por entonces Clavero (*) de la Orden, disputa a D. Gómez de Cáceres
y Solís, Maestre de la Orden de Alcántara, la plaza de Magacela. Cosa que no
consiguió hasta 1473 en que fue nombrado Maestre de la Orden. Tres años después
sería sustituido en el cargo por el que sería el último Maestre, Juan de
Zúñiga. Moriría D. Alonso en 1511 en el castillo de Azagala.
Retomemos el tema. Todo fue de ese
modo, relativa y sosegada convivencia entre culturas y religiones, hasta que
los Reyes Católicos optan por mandar fuera de sus reinos a los que no quisiesen
convertirse a la santa fe. Lo que no se consiguió del todo,
permaneciendo moriscos y judíos en diversos lugares de la Península Ibérica
hasta el siglo XVII, en que Felipe III publica en 1609, el decreto de
expulsión.
A finales del siglo XVIII el castillo
estaba arruinado —
«…es poblacion con castillo y fortaleza, que la injuria de los tiempos los
ha arruinado en la maior parte…»—, dependiendo su alcaidía de la sede de la
Orden en Almadén. El Priorato seguí en activo, pero su Prior —un tal Manuel
Feliciano de Silva y Pantoja— residía en Villanueva, pues la sede prioral se
había trasladado dada la «... total carenzia de aguas», y aprovechando la
existencia de un convento se utilizó éste como sede del Priorato.
Desde la ermita de la Virgen de los Remedios. |
Bajo la advocación de Santa Ana, fue
parroquia de la villa hasta 1936. Curiosamente, de su destrozo y expolio nada
dice la, por otra parte, densa página web del Ayuntamiento magaceleño. Son
datos — u ocultación de datos—a los que nos tienen acostumbrados muchas
corporaciones municipales.
Han sido dos siglos en los que el
pueblo parecía estar en el olvido, situación que, para consuelo de muchos, ha
cambiado radicalmente al menos en el aspecto cultural. La economía ya es otra
cosa.
Inexpugnable desde el sur. |
(*2). En Wikipedia leo la lista de los maestres de la Orden de Alcántara, y sitúan a D. Arias Pérez en quinto lugar. Y la fecha de la conquista de Magacela, el 24 de abril de 1234.
(*3) en las órdenes de Calatrava y Alcántara, el título de Clavero era un oficio honorífico, pero a la vez se trataba de una dignidad; era la persona que custodiaba las llaves del Castillo, Convento Mayor, Archivo y otros.
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