martes, 18 de abril de 2017

Uclés, Monasterio de Uclés (1)

Decíamos hace unos días que Uclés fue definitivamente cristiana en 1157 cuando es conquistada por el rey castellano Alfonso VII. Éste donará la villa a la Orden de San Juan en 1163 pero inmediatamente pasará a manos de la de Santiago. Y con la orden de Santiago quedará de manera definitiva.

Los santiaguistas hicieron de Uclés su Caput ordinis, su Cabeza de la Orden, o sea su casa principal, instalándose en el interior del castillo y conformando un conjunto fortificado que fue mucho más de lo que con los musulmanes había sido. El alcázar fue remodelado y convertido en monasterio, así como el resto de edificaciones que se adaptaron a los usos y costumbres de sus nuevos moradores. El amplio recinto se fue transformando en un abigarrado conjunto de construcciones donde se unían castillo y monasterio, guerras y rezos.

Mapa con las encomiendas de la Orden.

Terminada la Reconquista, el maestrazgo de la Orden pasa a la corona de Castilla, perdiéndose progresivamente el carácter militar de la fortaleza.  Es, bajo el reinado de Carlos I, y siendo prior Pedro García de Almaguer, cuando en el recinto se inician las obras de reforma y nueva construcción que harán que el monasterio medieval que era pasara a ser el renacentista que hoy conocemos. Era el 7 de mayo de 1529, y una inscripción en el ábside de la iglesia del monasterio así nos lo recuerda. A partir del siguiente año estuvo trabajando aquí Andrés de Vandelvira, que tiempo más tarde, lo haría en la catedral de Cuenca y en la de Jaén.

Muchos de sus elementos defensivos, torres —la del Palomar, del Homenaje y del Pontido—y murallas del castillo se mantuvieron, y también las del albacar, que se extiende hasta el río Bedija. Pero en la zona norte del promontorio donde estuvo el alcázar musulmán, los santiaguistas levantaron, de nueva planta, lo que pretenciosamente se ha dado en llamar “el Escorial de la Mancha”. —quizás por el pronunciado estilo herreriano que posee, fruto sin duda del hacer de Francisco de Mora, discípulo que fuera de Juan de Herrera—. Percepción algo exagerada pero no reñida con la majestuosidad del edificio que se eleva y prolonga sobre los adarves de las viejas murallas. Aunque más que el Escorial, su perfil en el horizonte se me antoja un barco varado en mitad de la Mancha.



Ahora es el momento de preguntarme qué hago escribiendo sobre un edificio que no es un castillo, ni una torre, ni edificación relacionada con mi casadelatercia.

La respuesta es sencilla, clara y breve: escribo sobre el monasterio porque está allí, dentro de un gran castillo, formando un único conjunto que estuvo totalmente vinculado a una de las órdenes religiosas y militares de mi país.

Y porque cuando lo visité vi cumplido otro viejo sueñecillo.


La torre Palomar desde el zaguán del monasterio.

Felipe II ordena en 1567 que se demuela parte del viejo monasterio para poder proseguir las obras del nuevo. Lo visita en 1567, y activa con su presencia el proceso de construcción. Veinte años después de iniciadas las obras, en 1588, ya se había construido, sobre los restos del antiguo cenobio, el actual refectorio.

Pero a pesar de ello y como ya hemos dicho, las obras se dilataron mucho en el tiempo: la iglesia no estuvo terminada hasta 1602 y el resto del conjunto hasta bien entrado el siglo XVIII, pues se concluyó en 1735, cuando reinaba en España Felipe V. Habían transcurrido 206 años.

Durante ese tiempo, personajes ilustres se hospedaron allí, como Alonso de Ercilla en 1577 cuando fue nombrado caballero de la Orden. O Francisco de Quevedo que en 1621, y por orden del duque de Osuna ante el que había caído en desgracia por cuestiones políticas, estuvo allí encarcelado.

