martes, 20 de septiembre de 2016

Mallorca, Palma, Murallas de Palma

Palma, Palma de Mallorca, estuvo amurallada. Y como tantas ciudades y villas de España, ya no lo está. Y todo porque hubo un tiempo en el que también allí gobernaron unos personajes que colocaron sus ideas de progreso por delante de un, ya por entonces, trasnochado conservacionismo
Por desgracia no fueron los únicos; nuestro país está lleno de ejemplos en los que la expansión urbana motivó la demolición de cercas, torres y baluartes. Sin el menor pudor, sin el más leve sonrojo. Y lo peor es que aún quedan tipos con poder capaces de seguir haciéndolo, si no directamente, cuando menos mirando a otro lado, condenando las piedras al olvido y el desinterés, y descuidando un patrimonio que parece avergonzarles.
En definitiva, que gran parte de las murallas que rodeaban Palma fueron demolidas allá por el final del siglo XIX, porque la ciudad debía crecer. Y menos mal que por uno de los lados está el mar y por ahí no había posibilidad de crecimiento, con lo que las situadas cerca fueron menos afectadas. El progreso se cebó en otras zonas por la que sí se extendió la población.


Por su situación en la isla, y la isla en el Mediterráneo, Palma siempre fue un punto estratégico que todos sus habitantes, a lo largo de la historia, se preocuparon de mantenerla bien defendida.
Fueron los romanos —la ciudad fue fundada en el año 123 a.C. por Quinto Cecilio Metelo Baleárico, al que no hay que confundir con Quinto Cecilio Metelo Pío, que fundó mi vecina Medellín—, decía que fueron los romanos quienes primero se interesaron por la seguridad del lugar, construyendo un reducido recinto, donde hoy se encuentra la Almudaina, que más tarde sería la base de las nuevas estructuras que irían levantando, primero los musulmanes y después los cristianos.
Se sabe que hasta el siglo VI, el interior del recinto amurallado estuvo habitado, y así debió seguir siéndolo hasta el año 902 en que los musulmanes, después de llegar a la isla, se asentaron en ese mismo lugar. Reconstruyeron edificaciones y ensancharon los límites de la ciudad, a la que llamaron Madina Mayurca, viéndose obligados con ello a ampliar el recinto amurallado. La muralla árabe, primer bastión medieval, quedó completada en el siglo XI.

En 1115 se produjo el primer ataque desde la península por parte cristiana, pero sin éxito. Aún así, los árabes tuvieron que reedificar gran parte de sus muros.
Un siglo después, en diciembre del año 1229, ese nuevo recinto cayó definitivamente en poder de tropas cristianas bajo el mando de Jaime I. Éste manda ampliar las murallas, apenas lo suficiente como para cubrir el espacio que aún lo separaba del mar. De esta manera el recinto quedó determinado, en lo que a su superficie se refiere, tal y como lo estuvo hasta el año 1873 en que se decidió su demolición.

Sin embargo, a lo largo de la historia, estas murallas han sido reconstruidas y reforzadas hasta en cinco ocasiones, como ocurrió tras el saqueo de Mahón por parte de Barbarroja en 1535; o en 1551 cuando se remodelaron para adaptarlas a los nuevos métodos de defensa que el uso de la pólvora requería, convirtiéndolas en las que se llamaron murallas renacentistas.
En plena Guerra de Sucesión, en 1706, la ciudad fue tomada por los ingleses al mando de John Leake, quedando toda la isla de parte de los austracistas, que a la postre serían los derrotados.

Y en esto que llegamos a la segunda mitad del siglo XIX cuando la ciudad se encuentra constreñida dentro de los muros y sin posibilidad legal de expandirse. Las leyes prohibían las construcciones fuera del recinto y los problemas, sobre todo de salubridad, acrecentaban la necesidad de expandir la población. Y en vez de saltarse la ley y la muralla, se optó por solicitar al gobierno de la Nación la demolición, petición a la que desde Madrid se accedió.
Podían haberse planteado un cambio de leyes y con ello la construcción de edificaciones extramuros sin necesidad de derribar nada. Pero no, fueron a lo fácil; o a lo que las ideas de aquel momento llegaban.
En un principio sólo fue demolida parte de la fachada que se orientaba hacia el mar. Pero como con tan escasa destrucción no fue suficiente, pues el problema no quedaba solventado, se propuso arrasar el resto del recinto.
Antes de la demolición de las murallas, aún se reconocían algunos muros romanos, y también árabes, que habían quedado integrados como unos elementos más en el conjunto renacentista.

