martes, 8 de mayo de 2018

Marvao, castillo de Marvao

Desde la carretera por la que me aproximo y subo hacia Marvao, ya se intuye, bueno, es algo más, ya se ve con claridad, aunque el día no ayude, la imponente silueta del castillo y la muralla de Marvao.

Has visto decenas de fotografías de esta fortaleza a fin de ilustrarte para la visita de hoy, y llegas aquí con la idea bastante clara sobre lo que te espera; sin embargo, siento que la expectativa se ha quedado corta —reconozco que soy muy impresionable, sobre todo cuando lo que está ante mis ojos es impresionante—. Marvao es mucho más, tanto que, cuando horas después me marchaba, he pensado que es el castillo que más me ha asombrado en mi vida. Hasta hoy he visto otros que sin duda le superan, pero aquellos los vi con otros ojos, más jóvenes e ignorantes, lo que me obligará a volver a visitarlos algún día.



Estoy, por si no lo había dicho antes, en Marvao —con virgulilla en la segunda a, y que traducido al español es algo así como Marvón—, pequeño pueblo de apenas 1000 habitantes, encerrado y protegido por su muralla, bello como la crestería de una catedral, soberbio y altivo sobre el cerro que llaman del Sapoio, destacando en la vertiente norte de la Sierra de Sao Mamede a casi 850 metros de altitud.

Su caserío, la ciudadela, que se deja caer ligeramente por la ladera del este, es pequeño y coqueto, con calles empedradas que saben a historia muy antigua y a luchas de frontera. Desde aquí, y durante años, se miraba a levante con ojos avizores en constante observación. Tal fue su importancia estratégica, que muchos gobernantes se encargaron de que sus torres y murallas estuvieran siempre en buena forma para así garantizar la seguridad del territorio. Para ello colaboró en primer lugar su situación, que le hace casi inaccesible, y que en 1758 describió el Prior Frei Miguel Viegas Bravo:

«Es esta aldea plaza de armas, la más inconquistable de todo el Reino; de la parte meridional es inaccesible, de tal suerte que sólo a los pájaros permite entrada, porque en toda la longitud es continuo, y continuado el despeñadero de vivos llanos en tanta altura, que las aves de más elevados vuelos, de él de dejan ver por la espalda (…) el cual muro, sirve más para no caer los de dentro, que impedir la entrada a los de fuera, y por eso en muchas partes es este muro bajo (…) que esta plaza o cárcel no puede tener contra sí en tiempo bélico más que la falta de agua…»

 

 

EL CASTILLO:

Posiblemente, el origen de este lugar, a la que los lusitanos llamaron Mendobriga, esté en un castro romano, y si no es así, merecería serlo; la proximidad de la ciudad romana de Ammaia da cierta fuerza a esta hipótesis. A lo que hay que añadir su proximidad a la calzada romana que unía la actual Cáceres con Santarém, en el Puente del Portaje.

Lo que sí es seguro es que su nombre resulta del de un líder musulmán de noble estirpe, llamado Ibn Marwan al-Yil’liqui, rebelde contra el emirato de Córdoba que creó un reino en Badajoz que duró hasta la instauración del califato en el 930 d.C., aunque el tal Ibn Marwan hubiera muerto cuarenta y un años antes. El castillo de Marvao, al que durante aquel siglo X se le conoció como Amaia de Ibn Marwan o fortaleza de Ammaia, siempre fue su refugio cada vez que en Badajoz se sentía amenazado por el Emir de turno.

Marvao es conquistado entre 1160 y 1166, durante la campaña que el primer rey de Portugal, Afonso Henriques —Alfonso I—, realiza hacia el sur. Pero posteriormente se pierde en 1190 cuando Almanzor recupera los territorios hasta las orillas del Tajo.

Definitivamente es en 1226 cuando pasa a manos portuguesas reconquistada por Sancho II, que le concede su primera carta foral —una de las primeras en el Alentejo— y le concede a la Orden del Hospital de San Juan su posesión, que pasará en 1271 al infante don Alfonso. En disputas con su hermano don Dinis —rey de Portugal, Dionisio I— por el control de la frontera, le obliga, a la fuerza, a cambiar Marvao y Portalegre por Sintra y Ourém, poblaciones más alejadas de Castilla y sin valor estratégico. El rey Dionisio confirmó el fuero de 1226 y acometió importantes obras en el castillo, necesarias por la proximidad de las fronteras, destacando la construcción de la Torre del Homenaje en 1300.

