Llega hoy a mi blog Silves, y aunque en más de una
ocasión he pisado esta ciudad, es ahora cuando me animo por fin a escribir
sobre ella y su castillo. Tal vez lo hago porque la última visita ha sido la
más, digamos completa; no se limitó al castillo y poco más. Se remató con una
típica comida algarveña junto al puente
romano sobre el río Arade y una tarde de playa en Carvoeiro. Lo dicho, muy
completo.
También, como no podía ser de otra manera, la catedral
la encontré cerrada, por lo que nuevamente hubo que conformarse con fotos del
exterior. Pero eso es una decepción a medias porque al fin y al cabo, el
objeto fundamental de esta Casa de la
Tercia es el castillo, y otras
cuestiones relacionales cuando se pueda.
Como siempre, situémonos: estoy en Silves, ciudad y
municipio de Portugal, en la región de El Algarve, distrito de Faro. Ciudad
antigua que llegó a ser capital de esta región del sur de Portugal.
Tan antigua que ya anduvieron
por aquí los fenicios y griegos (hubo un tiempo en que estos tipos estuvieron por
todos sitios) hace 3000 años. Y
también los romanos, según lo atestiguan restos arqueológicos encontrados en
sus cercanías. Seguramente durante ese período ya se construyeron murallas en
ese lugar.
Los árabes, que estuvieron por
aquí desde el siglo VIII al XIII, la
llamaron Silb y marcaron profundamente la historia y el urbanismo de la ciudad,
desarrollando aquí el más importante polo cultural, económico y político de
todo Al-Gharb entre los siglos X y XII. Aquí
fue enviado Al-Mutámid, hijo de Al-Mutádid, rey de Sevilla, cuando aún era un
adolescente para estudiar y mejorar su educación junto al poeta Ibn’Ammar; al
anexionarse el reino de Sevilla la Taifa de Silves, el hijo de Al-Mutamid fue
nombrado gobernador.
Fue conquistada dos veces por
los cristianos: la primera en 1189 por
Sancho I con la ayuda de un buen número de cruzados que, casualmente habían
llegado a Lisboa y esperaban el momento de partir a Tierra Santa. Se decía
entonces que Silves
«era una medina ceñida por muros y fosos de tal arte que ni una sola choza
se encuentra fuera de las murallas y dentro de ellas había cuatro órdenes de
fortificaciones»
Efímera conquista, pues a los
dos años y en un ataque que llegó hasta el río Tajo, los almohades al mando de
Al-Mansur la recuperan. Reforzaron los muros de la ciudad y mejoraron las
infraestructuras de abastecimiento de agua.
La Catedral de Silves. |
Siguió manteniendo su
importancia y apogeo durante el siglo XV, ya que muchos de sus habitantes
participaron activamente en los viajes que impulsó Enrique el Navegante.
El siglo XVI no fue muy favorable para la ciudad: el cauce del río se
estancó y perdió profundidad, con lo que aumentaron las zonas cenagosas y el
ambiente se hizo malsano. El obispo se trasladó a Faro en 1577 y con él la parte de la sociedad económicamente más
influyente.
Y en esto que llegó el
terremoto de 1755 y con él la casi
total devastación de la ciudad.
Lo del siglo XIX fue casi de desastre total: invasión francesa, fuga de la
corte portuguesa a Brasil y guerra entre absolutistas y liberales. Como
consecuencia, declive económico y social de la ciudad. Menos mal que a finales
de siglo la economía se comienza a levantar con la industria y manufactura del
corcho y la llegada del ferrocarril a principios del XX.
Pues una vez hecho un rápido
recorrido por la historia de Silves, cruzamos el puente romano y subimos a su castillo, a lo más alto de la colina.
Un corto paseo por sus estrechas calles nos lleva hasta la puerta cerrada de la
catedral, y desde allí cuatro pasos más y unos escalones nos ponen ante la
puerta del que está considerado como el mejor conservado de los castillos árabes
de Portugal.
Que fue construido entre los
siglos VIII y XIII y durante ese tiempo se la tuvo como una de las mejores
ciudades fortificadas de Al-Andalus. Levantada probablemente sobre otras
edificaciones visigodas, y estas a su vez sobre otras romanas, las defensas que
hoy vemos pertenecen al período califal, aunque profundamente reformadas por
los almohades en el siglo XI cuando la ciudad fue un reino de Taifa. Más tarde,
ya en los siglos XIV y XV, los cristianos también acometieron reformas, aunque
sin perder nunca el carácter de alcazaba que siempre tuvo, o sea, residencia
palatina y de gobernadores, de la guarnición militar y de toda la pléyade de cortesanos
y funcionarios que rodeaban al poder.