Durante más de dos siglos se sucederán las obras, hasta terminar un edificio grande y proporcionado, de planta cuadrada y articulada alrededor de un patio-claustro; y todo en una perfecta mezcla y superposición de estilos: plateresco, herreriano y churrigueresco.

Muchas de las piedras que se utilizaron en su construcción a lo largo del tiempo, amén de las reutilizadas de la antigua fortificación musulmana, fueron procedentes de la cercana ciudad romana de Segóbriga, por lo que no debe sorprender ver alguna lápida con inscripciones.

Apenas un siglo después de finalizadas las obras, el 13 de enero de 1809, tiene lugar la batalla de Uclés: las tropas de Napoleón derrotaron a las españolas, a lo que siguió el saqueo de la villa y el monasterio; y el asesinato en masa de los lugareños, incluidos los monjes. Como en tantas otras ocasiones, costumbres de aquellos franceses.

De manera forzada, los monjes abandonaron el monasterio obligados por las desamortizaciones, a lo que se unió la supresión de las órdenes militares religiosas en 1873, durante la Primera República.  El obispado de Cuenca se hizo cargo del edificio.

Allí establecieron primero un seminario, luego fue convento de jesuitas, colegio y por último, antes de la Guerra Civil, convento de los Agustinos.

Durante ese conflicto fue hospital —previa expulsión de sus ocupantes y saqueo de lo que habían dejado los franceses— del bando republicano, pues en esa zona había quedado Uclés. Terminada la guerra, fue cárcel de presos políticos.

Incluido en el plan de “Regiones Devastadas”, fue rehabilitado y nuevamente utilizado como seminario hasta el año 2013.


Fachada principal, orientada al este.

 

LOS DETALLES:

Es en su fachada del sur donde se ubica su acceso principal, frente a las torres del Pontido y Palomar, que parecen atentas a ver quién entra y sale del monasterio.
Esta fachada es del siglo XVIII, exactamente de 1735 —reinaba ya Felipe V—, obra de Pedro de Ribera —existe una inscripción que así lo afirma—, que fue discípulo de Churriguera, lo que demuestra que esta obra que es algo más que barroca.



El vano de entrada queda enmarcado por cuatro pilastras decorativas, sin función estructural, dos a cada lado, y adornado con multitud de elementos ornamentales. Sobre la puerta, un balcón corrido profusamente adornado también, y rematado por una imagen de Santiago ¿guerrero?, con la cruz maestral en una mano y una espada —tiene gravado el lema fidei defenso, defensa de la fe— en la otra; y en cuya peana se puede leer “Caput ordinis”, que quiere decir Cabeza de la Orden, aludiendo a que este monasterio es la casa madre de la Orden de Caballería de Santiago.
Todo el conjunto parece dar la sensación de ser un gran retablo dada su profusa ornamentación: ángeles, cruces de Santiago, leones rampantes que sujetan la Corona Real, trofeos, delfines, coronas, guerreros, etc., e incluso figuras de moros encadenados como exponente del dominio que sobre ellos se tenía y reflejo de la esclavitud a la que se les sometió. Sobre el vano abierto en el balcón, un angelito toca la guitarra.

Patio-claustro del monasterio y una de las torres de la iglesia.

Traspasada la entrada, un vestíbulo y a la derecha el pago por la entrada y visita. Al frente el patio, a cuyo en derredor, en planta baja, se disponen las dependencias más significativas, y a la vez las únicas visitables, del monasterio: Refectorio, Sacristía e Iglesia.
El patio-claustro, construido en el siglo XVII, es de planta cuadrada y de dos alturas: la más baja está compuesta por una arcada abierta de treinta y seis arcos de medio punto muy esbeltos —nueve a cada lado—; mientras que la superior está cerrada por otros tantos balcones.
La aparente sobriedad de la construcción queda rota por la decoración de las albanegas y claves de los arcos, de los canecillos de la cornisa intermedia y los frontispicios de algunos balcones.




En el centro del patio, el brocal de un pozo —mejor dicho, de un aljibe— profundamente barroco: en la parte superior campea el escudo real por un lado y el la orden por otro.