Durante los conflictos por la sucesión al trono portugués —1383-1385— en los que se enfrentaron Juan I de Castilla y el hijo ilegítimo de Pedro I de Portugal, que por entonces fuera Maestre de la Orden de Avis, y que terminaron con la victoria de este último —que reinaría con el nombre de Juan I, e instauraría en Portugal la dinastía de Avis— en la batalla de Aljubarrota, el castillo de Marvao fue tomado por los partidarios del portugués. Fue éste el último acontecimiento bélico librado en el castillo durante la Edad Media que, a partir de entonces, entró en un periodo de decadencia dada la consolidación de la seguridad en el territorio, que hizo que perdiera toda su importancia militar.

Tuvo que llegar la Guerra de Restauración —1 de diciembre de 1640-13 de febrero de 1668— durante la cual se rehabilitaron sus muros deteriorados por el paso del tiempo, se repararon las puertas y se construyeron otros nuevos adaptados a los nuevos usos y tecnologías de la guerra, abaluartando sus defensas y convirtiendo el interior en una auténtica ciudadela. Lo que le vino muy bien, pues sufrió varios ataques, dos de ellos de considerable importancia: en 1641 y en 1648.

En guerras sucesivas —la de Sucesión de España, 1701-1713; la de los Siete Años, 1756-1762; la de las Naranjas, mayo-junio de 1801; la Guerra de la Independencia, que ahora quieren llamar Guerras Peninsulares, 1808-1814; y las Guerras Liberales, 1832-1834— también fue Marvao testigo de combates que por suerte no se han reproducido, por lo que afortunadamente, hoy podemos disfrutar de tan hermosa fortaleza. De todo esto queda la fidelidad que siempre mostró a los reyes portugueses, por lo que el escudo de la localidad luce el lema de «Muy noble y siempre leal villa de Marvao».

 

 LOS DETALLES:

Marvao es, posiblemente, el castillo portugués más roquero. Lo conforman dos recintos sucesivos de planta muy irregular, que se adaptaron a la topografía de la cresta más elevada de la montaña. De época posterior es un tercer recinto más al noroeste que se vería complementado con un hornabeque y una puerta en el siglo XVII. La muralla que rodea la villa, y sus baluartes, es el gran recinto que encierra la villa y que se extiende hacia el sureste. Esta sucesión de recintos viene a determinar lo que en la arquitectura militar se denomina superposición de fortalezas, y que en Marvao se muestra como una desmesurada fortaleza de gran complejidad que, unido a la ya apuntada excelente ubicación, hicieron de ella un lugar casi inexpugnable. Es el resultado de más de mil años de historia.

Rampa de acceso, a la izquierda, quiciales de la que fue la puerta de la barbacana.

En la barbacana, puerta de entrada al primer patio.

La entrada al castillo se hace por su fachada sureste, protegida por un antemuro de cuya puerta sólo quedan los quiciales, que forma parte de las reformas efectuadas durante la Guerra de Restauración. La barbacana cuenta con rampas para el mejor manejo de las piezas de artillería.

Primer patio, en recodo.

Escalera al aljibe.


Interior del aljibe.

A continuación, una puerta, protegida con una garita a su izquierda, da paso a un pequeño patio con trazado en recodo, en cuyo muro de la derecha se encuentra la escalera que desciende a un aljibe de grandes dimensiones —10 metros de ancho por 46 de largo—, todo él ejecutado en sillares de granito, cubierto por una bóveda de cañón y sujeto por arcos fajones de medio punto. En su cubierta se abren tres tragaluces para ventilación.

Entrada al primer recinto; al fondo, la puerta hacia el segundo.

Torre de la Bandera trás la muralla del primer recinto.

