Desde la carretera por la que me aproximo y subo hacia Marvao, ya se intuye, bueno, es algo más, ya se ve con claridad, aunque el día no ayude, la imponente silueta del castillo y la muralla de Marvao.
Has visto decenas de fotografías de esta fortaleza a fin de ilustrarte para la visita de hoy, y llegas aquí con la idea bastante clara sobre lo que te espera; sin embargo, siento que la expectativa se ha quedado corta —reconozco que soy muy impresionable, sobre todo cuando lo que está ante mis ojos es impresionante—. Marvao es mucho más, tanto que, cuando horas después me marchaba, he pensado que es el castillo que más me ha asombrado en mi vida. Hasta hoy he visto otros que sin duda le superan, pero aquellos los vi con otros ojos, más jóvenes e ignorantes, lo que me obligará a volver a visitarlos algún día.
Estoy,
por si no lo había dicho antes, en Marvao —con virgulilla en la segunda a,
y que traducido al español es algo así como Marvón—, pequeño pueblo de apenas
1000 habitantes, encerrado y protegido por su muralla, bello como la crestería
de una catedral, soberbio y altivo sobre el cerro que llaman del Sapoio,
destacando en la vertiente norte de la Sierra de Sao Mamede a casi 850
metros de altitud.
Su
caserío, la ciudadela, que se deja caer ligeramente por la ladera del este, es
pequeño y coqueto, con calles empedradas que saben a historia muy antigua y a
luchas de frontera. Desde aquí, y durante años, se miraba a levante con ojos
avizores en constante observación. Tal fue su importancia estratégica, que
muchos gobernantes se encargaron de que sus torres y murallas estuvieran
siempre en buena forma para así garantizar la seguridad del territorio. Para
ello colaboró en primer lugar su situación, que le hace casi inaccesible, y que
en 1758 describió el Prior Frei Miguel Viegas Bravo:
«Es esta aldea plaza de armas, la más
inconquistable de todo el Reino; de la parte meridional es inaccesible, de tal
suerte que sólo a los pájaros permite entrada, porque en toda la longitud es
continuo, y continuado el despeñadero de vivos llanos en tanta altura, que las
aves de más elevados vuelos, de él de dejan ver por la espalda (…) el cual
muro, sirve más para no caer los de dentro, que impedir la entrada a los de
fuera, y por eso en muchas partes es este muro bajo (…) que esta plaza o cárcel
no puede tener contra sí en tiempo bélico más que la falta de agua…»
EL CASTILLO:
Posiblemente, el origen de
este lugar, a la que los lusitanos llamaron Mendobriga, esté en un
castro romano, y si no es así, merecería serlo; la proximidad de la ciudad
romana de Ammaia da cierta fuerza a esta hipótesis. A lo que hay que añadir su
proximidad a la calzada romana que unía la actual Cáceres con Santarém, en el
Puente del Portaje.
Lo que sí es seguro es que su
nombre resulta del de un líder musulmán de noble estirpe, llamado Ibn Marwan
al-Yil’liqui, rebelde contra el emirato de Córdoba que creó un reino en
Badajoz que duró hasta la instauración del califato en el 930 d.C., aunque el
tal Ibn Marwan hubiera muerto cuarenta y un años antes. El castillo de Marvao,
al que durante aquel siglo X se le conoció como Amaia de Ibn Marwan o
fortaleza de Ammaia, siempre fue su refugio cada vez que en Badajoz se
sentía amenazado por el Emir de turno.
Marvao es conquistado entre
1160 y 1166, durante la campaña que el primer rey de Portugal, Afonso Henriques
—Alfonso I—, realiza hacia el sur. Pero posteriormente se pierde en 1190 cuando
Almanzor recupera los territorios hasta las orillas del Tajo.
Definitivamente es en 1226
cuando pasa a manos portuguesas reconquistada por Sancho II, que le concede su
primera carta foral —una de las primeras en el Alentejo— y le concede a la
Orden del Hospital de San Juan su posesión, que pasará en 1271 al infante don
Alfonso. En disputas con su hermano don Dinis —rey de Portugal, Dionisio I— por
el control de la frontera, le obliga, a la fuerza, a cambiar Marvao y
Portalegre por Sintra y Ourém, poblaciones más alejadas de Castilla y sin valor
estratégico. El rey Dionisio confirmó el fuero de 1226 y acometió importantes
obras en el castillo, necesarias por la proximidad de las fronteras, destacando
la construcción de la Torre del Homenaje en 1300.