Varios incendios y algún
terremoto acabaron con las espléndidas edificaciones que poseyó y que hicieron
de él una de las más importantes fortificaciones del sur de la Península.
El castillo ocupa una superficie de poco más de
una hectárea encerrada en un polígono irregular que, como en tantos casos, se
adapta a la orografía de la colina. Se conserva todo el perímetro, incluidas
sus once torres de planta rectangular —excepto una que lo es trapezoidal— y de
diferentes tamaños y alturas, algunas de ellas albarranas. Varias torres
sufrieron alteraciones en el período cristiano, en las que se las adoptó a los
usos y estilos de los nuevos propietarios: bóvedas y puertas ojivales.
Marcas de cantero (¿?) en los sillares. |
Acceso a la alcazaba desde el interior. |
Las dos torres anteriores desde el exterior de la muralla. |
Junto a este palacio, los restos de unos baños
que fueron públicos, y que estaban distribuidos según los cánones
tradicionales: atrio, vestíbulo, patio, tres salas diferenciadas y letrinas.
Más adelante, a los pies de la segunda torre
albarrana, se hallan los algibes conocidos como las Cisternas de la Moura y el de los Caes —los Perros—.
El primer aljibe lo conforman cuatro bóvedas de
cañón de casi diez metros de altura que se apoyan en arcadas de medio punto.
Probablemente fue construido después de 1191, una vez recuperada la plaza por los
andalusíes. Tenía una capacidad de 1.300.000 litros y podía abastecer a la
alcazaba y a la media durante más de un año.
La cisterna de la Mora. |
Dos imágenes de la torre Celoquia. |
A continuación de ésa torre, una de flanqueo
más pequeña que protege y oculta un portillo
que según leo lo llaman de la traición
—Porta da Traiçao—.
Después del portillo, la muralla se quiebra
hacia el oeste para terminar en otra robusta torre, la de Segredo, de planta
también rectangular, y de la que parte hacia el sur otro lienzo de muralla de
la alcazaba. Hacia el oeste nace lo que fue la muralla de la medina; desde este
punto se ven las torres que la flanquearon, por desgracia no en tan buen estado
como las de la alcazaba.
A partir de aquí y hasta la torre que cobija la
puerta de entrada, discurre el adarve de la Media Luna, con otras dos torres de
menor porte, y también:
una zona de esparcimiento para el turista
—evidentemente contemporánea— y la recreación
de lo que debieron ser los jardines que tanto encandilaron a Al-Mutámid.
También las excavaciones que bien pueden corresponder a viviendas del palacio del gobernador o alcaide de la fortaleza,
pero ya de tiempos del Infante don Enrique.
Es en esa zona donde se encuentra el aljibe
llamado de los Perros.
También están localizados en la alcazaba tres
grandes silos para almacenamiento de cereales y tres pequeñas cisternas que por
su tamaño serían para usos particulares.
Luego el paseo prosigue por la
ciudad, camino de la orilla del río, para rematarlo ante unas cervezas y pollos
a la brasa, que para eso estamos en el Algarve. De vez en cuando se ven restos
de la muralla que envolvía la Medina, sobre todo en las inmediaciones del Ayuntamiento
y en la rúa Nova da Boavista. A continuación del ayuntamiento, la que fue la
más importante de las puertas de la ciudad y que hoy está dedicada a Biblioteca
Municipal.
Nombre:
Castillo de Silves
Municipio: Silves
Distrito: Faro
Región: Algarve
País: Portugal
Tipología:
Castillo-Alcazaba.
Época de construcción: entre
los siglos VIII y XIII. Muy reformadas posteriormente. La última restauración
importe fue a mediados del pasado siglo. En la actualidad continúan los
trabajos de excavación y consolidación.
Estado: En muy buen estado de conservación, gracias a los
continuos trabajos de excavación y restauración que desde mediados del pasado
siglo se están llevando a cabo.
Propiedad: Pública
Uso: Turístico.
Visitas: abierto
al público previo pago de una módica entrada.
Protección: Está
declarado monumento nacional desde el 23 de junio de 1910.
Clasificación subjetiva: 3,
o sea, que se incluirá obligatoriamente en una
ruta de viaje y se hará todo lo posible por visitarlo.
Cómo llegar: Desde la
frontera con Portugal (Ayamonte-Castro Marim) no dejar la A-22 hasta que se
indique la salida a Silves por la N-124.1
Otras cuestiones de interés: En agosto se celebra una fiesta medieval al igual que en otras muchas ciudades de la Península.
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