El Cerro del Castillo desde el norte. |
El
inconveniente radica en que desde esos cerros acechan otros enemigos, en forma
de nuevas construcciones, que pretenden ser el objeto de las miradas del
viajero y no son más que seres envidiosos que saben que jamás alcanzarán la
estatura de ése y de cualquier otro castillo encaramado en un cerro.
Cada
vez que lo contemplo, desde cualquiera de los caminos que se acercan a él,
recuerdo aquello que dicen que dijo Ortega y Gasset sobre el castillo de
Jadraque y el lugar donde se asienta, que era “el cerro más perfecto del mundo”; y yo, que de filosofía lo
justito, me atrevo a corregir al señor aquel y decir que, con toda seguridad, nunca
observó, ni siquiera en foto, el Cerro del Castillo de Medellín, que si lo
hubiera hecho, estoy seguro que la frase habría ido dirigida a mi cerro
paisano.
Vista del castillo desde el suroeste. |
Un cerro que, hace más de 2.000 años, dicen fue testigo de la presencia de un pueblo conocido como conios, tal vez de origen celta o quién sabe si anterior. Se conoce que su población principal se llamó Conistorgis, y que los lusitanos, enemigos de Roma, la destruyeron porque los conios eran aliados del Imperio. Pues bien, por los restos encontrados, de época tartésica, se piensa que Conistorgis estuviera donde la actual Medellín.
Después, hacia el 768,
llegan los árabes y se instalan allí durante cinco siglos. Construyen un
castillo, cómo no, en el Cerro, reforzándolo aún más y ampliando sus murallas
por la ladera para proteger a la población. Renombran el lugar como Madallin, y controlan el puente y con
ello el paso del río, dando nuevamente al sitio la importancia estratégica que
siempre tuvo.
Nuevamente cayó en poder
cristiano en 1227 por obra y arte de Alfonso IX de León, y una vez más —dos
años después— fue recuperada por los musulmanes. Hasta que en 1234 Fernando III
el Santo, quién si no, conquista definitivamente la plaza para la corona de
Castilla con la inestimable ayuda de las órdenes de Alcántara —a la que le
concedió la plaza— y Santiago, y del obispo de Plasencia, bajo cuya diócesis
quedaría la ciudad integrada. Ya de paso, también se conquistó Magacela, Alange
y otras plazas de La Serena.
Las consecuencias del
paso de los franceses por Medellín —del 28 de marzo al 12 de mayo de 1809, ni
dos meses— no quedaron ahí. Cuando se marcharon dejaron un lugar casi
despoblado, una economía arruinada y un general expolio en todo su patrimonio,
incluido el castillo. A mediados del siglo XIX, el pueblo aún no se había
recuperado. En fin, cosas de los franceses.
Medellín desde el castillo. En primer término la iglesia de Santiago. |
Terminada la guerra y
dada la ruina en que quedó, Medellín fue incluida en el Servicio Nacional de
Regiones Devastadas para su reconstrucción.
El castillo desde la torre norte. |
El castillo desde la torre norte. |
EL CASTILLO
El castillo fue
mandado demoler por Pedro I —el Cruel o el Justiciero, elijan ustedes— en 1354,
al caer en desgracia para con él quien era el señor de la villa de Medellín,
Juan Alfonso de Alburquerque —éste le había afeado su conducta con la reina
Leonor de Aragón, en favor de María de Padilla—; además el de Alburquerque fue fulminantemente
destituido, como no.
Enrique II, sucesor de su hermanastro Pedro I, mandó
reconstruir el castillo, si bien las obras se alargaron hasta mediados del
siglo XV que es cuando adquiere su configuración definitiva. Era por entonces
su dueño Rodrigo de Portocarrero Monroy, Conde de Medellín, que es quien
ejecuta obras no sólo de fortificación sino también de habitabilidad, dándole
el esplendor que en aquella época llegó a tener. De él debe ser el escudo que
señorea la puerta apuntada de la facha oeste.
Posteriormente el castillo pasaría a manos de su viuda Beatriz Pacheco, de Portocarrero, mujer guerrera donde las hubiera: estuvo enredada en los conflictos que mantuvieron Enrique IV y su hermano Alfonso; y tomó partido a favor de Juan la Beltraneja cuando ésta, junto con gran parte de la nobleza extremeña, se enfrentó, entre 1475 y 1479, con la futura Isabel I de Castilla. Por ello, el castillo fue objeto de algunas obras para adecuar, y mejorar, sus defensas y su habitabilidad en previsión de sitios futuros y prolongados.