Durante los conflictos por la
sucesión al trono portugués —1383-1385— en los que se enfrentaron Juan I de
Castilla y el hijo ilegítimo de Pedro I de Portugal, que por entonces fuera
Maestre de la Orden de Avis, y que terminaron con la victoria de este último
—que reinaría con el nombre de Juan I, e instauraría en Portugal la dinastía de
Avis— en la batalla de Aljubarrota, el castillo de Marvao fue tomado por los
partidarios del portugués. Fue éste el último acontecimiento bélico librado en
el castillo durante la Edad Media que, a partir de entonces, entró en un
periodo de decadencia dada la consolidación de la seguridad en el territorio,
que hizo que perdiera toda su importancia militar.
Tuvo que llegar la Guerra de
Restauración —1 de diciembre de
1640-13 de febrero de 1668— durante la cual se rehabilitaron sus muros deteriorados
por el paso del tiempo, se repararon las puertas y se construyeron otros nuevos
adaptados a los nuevos usos y tecnologías de la guerra, abaluartando sus
defensas y convirtiendo el interior en una auténtica ciudadela. Lo que le vino
muy bien, pues sufrió varios ataques, dos de ellos de considerable importancia:
en 1641 y en 1648.
En
guerras sucesivas —la de Sucesión de España, 1701-1713; la de los Siete Años,
1756-1762; la de las Naranjas, mayo-junio de 1801; la Guerra de la
Independencia, que ahora quieren llamar Guerras Peninsulares, 1808-1814; y las
Guerras Liberales, 1832-1834— también fue Marvao testigo de combates que por
suerte no se han reproducido, por lo que afortunadamente, hoy podemos disfrutar
de tan hermosa fortaleza. De todo esto queda la fidelidad que siempre mostró a los reyes
portugueses, por lo que el escudo de la localidad luce el lema
de «Muy noble y siempre leal villa de Marvao».
Marvao es, posiblemente, el castillo
portugués más roquero. Lo conforman dos recintos sucesivos de planta muy irregular,
que se adaptaron a la topografía de la cresta más elevada de la montaña. De
época posterior es un tercer recinto más al noroeste que se vería complementado
con un hornabeque y una puerta en el siglo XVII. La muralla que rodea la villa,
y sus baluartes, es el gran recinto que encierra la villa y que se extiende hacia
el sureste. Esta sucesión de recintos viene a determinar lo que en la
arquitectura militar se denomina superposición de fortalezas, y que en
Marvao se muestra como una desmesurada fortaleza de gran complejidad que, unido
a la ya apuntada excelente ubicación, hicieron de ella un lugar casi
inexpugnable. Es el resultado de más de mil años de historia.
Rampa de acceso, a la izquierda, quiciales de la que fue la puerta de la barbacana. |
En la barbacana, puerta de entrada al primer patio. |
La entrada al castillo se hace por su
fachada sureste, protegida por un antemuro de cuya puerta sólo quedan
los quiciales, que forma parte de las reformas efectuadas durante la Guerra de
Restauración. La barbacana cuenta con rampas para el mejor manejo de las piezas
de artillería.
Primer patio, en recodo. |
Escalera al aljibe. |
Interior del aljibe. |
A continuación, una puerta, protegida con una garita a su izquierda, da paso a un pequeño patio con trazado en recodo, en cuyo muro de la derecha se encuentra la escalera que desciende a un aljibe de grandes dimensiones —10 metros de ancho por 46 de largo—, todo él ejecutado en sillares de granito, cubierto por una bóveda de cañón y sujeto por arcos fajones de medio punto. En su cubierta se abren tres tragaluces para ventilación.
Entrada al primer recinto; al fondo, la puerta hacia el segundo. |
Torre de la Bandera trás la muralla del primer recinto. |
Al final del recodo del patio se abre
una tercera puerta que nos conduce al patio del primer recinto, separado
de toda la zona anterior por una muralla con tres torreones.