A la derecha del patio, en el ala de levante del edificio, se encuentra el Refectorio o la “Sala Grande” que, por el mobiliario que contiene he de pensar que sigue teniendo la misma función.
En esta estancia sobresale el artesonado de estilo renacentista tallado en madera de pino melis, conformado por 36 casetones octogonales con el busto de otros tantos maestres y priores de la Orden. 

Mi compañía en el Refectorio.


Y sobre todos ellos, presidiendo la sala, el busto del Emperador, situado en el centro de la estancia, que sostiene sus atributos imperiales: espada, cetro y orbe. Por lo demás carece de interés: muros lisos y nula decoración.
También destacable el busto que representa a Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de la Orden de Santiago y conquense de nacimiento, y que en lugar de efigie, es representado por una calavera coronada de conde y rodeado con la inscripción “VOSOTROS NOBLES BARONES, SABED QUE A NADIE PERDONO”, que no es suya la frase, sino que debe serlo de la Muerte —en otro lugar de la red leo “Vosotros, los que os tenéis en algo, deteneos ahora un poco, os ruego, y considerad mis palabras: No perdono a nadie”; aunque la verdad, me parece algo largo el texto para el tamaño del casetón, y ni cuando allí estuve, ni en la foto que tomé, puedo apreciar con exactitud lo que dice; lo que sí se entiende perfectamente es su significado—.

La antigua Sacristía, hoy capilla.

Junto al Refectorio se halla la antigua Sacristía, ambos construidos entre 1529 y 1550, que actualmente es utilizada como capilla, de estilo plateresco y que lleva la firma de Andrés de Vandelvira.
Está formada por dos naves dispuestas en una planta en L, y unidas por un arco de medio punto. Se cubre con bóvedas rebajadas de crucería de cuyas claves cuelgan pijantes de madera tallada y policromada.
Todas las columnas y pilastras se cubren con tallados platerescos.





A la planta alta del claustro se accede por una regia escalera situada junto al vestíbulo de la entrada. Fue ejecutada, como el patio, en el siglo XVII pero su fisonomía actual es obra del siglo siguiente, cuando se termina la fachada este y con ello un nuevo piso en esa zona del monasterio.


En sus paredes, dos cuadros: un Santiago Apóstol en la batalla de Clavijo, frente al primer tramo de la escalera, y en la pared de la planta alta, que media entre los dos brazos en los que se abre aquel primer tramo, cuelga una Inmaculada; ambos del siglo XVIII.

Planta alta del Claustro

En la planta alta un paseo, invitado por la hermosa luz que entra por sus decenas de ventanucos; una ojeada al interior de la iglesia desde el coro y descenso por la escalera, del siglo XVII, que de tan barroca que es, es más imperial que regia; ejecutada con escalones labrados de una sola pieza, es sin duda, uno de los elementos más notables del monasterio.

Esquina noreste, ábside de la iglesia.

De nuevo en el exterior, un paseo en derredor y giro hacia la izquierda para ver la fachada este que es la que se orienta hacia la población.
Fue la primera que se construyó —obra de Andrés de Vandelvira, primera mitad del siglo XVI— y, para muchos, la más bella y curiosa de las cuatro. Sus ventanas están plagadas de cruces y conchas de Santiago, armaduras, calaveras y un sinfín de motivos alegóricos y equilibrados derroches platerescos, a pesar de la asimetría que se aprecia.
A su derecha, esquina con la fachada norte, está la cabecera de la iglesia, sujeta por tres potentes contrafuertes que contienen hornacinas las estatuas de los tres reyes constructores del templo de Jerusalén: Salomón, Zorobabel y Herodes.

Fachada norte del monasterio, lateral de la iglesia.

La fachada norte, en su totalidad de estilo herreriano, corresponde al muro lateral izquierdo de la iglesia —su entrada principal está en la fachada oeste—.
A pesar de no corresponder con ese acceso principal, dispone de una portada monumental pero sencilla formada por dos cuerpos: en el inferior la puerta en arco de medio punto flanqueada por dos pares de columnas de estilo dórico; en el superior sólo cambian las columnas que son jónicas —en los intercolumnios, se sitúan hornacinas que permanecen vacías—. Entre los dos cuerpos de columnas superiores, un óvalo sin ningún tipo de decoración. Sobre los dos cuerpos de la portada, un frontón triangular; nada destacable en el resto de la fachada.