Durante esta época se construye el muro diafragma que
divide el castillo en dos, protegiendo y aislando aún más una parte del
castillo, concretamente la mitad oriental de la fortaleza; y no sólo de
enemigos externos sino a su propio hijo —partidario de Isabel y de la
negociación con ella— que la disputaba la posesión del condado. En 1479,
finalizadas las porfías entre Juana e Isabel, el condado de Medellín pasó a la
corona de Castilla.
Muro diafragma y torre del Homenaje desde la zona este. |
Muro diafragma desde la zona oeste. |
Ya en el siglo XX, durante la Guerra Civil de 1936, se acometieron nuevas obras de carácter defensivo en sus muros —se reforzaron huecos con hormigón y se abrieron numerosas troneras para fusilería—, las cuales están lejos de aquellas del Medievo e incluso podrían tacharse de impropias del edificio, pero que sí lo están en consecuencia con su impronta militar que, a mi juicio, deberían mantenerse, pues son una muestra, aunque cuestionable, de la evolución de la arquitectura militar.
LOS
DETALLES
El castillo ocupa prácticamente la
totalidad de la cima del Cerro; se adapta a él conformando un romboide irregular o, como leo en otros
textos, una casi elipse poligonal de
nueve o diez lados, ligeramente alargada.
Dispuso de una antemuralla o barbacana,
que rodeaba toda la mitad occidental, y que, arrancando del torreón más al sur,
llegaba hasta la torre norte. De esta barbacana se conservan muros y torres en
un aceptable estado, que la hacen perfectamente identificable, dejando apreciar
la seguridad que el conjunto aportaba al castillo.
Al fondo, entrada a la barbacana por la puerta sur. |
Es a través de dos puertas, una en el lado
sur y otra en el norte de la antemuralla, y dispuestas de forma simétrica, por
donde se accede; y de aquí al interior del cuerpo principal del castillo por
otras dos puertas: una, bajo arco de medio punto, junto a la torre sur; y la
segunda en la fachada oeste, a la derecha de la torre cilíndrica, en forma de
arco apuntado con un par de arquivoltas enmarcadas en alfiz.
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Interior del aljibe. |
En su interior se conservan algunos restos
de su pasado árabe: una alberca de planta rectangular y un aljibe, muy bien
conservado, de dos naves con bóvedas de cañón apoyadas en su centro en dos
arcos de herradura sobre una columna, y del que se cuestiona su verdadero uso:
si aljibe o prisión. Aunque bien pudo ser las dos cosas.
La misma puerta anterior desde el interior de la barbacana. |
El castillo se divide en dos partes
mediante una muralla interna —muro
diafragma— dispuesta entre las torres norte y sur, ambas prismáticas —¿cuál
de las dos será la del Homenaje?, me inclino por la situada al sur, a pesar de
su proximidad a una de las puertas—, que se comunican mediante un adarve
superior y un corredor a nivel inferior. Este muro facilitaba la defensa
interior del castillo al quedar este compartimentado, a la vez que permitía un
fácil y rápido paso de los defensores entre las torres. La época de su
construcción, último tercio del siglo XV, es delatada por las cuatro garitas,
dos a cada cara, sobre ménsulas escalonadas, que aumentan su defensa.
Detalle de los garitones en el muro diafragma. |
El adarve de la muralla diafragma. |
La muralla diafragma presenta dos puertas
que comunican ambas partes del castillo, las cuales se ha de suponer que son
muy posteriores a su construcción, pues su sola existencia y ubicación haría
nula la utilidad del muro. La comunicación entre ambas partes se haría
exclusivamente a través de las torres, que disponen de un complejo sistema de pasillos para comunicar entre sí sus plantas,
éstas con el muro diafragma y los adarves contiguos, y también entre las dos
mitades del castillo.
Fachada oriental, torre cilíndrica y puerta. |
Los vértices este y oeste lo forman sendos
torreones, semicilíndricos el de la esquina oriental, y casi cilíndrico y de
mayor tamaño, el occidental. En el centro de cada uno de los lados del romboide, se adosan cubos, también
cilíndricos y de menor diámetro.
El castillo está construido en su totalidad en piedra, alternándose la mampostería con sillarejos e incluso sillares bien labrados. Excepción hecha de las adaptaciones que se hicieron durante la Guerra Civil y que aún se pueden apreciar: numerosas troneras para fusilería y algún seudo búnker de hormigón en los enormes huecos de su fachada sur.
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Castillo y los dos puentes (foto robada, no recuerdo de dónde). |
El castillo desde la plaza de Hernán Cortés. |