Al final del recodo del patio se abre una tercera puerta que nos conduce al patio del primer recinto, separado de toda la zona anterior por una muralla con tres torreones.

La villa de Marvao desde la Torre de la Bandera.

 Un alto muro, que separa este primer recinto del segundo, está atravesado por una puerta que nos lleva hasta el segundo recinto, un gran patio de armas, al fondo del cual se encuentra el primitivo castillo medieval. En este muro diafragma destaca en su centro una torre de grandes proporciones coronada por una garita en de sus esquinas. Esta torre, llamada de la Bandera, no es la Torre del Homenaje, aunque, paradójicamente, es la que aparece y destaca en las imágenes más reconocibles de este castillo. A la izquierda de la puerta vemos sobre el muro otra garita. Desde ella se tienen las mejores vistas de la villa y sus murallas.

Patio de Armas, en el segundo recinto.

En el Patio de Armas estuvieron situadas algunas de las dependencias del castillo, hoy desaparecidas. En cada una de las cortinas que, a cada lado del patio, discurren hacia el norte hay sendas poternas que dan salida a unas barbacanas en esas zonas laterales del castillo.

Al fondo del patio de armas, el castillo primitivo.

Puerta de acceso al tercer recinto.


Patio en recodo entre el segundo y el tercer recinto.

El último patio del castillo.

Al fondo del patio de armas se levanta un muro poligonal, en uno de cuyos lados se abre una nueva puerta por la que se accede a otro pequeño patio, también en recodo, protegido por un cubo semicircular, que nos lleva a un pasillo cubierto con aspilleras en sus paredes para defenderlo. De aquí se pasa al último patio del castillo, donde estaban los alojamientos de la tropa construidos en las obras del siglo XVII; también hay un aljibe bastante más pequeño que el del primer patio.

En este patio se encuentra la Torre del Homenaje, de planta cuadrada, a la que se accede desde el adarve del muro más próximo; antiguamente tuvo un pequeño puente levadizo entre el adarve y la entrada. Tiene dos plantas más la terraza, más un cuerpo inferior que es macizo.

Al final del patio, en su lado más al norte, y entre los edificios que fueron armería y almacén de municiones, discurre un estrecho pasillo al que se accede a través de la llamada Puerta de la Traición, que nos lleva al extremo de la fortificación donde se levantó un hornabeque que cierra por el norte el último recinto del castillo. Este hornabeque lo conforman dos semi baluartes de distinto tamaño, con garitas en sus ángulos y basamentos para cañones. Entre ambos semibaluartes existe una poterna que da a un abrupto camino.

 

 

RESUMIENDO:

Nombre: Castillo de Marvao.

Localidad: Marvao.

Municipio:

Distrito: Portalegre.

Región: Alentejo —Alto Alentejo—.

País: Portugal.

 

Tipología: Castillo.

Época de construcción: del siglo X al XVII.

Estado: En muy buen estado conservación, agracias a las intervenciones realizadas desde 1938 y que han continuado a lo largo del siglo pasado y de éste.

Protección: Es Monumento Nacional desde 1992, tanto el castillo como las murallas de la villa.

Propiedad: pública (¿ ?)

Uso: Cultural y turístico.

Visitas: Cuando lo visité, diciembre 2017, el acceso era libre previo pago de una módica cantidad que no recuerdo.


Clasificación subjetiva: 5, No sólo no hay que perdérselo bajo ningún concepto y además hay obligación de verlo antes de morir, sino que, si no se hace, se morirá en pecado mortal. 

Otras cuestiones de interés: no dejar de recrearse con las deslumbrantes vistas, Castelo de Vide al noroeste, San Vicente de Alcántara al este, muy al norte Castelo Branco, y hacia el oeste y el sur, la Sierra de Sao Mamede. Es tanto y tan impresionante el paisaje, que José Saramago dijo de este lugar: «Se comprende que, en este lugar, desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Marvao, el viajero murmure respetuosamente: ¡Qué grande es el mundo!».

El castillo es conocido como Nido de águilas, ya que hubo un tiempo en que estas aves nidificaron en el él.

Cómo llegar:

 

Coordenadas:

39.39669721660525, -7.378899425914259

 

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