Entrada principal de la iglesia.

Orientada al poniente y como protegida en un rincón que deshace la planta cuadrangular del edificio —pues la fachada lateral de la iglesia es de menor tamaño que cada lado del monasterio—, se levanta la fachada oeste que corresponde con los pies de la iglesia y donde se encuentra su portada principal.
Fue diseñada en estilo herreriano por Francisco de Mora pero no ejecutada por él. De estructura muy similar a la del norte, tiene dos cuerpos con dos columnas cada uno, y capiteles de orden compuesto que sostienen un frontón triangular.
En el centro del cuerpo superior, un tondo esculpido que representa a Santiago en la batalla de Clavijo. Entre las columnas existen hornacinas que como en la otra puerta de la iglesia, permanecen vacías. Sobre las del primer cuerpo, a ambos lados, está tallada la cruz de Santiago de la que cuelgan dos veneras.
La fachada está flanqueada por dos torres de planta rectangular y dos cuerpos de altura, rematadas con una balconada. Esta torres, llamada una del Reloj y la otra de las Campanas, tuvieron en origen, como cubierta, un chapitel igual al que aún existe en la cubierta sobre la cabecera de la iglesia, y que desparecieron en el siglo XIX, durante dos incendios producidos por sendos rayos y sucedidos en 1845 y 1877. Entre ambas torres se ubicó otro frontón triangular, éste con un óculo en el centro.
El resto de la fachada oeste corresponde a un ala del monasterio donde se disponen dependencias no visitables, y que al exterior ofrece una sucesión de ventanas rectangulares y balcones que dan al conjunto un aspecto firme y sobrio a la vez que elegante.




RESUMIENDO:

Nombre: Monasterio de Uclés.
Municipio: Uclés
Localidad: Uclés
Provincia: Cuenca

Tipología: Monasterio.
Época de construcción: las obras comenzaron a mediados del siglo XVI (1567) y terminaron en 1735.
Estado: En muy buen estado conservación y uso. Poco más que decir.

Propiedad: Está compartida entre el Ayuntamiento de Uclés, y la Iglesia Católica. Su gestión es privada.
Uso: Turístico, y futura sede de eventos culturales, conferencias y espectáculos.
Protección: Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
Fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931.
En 2003 fue declarado bien de Interés Cultural.
Visitas: Totalmente libre el paseo por el perímetro exterior; el interior está sujeto al pago previo de la entrada.
O así lo era en diciembre de 2016 cuando me di una vuelta por allí.



Clasificación subjetiva: 3, o sea, que se incluirá obligatoriamente en ruta de viaje, o lo que es lo mismo, se hará todo lo posible por visitarlo.
Pero como ocurre en otros caso, se trata de la parte de un todo que es un auténtico cuatro estrellas. Así que le subimos la nota y decimos que no hay que perdérselo bajo ningún concepto, o lo que es lo mismo, hay que verlo antes de morir.

Otras cuestiones de interés: Como curiosidad, no olvidar que al lado derecho de la portada norte de la iglesia, y desde ella hasta el rincón, queda un trozo de la antigua construcción árabe, en el que se aprecia un pequeño ventanuco y un arco de descarga. También, en el extremo derecho de la fachada principal, la del sur, queda un lienzo que corresponde a una torre de la antigua fortaleza, y que formó parte de la cabecera de la antigua iglesia, que se situaba don hoy está el zaguán actual.

Cómo llegar: Desde Cuenca, que para eso es la capital de la provincia, tomar la A-40 o N-400 en dirección a Madrid, y en la salida 244 nos vamos a la izquierda y recto hasta Uclés. Ya lo dije cuando escribí sobre el castillo.

Adiós.

 

 

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