La villa de Marvao desde la Torre de la Bandera. |
Un alto muro, que separa este primer recinto
del segundo, está atravesado por una puerta que nos lleva hasta el segundo recinto, un gran patio
de armas, al fondo del cual se encuentra el primitivo castillo medieval. En
este muro diafragma destaca en su centro una torre de grandes proporciones
coronada por una garita en de sus esquinas. Esta torre, llamada de la
Bandera, no es la Torre del Homenaje, aunque, paradójicamente, es la que
aparece y destaca en las imágenes más reconocibles de este castillo. A la
izquierda de la puerta vemos sobre el muro otra garita. Desde ella se tienen las
mejores vistas de la villa y sus murallas.
Patio de Armas, en el segundo recinto. |
En el Patio de Armas estuvieron
situadas algunas de las dependencias del castillo, hoy desaparecidas. En cada
una de las cortinas que, a cada lado del patio, discurren hacia el norte hay
sendas poternas que dan salida a unas barbacanas en esas zonas laterales del
castillo.
Al fondo del patio de armas, el castillo primitivo. |
Puerta de acceso al tercer recinto. |
Patio en recodo entre el segundo y el tercer recinto. |
El último patio del castillo. |
Al fondo del patio de armas se levanta un muro poligonal, en uno de cuyos lados se abre una nueva puerta por la que se accede a otro pequeño patio, también en recodo, protegido por un cubo semicircular, que nos lleva a un pasillo cubierto con aspilleras en sus paredes para defenderlo. De aquí se pasa al último patio del castillo, donde estaban los alojamientos de la tropa construidos en las obras del siglo XVII; también hay un aljibe bastante más pequeño que el del primer patio.
En este patio se encuentra la Torre
del Homenaje, de planta cuadrada, a la que se accede desde el adarve del
muro más próximo; antiguamente tuvo un pequeño puente levadizo entre el adarve
y la entrada. Tiene dos plantas más la terraza, más un cuerpo inferior que es
macizo.
Al final del patio, en su lado más al
norte, y entre los edificios que fueron armería y almacén de municiones,
discurre un estrecho pasillo al que se accede a través de la llamada Puerta
de la Traición, que nos lleva al extremo de la fortificación donde se
levantó un hornabeque que cierra por el norte el último recinto del castillo.
Este hornabeque lo conforman dos semi baluartes de distinto tamaño, con garitas
en sus ángulos y basamentos para cañones. Entre ambos semibaluartes existe una
poterna que da a un abrupto camino.
RESUMIENDO:
Nombre:
Castillo de Marvao.
Localidad:
Marvao.
Municipio:
Distrito:
Portalegre.
Región:
Alentejo —Alto Alentejo—.
País:
Portugal.
Tipología:
Castillo.
Época
de construcción: del siglo X al XVII.
Estado: En
muy buen estado conservación, agracias a las intervenciones realizadas desde
1938 y que han continuado a lo largo del siglo pasado y de éste.
Protección: Es Monumento Nacional desde 1992, tanto el castillo como las murallas de la villa.
Propiedad: pública (¿ ?)
Uso: Cultural y turístico.
Visitas: Cuando lo
visité, diciembre 2017, el acceso era libre previo pago de una módica cantidad
que no recuerdo.
Clasificación subjetiva: 5, No sólo no hay que perdérselo bajo ningún concepto y además hay obligación de verlo antes de morir, sino que, si no se hace, se morirá en pecado mortal.
Otras
cuestiones de interés: no dejar de recrearse con las deslumbrantes
vistas, Castelo de Vide al noroeste, San Vicente de Alcántara al este, muy al
norte Castelo Branco, y hacia el oeste y el sur, la Sierra de Sao Mamede. Es
tanto y tan impresionante el paisaje, que José Saramago dijo de este lugar: «Se
comprende que, en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del
castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».
El castillo es conocido como Nido de águilas, ya que hubo un tiempo en que estas aves nidificaron en el él.
Cómo llegar:
Coordenadas:
39.39669721660525,
-7.378899425914259
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