En 1902, Alfonso XII firmó la Orden mediante la cual se autorizaba al derribo total de las murallas de Palma para poder llevar a cabo el proyecto de expansión de la ciudad. Entre 1908 y 1913 se demolió el ochenta por ciento de la muralla, y se procedió, con poco éxito, a la venta los solares.
La ciudad quedaba así liberada del anillo terrestre fortificado, como era conocido el recinto. Sólo se salvaron dos baluartes que miran al mar.



Nota curiosa:
El inicio de las demoliciones fue celebrado con fiestas populares, lo que da a entender el singular sentimiento que aquella acción suscitó entre la población.

Y hasta aquí la historia.




La muralla de Palma comprendía unas superficies de unas treinta y dos hectáreas y media, encerradas en un perímetro de más de seis kilómetros, y en su mayor parte rodeada de un foso.
A lo largo de la muralla se levantaban doce baluartes, de los que sólo se conservan dos: el de San Pedro y el del Príncipe, ambos en la fachada que mira al mar, uno en cada extremo.
Siguiendo, en sentido horario, un esquemático planito que he encontrado en la red, esos baluartes fueron:

Baluarte de San Pedro o de Santa Cruz, terminado en 1646, fue también demolido para posteriormente ser reconstruido. Actualmente alberga, desde 2004, el Museo de Arte Contemporáneo de Palma.
— Baluarte de Moranta,
— Baluarte del Sitjar,
— Baluarte de Jesús,
— Baluarte de Santa Margarita,
— Baluarte de Sanoguera o Zanoguera,
— Baluarte de San Antonio,
— Baluarte del Socorredor,
— Baluarte de San Jerónimo,
— Baluarte del Príncipe o de los Capellanes, llamado así porque fue costeado por la Curia, aunque en realidad su nombre es en honor a Felipe II.
Baluarte de Berard, y
— Baluarte del Mar o del Muelle, o de Chacón, que en 1930 fue cedido por el Ministerio de la Guerra a la ciudad de Palma. Casi inmediatamente fue demolido.

Así mismo, de las ocho puertas que se abrían en la muralla, aún se mantienen en pié cuatro, a saber:

— La Puerta de la Portella, o del Camp, de origen medieval, que permanece en su lugar original. Aún mantiene los arcos de crucería y en la clave de la bóveda las barras de la Corona de Aragón.

— La Porta Vella del Moll o puerta del Muelle, edificada en 1620, fue la puerta principal de la ciudad. Al demolerse las murallas, esta puerta se trasladó a otra ubicación pero sin las torres que la flanqueaban.

— La Puerta del Mar o de la Calatrava, y
— La Puerta de la Almudaina que, habiendo formado parte del recinto romano, es conocido como arco árabe pues mantiene elementos no relacionados con la cultura de Roma.

Las otras puertas fueron:

— La Puerta de Santa Margarita, que también se llamó de la Conquista o del Esvehidor. Fue la puerta por la que Jaime I accedió cuando conquistó la ciudad, motivo al parecer insuficiente para que fuera salvada. Y es la que se demolió no era la original; se trataba de una puerta renacentista de poco valor artístico. Fue demolida de madrugada, el 27 de febrero de 1912, o sea, con vergüenza y nocturnidad. También se la conoció como la Puerta Pintada.
La Puerta de l’Almodí o de Sa Gabella de la Sal
La Puerta Oriental o de Gumarra.
La Puerta de Santa Catalina, construida en 1664 y llamada antiguamente de Porto Pi.

Y hasta aquí los detalles.

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